“Una pareja que se ama es eso y nada más”: Teresa Forcades
Verónica Calderón – Edición 454
Convencida de que la fe no puede separarse de lo que se vive todos los días, esta hermana benedictina, doctora en Teología y en Medicina, es una de las voces más audaces dentro de la Iglesia católica. Entre los temas que la ocupan están la injusticia social, la salud pública, las condiciones de las mujeres en el mundo actual y la defensa de los derechos humanos. “La Iglesia no considera contraria a la voluntad de Dios el amor entre dos personas del mismo sexo”, afirma
El auditorio universitario que espera para ver a Teresa Forcades (Barcelona, 1966), la nublada tarde del 25 de agosto pasado en la Ciudad de México, está a reventar. La cantidad de personas es tal que la Universidad Iberoamericana ha tenido que colocar una sala extra con pantallas para seguir sus palabras. Los estudiantes se arremolinan a su alrededor buscando una firma, una dedicatoria, una selfie, una palabra. La cantidad de gente apenas puede moverse por los pasillos del campus una vez terminada su charla. “Es común que ella levante reacciones así”, comenta una de las mujeres que la acompañan. La escena parece más propia de una estrella pop que de una monja benedictina. Pero es que Teresa Forcades (Barcelona, 1966) tiene un currículum que no es el de cualquier monja benedictina.
Estudió Medicina en la Universidad de Barcelona e hizo la especialidad en Medicina Interna en la Universidad Estatal de Nueva York, en 1995. Dos años después, estudió una maestría en Teología en la Universidad de Harvard, y también en 1997 ingresó en el monasterio benedictino de Montserrat. En 2005 se doctoró en Salud Pública, por la Universidad de Barcelona, y en 2008 recibió, con honores, el doctorado en Teología por el Instituto de Teología Fundamental de Sant Cugat, al presentar una tesis sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Ha hecho estudios de posdoctorado en la Universidad Humboldt, en Berlín, y es autora de los libros Los crímenes de las grandes compañías farmacéuticas (Cuadernos Cristianisme i Justícia, 2006) y La teología feminista en la historia (Fragmenta, 2007).
Teresa Forcades se vale de la fe para buscar respuestas a problemas terrenales: la desigualdad provocada por el capitalismo feroz, la pobreza, los derechos de las parejas del mismo sexo. No tiene empacho en expresar su indignación por el rescate a los bancos, por el sobreprecio de los medicamentos (incluso asegura que la epidemia h1n1 que asoló a México fue alentada e incluso provocada por las compañías farmacéuticas), por las causas sociales y por los temas políticos que considere injustos. Y actúa de acuerdo con sus palabras. Es una de las fundadoras del partido Procés Constituent en Cataluña, un movimiento independentista en contra de la privatización de servicios públicos y en defensa de los derechos de las minorías.
Teresa Forcades acompaña a Ada Colau, hoy alcaldesa de Barcelona, durante su campaña electoral en mayo de 2015.
Lo que dice y hace no pasa inadvertido. En 2009, el Vaticano le pidió que se retractase de sus declaraciones acerca del aborto (una postura que no sólo no cambió, sino que continúa defendiendo hoy en día), y sus opiniones han hecho que el gobierno de Israel le impidiera la entrada, a inicios de este año, por considerarla “un peligro para la seguridad del país”, después de su participación en una flotilla de ayuda humanitaria para la franja de Gaza.
No desaprovecha un minuto de su visita relámpago a tierras mexicanas. De Bogotá a Puebla a Ciudad de México en 24 horas. Viene a presentar el libro La teología feminista en la historia, y aprovecha para hablar de injusticias sociales, de derechos reproductivos, de uniones entre parejas del mismo sexo, temas en los que aplica con firmeza los principios que ha interpretado por medio de sus estudios en la fe, una interpretación que, reconoce, no es la de todos en la Iglesia, pero de la que está convencida. En su opinión, el amor de Dios es gratuito y no debe imponerse a las personas, mucho menos utilizarse como un chantaje. En pocas palabras: la fe está al servicio de las personas y no al revés.
¿Es común que los jóvenes la sigan así por todos lados?
Bueno… generalmente… sí, suele ocurrir.
¿Cree que éste es el camino que debería seguir la Iglesia para acercarse a los jóvenes?
Yo no estoy aquí para dar lecciones del camino que la Iglesia debería llevar, yo sólo doy mi testimonio de cómo vivo mi fe, de cómo la lucho y cuáles son mis perspectivas.
Sus perspectivas son poco comunes en el esquema más conservador de la Iglesia. ¿Cómo nacen estas preguntas?
Las benedictinas tenemos cinco horas al día de oración en silencio. Yo me paro todos los días y me pregunto: ¿de qué voy? Eso compensa mucho la presión social y las imágenes que vemos todos los días. Es difícil conciliar la realidad con la fe, pero es a través de esa reflexión que intento llegar a esas conclusiones. Consuela refugiarse en la perfección de Dios.
¿Y la de la Iglesia?
No, la perfección sólo la tiene Dios, la Iglesia está más mezcladita… [risas]. Somos una imagen de Dios, pero obviamente defectuosa, como todos los seres humanos. A veces lo logramos y a veces no.
En diversas ocasiones Forcades ha defendido la necesidad de una “revolución pacífica y democrática”, así como la creación de plataformas ciudadanas para unir a las víctimas malestar social. Aquí durante una entrevista en 2013. Foto: EFE
¿Por qué decidió ser monja?
Tenía 15 años y comencé a hacerme preguntas. No decidí en ese momento que iba a ser monja, pero definitivamente ahí comencé a cambiar mi vida. Los años de formación en un ambiente no católico hicieron que me sorprendiera y comenzara a hacerme preguntas.
¿Cuáles eran esas preguntas?
Yo tenía la idea de que la Iglesia católica era una institución que estaba fuera de época, como la monarquía que aún tenemos en España. Pero cuando a los 15 años leí los Evangelios, me quedé indignada. Me pregunté: ¿pero cómo nadie me ha contado esto? Y de ahí comencé ese camino. Tengo dudas, como todos, e inquietudes sobre los problemas que ocurren a mi alrededor. Considero que la fe es una herramienta para llegar a esas respuestas.
¿Como un mapa?
No, un mapa significaría que uno sabe a dónde va. En mi caso es más un impulso. No sabes a dónde vas, pero la duda hace que tires para adelante.
¿Por qué escribir un libro sobre una teología feminista?
Mi trabajo como teóloga me hace preguntarme sobre la fe. Por ejemplo, si hablamos de una teología de la liberación es que hay una teología de la esclavitud, y eso es muy evidente en la sociedad capitalista neoliberal en la que vivimos. Y no se puede separar la fe de lo que se vive todos los días. La realidad social indica que las mujeres no tenemos los mismos derechos que los hombres, aun cuando nuestra identidad humana así lo indica. Hay una importante brecha salarial en todo el mundo para las mujeres, los hogares más pobres son los que encabezan mujeres, no se puede mirar hacia otro lado cuando es así.
Usted defiende una postura muy progresista sobre el aborto y los derechos reproductivos de una mujer. ¿No cree que es una contradicción con las creencias que defienden otros sectores de la Iglesia?
No lo veo así. Una mujer debe tomar las decisiones que considere pertinentes sobre sí misma como cualquier persona, y respetar esa libertad es actuar como Dios nos trata. Y a una persona hay que ayudarla.
¿Considera que la Iglesia ayuda?
No puedo hablar por todos, yo intento hacer mi parte. Es evidente que hay élites y grupos en la Iglesia católica que parecen más ocupados en otros temas. Parecen más pendientes del físico que de los derechos humanos.
Teresa Forcades durante una entrevista radiofónica en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México en agosto de este año. Foto: Laura Jaimes
En México, por ejemplo, hay un gran debate sobre la legislación del matrimonio entre parejas del mismo sexo. ¿Cuál es su opinión sobre estas uniones?
Una pareja que se ama es eso y nada más. Si hay quien dice que una pareja homosexual no debería recibir una bendición de la Iglesia porque el fin del matrimonio es que un hombre y una mujer se reproduzcan, pues entonces no se debería bendecir la unión de una mujer o un hombre que, por cualquier razón, no puedan tener hijos. La Iglesia bendice a cualquier pareja que se ama porque Dios bendice el amor, no hay espacio para dudas. El Papa Francisco ha sido muy claro en este tema. Me quedé muy impresionada cuando me contaron que en Puebla habían organizado manifestaciones que no se habían visto en contra de las uniones entre parejas homosexuales, cuando no ha habido protestas sobre temas que requieren una enorme preocupación de cualquier católico, como el abuso a los derechos humanos. En cualquier caso, la Iglesia puede ocuparse de sí misma y volver a lo que dijo Juan XXIII cuando abrió el Concilio Vaticano II: hay que abrir las ventanas. La Iglesia no considera contraria a la voluntad de Dios el amor entre dos personas del mismo sexo. Teológicamente no hay nada en contra de ello. Hay pasajes de la Biblia que pueden decir lo contrario, pero la Iglesia debe adaptarse. Por ejemplo, hay pasajes que prohíben acercarse a una mujer durante la menstruación. Tomarse al pie de la letra todo lo que dice la Biblia es absurdo, aun cuando esté en la Biblia. La Iglesia está para interpretar lo que ésta dice.
¿El Papa Francisco representa una figura de cambio frente a las posturas más conservadoras?
Hay muchas personas dentro de la institución que están muy esperanzadas con el Papa Francisco porque consideran que es una señal de cambio. En mi opinión, el cambio debe venir desde abajo. La fuerza de los movimientos sociales siempre viene desde abajo. El aire que Juan XXIII pedía que entrara por las ventanas, entró por el empuje de muchas personas. El Papa puede hacer un espacio para esa fuerza, pero primero debe existir esa voluntad de cambio en cada uno de nosotros. Por ejemplo: ¿cuál es el futuro de las feministas dentro de la Iglesia? Pues el que queramos las feministas dentro de la Iglesia, pero si en lugar de sumar una fuerza significativa, sólo somos cuatro, poco vamos a conseguir.
México es un país que suma más de 100 mil muertos y 30 mil desaparecidos en los últimos diez años. ¿Cómo se lleva una postura de fe frente a la violencia?
Elie Wiesel, durante el Holocausto, se preguntó dónde estaba Dios y llegó a la conclusión de que Dios estaba ahí, en medio de ese horror. Si Dios ha puesto a las mexicanas y los mexicanos este dolor, es porque sabe que el futuro será distinto y le dará fuerza a las personas que exigen hoy en día justicia para sus seres queridos, a quienes envío todo mi coraje y toda mi fuerza en su lucha. m.
Para leer
A propósito del tema de los matrimonios igualitarios, David Fernández, SJ, rector de la Ibero Ciudad de México, publicó una reflexión que puedes leer en este enlace.