Vocación: el arte de construir el sentido de la vida
Teresa Sánchez Vilches – Edición 502
La vocación no es un destino predefinido, sino una construcción que se forma como resultado de las decisiones que tomamos y las experiencias de vida. Tres voces especializadas nos invitan a reflexionar acerca de cómo la libertad y el propósito guían este proceso vital
El concepto de vocación ha sido durante siglos una idea compleja, ligada no sólo a las decisiones profesionales, sino también a una búsqueda más a fondo de sentido en la vida. En un mundo moderno marcado por la velocidad y las expectativas de éxito, la vocación sigue siendo un asunto central para aquellos que buscan responder a un llamado interior. Para Pedro Antonio Reyes Linares, SJ, Nancy Palacios Prado, coordinadora de Orientación Vocacional en el ITESO, e Ibrahim García Gómez, psicólogo especializado en educación, la vocación es un proceso continuo, lleno de desafíos, pero también de revelaciones personales.
Desde distintas perspectivas, los tres coinciden en que va más allá de una elección profesional: es una guía que conduce a las personas hacia una vida significativa. Mientras que Nancy observa cómo los jóvenes de hoy lidian con las presiones del mercado laboral y las expectativas sociales, Pedro aporta una visión más abarcadora, que conecta la vocación con una fuente espiritual. Ibrahim resalta la importancia de entender la vocación como una construcción que se desarrolla a lo largo de la vida, influenciada por decisiones y experiencias vitales. Cada uno de ellos aborda esta cuestión desde sus vivencias y sus conocimientos, para aportar nuevas capas de significado a lo que entendemos como vocación.
En todas sus formas, no es un proceso estático ni algo que se defina con rapidez. La vida, tal como lo describen los tres expertos, está en constante cambio, y lo mismo sucede con la vocación. Es un reflejo de las circunstancias, las decisiones y, sobre todo, de las experiencias vividas. Esta constante construcción, lejos de ser un proceso lineal, es una espiral donde cada experiencia, tanto personal como profesional, contribuye a una mayor comprensión del propósito de la vida.
La libertad como motor
Uno de los aspectos fundamentales de la vocación es la libertad, un concepto que los entrevistados abordan desde ángulos complementarios. Para Nancy, la libertad es clave en el acompañamiento que ofrece a los jóvenes: “Queremos que se sientan libres de explorar, de equivocarse y de descubrir su propio camino sin la presión de cumplir con expectativas inmediatas”. En su experiencia, ha visto cómo las decisiones apresuradas acerca del futuro profesional generan ansiedad en los jóvenes, quienes se sienten atrapados en una carrera contra el tiempo y las expectativas sociales. Esta presión puede nublar el juicio y llevarlos a tomar decisiones que no reflejan sus verdaderos intereses o pasiones. Para ella, es vital que los jóvenes se permitan el tiempo necesario para descubrir quiénes son y qué quieren en la vida.
Aquí entra el concepto de tiempo en la vocación, que se convierte en un factor determinante. La especialista recalca que las prisas impuestas por el entorno laboral o académico muchas veces no permiten que los jóvenes experimenten y encuentren realmente lo que los motiva. Esta carrera contrarreloj termina muchas veces llevándolos por caminos que no están alineados con sus verdaderos deseos o talentos. Por ello, insiste en que el acompañamiento debe estar enfocado en brindarles el espacio necesario para reflexionar sin que se sientan forzados a decidir de inmediato.
Ibrahim añade que la vocación es una construcción que se va desarrollando con cada decisión que tomamos. Para él, es fundamental entender que no se trata de elegir un destino fijo, sino de una ruta que se traza a medida que avanzamos: “La vocación se construye, depende de intenciones primarias, necesidades, gustos, pero también de cómo aprovechamos las oportunidades y enfrentamos las dificultades”. Su perspectiva pone de relieve que la libertad de construir nuestro camino es clave para encontrar sentido en lo que hacemos. Además, destaca la importancia de adaptarse a las circunstancias cambiantes y a las experiencias vitales, que a menudo nos empujan a redescubrirnos y a redefinir lo que queremos.
La idea de Ibrahim, de que la vocación es una construcción, lleva a cuestionar los conceptos de destino y propósito predefinido. ¿Está todo predeterminado o se va construyendo? De acuerdo con el también psicoterapeuta, cada decisión tomada es parte de ese proceso de construcción. No se trata sólo de algo que se descubre de manera mágica, sino de un conocimiento que se va moldeando a lo largo de la vida, influenciado por los retos, las oportunidades que se presentan y la capacidad de adaptación de cada persona.
Pedro, sacerdote jesuita, en una línea más filosófica y espiritual, introduce la idea de que la libertad en la vocación se expande a medida que la persona madura: “La libertad no es algo que ya tengas completamente desarrollado, es algo que se expande conforme descubres quién eres y cuál es tu propósito”. En su caso, la libertad está inseparablemente vinculada a su vocación espiritual como sacerdote, lo que le ha permitido encontrar un sentido de entrega total en su vida diaria. Este sentido de gran libertad, aunque ligado a su vocación sacerdotal, puede resonar en cualquier tipo de vocación, ya que implica un proceso de autoconocimiento que va más allá de las expectativas externas, conectando a la persona con su verdadera esencia.
Un llamado más fuerte: la vocación como fuente de realización
A medida que la reflexión acerca de la vocación es más concienzuda, Pedro introduce la idea de que el llamado, más allá de ser una elección entre opciones profesionales, puede ser también una conexión con algo más grande. “La vocación te guía, no sólo hacia un destino, sino también hacia una fuente que te capacita para superar los desafíos del camino”. En su experiencia como sacerdote, ha descubierto que este llamado espiritual le otorga una energía especial para seguir adelante, incluso en los momentos más difíciles. Sin embargo, este tipo de conexión, dice, puede encontrarse en cualquier vocación que esté alineada con los valores más elevados de una persona. Aquí, su comentario va más allá de la religión y toca el núcleo de la búsqueda humana de sentido y realización, que conecta con la experiencia de muchas personas que buscan encontrar un propósito en lo que hacen, más allá de los éxitos materiales.
La vocación, en su verdadera esencia, es lo que da sentido a la vida. Y es precisamente esa conexión con algo más grande lo que proporciona la resiliencia para enfrentar las dificultades. En este sentido, Pedro destaca que la verdadera vocación no sólo ofrece satisfacción o éxito, sino que también fortalece para afrontar los momentos difíciles y proporciona una base sólida que se mantiene incluso cuando las circunstancias externas se tornan adversas.
Ibrahim coincide con Pedro en que la vocación es aquello que da sentido a la existencia. Desde su perspectiva, la vocación se trata de lo que las personas hacen, pero también de por qué lo hacen. “Ese nivel de sentir por qué existes, para qué existes, es el que puede darle orientación a la persona”, explica Ibrahim. Desde su experiencia en la orientación vocacional, observa que una de las mayores dificultades que enfrenta una persona es precisamente encontrar este sentido en su vida diaria, algo que considera clave para definir las decisiones y el rumbo que se toman. Para él, la vocación es una brújula que orienta la vida hacia un propósito, y aunque este propósito puede cambiar a lo largo del tiempo, lo importante es que siempre esté alineado con los valores y deseos personales más profundos.
Nancy, desde su trabajo en el ITESO, observa cómo muchos jóvenes experimentan una especie de vacío al no tener experiencias vitales suficientes para descubrir qué los mueve realmente: “Lo que hacemos en orientación vocacional es ayudarlos a vivir experiencias significativas que les permitan conectar con su vocación, más allá de lo que el mercado laboral o la sociedad esperan de ellos”. Al igual que Pedro e Ibrahim, Nancy cree que la vocación debe estar enraizada en algo más significativo que los logros inmediatos o el éxito material. En su opinión, es algo que se descubre no sólo con el pensamiento racional, sino como resultado de vivencias y reflexiones que conectan a las personas con lo que verdaderamente les apasiona y da sentido a su vida.
Ella también sugiere que la vocación no es una estructura rígida, sino un proceso fluido: “Lo que te mueve a los 20 años no necesariamente será lo mismo a los 40 o a los 60, y está bien que así sea”. Esta perspectiva amplía el concepto de vocación, alejándolo de la idea tradicional de que es una decisión que se toma una vez y para siempre, para verlo como algo que evoluciona a lo largo de la vida.
La vocación sacerdotal: un camino de entrega y reflexión
A medida que Pedro continúa compartiendo su experiencia, su vocación sacerdotal emerge como una manifestación concreta de su filosofía de vida. Aunque el concepto es amplio y aplicable a muchas áreas, para Pedro, su vocación como sacerdote jesuita le ha permitido una realización plena: “Ser sacerdote no es sólo un título o un rol, es una forma de vivir, de estar en el mundo con una entrega total”. En este sentido, la vocación sacerdotal no es simplemente una elección profesional, sino una respuesta a un llamado más complejo que implica un compromiso con los demás y con Dios.
El también profesor del ITESO relata cómo su trabajo con comunidades marginadas en Ensenada fue un momento clave en su discernimiento: “Lo que más me impresionó fue ver cómo estas personas, en medio de su pobreza, mantenían una esperanza que yo no conocía”. Este encuentro con la vulnerabilidad humana fue lo que le permitió entender que su vocación sacerdotal iba más allá de las funciones litúrgicas: era un llamado a acompañar y aprender de aquellos a quienes servía. “Quiero conocerte, pero quiero conocerte con ellas”, reflexionaba, refiriéndose a su relación con Dios y su servicio a las comunidades. Este enfoque espiritual lo conectó indefectiblemente con el sentido de servicio que caracteriza a su vida y que lo ha llevado a descubrir que la vocación es un camino de constante crecimiento personal y espiritual.
Aquí se introduce la idea de “transformación mutua”, un concepto en el que Pedro enfatiza al hablar de su relación con las comunidades a las que sirve. Ayuda a los demás, pero en este intercambio él también es transformado. Cada experiencia con las personas a las que acompaña es una oportunidad para redescubrir su propia vocación y avanzar en su conexión con los demás y con Dios. Este enfoque lo lleva a ver la vocación como algo que nunca está por completo resuelto, sino como una fuente continua de renovación y crecimiento.
La dimensión espiritual
La vocación sacerdotal de Pedro tiene una dimensión espiritual ineludible. A medida que progresa en su propio camino, reconoce que no se trata únicamente de un deber o una responsabilidad, sino también de una fuente constante de crecimiento interior: “Cada día, el sacerdocio me invita a explorar más a fondo quién soy y cómo puedo servir mejor a los demás”. Esta búsqueda constante de autoconocimiento y servicio, aunque vinculada a su papel como sacerdote, resuena también en otros tipos de vocación en los que la realización personal y el compromiso con los demás se entrelazan. Pedro ve en su vocación una oportunidad para trascender el ego y dedicarse a algo más grande que él mismo, un llamado a servir a los demás y a Dios con devoción y entrega.
En su labor de acompañamiento, Nancy también ve la vocación como una búsqueda de sentido que trasciende lo meramente profesional: “Queremos que los jóvenes descubran no sólo qué quieren hacer, sino qué tipo de personas quieren ser”. Al igual que Pedro, Nancy reconoce que la verdadera vocación implica una conexión más firme con los valores y el propósito de vida de cada individuo. Este enfoque ayuda a los jóvenes a mirar más allá de las exigencias inmediatas del mercado laboral y les permite construir una vida que esté alineada con sus pasiones y aspiraciones más auténticas.
Ibrahim añade que esta conexión se forja gracias a la construcción consciente del sentido de nuestras acciones. Destaca que, más que un destino predeterminado, es algo que se va construyendo como resultado de las decisiones que tomamos a lo largo de la vida: “Es cuando encontramos esa finalidad, ese sentido de por qué existimos, cuando nuestra vocación se convierte en una guía que orienta nuestras decisiones”. Para él, esta conciencia del “para qué” en la vida es lo que da coherencia a las acciones, y es lo que transforma las aspiraciones en algo significativo.
La influencia de las expectativas sociales
Un aspecto clave que los especialistas resaltan es la influencia que las expectativas sociales tienen en la búsqueda vocacional. Nancy observa que los jóvenes a menudo se ven presionados a tomar decisiones rápidas con respecto a su futuro, por la necesidad de cumplir con expectativas laborales y económicas: “Las redes sociales les muestran un futuro donde todo debe resolverse rápidamente, lo que genera mucha ansiedad”. Esta presión puede hacer que los jóvenes elijan carreras o caminos que no corresponden a sus verdaderos intereses, sólo para cumplir con lo que se espera de ellos.
Pedro, desde su experiencia sacerdotal, ofrece una reflexión similar sobre las expectativas sociales, que se enfoca en cómo estas pueden limitar el discernimiento vocacional: “La cultura del éxito rápido puede ser un obstáculo para descubrir tu verdadera vocación. En el sacerdocio he aprendido que la vocación no es algo que se define por el éxito inmediato, sino por el servicio constante y la capacidad de crecer a través de los desafíos”. Este enfoque en el servicio y el crecimiento personal es una de las diferencias clave entre una vocación como el sacerdocio y la búsqueda de éxito material.
Ibrahim, por su parte, subraya que estas expectativas sociales también pueden limitar la forma en que una persona construye su vocación. Para él, las oportunidades que una persona tiene para desarrollar su vocación dependen en gran medida de su contexto social: “Vivir en un entorno con mayores oportunidades amplía las posibilidades de encontrar sentido más allá de la supervivencia, mientras que quienes enfrentan mayores limitaciones pueden encontrarse con dificultades para explorar su vocación”. El contexto, entonces, tiene un papel fundamental en cómo se vive y se desarrolla la vocación, y es importante estar conscientes de las influencias que el entorno ejerce sobre las decisiones personales.
El entorno puede tanto abrir puertas como cerrar horizontes, y es aquí donde Ibrahim destaca que el apoyo social y el familiar también desempeñan un papel fundamental. No todas las personas tienen las mismas oportunidades para descubrir su vocación, ya que algunas se ven limitadas por condiciones socioeconómicas o culturales. Ello no significa que no puedan encontrar significado en lo que hacen, pero es esencial que las personas reconozcan las barreras y trabajen para superarlas.
En última instancia, los entrevistados coinciden en que la vocación es una brújula que guía a las personas a lo largo de sus vidas, ayudándolas a enfrentar los desafíos y las incertidumbres con valentía. Mientras que Nancy ofrece una perspectiva contemporánea sobre cómo los jóvenes deben encontrar su camino en medio de las expectativas sociales y laborales, Ibrahim subraya que es una construcción que se desarrolla a lo largo del tiempo, influida por las decisiones y oportunidades que se presentan. Pedro, por su parte, aporta una visión más espiritual, donde la vocación sacerdotal se convierte en una fuente de energía y transformación personal.
El sacerdocio, para Pedro, ha sido una manifestación concreta de su vocación, un llamado que no sólo ha definido su vida, sino que le ha permitido descubrir quién es y cómo puede aportar al mundo: “La vocación no es algo que se descubre de inmediato, es un proceso que se vive día a día”. Y aunque la vocación de cada persona puede tomar diferentes formas, lo esencial es que, como Pedro, Nancy e Ibrahim, todas las personas puedan encontrar esa brújula interior que les guíe hacia una vida plena y significativa.
1 comentario
Me encantó el escrito. Cómo adulto confirmo que la vocación te mueve y no es fija porque somos seres que evolucionan. Considero que los test vocacionales no deben encasillar a los jóvenes a lo que son buenos sino contemplar también esa parte que les gusta y los llena, que puede estar íntimamente relacionado con su vocación.