Ergo Sum: historias que transforman
Iván González Vega – Edición 500
Perfiles de personas que están cambiando el mundo desde los diversos ámbitos en que se desempeñan, con historias admirables, muchas veces ejemplares y, sin falla, inspiradoras
Nadie siembra un árbol con la certeza de cuál será su altura, cuántas ramas irá a tener o cómo será la sombra que dé en el futuro. Sucede igual con todos los seres vivos: nadie sabe hasta dónde llegará su influencia y cómo afectará a sus contemporáneos. Por eso, la biografía es uno de los campos más apasionantes de la Historia: el esfuerzo por argumentar que una vida individual contribuyó de forma decisiva a modelar una época. Pero el periodismo, que cada tanto debe hacer examen de conciencia para recuperar la humildad a la que está obligado, tiene ambiciones mucho más simples y, en lugar de producir biografías para la Historia, lleva más de un siglo enamorado del género llamado perfil o semblanza, que consiste en producir retratos de personas importantes en un determinado momento para advertirnos que, aun cuando su relevancia podría desvanecerse en el futuro, contribuyen a trazar los días que estamos viviendo.
A lo largo de 19 buenos años de trabajo, la revista MAGIS ha sembrado su propio bosque de perfiles y semblanzas en la sección Ergo Sum, locución latina que en español significa “entonces existo” o bien, “entonces soy”, y está ligada a la declaración de René Descartes, “Pienso, luego existo”. Este espacio fijo en nuestra revista fue creado para ofrecer el perfil de un profesionista del mundo. Así apareció por primera vez en junio de 2005, en la edición 379, que recogió la semblanza del sonriente Fernando Ochoa como “un economista en la selva chiapaneca”, y ha mantenido tal inspiración hasta el número 499, con el perfil del viral divulgador de la ciencia Javier Santaolalla, titulado “El triunfo de la curiosidad”. Ha sido un esfuerzo de periodismo diverso y comprometido que podría resumirse en algunos datos.
En Ergo Sum, MAGIS ha publicado 119 perfiles de gente diversa, como retratos individuales o colectivos; personas que han contribuido a darle forma al mundo en el que vivimos, aun si su radio de acción era una sola comunidad. Nadie podía prever el rumbo singular de cada una de esas personas: lo importante era el presente al publicarse cada uno de los perfiles a partir de 2005, año que ahora nos parece tan remoto.
Así que miremos el bosque. Hemos tenido artistas —gente dedicada a la música, a la actuación, a la literatura— y activistas dedicados a muy diversas causas sociales; hemos tenido gente de ciencias —naturales y sociales y de todo tipo— y profesionistas, especialistas en finanzas y en derecho y en ingenierías; una buena cantidad de pensadores y líderes de la Iglesia católica y otros cultos religiosos; glorias del deporte; glorias de la cocina; no pocas personas dedicadas a la política; y quizá pocas en número, pero algunas personas profesionales del periodismo.
Entre 119 perfiles, Ergo Sum ha publicado 67 de varones por 39 de mujeres (la frecuencia de ellas siempre fue constante, pero aumentó un poco en el último lustro). Otros 12 textos fueron acerca de personajes colectivos, como bandas musicales; y un perfil más estuvo dedicado a Elliot Page, actor transexual que aparece en la serie The Umbrella Academy.
Lo que parece uniforme estalla en alegre caos al mirarlo de cerca: entre estos perfiles tan diferentes, elegimos cinco que, a la distancia, resultan especiales. No son más importantes, ni necesariamente mejores (aunque alguno está escrito estupendamente): pueden ayudar a que recordemos que las impredecibles vidas individuales también sirven para darle forma al relato del mundo. Como cinco árboles que nos piden que pensemos en todo el bosque.
La democracia es un parque
Las teorías sobre la democracia suelen ser frustrantes: nos dicen que un mundo mejor es posible, pero que lograrlo implica tanto trabajo que mucha gente preferirá la comodidad del autoritarismo. A principios de este siglo, profesionistas de Colombia se especializaron en ideas sobre desarrollo urbano con el ideal democrático en mente y nos hicieron creer que las ciudades pueden ser ejemplo de equidad, justicia y solidaridad. Su mejor arma era un parque: un espacio igualmente seguro y atractivo para cualquier ser humano, rico o pobre, viejo o joven. De esta apuesta por el espacio como metáfora de lo público, que se extendió a ejemplos muy tapatíos, como nuestra Vía RecreActiva, habló en MAGIS 385, de diciembre de 2005, el empresario y urbanista Guillermo Peñalosa.
Y fue, en verdad, una entrevista útil para pensar la Guadalajara de los cotos, de los fraccionamientos de calles exclusivas, de los parques públicos prohibidos para las empleadas domésticas. Peñalosa se había involucrado en Bogotá y otras varias ciudades como consultor de proyectos para explotar el potencial del espacio público en la integración social, con consecuencias incluso en la seguridad pública. La lógica es que en el parque “las personas se pueden sentir de igual a igual, pueden mezclarse y convivir. Ahí comienzan a construirse la comunidad y la integración”, decía Peñalosa en el perfil escrito por la periodista Patricia Landino. Por oposición, las ciudades clausuradas o divididas, u otros espacios como los centros comerciales, dificultan que las personas se encuentren, y de esa manera subrayan sus diferencias y miedos.
Uno puede pensar que Guadalajara aprendió algunas lecciones de aquellas tesis, si bien persisten los esfuerzos por levantar bardas. Peñalosa había sido entrevistado en el marco de una visita a la ciudad y advirtió sobre el riesgo de proyectos de desarrollo inmobiliario o edificación comercial. Estaba en conversación el proyecto Guadalajara 2020 y Peñalosa pedía construir la visión de futuro de la ciudad en diálogo con otros actores, además de empresarios y gobiernos: los ciudadanos en general.
¿Cómo vería Peñalosa la Guadalajara de 2024? ¿Con visión compartida, dialogada, incluyente, de modo que tanto la gente rica como la gente pobre asuman que conviene que convivamos? ¿Nuestros gobiernos han puesto por delante, digamos, el bienestar común en lugar del negocio inmobiliario? Ojalá quienes gobiernen Jalisco y Guadalajara tras las elecciones de 2024 lean esta entrevista de 2005, cuando Peñalosa imaginaba, por ejemplo, la barranca de Huentitán como “uno de los bosques urbanos más hermosos del mundo”, pero recomendaba cuidado con el proyecto del museo Guggenheim: “Cuando los arquitectos hacen obras monstruosas, a veces son muy buenas para el ego de ellos, pero no para los que las usan. La obra tiene que estar pensada para la gente”.
Guillermo Peñalosa. La democracia juega en los parques
Colombiano, nacionalizado canadiense, Guillermo Peñalosa (1957) trabajó como encargado de parques en Bogotá e impulsó un innovador proyecto de espacios públicos orientado a recuperar la convivencia ciudadana; es uno de los promotores de las ciclovías dominicales, como la Vía RecreActiva de Guadalajara. Su experiencia lo convirtió en asesor y respetado experto en urbanismo. En el perfil, autoría de Patricia Landino, Peñalosa revisa la idea de planeaciones urbanas más justas; por ejemplo, la urgencia de que las personas se involucren en la toma de decisiones. “La sociedad civil se cruza de brazos esperando que venga un marciano y le arregle las cosas”. No dejaba de pedirles un cambio de visión a los políticos: “Un gobernante en Guadalajara difícilmente puede darles vivienda digna a todos los habitantes en cinco años. Seguramente ni en cincuenta. Pero sí puede darles buenos espacios públicos a todos, escuelas, parques, ciclorrutas, vías recreativas”.
El perdón es el primer paso de la paz
Si los retos que proponía Guillermo Peñalosa en 2005 sonaban entusiastas pero difíciles, el que vivía María Guadalupe Morfín Otero en 2006 parecía todavía más complejo. La poeta y abogada tapatía nacida en 1953 había presidido la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco y, mientras se pronosticaba su posible designación al frente de la comisión nacional, la Presidencia de la República le pidió que encabezara la Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Eran años terribles en México y, si en aquel tiempo alguien imaginó que empeoraría la violencia atroz que se evidenciaba con “las muertas de Juárez”, quizá se privó de decirlo por puro espanto. Ese mal venía desde lejos, pero se agravó a principios de los años noventa y derivó en la peor carta de presentación de México ante el mundo; el Estado mexicano fue juzgado por la impunidad ante la violencia ejercida contra las mujeres de Chihuahua. Lupita Morfín y sus colaboradores en esta comisión especial tenían la urgente misión de propiciar condiciones para la paz.
El perfil de Morfín —escrito por el periodista tapatío Juan Carlos Núñez, maestro del periodismo local— muestra su trabajo en Ciudad Juárez y retrata la inverosímil estampa de una funcionaria del gobierno a la que abraza la madre de una víctima. En el texto publicado en MAGIS 390, de mayo de 2006, Morfín explica que lo mejor que puede hacer su comisión es procurar algo de reconciliación: lograr que las víctimas de Juárez escuchen del gobierno mexicano que les pide perdón de verdad. Porque devolverles las vidas de sus muertas es imposible, porque expurgar los asesinatos tampoco es viable, porque restaurar la confianza de una comunidad no es fácil.
Con los años, las palabras de Morfín tienen un eco de necesidad: el texto recoge su demanda de que todos los gobiernos opten por la justicia, de que sea tomada en serio la tarea de reconstruir el tejido social en esa ciudad como en tantas otras del país, que se sanee a las autoridades encargadas de la procuración y la administración de justicia, que se emprenda una honesta labor contra la impunidad. No postulaba ambiciones exageradas: hoy los mexicanos parecemos preferir el cinismo a la esperanza cuando alguien sugiere que hay solución para nuestras violencias. Morfín hablaba de fábricas maquiladoras que negociaran guarderías y lavanderías cerca de los sitios de trabajo, mejores rutas de transporte, calles iluminadas, actividades de cultura para el esparcimiento igualitario. Un futuro que empezara en el perdón.
Era 2006. Hoy, Juárez sigue siendo uno de los municipios con mayor proporción de feminicidios (el periódico El País consignó en enero de 2022 que en tres décadas la cifra de mujeres asesinadas había rebasado las 2 mil 300). Al resto del país le urgen acciones a favor de la paz. ¿A cuántos mexicanos, hoy, hay que pedir perdón?
Lupita Morfín. La palabra contra el silencio
Poeta y abogada, Morfín Otero (Guadalajara, 1953) encabezaba en 2006 la comisión especial para la justicia en Ciudad Juárez, Chihuahua, una urbe asolada por la impune violencia contra las mujeres, fundamental para entender el concepto penal del feminicidio. Su trayectoria en el área de los derechos humanos había incluido el encabezamiento de la comisión oficial en Jalisco, en un tiempo en que los grupos de poder sólo sabían repetir que los derechos humanos debían respetarse para algunas personas y no para los delincuentes.
Además de obligar a una triste reflexión acerca de los años posteriores de México, hartos de violencia e impunidad, el perfil de Juan Carlos Núñez sigue a Morfín ocupada en pedirles perdón a las víctimas y sus deudos, como decía en un discurso recogido en el texto: “Empecé mi larga conversación con ellos pidiendo perdón. Termino este informe con la misma petición de perdón a la que agrego un gracias. Por su entereza, por su persistencia, por su dignidad”.
La paz es posible
El periodista británico John Carlin (1956) tiene una respetable popularidad gracias a su trabajo como narrador y reportero y, en particular, por su afán de contar una biografía que le pareció central para entender el final del siglo XX: tras una era de dictaduras, autoritarismo y discriminación, le parecía que pocos seres humanos representaban la promesa de un mundo diferente como lo hizo Nelson Mandela (1918-2013), el activista y político que lideró el triunfo de su nación, Sudáfrica, contra el racismo del apartheid.
El texto de Carlin sobre Mandela, “La seducción del hombre blanco”, apareció en MAGIS 416, de junio de 2010, el año en que Sudáfrica fue la sede del Mundial de futbol. Desde los estereotipos del siglo XX, África era al mismo tiempo la cuna de la humanidad y un ejemplo de pobreza y atraso. Pero Mandela y su nación parecían contar una historia diferente: la de un país repleto de problemas que se esforzaba por combatir el odio, para construir una comunidad plural e incluyente.
La enorme figura de Mandela llena la historia de Sudáfrica y el perfil escrito por Carlin pretende fotografiarla. Cuenta cómo el líder radical pasó 27 años en la cárcel incubando el curioso virus de la paz y el perdón y cómo esa transformación encantó a los hombres blancos del gobierno hasta que debieron liberarlo. Las escenas son fascinantes: las resume quizá la historia del espía que estaba seguro de que Mandela fingía y, tan pronto estuviera libre, lideraría una revolución violenta en nombre de la población negra del país.
Carlin escribió el libro en el que Clint Eastwood basó su película Invictus, de 2009, con un sensacional Morgan Freeman en el papel de Madiba. Pero, por bueno que sea el trabajo del digno actor estadounidense, uno podría tener el primer gran retrato de Mandela en esta semblanza que parece propia del presente: Mandela falleció en 2013 y su país enfrenta nuevos problemas, pero el legado de un hombre que resistió la violencia y el odio con acciones de dignidad y paz no es una cosa fácil de olvidar.
Nelson Mandela. La seducción del hombre blanco
Los largos años de su encarcelamiento sirvieron para que el líder radical Nelson Mandela, símbolo de la lucha de los negros de Sudáfrica contra el régimen racista del apartheid, se inclinara por un proyecto de reconciliación racial como única garantía para su país. Los funcionarios y carceleros blancos no podían resistirse a su fascinante carisma, pero temían que fuera un truco.
Lo que pasó cuando Mandela quedó libre es el corazón de este relato, a cargo del periodista John Carlin y en la coyuntura del Mundial de futbol que tuvo a Sudáfrica como sede. Como muchas otras obras de este comunicador, el retrato de Mandela intenta capturar su determinante influencia en otras personas: vecinos, guardias, funcionarios y espías blancos que encontraron que el amenazante prócer de los negros los estaba invitando, de verdad, a construir juntos la paz.
La lengua y la imaginación
Si hay un mundo en conflicto con el orden político del siglo XXI, porque para sobrevivir ha tenido que resistir durante bastante más que un siglo, ése es el de las naciones indígenas. La lingüista, traductora y activista mixe Yásnaya Elena Aguilar Gil se ha convertido en los últimos años en una voz con autoridad para denunciar la violencia de los Estados contra los pueblos indígenas de México en particular: en su producción como especialista ensaya la afirmación de que el proyecto del Estado mexicano era imposible sin un explícito y voluntario exterminio de las identidades y los idiomas indígenas.
En el perfil que escribió la periodista Eugenia Coppel en MAGIS 474, en marzo de 2020, Aguilar Gil ahonda en esa idea mientras participa de algunas de las luchas de los pueblos mixes de Oaxaca, el estado con mayor diversidad indígena de México y también uno de los que más deudas parecen tener con su población originaria. En concreto, es parte de la lucha para que los pueblos de San Pedro y San Pablo Ayutla recuperen el acceso al agua potable, en lo que según el gobierno estatal es consecuencia de un conflicto agrícola. En el México más reciente no debería sorprender que en realidad se trate, como explica Yásnaya Aguilar, de un problema de violencia política que incluye la desaparición o el asesinato de sus activistas.
Entre sus muchas tareas y la historia del amor que la vincula a su abuela, Yásnaya Aguilar amplía su denuncia de la violencia contra las personas indígenas con la reflexión acerca de cómo esa categoría no es cultural, según quiso el relato de tradiciones y folclor del Estado mexicano, sino precisamente política: una forma de señalar y distinguir a quienes fueron obligados a dejarse absorber en una identidad.
La materia del trabajo de Aguilar son los idiomas: las lenguas que han de alinearse e integrarse con la promesa de que serán protegidas. Pero en la palabra —los discursos en actividades públicas de la lingüista los elabora en su idioma natal, no en español— está también la semilla del futuro posible. El perfil cita uno de sus textos, Un nosotrxs sin Estado: “Resulta casi imposible pensar el mundo sin estas divisiones que se asumen como existentes desde siempre”, idea a la puede añadirse otra que ofrece durante la entrevista para MAGIS: “Yo les digo que no se preocupen, no creo que lo lleguemos a ver en esta vida, pero ¿por qué no podemos imaginarlo? Hay incluso una colonización de la imaginación”.
Leer acerca del pensamiento de Yásnaya Aguilar es una exigencia para pensar lo que entendemos por Estado: si se trata de una institución dedicada a extraer los recursos y matar las lenguas de las poblaciones a las que supuestamente protege, ¿no valdría la pena crear alternativas al Estado o autonomías más radicales?
Yásnaya Aguilar Gil. La defensora de lenguas que imagina un mundo sin Estados
Desde su origen, el Estado mexicano decidió absorber las lenguas indígenas u orillarlas a desaparecer, como forma de construir una identidad homogénea: al nacer México, alrededor del año 1820, 65 por ciento de sus habitantes se reconocía como de origen indígena, y en 2020 apenas lo hace 6.5 por ciento de los mexicanos. La reflexión al respecto de ese exterminio como proyecto de nación está en el centro del trabajo de la lingüista, investigadora y activista mixe Yásnaya Elena Aguilar Gil (1981), quien se ha convertido en una autoridad para hablar de la relación del Estado mexicano con el mundo indígena de México.
En este perfil firmado por Eugenia Coppel, la especialista cuenta cómo decidió volver a su natal Oaxaca, pero también reflexiona acerca de su tesis más radical: autonomía plena de los pueblos indígenas respecto del Estado. O imaginar, como mínimo, un futuro distinto: “[Imagino] una diversidad de sistemas políticos”, plantea en el texto: “Una confederación o alianzas libres de unidades mucho más pequeñas y autogestivas que no dependan del famoso monopolio del uso legítimo de la violencia del Estado”.
La sororidad después de la rabia
Si el mundo ha cambiado en este siglo, en gran medida ha sido mérito de las mujeres, que decidieron no pedir permiso para ocupar los espacios públicos para gritar que la paz es posible; pero hay que entender el tamaño de su rabia. MAGIS ha puesto empeño en pensar las distintas caras de lo que llamamos feminismos, un concepto que se queda corto ante la diversidad de protestas, proyectos, acciones y creaciones que han impulsado las mujeres desde la denuncia del machismo como clave de la cultura mundial. Pero al mundo lo tomó por asalto una ola nueva de feminismos entre 2018 y 2024, y el planeta entero se aprendió al menos la estrofa de una canción que les dice a todos los actores del machismo: “El violador eres tú”.
En MAGIS 488, de julio de 2022, un texto de Lilián Bañuelos registra el radical fenómeno que fue la popularidad del performance “Un violador en tu camino” propuesto por el colectivo chileno LasTesis, adoptado como un pacto por millones de mujeres e hijo de la veloz dispersión que le permitieron internet y YouTube: nunca ha sido más adecuado llamar viral al contagio de un símbolo.
El texto de Bañuelos discute, por igual, el poder y la naturaleza de los performances como disciplina artística y política, el lugar del arte político en la cultura pop del siglo XXI y el modo en que la idea de LasTesis conecta con casi cualquier mujer. El performance socava la concepción del arte de autor, así que cualquier persona puede llevarla a cabo; en paralelo, “Un violador en tu camino” pone voz a la realidad cotidiana de cualquier mujer. El escándalo es que el performance dice que cualquier mujer es una persona que ha sido violada, una y varias veces en su vida: que el orden social, que la cultura, que la convivencia diaria, devienen régimen que violenta a las mujeres.
Otras multitudes, reacias a aceptar “Un violador en tu camino” y convencidas más bien de su carácter de tendencia “progre”, se burlaron del acontecimiento y de quienes lo replicaban. Cosa de nuestro tiempo: la tensión entre quienes defienden el derecho de las mujeres a la igualdad y la equidad y quienes creen que tal denuncia es una moda rabiosa.
¿Tiene sentido que un montón de mujeres con los ojos vendados nos señalen a los varones, los edificios de gobierno, a las autoridades, y nos digan que “el Estado opresor es un macho violador”? El trabajo publicado en MAGIS reflexiona en torno a algunas de las claves por las cuales el performance funciona: tiene sentido y da sentido a lo que muchas mujeres querrían decir, en nombre propio y de otras, y particularmente por aquellas que no se atreven o ya no pueden hablar. Por eso, el texto de Lilián Bañuelos sobre LasTesis no documenta una celebración de la rabia, sino una reivindicación de la solidaridad, de la esperanza en la justicia que iguala, en este caso, a todas las mujeres, y también, de forma lamentable, nos apela a todos los varones.
Ni la igualdad ni el perdón ni la paz ni la imaginación ni la solidaridad entre mujeres dejan al mundo igual, sin embargo. Puede que el tiempo de los parques de Peñalosa nos parezca lejano, pero las mujeres del performance del siglo XXI apostaron por la sororidad y el planeta ya no es el mismo. A lo largo de la historia de los perfiles de MAGIS en Ergo Sum, este recordatorio está presente en decenas de vidas individuales como un manifiesto acerca de que los bosques no están nunca quietos: cada impredecible árbol nos dice algo en el presente, pero moldea, también, el futuro.
Las hipótesis de LasTesis
El perfil de MAGIS 488 recoge la historia detrás del colectivo de arte político LasTesis, un grupo de mujeres chilenas dedicadas a hacer performance y cuya obra más famosa dejó de pertenecerles para convertirse en patrimonio universal: “Un violador en tu camino”, que fue replicada por millones de mujeres en el mundo entre 2019 y 2020 en una fiebre de levantamientos entre cívicos y artísticos que denunciaron la violencia machista imbricada en la cultura humana.
Este perfil, de la autoría de Lilián Bañuelos, es una reflexión sobre una de las manifestaciones más “virales” de los feminismos del siglo xxi y, en particular, sobre el carácter universal de la denuncia implicada en aquella canción que dice: “y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía: el violador eres tú”. La hipótesis es que todas las mujeres saben cuánta violencia implica su condición de género. La tesis: que, después de fenómenos como este performance viral, las mujeres ya no van a callar.