«Katherine Mansfield: El grito», por Myriam Moscona
Jorge Esquinca – Edición 481
Moscona pasa revista a una treintena de autores —poetas y novelistas— de lengua inglesa. Su mirada se adentra en aspectos centrales y poco conocidos de sus biografías, para entregarnos una visión terminal: el momento de la muerte
todo artista
se corta una oreja
todo artista
se aparta
todo artista
es una casa rodante
todo artista
mayor de 34
es un sistema fuera de órbita
subo la escalera
a toda prisa
porque me esperan ya
me han dado la orden en la oreja
(el animal
entra en un periodo de reposo
antes de proceder a la muda)
todo artista
es el grito
y luego
pum
se muere.
En su libro de poemas más reciente, Myriam Moscona (Ciudad de México, 1955) pasa revista a una treintena de autores —poetas y novelistas— de lengua inglesa. Su mirada se adentra en aspectos a la vez centrales y poco conocidos de sus biografías, para entregarnos una visión terminal: el momento de la muerte y las circunstancias —no siempre dramáticas— que lo rodearon. A lo largo de sus páginas los escuchamos monologar o nos adentramos en el diálogo que la autora —o la otra voz que interviene en los poemas— establece con ellos. Al lado de Ernest Hemingway, Agatha Christie, Edgar Allan Poe o Emily Dickinson, congrega a otros nombres menos célebres y nos invita a reflexionar sobre las características de la lengua en que vivieron y escribieron a través de un largo poema, “Anatomía clínica”, compuesto únicamente por adjetivos. Contra lo que pudiera parecer, no se trata de un libro fúnebre, sino que está hábilmente salpicado de ironía y de guiños que lo alejan de cualquier solemnidad. En el poema de corte minimalista que aquí presentamos, toca el turno a la escritora neozelandesa Katherine Mansfield, quien pareciera rodearse de otras sombras afines a su agitada vida: los pintores Vincent Van Gogh y Edvard Munch. El cierre del poema, mediante esa común onomatopeya (¡pum!), acentúa, con un gesto casi infantil, la condición fugaz de una existencia. La muerte de la lengua inglesa se publicó el año pasado en coedición de Almadía y la UNAM, con estupendas ilustraciones de Alejandro Magallanes.