El efecto Pascal
Andrea Cajiga – Edición 494
Protagonista de dos de las series más exitosas de los últimos tiempos, el actor chileno ve ascender su estrella en el firmamento de la fama mientras su presencia en Hollywood da relieve a varios asuntos de interés público sobre los que es necesario que sigamos conversando, como la inclusión y los derechos de todas las personas. Al mismo tiempo, se ha convertido en punto de encuentro entre distintas generaciones. ¿Por qué todo mundo le pone tanta atención a Pedro Pascal?
Pedro Pascal coquetea con el mundo. Es casi imposible entrar a TikTok sin toparse, al menos un par de veces, con el rostro del actor chileno naturalizado estadounidense. En los videos editados por usuarios de la plataforma, Pedro baila, juega, les toca las piernas a sus coestrellas al reír, les hace cumplidos a sus entrevistadores, o chistes por los que luego se disculpa con una sonrisa; saluda a sus colegas en las alfombras rojas y mira los ojos de las personas al hablar. Navega por la fama como si no creyera que en realidad es suya.
A sus casi 50 años de edad, José Pedro Balmaceda Pascal es el nuevo galán de la cadena HBO y la celebridad consentida del mundo. Es un male american sweetheart, como en su momento lo han sido otros actores, como Keanu Reeves o Tom Hanks; la diferencia es que ese arquetipo de hombre ya no es una excepción, como quizá lo fue hace unos años. Los chicos buenos ganan terreno y Pedro Pascal es su estandarte.
Hace poco hablaba con un amigo acerca del fenómeno de Pedro Pascal y nos cuestionábamos con respecto a los factores necesarios para que un hombre de 48 años se convirtiera en el rey de los edits en TikTok y en objeto de deseo para adolescentes y adultos por igual. Mi amigo aterrizó en esto: “Pedro es un hombre de apariencia tosca con actitudes sutiles. A la gente le gusta eso”.
Antes, la delicadeza y la sensibilidad no eran las cualidades más deseables al hablar de hombres famosos. Pero los tiempos han cambiado y ciertas masculinidades tóxicas se aplauden menos, mientras que hombres como Pedro Pascal, Andrew Scott (Fleabag) o el jovencísimo Paul Mescal (Aftersun) están en el centro del deseo popular.
El poder del contraste
Poco después de su nacimiento, el 2 de abril de 1975, la familia de Pedro buscó asilo político en Dinamarca para huir de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Luego se mudaron a Estados Unidos, donde Pedro creció entre San Antonio, Texas, y Orange County, California.
Su galantería sureña realzada por el aura laxa de la Costa Oeste revela la mezcla de factores, en apariencia opuestos, que definieron su infancia y su juventud, y que hoy determinan su personalidad para volverla de un gusto casi universal.
La fuente de poder de Pascal está en el contraste: entre sus modos sutiles y su exterior áspero; entre su profunda conexión con la gente joven y la edad que tiene; entre su vida en Estados Unidos y su trasfondo latino. El actor no es únicamente un punto de encuentro entre varias generaciones, sino también un puente entre sus formas de entender la vida.
Su estatus de celebridad ha servido para dar relieve a varios temas que están en el centro de la agenda pública: el desarraigo que trae consigo la migración, por ejemplo, o la reivindicación del desgastado sueño americano, así como la lucha por los derechos de la comunidad LGBT+ —en particular de las personas transgénero, pues Lux, hermana menor de Pedro y actriz a punto de recibir su maestría en Bellas Artes por la Universidad de Juilliard, es una mujer trans—.
Sus dos papeles protagónicos en las series The Last of Us y The Mandalorian tienen algo en común: en ambas historias Pedro interpreta figuras, si no paternas, sí paternales. En The Mandalorian, serie del universo de Star Wars, personifica a un cazarrecompensas solitario que cuida de Grogu (o Baby Yoda, como fue bautizado el pequeño títere verde en internet). En The Last of Us, adaptada de una exitosa saga de videojuegos, hace el papel de Joel, un exmilitar desesperanzado que tiene la misión de escoltar a la adolescente Ellie por un Estados Unidos postapocalíptico. En ambas historias, Pascal da vida a héroes que encarnan los atributos del padre: el cuidador y el protector.
Por eso no es de extrañar que se haya convertido en la figura paterna e idealizada de los hijos de la internet: el Internet’s Daddy, apodo con el que fue bautizado en las redes sociales y que parece incomodarlo más cada vez que se vuelve el tema central de sus interacciones con la prensa.
Craig Mazin, creador y productor ejecutivo de The Last of Us, tiene una teoría acerca del atractivo paterno de Pascal: “Creo que todo el mundo tiene buenos recuerdos de una figura paterna positiva en su vida, o bien un terrible vacío en su corazón donde debería haber habido una figura paterna positiva. Nostalgia o anhelo de, llamémoslo, una masculinidad no tóxica”.
Un hombre real
¿Cómo llega a la cima de Hollywood alguien como él? Para empezar, con el apoyo moral y económico de gente cercana, como su mejor amigo, el actor Óscar Isaac, a quien conoció en 2005 en una obra de teatro, o la actriz ganadora del Emmy, Sarah Paulson.
Entre las muchas declaraciones que la actriz ha hecho acerca de Pascal destaca la que ofreció para la revista Time en abril de 2023, luego de que el chileno fuera nombrado una de las 100 personas más influyentes en la lista anual de la publicación. “Todo lo que esperas que sea, lo es: poderoso, conmovedor, hilarante, capaz de tener las conversaciones más profundas, dispuesto a sujetarte el cabello cuando estás enferma […] No es un producto, es real”.
En 1993, cuando tenía 18 años, Pascal se mudó a la Gran Manzana para estudiar en la Escuela de Artes Tisch de la Universidad de Nueva York (NYU). Y no tardó mucho en integrarse a un grupo de amigos recién graduados de la preparatoria LaGuardia High School of Music & Art and Performing Arts, famosa por contar entre sus egresados con celebridades como Jennifer Anniston, Al Pacino y Timothée Chalamet.
En su “familia de Nueva York”, como él ha llamado a este grupo, estaba Sarah Paulson. Con ella, Pedro compartía la afición por pasar el día en el cine devorando películas. Ese gusto lo adquirió desde pequeño gracias a su padre, quien siempre compartió con él sus cintas favoritas, aunque no fueran apropiadas para su edad —como la vez en que lo llevó a ver Purple Rain, lo que dio inicio a su eterna devoción por Prince—, y también gracias a su madre que, en palabras de Pedro, “tenía la mente inquieta de un artista y no podía quedarse a ver películas mucho rato”, por lo que dejaba a su hijo en el cine por las mañanas y volvía para recogerlo a las seis de la tarde.
La amistad entre Sarah y Pedro se extiende por más de tres décadas, a lo largo de las cuales el éxito de ambos ha progresado de formas distintas. Cuando Sarah obtenía papeles importantes, se aseguraba de darle algo de dinero a Pedro para que pudiera comer o pagar la renta. Mientras tanto, él pasó los años noventa haciendo audiciones para comerciales y películas de bajo presupuesto al mismo tiempo que trabajaba como mesero. Era la personificación del struggling actor y del migrante que persigue el sueño americano, como los gringos lo plantearon: creyendo que el trabajo duro es lo único que da frutos.
Es común escuchar a celebridades que se regodean en las dificultades que encontraron en su camino al éxito, pero no es tan frecuente que admitan cómo superaron esos obstáculos gracias a que alguien les extendió la mano. Pedro no parece ver nada indigno en aceptar, agradecer y retribuir el auxilio de otros. “Lacantidadde veces que me ayudaron… nunca dejaré que alguno de ellos vuelva a comprarse la cena. Quiero cuidar a las personas tanto como ellas cuidaron de mí”, contó para la revista Wired.
Claroscuros de la vida familiar
Como toda historia, la de la familia Balmaceda Pascal está llena de claroscuros. En el año 2000, Pedro tuvo que volar de emergencia a Chile tras recibir la noticia del suicidio de su madre, Verónica. Entonces el actor tenía 24 años, y dos de sus tres hermanos, Lux y Nicolás, eran apenas unos niños. De ahí la relación estrecha y paternal que mantiene con ambos; de ahí, también, que los roles de padre que interpreta estén llenos de verosimilitud. Y fue en esa época cuando el actor decidió adoptar su nombre artístico para honrar a su madre usando su apellido.
Otro capítulo sombrío en la historia familiar había ocurrido unos años antes, en 1995, cuando José Balmaceda Riera, papá de Pedro, se vio enredado en un escándalo de la clínica de reproducción asistida donde trabajaba. Balmaceda y sus socios fueron acusados de trasplantar óvulos sin el consentimiento de las pacientes, de realizar investigaciones en humanos sin autorización y de irregularidades financieras.
La situación lo obligó a vender la casa en Orange County y salir de Estados Unidos para regresar a Chile. Verónica, su esposa, y sus hijos más pequeños, Nicolás y Lux, lo acompañaron en la travesía, mientras que Javiera y Pedro, los mayores, se quedaron en Nueva York para continuar con sus estudios. A pesar de eso, el doctor Balmaceda tiene una agenda llena que atiende en una prestigiosa clínica ubicada cerca de la cordillera de los Andes.
Pedro rara vez habla en público acerca de la muerte de su madre. Cuando algún entrevistador indiscreto le hace la pregunta, la voz se le entrecorta y su apertura habitual se retrae. Es todavía más inusual que toque el asunto de las demandas contra su padre, pero en un par de entrevistas viejas dijo creer firmemente en su inocencia. A fin de cuentas, ahora es Pedro, y no su padre, quien está en el centro del escrutinio público. “Todo lo que le pasa se lo merece enormemente”, dice José Balmaceda a propósito del éxito de su hijo, y deja claro que la fe ciega fluye en ambos sentidos.
La cuestión de la edad
Sobre su 1.80 de estatura, su piel apiñonada, su barba color marrón invadida por las canas y las arrugas cada vez más marcadas, en particular las que se acentúan en torno a sus ojos cuando sonríe, y con un cuerpo que no desafía ni a los años ni a la gravedad, Pedro Pascal ejerce la aceptación radical de lo que es: un hombre de 48 años.
No pretende venderse como alguien más joven ni apegarse al estatus de lo deseable en Hollywood, y paradójicamente es eso, en buena medida, lo que lo vuelve objeto de deseo. En una sociedad y un negocio obsesionados con la juventud, la libertad de Pedro para dejar ver su edad es también valentía.
En una entrevista para Sensacine Spain que se hizo viral, en la que la entrevistadora —otra más— toca el asunto del “Daddy de Internet” y no habla de su trabajo en The Mandalorian, Pedro responde: “Pero, ¿qué le pasa a la gente que le gusta un viejo como yo? ¡No entiendo! ¿Qué ha pasado culturalmente? ¿Cómo puede pasar todo esto…? Que se enfoquen en Harry Styles. ¿Qué les pasa? ¿Me lo explicas?”. Y en unas cuantas oraciones deja claro que este fenómeno es tan extraño para él como lo es para nosotros. Esa conciencia de sí mismo es otro atributo que lo vuelve no sólo deseable, sino accesible.
En una conversación con The Guardian en la que habló de su “éxito tardío” y delasunto de su edad, Pedro fue claro: “Soy viejo […] Ser viejo y poder participar, aunque con creciente cinismo y decrepitud, es una bendición […] Me di cuenta de que no podría importarme menos si la gente piensa que tengo 70 u 80, y mucho menos 50. Estoy feliz de estar aquí”. Ahí está otro contraste que lo vuelve universalmente atractivo: el físico de alguien que se permite envejecer y el optimismo de un joven que aún cree que las cosas valen la pena.
El éxito súbito… que lleva años cultivándose
En 1999, Pascal se mudó de Nueva York a Los Ángeles para conseguir trabajos en la televisión. Pasó años con roles pequeños en series como Buffy la Cazavampiros, The Good Wife, The Mentalist, CSI y Law & Order. Hasta que, en 2014 y con 39 años, obtuvo el papel de Oberyn Martell, The Red Viper, en la megaserie Game of Thrones. Este papel y la memorable muerte del personaje lo lanzaron al superestrellato.
En 2015 llegó su primer papel regular en una serie al interpretar a Javier Peña, un agente de la DEA en Narcos: Colombia. Tras este éxito vinieron las películas de presupuestos considerables, como Kingsman: The Golden Circle, en 2017, y Wonder Woman 1984, en 2020.
Pascal ha dicho en repetidas ocasiones que no le gusta imponerse retos, pero cuando piensa en excepciones tiene muy presentes dos momentos: cuando filmó El peso insoportable del talento masivo, al lado de su ídolo Nicolas Cage, y el 4 de febrero de 2023, cuando fue anfitrión del aclamado programa de variedades Saturday Night Live, pues esa fecha coincidía con la del aniversario luctuoso de su madre. La situación lo empujó a hablar con ella para atravesar el miedo al fracaso, según cuenta para Esquire: “Te amo. Te extraño. Gracias. Tengo miedo. Me encantaría que me ayudaras a creer en mí mismo, porque sé que tú lo haces”.
Además, en mayo pasado se estrenó en el Festival de Cannes Extraña forma de vida, un western dirigido por Pedro Almodóvar en el que Pascal y Ethan Hawke interpretan a un par de expistoleros que reavivan una vieja amistad que podría transformarse en algo más.
Pocas descripciones de Pascal son tan atinadas como la del director español: “Le pedí que interpretara a alguien sólido, emotivo, astuto, un tramposo si era necesario, afectuoso”, dice. “Y tocó todos esos matices con una facilidad increíble. Puede ser adorablemente sentimental y duro como un clavo. Es un gran actor cómico y también puede ser impenetrable si es necesario”.
Y, claro, también llegaron los protagónicos: The Mandalorian, en Disney+ y The Last of Us, en HBO, terminaron de encumbrarlo en un Hollywood que, si bien nunca le dio la espalda, al fin se animó a extenderle la mano.
Sin lugar para clavar banderas
Mientras muchos actores de su edad consideran que la vida familiar los mantiene con los pies en la tierra, Pedro parece no haberlos despegado nunca. A pesar de su éxito no tiene un hogar permanente, no está casado ni tiene hijos. Quizás algo tenga que ver con esta declaración: “Le temo al dolor. A todo tipo de dolor. No me gusta el dolor psicológico, emocional o físico. Evito la idea de perder el amor manteniéndome al margen de las relaciones”.
Es un hombre de mediana edad sin un lugar para clavar su bandera: “Cualquier lugar es y no es mi hogar […] En nuestra cultura se suele considerar una desventaja, pero es una ventaja de carácter, de perspectiva y de disposición”, ha dicho.
A pesar de esa búsqueda de perspectivas, o quizá gracias a ella, Pedro sabe que hay batallas que no le corresponden, por más que tenga una opinión clara al respecto. Cursó estudios de género en la universidad y llama a Bella Ramsey, su coestrella en The Last of Us, por sus pronombres correctos: they/them.
Su hermana compartió con el mundo que es una mujer trans en 2021 y desde entonces la prensa ha tratado de arrancarle al actor declaraciones al respecto. ¿Su respuesta?: “¿Acaso las personas que no son heterosexuales o cisgénero no pueden simplemente existir sin tener que hacer una declaración?”. Como alguien dedicado a las historias, Pedro parece tener claro cuáles no le toca contar.
Pedro Pascal es la reivindicación de la prudencia, de quienes deciden esperar y escuchar: lo contrario a creer que las únicas dos posiciones que existen son “ruidosamente a favor” o “descaradamente en contra”. Ello lo capacita para existir al margen del conflicto y obtener una visión más amplia. Para entender cuáles banderas no son suyas. Algunos dicen que celebrar eso es aplaudirle por dar el mínimo. Pero quizá sea mucho más de lo que hemos recibido de otros hombres poderosos en su misma posición.
“Para consolarme, recuerdo que todas las personas con las que tengo contacto son, a su manera, heroicamente amables”, dice en su entrevista para Wired. Y justo eso es Pascal: un héroe que, con su empatía, defiende al mundo contra el cinismo.