Una escuela para dos naciones
José Miguel Tomasena – Edición 407
La secundaria Ta´tuutsi Maxakwaxi y la preparatoria Tatei Yurienaka Iyarieya son las opciones de los estudiantes huicholes para seguir preparándose para su futúro.
Cuenta Carlos Salvador Díaz, el director de la secundaria intercultural de San Miguel Huaixtitla, que hace más de quince años, cuando en la sierra huichola no había secundarias, los niños que terminaban la primaria tenían que dejar su casa si querían seguir estudiando.
Recuerda que pidieron apoyo al gobierno de Jalisco, pero no obtuvieron respuesta, y que en 1995, en un espacio pequeño que califica como “tejabancito”, comenzó la secundaria Ta’tuutsi Maxakwaxi, tenían treinta alumnos y cinco maestros.
El ITESO colaboró en la definición de los programas educativos. Se buscaba que en la escuela se integraran los saberes tradicionales de la cultura wixárika con los conocimientos occidentales. Desde la universidad jesuita se generaron espacios de capacitación para los maestros (Carlos era el único con formación docente), se dieron talleres con los estudiantes y varias alumnas hicieron semestres de práctica profesional en la sierra. Fue el primer proyecto de colaboración intercultural, los wixárikas y los itesianos.
Años más tarde, en 2002, cuando las comunidades de San Andrés Cohamiata y Guadalupe Ocotán vieron que la secundaria funcionaba, enviaron una solicitud a David Fernández SJ, entonces rector del iteso, para que les ayudara a echar a andar una preparatoria. La colaboración continuó y la preparatoria Tatei Yurienaka Iyarieya de San Andrés inauguró su primer ciclo escolar el 6 de octubre de 2003. Hoy tiene 76 alumnos, y ya es la tercera generación que se gradúa.
Para Óscar Hernández Valdés, responsable del programa de educación intercultural del iteso, la relevancia de este proyecto radica en la necesidad de construir un modelo educativo para los pueblos indígenas en México, que prácticamente no existe. “Que no haya una política educativa de Estado apropiada para los pueblos indígenas me parece que es una llamada de atención y, desde el punto de vista de una universidad, muy relevante”.
Educación intercultural
La diferencia fundamental entre este modelo y los oficiales es que se parte de la realidad cultural de las comunidades. Carlos, quien tuvo que abandonar su casa en San Miguel para especializarse como normalista, lo dice así: “En las telesecundarias llega el maestro de la ciudad, es como una secundaria común y corriente. Nosotros tenemos nuestro propio plan. Decidimos cómo queremos que funcione, pero no abandonamos los lineamientos de la SEP”.
Por ejemplo, se incluyen los nombres de los ríos y de los cerros de la región en la clase de geografía, se recupera la historia oral de las comunidades mientras se estudia la historia nacional y universal, y en biología se conocen las plantas de la región, su uso, y se vincula este aprendizaje con proyectos productivos.
Este diálogo intercultural genera en sí mismo aprendizajes. Maike Kreisel, asesora académica de la secundaria, confiesa que participar en este proceso le ha permitido abrirse a muchas cosas de otra cultura —desde cosas sencillas, como la comida— y aprender de ella. Carlos se expresa en el mismo sentido: ha aprendido muchas cosas de los asesores.
La historia
Carlos admite que al principio no fue fácil. No había plazas para los maestros ni reconocimiento oficial de los planes de estudio. Algunos miembros de la comunidad no entendían el planteamiento intercultural de la escuela. ¿Para qué enseñarles a los niños la lengua wixárika si ya la saben? “Saben hablar, pero no leer y escribir”, respondía Carlos.
En la secundaria los niños aprenden a dominar su propia lengua y aprenden una segunda: el español.
Hoy tienen tres plazas, la currícula educativa está reconocida, y se han ganado el respeto al centro de la comunidad, tan es así que los maestros han sido nombrados por las autoridades para responsabilizarse de algunas fiestas religiosas: “Para que aprendan y le enseñen a los niños”.
Universidad indígena
Con la fundación de la Universidad Ayuuk, en la sierra mije de Oaxaca, y su incorporación al Sistema Universitario Jesuita (SUJ), es inevitable preguntarse si los huicholes sueñan también con su propia universidad. “Tiene que pasar”, dice Carlos, convencido.
“¿Cómo fue que obtuvimos la secundaria y la prepa? Somos muchos soñadores”. Está consciente de que esto tal vez tome tiempo, pero en la medida en que haya más estudiantes huicholes con mayor grado de estudios, crecerá la demanda de tener una alternativa dentro de su comunidad.
Quizá algún día Carlos cuente que hace años, cuando en la sierra huichola aún no había universidades, los jóvenes tenían que dejar su casa si querían seguir estudiando. m.