De perros, gatos y humanos. Una historia sobre nuestra relación con las mascotas
Laura Santos – Edición 438
Los amantes de los perros han salido del clóset: cambiaron el concepto de mascota por el de miembro de la familia y lucharon por tipificar como delito el maltrato animal. Se abrió el abanico de oficios y nuevos negocios relacionados con animales. ¿Qué es lo que está en juego cuando hablamos de la relación de las personas con nuestras mascotas?
Al mediodía del 20 de marzo de 2012, Malacara, mi perro, empezó a llorar. Yo trabajaba en el cuarto que había acondicionado como oficina en el departamento en el que vivía; mi esposo, preso de una infección estomacal, dormía en nuestra habitación. Parado a mi costado, el perro chillaba de una forma que no le conocía. Cuando supo que había captado mi atención, salió corriendo rumbo al dormitorio; lo seguí. En cuanto entramos, comenzó el temblor más fuerte que viví durante mis cinco años en el Distrito Federal y cuyo saldo fue el derrumbe de los azulejos de una pared del baño. Para mí, Malacara presintió el sismo.
No soy una persona de perros, casi podría decir que no me gustan, pero los ojos de huevo duro de ese bulldog inglés, me conquistaron. Vivo con los ecos de una abuela que migró del campo a la ciudad y aseguraba que el amor sólo se sentía por las personas. En la Guadalajara de los años ochenta en la que crecí, los perros no tenían derechos y a nadie le preocupaba el impuesto a las croquetas porque se les alimentaba con las sobras de la cocina.
Hoy, el contexto es diferente. Ya se sabe que tener a los perros en las azoteas no sólo es malo, sino que podría considerarse una infracción al artículo 29 de la Ley de Protección y Cuidado de los Animales del Estado de Jalisco, que sanciona con multas desde 647 a 19 mil 428 pesos, cualquier acto que provoque sufrimiento a los animales. (Para dimensionar, la sanción mínima por estacionarse obstruyendo rampas de discapacitados en Jalisco es de 647 pesos; la máxima, de mil 942 pesos.)
La relación de los humanos con los perros se ha sofisticado. Personajes como César Millán se hacen millonarios enseñando a los televidentes cómo tener mascotas “felices”. Lina Palafox, fundadora en Guadalajara junto con José Aldrete Loera de Dog Dog Encaminando a tu Perro, una empresa especializada en paseadores de caninos, cuenta que hay personas que gastan hasta 15 mil pesos mensuales en sus mascotas.
Este dato nos ilustra el exceso, pero, en general, los mexicanos erogan de 200 a 800 pesos al mes en sus perros, según una encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) organización especializada en monitoreo de opinión.
¿Por qué nos inspira cariño un ser que no es de nuestra especie, no nos da nada práctico a cambio y nos implica gastos?
Para explicarlo, la psicoanalista María Paz Arellano, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Guadalajara, utiliza un diálogo del zorro con el protagonista de El Principito: “Sólo se conoce lo que uno domestica, dijo el zorro. Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas ya hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. Si quieres un amigo, domestícame”.
Los animales, afirma la especialista, son depositarios seguros de nuestros sentimientos, no nos defraudan emocionalmente como podría hacerlo un humano. Al ser domesticados, dependen material y afectivamente de nosotros; hay un elemento de compasión que nos da la capacidad de salirnos de nosotros mismos y preocuparnos por el otro.
Papá, mamá, voy a trabajar con perros
Cuando era niña, Lina se imaginaba que sería doctora o cineasta. Al momento de elegir carrera optó por Filosofía, pero su mayor fuente de ingresos y lo que más consume su tiempo es el negocio de los perros.
Ella también percibe cómo ha cambiado el trato a los perros y recuerda cuando era normal maltratarlos. Actualmente, según el estudio del GCE, seis de cada diez mexicanos con perro, lo consideran parte de su familia.
Lina nota la diferencia entre el trato que se les da en Guadalajara, donde vive, y León, donde creció. En la ciudad guanajuatense todavía se les trata como seres inferiores, pero, en contraparte, acepta que muchas veces percibe excesos en la relación de sus clientes tapatíos con sus mascotas. Por lo anterior, Encaminando a tu Perro es una empresa entre cuyos servicios está el de enseñar a los amos a relacionarse con sus perros a través del paseo diario.
“La relación perro-humano muchas veces está desvirtuada porque se trata al perro como a un humano. Entonces le rompemos su ciclo natural. El animal sólo necesita tres cosas: disciplina, salud y socialización. Muchas veces somos nosotros los que proyectamos cosas en el perro y le creamos necesidades que no tiene. Un perro no necesita ropa ni camas de piel”.
En esto coincide Sergio Alonso Ramírez, psicoanalista español, autor del blog Psicosujeto y quien da terapia en México a través de Skype: tenemos la capacidad de proyectarnos en objetos. Desde el psicoanálisis, los perros son objetos de amor pero despiertan un sentimiento narcisista ya que reflejamos algo de nosotros y les damos cualidades humanas: valentía, fidelidad, alegría, solidaridad, etcétera. En ese sentido, un perro puede sacar a relucir una precariedad que ya tiene la persona. No estamos hablando sólo del perro sino de la actitud del humano hacia el Otro, detalla Ramírez por correo electrónico.
Lina describe tres tipos de relaciones que observa entre sus clientes y sus mascotas. Están los que tienen una relación equilibrada: no le quitan al perro su esencia de animal y cubren sus necesidades básicas, por lo que la mascota los recompensa moviéndoles la cola o recibiéndolos cuando llegan a casa.
“Son gregarios por naturaleza. Ellos (los perros) saben que en manada es como van a sobrevivir, y lo que uno pone de su parte, el otro debe ponerlo también. Son elitistas, porque hay veces en que no aceptan a alguien en su manada; pero si te aceptan, te van a cuidar y te van a enseñar cosas”.
Otro tipo de relación es la del dueño que trata a su perro como a un humano, aunque aún pueden relacionarse. En el extremo están aquellos que ya perdieron el control de su mascota y ésta puede presentar actitudes agresivas o dominantes; muchos de estos casos terminan con el dueño deshaciéndose del can.
Cuando Carla Mendoza se enfrentó a la realidad de que no podía controlar a su perro bóxer, buscó ayuda. Ella es amante de los perros, son parte importante en su vida y es algo que le está transmitiendo a su hija de dos años. Pero cuando vio que le era imposible relacionarse sanamente con su mascota, se metió a un curso para aprender técnicas de adiestramiento canino. Ahí aprendió que les debe poner límites sin necesidad de ser agresiva, un enérgico “no” basta, y que los tiene que sacar a pasear o dedicarles tiempo para jugar, pero también asimiló otra lección: hay que elegir al perro adecuado.
Aunque sus instructores aseguran que un perro no tiene personalidad, ella cree que sí. Ahora tiene un mastín llamado Ígor, al que escogió porque su carácter es más parecido al de ella y de su familia.
“Cuando fuimos a buscar a Ígor, estaban él y su hermanito. Él jugaba todo el tiempo y el hermanito ni nos veía. Nosotros nos somos muy mandones ni autoritarios, entonces no teníamos ganas de estar encima del perro todo el tiempo; si te toca un perro dominante, se puede volver una tortura y más si hay niños. Una forma de darte cuenta es levantarlo del lomo, si el perro no se resiste, es más probable que sea dócil”.
La elección de nuestras mascotas suele tener motivaciones conscientes, pero también inconscientes, refiere María Paz Arellano. Generalmente hay algo de nuestros animales que nos resulta muy cercano y eso nos permite identificarnos.
El problema, según las reflexiones de Lina, es cuando no nos damos cuenta de que el perro no es una extensión de nosotros y no satisfacemos sus necesidades básicas.
Sergio lo expresa así: dejar a un perro encerrado ocho o diez horas le genera trastornos, pero también refleja que el dueño no tiene en cuenta las necesidades del otro.
“Mira cómo alguien se comporta con su mascota y descubrirás muchas cosas de ella”.
La importancia de decir “Key”
Agostina Balduzzi es terapista ocupacional y trabaja en una localidad de Buenos Aires. Cuenta el caso de uno de sus pacientes: un niño que no podía hablar por padecer síndrome de Angelman, una enfermedad neurogenética que se caracteriza por retraso en el desarrollo, capacidad lingüística reducida o nula y escasa coordinación motriz. Estuvo trabajando con el menor hasta que éste dijo su primera palabra: “Key”, el nombre de la perra con la que Agostina se auxiliaba para darle terapia.
“Imagínate la alegría de los padres”, cuenta en entrevista telefónica con su acento porteño. “A partir de ahí vinieron muchas palabras más”.
Desde antes de recibirse como terapeuta, Agostina sabía que quería involucrar a los canes en su trabajo. Ahora tiene un equipo de cuatro perras, otra terapista ocupacional y una psicóloga, que atiende a niños con algún tipo de retraso.
Sus perras están entrenadas para registrar 24 órdenes, entre ellas “hablar”. A los niños les explican que un ladrido es “sí” y dos es “no”; a través de una seña hacen que la perra emita sonido una o dos veces, según lo requiera el terapeuta. También pueden reconocer pictogramas. Como hay menores que no articulan palabra, les preguntan con cuál pelota quieren jugar y les muestran una fotografía de una roja y otra verde. Después, interrogan a la perra y con una seña hacen que elija el mismo dibujo.
“Así se comunican ambos de la misma forma. Estos nenes están muy acostumbrados a estar sentados, ya sea en un consultorio o en su casa. Aquí vienen a jugar con un ‘otro’ que no es un adulto, y que además los entiende pero tampoco tiene lenguaje verbal. Los niños se sienten en compañía de un amigo, es algo que no pueden hacer con los padres”.
Con estas técnicas, sus pacientes han logrado avances significativos. Recuerda con emoción el día en que una niña dio sus primeros pasos apoyada a cada lado de una perra: “No sabés la cara de felicidad de esa nena”.
Ella define lo que hace: los perros son el nexo entre el terapeuta y el paciente. Le ayudan, porque los niños llegan motivados y no ven la terapia como un trabajo sino como un juego.
Pero ella también se encarga de cuidar el otro lado del hilo. Las perras con las que trabaja son, ante todo, sus mascotas. “No son un martillo que lo sacas, lo usas y después lo guardas”, dice.
Si percibe que hay un niño con el que las perras no están cómodas, no las expone más a esa terapia. Cada una trabaja, como máximo, hora y media, y siempre son recompensadas.
“Las respeto y no les exijo hacer nada que no les guste. Yo me doy cuenta cuando la pasan bárbaro. Algunas se quedan ladrando desesperadas como diciendo ‘¿Por qué yo no entro a la terapia?’”.
Pet friendly
En las juntas de trabajo que Aldo tiene con sus clientes, los perros son bienvenidos. Ha notado que cuando alguien llega con su mascota, el ambiente se relaja y él pasa de ser un prestador de servicio, a alguien más cercano. Aldo Guerrero es fundador de Glowalink, una agencia de marketing digital de Guadalajara que desde hace siete meses permite a su personal llevar a sus perros al trabajo.
Un artículo titulado “¿Por qué llevar a tu perro a la oficina?”, publicado por el portal de CNN el 20 de septiembre de 2013, afirma que los empleados en empresas pet friendly son más productivos, ya que tener animales en el lugar de trabajo mejora el clima laboral y hasta la relación con los clientes. Se percibe una mayor disminución en el estrés laboral en quienes están acompañados por sus mascotas, respecto a quienes no lo están.
La decisión de Glowalink de abrir sus puertas a los animales fue impulsada por uno de los socios de Aldo; se puso la idea a votación y se establecieron reglas: cada quien se hace responsable de que su perro se mantenga en orden y levanta lo que ensucie.
“Hemos notado que hay más empatía con los clientes que traen a sus mascotas. De entrada, hay un tema de conversación más emocional, que es el perro. Llegan más abiertos y es más fácil que te acepten una idea nueva o que cambien algo que ya traían pensado”.
En cuanto a los otros miembros del equipo con el que trabaja, Aldo también observa mejoría. Generalmente los animales están echados al lado de sus dueños, pero éstos de vez en cuando se levantan a pasearlos o jugar con ellos con las pelotas de una mesa de ping pong que tienen, y como el trabajo que hacen es creativo, estos espacios les permiten idear mejor.
En México, los perros son los animales favoritos como mascotas, publica el estudio del GCE. De cada 100 mexicanos, 86 los prefieren sobre los gatos, aves y anexos. Prueba de que en el país los animales están ganando respeto son las diferentes leyes que se han aprobado para evitar su maltrato, y ello refleja que como sociedad estamos tomando conciencia del bienestar del otro, comenta María Paz Arellano, lo que hablaría de un grado de madurez.
“El ser humano, para cuidar, primero hubo de ser cuidado”.
A pesar de que su ejecución es cuestionada, Jalisco, Distrito Federal, Nuevo León, Michoacán, Estado de México, Sonora, Guerrero, Nayarit, Chihuahua y Yucatán, son algunos de los estados que tienen algún tipo de legislación para prevenir el maltrato animal.
Sergio González aporta otra explicación a la preocupación en torno al bienestar de los animales: en una sociedad donde nos vemos cada vez menos, en la que los componentes multimedia suplantan el vínculo personal, el perro nos da esa caricia que seguimos necesitando, ese abrazo que queremos dar, pero que las tabletas no nos lo permiten.
Por mi parte, ahora disfruto de la imperceptible calma de ya no vivir en una zona sísmica, pero Malacara sigue roncando a mis pies mientras trabajo. m
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