Abril Márquez, quien creció al pie de un volcán, pinta en las noches, “cuando la gente duerme y se terminan las distracciones externas”.
Estoy tendida sobre la hierba suave y mojada después de la lluvia. Me siento gigante, las hormigas me hacen cosquillas y los caracoles me recorren lentamente. Soy un cuerpo siendo parte de otro cuerpo lleno de insectos, agua, espíritus —dice Abril acerca de su serie Pausa—. Para ella, pintar volcanes es natural, ya que creció observando uno, midiendo distancias y orientándose con su figura dibujada en el cielo, “cambiando de color durante el día, azul muy temprano en la mañana, gris cuando el Sol está sobre su cráter, naranja en la tarde y luego unos minutos de rosa, azul oscuro, muy oscuro, cuando poca gente lo ve a mitad de la noche. El volcán, para mí, es hogar y compañía”. Y así lo podemos observar en varias de sus obras, como en la volcanaLlena de tierra y Buenas noches.
Abril (Colima, 1990) es ilustradora, tallerista infantil y mediadora de lectura. Egresó de la Escuela de Artes Visuales de la Universidad de Colima, estudió el diplomado de profesionalización en mediación de lectura de la UAM e ilustración en el diplomado casa de la Facultad de Arte y Diseño de la UNAM. Utiliza materiales como gouache, acuarela, pasteles, colores; en ocasiones dibuja digitalmente, pero hay algo en la inmediatez que no termina de convencerla. Acostumbra pintar en las noches, “cuando la gente duerme y se terminan las distracciones externas. Aprovechar el silencio y la frescura de las madrugadas”.