Ryszard Kapuscinski: el detective de las culturas
Carlos Enrique Orozco – Edición 397
Ryszard Kapuscinski fue el último escritor aventurero del siglo XX. Gran parte de la memoria de la segunda mitad del siglo pasado está registrada brillantemente en sus crónicas y reportajes. El conocimiento y la descripción detallada en escala humana de los sangrientos conflictos entre tribus, rasaz y países; el derrumbe de los imperios coloniales en África; los regímenes dictatoriales de Etiopía, Irán, Portugal o la Unión Soviética, hubieran sido otro sin la prosa sencilla, clara y poderosa de este periodista polaco.
Trabajó como corresponsal de la agencia de prensa polaca en Asia, África y América Latina. Esta experiencia le permitió conocer de cerca muchas revoluciones y cambios sociales en los países del tercer mundo. Desde 1955, año en que realizó su primer viaje como corresponsal polaco a la India y hasta los años ochenta, cuando dejó la agencia para dedicarse de lleno a la escritura de libros, Kapuscinski cubrió 17 revoluciones en doce países; viajó e hizo reportajes en una treintena de países y —hasta su muerte en enero de este año— había publicado más de 25 libros en polaco; de los cuales una decena ha sido traducida al castellano por la editorial Anagrama. Entre los más conocidos están: La guerra del futbol, sobre el conflicto armado entre El Salvador y Honduras, posterior a las eliminatorias para el Mundial de México 70; El Sha, sobre la revolución iraní, la última gran revolución de masas; El emperador, sobre Haile Selassie de Etiopía, un brillante ejercicio narrativo a partir de cientos de entrevistas con miembros de la corte del emperador; El imperio, sobre la caída de la Unión Soviética; Ébano, un mosaico de múltiples voces sobre el continente africano; Un día más con vida, sobre la independencia de Angola, y los inclasificables Viajes con Herodoto y Lapidarium IV, con notas varias, entrevistas, apuntes sobre el ejercicio del periodismo e incluso con algunos poemas.
Le gustaba considerarse “un detective de las otras culturas”, de otras formas de pensar y de comportarse; de otras realidades con las que se relacionó para entenderlas y hacerlas comprender en sus libros. Muy poco de lo que escribió se refiere a las grandes capitales de la geopolítica mundial; casi no entrevistó a presidentes y potentados. En el prólogo de Ébano cuenta: “siempre he evitado las rutas oficiales, los palacios, las figuras importantes, la gran política. Todo lo contrario: prefería subirme a camiones encontrados por casualidad, recorrer el desierto con los nómadas y ser huésped de los campesinos de la sabana tropical. De manera que éste no es un libro sobre África, sino sobre algunas personas de allí, sobre mis encuentros con ellas y el tiempo que pasamos juntos”. Su práctica periodística lo llevó como caminante errante por todo el planeta, pero principalmente como un compromiso por el ser humano sencillo; por los hombres, mujeres y niños que sufren en los lugares más recónditos e inaccesibles.
Recordamos a Kapuscinski como un maestro del reportaje en los dos sentidos de la palabra: escribió brillantes reportajes y nos enseñó a los demás cómo se puede ejercer el periodismo con oficio, sensibilidad y responsabilidad. Se dedicó en la última etapa de su vida a escribir libros, impartir talleres y dictar conferencias, una de las cuales tuvo lugar en el ITESO en 2001.