¿Libertad de expresión o libertad de manipulación?

Información revisada por European Fact-checking Standars Network sobre las teorías conspirativas que sostienen que el fenómeno DANA (siglas de Depresión Aislada de Niveles Altos) fue causado por un ataque de manipulación meteorológica. Foto: captura de pantalla de maldita.es

¿Libertad de expresión o libertad de manipulación?

– Edición 504

Información revisada por European Fact-checking Standars Network sobre las teorías conspirativas que sostienen que el fenómeno DANA (Depresión Aislada de Niveles Altos) fue causado por un ataque de manipulación meteorológica. Foto: captura de pantalla de maldita.es

La reciente decisión de Mark Zuckerberg de eliminar la verificación de datos por parte de terceros, que se suma al modelo que Elon Musk impuso en X tras la adquisición de Twitter, detona alertas sobre mayores riesgos de desinformación y mensajes polarizantes. ¿Qué hay detrás de estas determinaciones y qué se puede hacer al respecto?

Itzcalli tiene redes sociales desde los 10 años. Ahora sabe que no es recomendable, pero esta presencia de más de una década en el ciberespacio le ha dejado varias lecciones, entre ellas que hay una posibilidad latente de caer en engaños. Como cuando era adolescente y, contrario a su creencia actual, la dieta vegana le parecía riesgosa. Por eso, con gusto compartió la noticia de la muerte de una creadora de contenido rusa que, de acuerdo con la nota, se debió a ese estilo de vida. “En realidad, que fuera vegana no era el problema, sino que hacía ayunos y no comía”, explica esta joven comunicadora y creadora de contenido. Esa información no sólo era inexacta, sino que ha demostrado una supervivencia sorprendente: desde entonces a la fecha, Itzcalli calcula que alguien ha compartido esa noticia con ella al menos una vez cada año.

Para nadie es un secreto que las redes sociales pueden ser un vehículo de desinformación, un elemento fundamental de la confusión en la que buena parte de la sociedad siente que vive, un entorno en el que ya no se sabe en qué creer. Para complicar más la situación, a principios de enero, Mark Zuckerberg, presidente y director ejecutivo de Meta, que originalmente tenía como nombre Facebook, hizo un anuncio que sorprendió a unos y confirmó las sospechas de otros: a partir de esa fecha pondría fin en Estados Unidos al programa de verificación de hechos por terceros, para migrar a un modelo de notas de la comunidad.

Las notas de la comunidad son un sistema, adoptado primero por X (antes Twitter) y ahora por Meta, que hace responsables a los usuarios de la verificación de la información que reciben. Los cibernautas deberán determinar si una publicación es falsa, inexacta o sacada de contexto, lo que resultará en la aparición, como si se tratara de un pie de página, de una nota que especifica que hay personas que han cuestionado esa publicación.

En 2016, y al contrario de su postura original, Facebook tomó varias medidas para combatir la desinformación que se compartía en su red. Además de los equipos internos de verificación, que usan herramientas automatizadas y revisores humanos, se invitó a verificadores externos a revisar la información. En aquel momento, el programa fue visto como un paso importante hacia procesos más transparentes y la búsqueda de un ambiente más sano en las redes. Ahora Zuckerberg no sólo dio vuelta atrás a esta determinación, sino que además acusó a ese programa de verificación externa de ser una “herramienta de censura”.

Publicación de la cuenta @ElonFactsX: “Los medios tradicionales han muerto. ¡Viva el periodismo ciudadano!”.

“Los expertos, como todo el mundo, tienen sus propios prejuicios y perspectivas. Esto se reflejó en las decisiones que algunos tomaron acerca de qué comprobar y cómo hacerlo. Con el tiempo, acabamos comprobando demasiados contenidos que la gente entendía como discurso y debate político legítimo”, se lee en el anuncio de Meta. “Nuestro sistema tuvo entonces consecuencias reales en forma de etiquetas intrusivas y reducción de la distribución. Un programa destinado a informar se convirtió con demasiada frecuencia en una herramienta de censura”.

Con muchas menos palabras, el 6 de noviembre de 2024 Elon Musk, propietario de X desde 2022, invitaba a sus usuarios a compartir información y verificar las noticias relacionadas con las elecciones que, a la postre, regresarían a Donald Trump al poder en Estados Unidos.

El hombre más rico del mundo y actual titular del Departamento de Eficiencia Gubernamental del gobierno trumpista, criticó en ese momento la cobertura de las elecciones por parte de los medios tradicionales, argumentando que engañaban al público, mientras que, afirmaba, X era una fuente de información real. “Ahora, ustedes son los medios”, se lee en un tuit de aquella fecha.

En los discursos de ambos multimillonarios hay una idea presente: la libertad de expresión.

Poder económico y poder político

Evidentemente, la respuesta de los verificadores de hechos no se hizo esperar: mostraron su preocupación por el hecho de que Zuckerberg relacione el periodismo de investigación con la censura “cuando en ningún caso los revisores  deciden qué ocurre con los contenidos. Nuestro trabajo finaliza al señalar que se trata de posteos verdaderos, falsos o engañosos, tras un riguroso proceso de verificación que sigue un método público”, se lee en un comunicado de la red de revisores latinoamericanos LatamChequea.

Este pronunciamiento se suma a los que, en el mismo sentido, publicaron la Red Internacional de Verificadores de Datos y la Red Europea de Estándares de Verificación de Datos (EFCSN, por sus siglas en inglés).

“Esto parece más un movimiento motivado políticamente en el contexto de la administración entrante de Donald Trump en Estados Unidos, que una decisión basada en la evidencia”, dice Clara Jiménez Cruz, presidenta de la EFCSN, en el comunicado de esta red.

Esta es una opinión común entre los verificadores de contenido y quienes estudian ese asunto: lo de menos es la libertad de expresión; la verdadera razón es ponerse del lado de un grupo político que beneficiará a estas grandes empresas.

“Lo que muestra es que estos billonarios se asociaron, se alinearon con el gobierno de Trump —probablemente convencidos, o no, de sus políticas— porque este gobierno les garantiza más dinero”, señala la periodista argentina Laura Zommer, cofundadora y directora general de Factchequeado, la primera institución de verificación de datos y alfabetización mediática de Estados Unidos enfocada en combatir colaborativamente la desinformación en español.

Los invitados de primera fila a la toma de posesión de Donald Trump, de izquierda a derecha: Mark Zuckerberg, CEO de Meta; Jeff Bezos, CEO de Amazon; Sundar Pichai, CEO de Google; y Elon Musk, CEO de Tesla, X y Grok. Foto: Julia Demaree Nikhinson / AP

Ya no sólo son empresarios ajenos a las cuestiones públicas, sino que ahora tienen intereses políticos muy claros, y no únicamente en su país, advierte Araceli Fabián, profesora investigadora especialista en estudios sobre periodismo de investigación, libertad de expresión y acceso a la información pública.

“Son un pequeño grupo de multimillonarios que ya no solamente juegan sus cartas en los medios, sino que saben las implicaciones políticas que tienen. Se ha dado cabida, particularmente con Trump desde 2016, a cierto tipo de discursos que, obviamente, apelan a un nacionalismo exacerbado, que privilegian cierto color, ciertos grupos raciales”, indica.

El discurso del combate a la desinformación fue promovido por estas redes mientras les implicó un beneficio económico. En el momento en que quien toma el poder no está de acuerdo con esos contenidos, la postura cambia, agrega Liliana Elósegui, cofundadora y directora editorial de Verificado, medio de comunicación mexicano basado en el periodismo de investigación y la verificación de datos.

“Como ya vemos, son hombres, blancos, cisgénero, que van a decidir ahora, por ejemplo, que el discurso de odio hacia poblaciones de la diversidad sexual, de la población migrante, pues está bien insultarles, ¿no? […] Los contenidos de cambio climático que niegan el cambio climático ya son permitidos en las plataformas”, explica.

Vladimir Chorny, responsable del programa de Libertad de Expresión en la Red de Defensa de los Derechos Digitales (R3D), una organización mexicana dedicada a la defensa de los derechos humanos en el entorno digital, se suma a este diagnóstico: “Es muy claro que esta oligarquía también se está alineando, ideológica y políticamente, con todos estos movimientos de desinformación que tienden a ir, al menos ahora, regional e internacionalmente, hacia discursos de ultraderecha que están en contra de derechos humanos, del pluralismo, del reconocimiento de la diversidad, etcétera”, dice.

Claro, el programa de verificación de datos por terceros era perfectible, pero mucho más deseable que la manera de operar actual de estas redes sociales, señala Víctor Hugo Ábrego, coordinador de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación del ITESO y coordinador ejecutivo de Signa_Lab.

“Lo que vamos a tener, en la medida en que se van a desincentivar los filtros y las normas de regulación y de moderación de contenido, es una mayor circulación de contenidos que podemos categorizar, por lo menos, como problemáticos o peligrosos”, asevera.

Es posible que ya esté sucediendo. Al menos es la impresión que tienen algunos usuarios, como Miguel Ángel de Híjar: “Mi algoritmo me muestra muchos discursos de derecha, por ejemplo, en X, o muchas plataformas que tienen que ver con personajes que son más bien reconocidos en el ala conservadora o, incluso, ultraconservadora […] y yo pensaría que yo consumo otro tipo de contenido y no el que me recomienda la plataforma”, cuenta. “En otras ocasiones, cuando uno coloca ‘No me interesa’, de pronto no sirve de mucho y sigue apareciendo este tipo de contenido que realmente no estás interesado en ver”.

¿Quién maneja la opinión pública?

“Por suerte, la opinión pública todavía no se ha dado cuenta de que opina lo que quiere la opinión privada”, resumió el dibujante Quino en una viñeta en la que aparece un empresario sonriente mientras bebe un whisky en su sillón.

El también argentino Vladimir Chorny, estudiante del doctorado de Filosofía Política y profesor de Teoría General del Derecho en la Universidad de Buenos Aires, además de su labor en R3D, advierte sobre un mayor riesgo de polarización en el discurso público promovido por las publicaciones en las redes. La razón es sencilla: eso deja más dinero.

“Ese modelo de negocios se beneficia mucho de la desinformación, porque hay muchos estudios que muestran al menos dos cosas: uno, que el tipo de noticias relacionadas con desinformación, contenidos viscerales, contenidos violentos, contenidos polémicos, extremistas, etcétera, genera más engagement y, dos, que los algoritmos que desarrollan estas plataformas […] privilegian información que genera este tipo de dinámicas, aun cuando sea información falsa o que puede ser discriminatoria o, incluso, que incite al odio”, precisa.

En un ambiente en el que, con el argumento del derecho a la libertad de expresión, hay filtros que se antojan menos eficientes, parece lógico pensar que las discusiones sociales serán más comunes, de acuerdo con Araceli Fabián.

“[Las decisiones de las redes sociales] mandan un mal mensaje de que estamos alineándonos a un discurso de total permisividad con respecto a que todo el mundo puede decir todo libremente: la ley de la selva. Pero ese ‘todo el mundo puede decir todo’ también genera una especie de deep web; entonces, lo único que se genera es mayor polarización y mayor conflicto social”, destaca.

Víctor Hugo Ábrego, de Signa_Lab del ITESO, explica que en ciencia política hay un concepto llamado “la ventana de Overton”, un modelo que explica cómo ideas consideradas erróneas en una época pueden volverse aceptables paulatinamente. En la actualidad nos asomamos por esa ventana. “Por ejemplo, insinuar la defensa del supremacismo blanco hasta hace no muchos años era impensable, ¿no?”, agrega como ejemplo de lo que está sucediendo en las redes.

Laura Zommer, quien durante más de una década fue directora ejecutiva de Chequeado, la primera organización de verificación de datos en el sur global, recuerda que la investigación académica muestra que, en contextos polarizados, la desinformación circula más.

“Si vos creés que el que está enfrente tuyo, el que opina distinto que vos, es capaz de cualquier cosa, cualquier contenido que te aparezca probablemente lo compartís; a veces jugando políticamente, pero muchas otras veces sin advertir que es falso, porque tu propia anteojera no te permite ver que no sería capaz esa persona de hacer eso, porque ya la colocaste en el lugar del enemigo”, agrega.

Para esta periodista, es probable que la calidad del discurso público empeore y que el impacto de las redes sociales sea mayor, sobre todo en países como los nuestros, en los que las instituciones son más débiles.

“Todos sabemos desde hace años que las redes, y el diseño de los algoritmos, ponderan a aquel que grita, no a aquel que conversa, no a aquel que reflexiona, no a aquel que analiza. Entonces, el grito de la violencia, el grito de la xenofobia, siempre es más que el de aquel que esté diciendo: ‘Hey, cuidado con esto’”, señala.

Esto no hace más que confirmar lo que observa la creadora de contenido Itzcalli Ortega: los videos más exitosos son los que provocan enojo: “A las plataformas les conviene que estés enojado, porque eso te hace actuar y quedarte ahí (consumiendo el contenido). La gente ya está muy enojada y creo que esto sólo lo va a propiciar más”.

Captura de pantalla del sitio factchequeado.com

El Estado: conflicto de intereses

Ante el poder de estas grandes empresas, parece que el único antagonista posible es el Estado. Sin embargo, varios de los entrevistados coinciden en que los actores políticos de primer nivel podrían tener pocos incentivos para pelear esta batalla, pues ellos mismos han echado mano de estrategias de desinformación y de ataques al periodismo de investigación para alcanzar sus objetivos.

“Eso pasa, ya no sólo en discursos de gobiernos de derecha y extrema derecha como el de Donald Trump, el de Javier Milei en Argentina, el anterior gobierno de [Jair] Bolsonaro en Brasil, los gobiernos de ultraderecha en Europa: [el primer ministro húngaro Viktor] Orbán, [el primer ministro israelí Benjamin] Netanyahu, etcétera”, dice Chorny. Y agrega: “Hay que decirlo porque estamos en México: uno de los gobiernos con una fuerte política de modelo de comunicación basada en desinformación fue el de Andrés Manuel [López Obrador]”.

Aún más: no hay muy buenos ejemplos de regulación estatal de contenidos, pues en diversas ocasiones se ha aprovechado esta oportunidad para castigar a los críticos mientras se premia a los aduladores. Y hay experiencias peores.

“Asia ha sido el laboratorio principal donde esas prácticas se han implementado. Y lo que vimos fue a amas de casa encarceladas por compartir información sobre alertas de tsunami que a ellas les llegaron. […] El gobierno decidió que eso estaba atentando contra la seguridad del país, estaba alertando y provocando miedo a la población, y fueron encarceladas. Ahí tenemos un claro ejemplo de que la regulación por parte del Estado no funciona”, dice Liliana Elósegui, de Verificado.

O no funciona al menos en los términos actuales, lo que no quiere decir que no se intente otro tipo de legislaciones. Julio Ríos, profesor investigador en la licenciatura y la maestría en Periodismo Digital de la Universidad de Guadalajara, propone un modelo intermedio entre la censura previa que en ocasiones se solicita en Europa y la laxitud del modelo estadounidense.

“Se requiere voluntad política por parte de las empresas tecnológicas y, por supuesto, también audacia y altura de miras de los gobiernos, de los legisladores, que, desgraciadamente, luego no conocen el asunto, al menos en México”, advierte.

Laura Zommer pone sobre la mesa la idea de que los Estados deben exigir mayor transparencia en la forma en que operan los algoritmos de esas compañías: “Que exijan más capacidad que la de ‘A ver, estás ganando plata con este posteo que es desinformante; te consta que era desinformante y lo seguías mostrando’”. Bueno, que alguien te castigue, que pagues por eso, que te impongan una multa, que tengas que invertir la mitad de tu ganancia sobre esos posteos en media literacy (alfabetización mediática) de la audiencia”.

Por su parte, Vladimir Chorny afirma que las regulaciones no deben concentrarse solamente en la moderación de contenidos, sino en lo que respecta al control y la redistribución de poder mediático. “Para eso tenemos que pensar en, al menos, dos cosas: regulaciones relacionadas con competencia económica, desconcentración del mercado y la construcción de un sistema de plataformas digitales en la que no haya ninguna que tenga el poder del mercado que tienen X y Meta”.

El 3 de febrero donde Robert F. Kennedy Jr, candidato del presidente Donald Trump para dirigir el Departamento de Salud y Servicios Humanos, se negó a decir que las vacunas no causan autismo, a pesar de que hay gran cantidad de pruebas que demuestran que no existe un vínculo. Foto: Captura de pantalla del sitio factchequeado.com

Contenidos falsos, pero sabrosos

Uno de los problemas más graves de este coctel formado por empresas voraces y contubernios oficiales es que cuenta con un gran aliado: los propios usuarios.

“La desinformación funciona tan bien porque hay una erosión fuerte en capacidades indispensables para poder combatir la desinformación, como el análisis crítico, la constatación de fuentes o la postura crítica frente a la información que obtenemos”, señala Chorny.

“Que ahora tengas que procesar toda la información en bits de un minuto, 30 segundos, 40 segundos… cada vez más se demuestra que ese tipo de procesos genera daño neuronal y cognitivo que redunda en problemas de concentración, de atención por tiempos prolongados y de reflexión crítica sobre un montón de aspectos de la realidad”.

No es para menos, explica Efraín López Molina, coordinador de la licenciatura en Psicología de la Universidad del Valle de Atemajac (Univa): los mensajes audiovisuales cortos en redes sociales están diseñados precisamente para generar placer en la mente de los usuarios. “Los mensajes que están puestos o curados en las redes sociales, sobre todo los videos cortos, los reels, los tiktoks, suelen ser muy adictivos para la mente humana”, precisa.

“El cerebro va funcionando a manera de circuitos, genera circuitos y, principalmente, genera circuitos asociados al placer […] se van segregando neurotransmisores asociados al placer, porque [los videos] son atractivos, son placenteros, son divertidos”.

De hecho, de acuerdo con el psicólogo, el cerebro está diseñado para la comodidad, lo que hace muy complicada la lucha contra la forma en que se consumen y se entienden estos contenidos.

“El cerebro interpreta el esfuerzo como una situación de peligro. Por eso nos da mucha flojera levantarnos e ir a hacer ejercicio: estresamos a nuestro cerebro, porque da por sentado que estamos huyendo”, dice. “Esta comodidad —de llevar esta realidad que es atractiva, que está diseñada para el placer— va a competir contra el ‘Deja tu celular por un momento, una hora; conéctate a una clase’ o ‘Deja tu celular y vete a hacer ejercicio una hora’. Uf, eso se vuelve muy desafiante”.

Nota de verificado.com: La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, culpó a la administración del expresidente Joe Biden del desabasto y el alza de precio del huevo en Estados Unidos. La despoblación que se lleva a cabo para evitar la propagación del virus de la gripe aviar no es una estrategia exclusiva de la administración de Biden. Esta política también fue aplicada durante el primer mandato del presidente Donald Trump, por lo que la afirmación de Leavitt resulta engañosa.

Pesimismo pragmático o cómo dar la batalla

Con todo y lo desafiante de esta situación, y que el tono de las personas entrevistadas fue de un pesimismo casi unánime, también coincidieron en que vale la pena dar la batalla. Por ejemplo, Laura Zommer sigue recomendando una “dieta informativa variada” y entrenar los algoritmos al consumir contenidos distintos a los de nuestros propios sesgos.

Liliana Elósegui recomienda volver a los medios tradicionales y digitales, visitar sus páginas y no esperar a que las redes nos informen.

Contrastar contenidos, apoyar las iniciativas independientes de periodismo de investigación, exigir medios públicos de mejor calidad y discutir, como ya ocurre en algunos países europeos, la limitación o la prohibición de los dispositivos electrónicos, sobre todo en el ámbito escolar, son también estrategias que se deben poner sobre la mesa, señala Araceli Fabián.

Víctor Hugo Ábrego promueve tres formas de resistencia: movimientos colectivos organizados que cuestionen los comportamientos de esos empresarios; negociaciones colectivas e individuales en las que la gente modere su uso de las redes sociales o migre a otras plataformas, así como difundir nuevas narrativas acerca de los medios que generen debates respecto a nuestra relación con la tecnología.

Por supuesto, la alfabetización mediática, desde la primaria hasta la universidad, y la organización de talleres de educación continua son una estrategia fundamental.

Como sea, los tiempos que vienen no parecen buenos, pero lo peor sería no hacer el intento de enfrentarlos activamente.

“¿Vamos a ganar la batalla en lo colectivo? Es probable que en estos cuatro años, no; en estos cuatro años documentemos lo que pase, documentemos lo que esté ocurriendo y resistamos”, insta Laura Zommer y agrega: “Si no puedo cambiar el sistema, por lo menos puedo, con mi intervención, hacerlo menos nocivo. Y elijo, en todo caso, continuar; no hay chance de darnos por perdidos. Si nos damos por perdidos, ¿quién documenta la mentira?”.

Para saber más

:: Verificado.
:: Factchequeado.
:: Politifact.
:: Recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría sobre el uso de pantallas en la infancia y la adolescencia.
:: Caja de herramientas para verificar información.

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MAGIS, año LXI, No. 504, marzo-abril de 2025, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A. C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Édgar Velasco, 1 de marzo de 2025.

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