Bill Poucher: Caudillo de la revolución informática
Montserrat Muñoz – Edición 493
Director y fundador del Concurso Internacional Universitario de Programación, el estadounidense es uno de los más importantes impulsores de los grandes talentos en este ámbito. Recientemente estuvo en el ITESO, donde encabezó una edición regional de esta competencia, un movimiento que ha dado frutos para miles de estudiantes desde hace más de 50 años
Esto que acabas de leer es arte. A simple vista son líneas de código en lenguaje Java que instruyen a una máquina para resolver un problema, en este caso, referente a encontrar las diagonales en una figura. Sin embargo, para los amantes de las ciencias de la computación ese código es arte.
Resolver problemas es el arte de las ciencias de la computación, y la programación es la técnica utilizada. Todo comienza con la identificación de un problema y el consecuente diseño de un algoritmo que resuelva de mejor manera ese problema. Así que los ingenieros de software, científicos de datos, diseñadores web y aficionados de la robótica, con todos sus lenguajes informáticos y claves indescifrables para el resto del mundo, son artistas.
Como en toda esfera artística, también en la programación existen organizaciones y personajes que alientan el desarrollo de nuevos talentos informáticos. Uno de los grandes impulsores —si no el mayor de todos— es Bill Poucher, académico de la Universidad de Baylor y fundador y director ejecutivo del Concurso Internacional Universitario de Programación (International Collegiate Programming Contest, ICPC).
Desde hace 53 años, este concurso ha sido la plataforma que inspira, reúne y reta a jóvenes universitarios letrados en la programación para competir entre pares, resolviendo problemas con potenciales aplicaciones reales y con miras a construir de forma colaborativa soluciones creativas e innovadoras.
Anualmente, en las diferentes etapas de la justa participan más de 50 mil estudiantes de más de 3 mil 450 universidades de 111 países. El alcance del ICPC es avasallador: por aquí pasaron personas que son pieza clave en la creación y el desarrollo de empresas como Google, Twitter, Microsoft, Lyft, Linked-In, Quora, Facebook y un sinnúmero más, además de una inmensa cantidad de investigadores y catedráticos de las más prestigiadas universidades del mundo.
El propio Bill se jacta de ello: asegura que, quitando el ICPC de la ecuación, las 100 empresas más importantes de Silicon Valley no serían lo que son hoy, o simplemente no existirían. Entonces, pues, el ICPC ha sido la plataforma para la revolución informática, y Bill Poucher el caudillo que calladamente lidera todo el movimiento.
Por cierto, el código con el que inicia este texto es parte de la solución de uno de los problemas más sencillos presentados a los estudiantes en las competencias del ICPC.
¿Cómo se aprende el arte de la programación?
Como con cualquier otro arte, resulta que el consejo de Aristóteles es imbatible: perseguir la excelencia. Para ello es necesario practicar, practicar y practicar, porque cada vez que repites algo te vuelves mejor. Yo les digo a mis estudiantes que cualquier cosa que valga la pena hacer bien, vale la pena hacerla mal.
Amo el aspecto artístico de las ciencias computacionales, pero también el meramente matemático. A los programadores nos toca lidiar con el mundo de la lógica, que es pura matemática. Y las matemáticas nunca te decepcionan. Hay que aclarar que, aunque la razón se sostiene en la lógica y hay muchas buenas maneras de usar la razón en este mundo, hay también otras que no son tan positivas. Así que yo me quedo con la lógica.
El ICPC es la competencia más prestigiosa del mundo en el área de la programación. ¿Es así como visualizaste que sería cuando lo fundaste, hace más de 50 años?
Nuestra meta siempre ha sido hacer comunidad y servir a esa comunidad. Nunca me puse límites al imaginar lo que el ICPC podría llegar a ser; lo único que hicimos fue pensar cómo abonar al crecimiento de la humanidad, y entendimos que desde la colaboración podemos lograr que muchas cosas pasen.
Desde el principio, el ICPC atrajo naturalmente a estudiantes listos para convertirse en campeones. Hace algún tiempo le pregunté a un amigo mío de la Universidad de Waterloo, en Canadá, cómo había decidido volverse entrenador de un equipo para el ICPC. Me dijo que simplemente invitó a sus mejores estudiantes a tomar lecciones extra después de clases, para lo cual él prepararía material adicional, con miras a estar listos para el torneo. Y le fue muy bien por dos semanas, tras lo cual los estudiantes pidieron platicar con él. Mi amigo estaba seguro de que la reunión era para quejarse porque les estaba exigiendo demasiado, pero lo que en realidad pasó fue que los estudiantes llegaron a su oficina y le dijeron que sentían que podían aprender más rápidamente si él les daba más material. Y con eso quedó enganchado.
El sueño de cualquier profesor universitario es tener estudiantes en franca búsqueda de la excelencia. Que lo que estén haciendo lo hagan con el propósito de convertirse en pensadores y grandes profesionales. De esos estudiantes hay en todas las universidades, y me atrevo a pensar que en especial en las áreas de ciencias computacionales. Así que todo lo que hicimos [desde el ICPC] fue formar una organización de servicio. Yo trabajo para la comunidad, todos los que formamos parte del ICPC trabajamos para los otros y todos trabajamos para los estudiantes.
Tenemos un código de ética que propone priorizar a las personas, practicar la buena voluntad y seguir la regla de oro: “Trata a los demás como querrías que te trataran a ti”. Además, como parte de nuestra cultura procuramos resolver problemas en beneficio de todos, nunca cometer el mismo error por las mismas razones y, finalmente, resolver los problemas que podamos resolver, atender los asuntos que haya que atender y dejar el resto a un lado.
Una de las cosas que tratamos de hacer es mantener límites saludables y enfocar toda nuestra energía en lo que nos toca. Desde el ICPC creemos que podemos sumar al desarrollo de la sociedad inspirando a cada generación para que alcance su máximo potencial y consolide el deseo de construir sistemas que den valor a sus comunidades. Si no encaja allí, entonces simplemente no nos preocupamos por ello.
Pero sí nos preocupa que no todas las personas son alentadas a desarrollar sus talentos, por lo que trabajamos en iniciativas que abonen a esa línea de acción, con proyectos basados en los principios de oportunidad, unidad, respeto y éxito. Creemos que, si hacemos nuestra parte, estaremos contribuyendo positivamente a que las personas exploten su máximo potencial y se enfoquen en diseñar soluciones para el bien común, por supuesto en el área en la que somos expertos, que resulta ser la construcción del renacimiento digital.
Ha sido realmente un viaje emocionante para todos nosotros, pero volvemos a lo mismo: somos una organización de servicio, no tenemos un general, sólo tenemos personas que se preocupan por nuestros estudiantes. En resumen, somos un gran equipo de voluntarios al servicio de las universidades, de las comunidades y de los países del mundo. Nos enfocamos en ser nuestra mejor versión para nuestros estudiantes.
Cuéntanos alguna de tus experiencias más preciadas como parte del ICPC.
¡Hay muchas! Una de ellas fue, de hecho, un error. Solíamos entregar seis trofeos a los seis mejores equipos en la final mundial. En la de 1992 llamamos al sexto equipo y le dimos su trofeo y un premio de mil dólares que, para entonces, era bastante. Pero, entonces, el jefe de sistemas viene corriendo y me dice que ha habido un error: acababa yo de premiar al séptimo equipo clasificado.
No me quedó más que corregir y aclarar que ellos eran el séptimo lugar y que el trofeo y los mil dólares correspondían a ese séptimo lugar. Mi esposa estaba ahí, así que ya sabíamos de dónde iban a salir esos mil dólares extra… Me dirigí a estos chicos, eran el equipo de Harvard. Les dije que esperaba verlos campeones para el año siguiente. Y así lo hicieron. En ese equipo estaban Craig Silverstein, que se convertiría en el primer empleado de Google; Tony Hsieh, fundador de la empresa Zappos; y Derrick Bass, que trabajó intensamente en el desarrollo del buscador de Google.
Es realmente emocionante poder ser testigo de ese crecimiento e impulsar estos talentos. Es muy divertido. Y hay muchas más historias que probablemente sea mejor no contarte, aunque destaco aquellas veces en que jefes de Estado han apoyado las finales mundiales, como cuando el presidente George Herbert Walker Bush invitó a todos los equipos a visitar la Casa Blanca en 1990 y a reunirnos con él en su rosaleda.
Nos hacemos fuertes cuando logramos juntar a la industria, el mundo académico y los líderes de la comunidad en una causa común y nos aseguramos de hacer familia. Aunque competimos por la atención de la abuelita, porque somos muchos primos.
El ICPC tiene más de 400 mil alumni, incluidos quienes compiten y quienes organizan el concurso. Lo curioso aquí es que, si sacas a todas estas personas de la era de la información, todo colapsaría. Ha sido un gran privilegio ver a tantas personas atreverse a ir un paso más allá para ayudar a que nuestros estudiantes se comprometan y se conviertan en líderes de proyectos que sirvan al mundo. Porque la misión de la vida debería ser más vida, ¿no crees? Como humanidad, nos toca ser y hacer comunidad para convertirnos en guardianes de esa vida.
¿Qué acciones ha emprendido el ICPC para procurar mayores oportunidades para la inserción de mujeres en las ciencias computacionales?
Procuramos entender por qué algo es como es y ver si podemos cambiar algunas cosas para mejorarlo. Buscamos a gente que no tiene suficientes estímulos u oportunidades para desarrollarse en nuestra área. Por ejemplo, en la final mundial de 2015, realizada en Marruecos, nos dimos cuenta de que la participación femenina era muy reducida. Descubrimos que había muchas escuelas preparatorias exclusivas para mujeres que tenían un plan de estudios muy tradicional, en los que simplemente no había laboratorios de computación ni profesores de informática, lo que retrasaba su exposición al mundo digital.
El primer ministro se aseguró de que se tuvieran estas instalaciones. ¿Y qué pasó el año siguiente? Tuvimos más de mil mujeres marroquíes inscritas en el torneo. Ése es justo nuestro enfoque: no quejarnos de cómo están las cosas, sino ver qué podemos hacer para mejorarlas. Ése es el camino de la excelencia.
La final mundial del año pasado fue en Bangladesh, donde trabajamos con el Ministerio de Desarrollo Digital, que este año va a poner en marcha un programa para ofrecer clases de programación a 15 millones de estudiantes en la adolescencia temprana. Porque cuanto antes estés expuesto, más probable es que descubras que te gusta, y entonces tendrás más tiempo para desarrollar tu talento.
Allá tenían una situación similar con las escuelas preparatorias y la baja participación femenina. Desde la Fundación ICPC se resolvió organizar una competencia para estudiantes mujeres de preparatorias. La Fundación es responsable de la competencia, pero también de la divulgación y su trascendencia en la sociedad.
Otra de las iniciativas que la Fundación respalda es un programa realizado por la Universidad Amrita, en la India, en el que varios miles de mujeres jóvenes en edad escolar han asistido a talleres en el campus para desarrollar habilidades informáticas. Y les encanta. Lo interesante es que no sólo se trata de una competencia en la que únicamente participen mujeres, sino que también está dirigida y organizada en su totalidad por mujeres profesionales. Todo esto salió gracias a la experiencia en Marruecos.
Así que eso es lo que tratamos de hacer y ésa es una de las razones por las que tenemos una excelente participación; estamos muy orgullosos de ello. La puerta del ICPC está abierta a todo el mundo, independientemente de su genética, sus creencias, su lugar de nacimiento, su lugar de residencia o su ciudadanía.
Si los jóvenes se juntan para construir soluciones es muy probable que permanezcan juntos, porque construir es algo que se hace en comunidad. Eso es muy importante para nosotros, para las universidades y para los líderes de todo el mundo.
¿Cuál es tu percepción del contexto mexicano y del latinoamericano en cuanto a la programación y el desarrollo de tecnologías?
México tiene una floreciente industria de tecnologías de la información y estudiantes maravillosos, así como universidades que están apostando por el desarrollo de esos talentos. Aquí mismo, en el ITESO, vamos a tener la competencia ICPC México para determinar quién va a la final mundial en Sharm El Sheikh, en noviembre de 2023.
Tenemos planes para realizar la primera final mundial en Latinoamérica en el futuro próximo. Nos encantaría que fuera en México y que el ITESO fuera una de las universidades pilares de ese proyecto; estamos trabajando en ello. Sospecho que tendremos una competencia aquí antes de que mi cabello se vuelva más gris. Queremos reunir a líderes universitarios, industriales y comunitarios de todos los ámbitos de la ciudad, del estado, del país, y hacer brillar la luz sobre los estudiantes y animarles a florecer. De eso se trata.