Goran Petrović: El bibliotecario del monasterio
José Israel Carranza – Edición 410
En las inmediaciones de la ciudad de Kraljevo se localiza, al lado de la iglesia de la Santa Dormición, el monasterio de Žiča, perteneciente a la Iglesia Ortodoxa Serbia, que edificó el primer rey de Serbia a principios del siglo XIII y se convirtió en el sitio donde tradicionalmente serían coronados los reyes de aquella nación. Caracterizado por el color rojo de sus recios muros y por la sobria elocuencia de los estilos arquitectónicos que fueron dándole forma a través de las épocas, el monasterio alberga una notable reunión de frescos que dan testimonio de la fe que ha resguardado, y es un símbolo central del pueblo serbio. A unos pasos del monasterio, e históricamente asociada a él, se localiza la biblioteca de Kraljevo, de donde hace algunos años salió al mundo la imaginación de un autor absolutamente inesperado y, como muy pocos en estos tiempos, provisto de las sustancias que propician los libros más memorables: Goran Petrović es el bibliotecario en ese recinto añoso de la ciudad donde nació.
No es común que un autor de aquellos rumbos llegue a ser conocido en los nuestros como algo más que un representante de una cultura exótica a nuestros ojos; a Petrović, sin embargo, le ha tocado hacer el viaje de regreso, pues entre sus lecturas favoritas están los títulos de Jorge Luis Borges, de Julio Cortázar, de Gabriel García Márquez o de Ernesto Sabato —que seguramente serán los exóticos allá. Revelado al mundo hispanohablante por las traducciones de sus libros que ha publicado la editorial Sexto Piso, Petrović incluso ha estado un par de veces en México, y sus lectores aquí han entablado con él una relación que va más lejos de la que suele promover la admiración: es un hombre entrañable. Ello se debe, seguramente, a la idea que tiene de la literatura —y que pone en práctica en su narrativa— como una investigación deslumbrada de los destinos íntimos de personajes en cuyas alegrías, aflicciones, temores y esperanzas podemos reconocernos todos: la literatura, según el escritor, “preserva esos destinos íntimos, porque la civilización no está compuesta por los años de acontecimientos históricos, sino por contar todas esas miles de historias individuales”.
Pero, además, en el registro de esos destinos íntimos opera una imaginación prodigiosa por la que las vidas de los personajes de Petrović, entrelazadas, aspiran a trazar un resumen del universo. En Atlas descrito por el cielo, la primera de sus novelas que se conoció en español, todo comienza cuando un grupo de personas decide cambiar el color del techo de su casa; lo quieren azul, y para ello deciden, antes que pintarlo, retirarlo y dejar el espacio abierto al firmamento, de tal modo que la casa queda abierta a todo lo imaginable. En La Mano de la Buena Fortuna, por otro lado, la totalidad del mundo está al alcance de quien ingrese en un libro que tiene el poder de reunir a sus lectores simultáneos. Y en ambas novelas —irremediablemente indescriptibles por cuanto una intensísima belleza pulsa en cada línea, en cada hallazgo: no hay manera de resumir sus tramas sin que se pierda algo de incalculable valor en el intento—, la invención literaria es una demostración de que lo inagotable del mundo está a disposición de todo aquel que se permita trasladarse, por virtud de la lectura, a donde la realidad de lo cotidiano no alcanza a llegar. (En La Mano de la Buena Fortuna los capítulos —las “lecturas”— vienen precedidos por síntesis que por sí solas bastan para disparar el portento: “PRIMERA LECTURA. Acerca de dónde estaría la Luna y dónde Venus si no hubiera nubes, si hay alguna semejanza entre una biblioteca y un jardín botánico, cómo se devuelve el brillo a los recuerdos, qué es lo que se ve en los ojos de un lector atento, cómo se construye el futuro simple del verbo ser sin ningún remordimiento, dónde es posible encontrar aún el aceite de ajonjolí y el verdadero barbanats, dónde está el almacén más grande de los Balcanes, qué pasó con el ordenanza del rey Petar II, cuántas cosas contiene la almohada de una doncella, y también acerca del equipaje digno de un viaje transoceánico”. Por ejemplo.)
Goran Petrović —de quien también circula el libro de relatos Diferencias— dijo alguna vez que lo más importante que debemos hacer es recordar quiénes somos: “Es lo que a veces le falta a la gente, saber por qué late el corazón y de dónde surge la verdadera humedad de los ojos”. m.
Libros de Goran Petrović
:Atlas descrito por el cielo
:La Mano de la Buena Fortuna
:Diferencias
(Los tres están publicados por la editorial Sexto Piso)