La cucaracha de Hamelin
Karina Osorno – Edición 398
La cucarachacyborg, que pertenece al proyecto Laurre (señuelo) y ha tenido una inversión de casi dos millones de euros, tiene la apariencia de una tarjeta de computadora cúbica, nada similar a su inspiración biológica.
Llegó de África a nuestro continente como polizón en un barco. Estudió su entorno, aprendió nuestras costumbres e invadió nuestros hogares, oficinas, plazas públicas y mercados. Puede vivir en un lujoso rascacielos o en una cloaca. Somos sus mejores posaderos y hoy su principal depredador. Compartimos con ella la tibieza de nuestro hogar y de nuestros alimentos, e invertimos cuantiosas sumas para estudiarla y aniquilarla, aunque muchos hemos claudicado en esta, aparentemente, imposible misión. Sin embargo, parece que en Bélgica encontraron su talón de Aquiles y, como en el cuento de Hamelin, han sacado a la plaga del pueblo. Ingenieros de la Universidad Libre de Bruselas desarrollaron un robot que se infiltra en una colonia de cucarachas hasta convertirse en el líder y, a la manera del flautista del cuento, la saca de la casa.
AUTOERRADICACIÓN PROGRAMADA
La apariencia de la cucarachacyborg en esta misión es lo menos importante, porque a pesar de los miles de lentes con los que están compuestos los ojos de la cucaracha, este insecto utiliza como sistema de comunicación primordial el olfato y sensores que captan vibraciones. El insecto artificial engaña a la colonia con movimientos cuidadosamente estudiados, por medio de un programa informático que previamente estableció una base estadística de los trayectos, aceleración y repliegues de los miembros de la colonia. Además, cuando el robot se topa con una cucaracha biológica, emite feromonas que le permiten manipular el comportamiento de la colonia y cumplir con su misión: sacar del hábitat humano a este intruso.
VENERADA Y UTILIZADA
Esta plaga repudiada en el mundo occidental es casi venerada en Oriente. En China los médicos tradicionales y entomólogos resguardan a estos insectos para reproducirlos en espacios inocuos y utilizarlos como alimento y materia prima para la elaboración de tratamientos medicinales que curan enfermedades nerviosas, desórdenes alimenticios, deficiencias sanguíneas, hepatitis, heridas en la piel, entre otras. Las farmacéuticas chinas han vendido ya más de cinco millones de dólares de un producto que, aseguran, prolonga la vida del ser humano hasta 120 años.
En Japón, por su parte, científicos de la Universidad de Tokio desarrollaron un dispositivo electrónico que se implanta en la cabeza de las cucarachas y permite controlarlas remotamente, con el fin de convertirlas en exploradores espaciales, en brigadistas para localizar víctimas en escombros tras un terremoto o como inspectores de recintos con alta radioactividad.
DISEÑO ÓPTIMO
En el mundo existen más de 3,500 especies de cucarachas, y la americana posee la estructura y la adaptabilidad perfectas: pequeña, veloz, cubierta con una capa de cera que le permite flotar en el agua, provista de vellos que le ayudan a detectar las condiciones del ambiente; y es capaz de transmitir hasta 40 enfermedades, entre ellas la salmonelosis, la tuberculosis, la dermatitis, el asma y gran variedad de alergias. Una hembra puede engendrar hasta diez mil descendientes en dos años, y se estima que estos insectos podrían soportar la radioactividad, pues sobrevivieron a las bombas de Hiroshima y Nagasakis.