Umberto Eco. El detective, el profesor
Víctor Ortiz Partida – Edición 407
La obra de este autor italiano ha tenido una influyente presencia en el mundo desde los sesenta, con libros como El nombre de la rosa y El pendulo de Foucault
Cuando publicó El nombre de la rosa, la novela que lo lanzó a la fama internacional (a los brazos de cientos de miles de lectores), Umberto Eco tenía ya gran prestigio como académico, que había comenzado a fraguarse desde los años cincuenta y se había consolidado a principios de los sesenta con Obra abierta, un libro sobre teoría estética.
En el ámbito de la crítica literaria muchos se sorprendieron. No sabían qué hacer con una novela extraordinaria como El nombre de la rosa. Así describió el español José María Valverde a Eco: “Utilizó los trasfondos medievales de su tesis doctoral sobre las ideas estéticas de Santo Tomas de Aquino para componer una novela de ambiente monástico medieval y de desarrollo detectivesco”. Valverde, poeta, traductor, autor de Historia de la literatura universal, señalaba la forma en que Eco había construido la novela en torno a la desaparecida continuación de la Poética de Aristóteles, “con habilísima transformación de la cultura en escenografía histórica”, y se preguntaba si sería posible incluir en los estudios de la literatura italiana “un área de novelas de profesores”, donde ocuparía el lugar principal la novela protagonizada por Guillermo de Baskerville y su discípulo Adso de Melk.
La propuesta era excelente: toda un área nueva de los estudios literarios centrada en Eco. Podría sonar chocante que de entrada no se le diera, lisa y llanamente, el estatus de novelista. Pero está muy bien: rocosa y montañosamente, Eco sigue siendo profesor en sus novelas, dando nueva luz a la realidad, siendo sabio y nunca se olvida del humor. Umberto Eco es El profesor, una persona que puede modificar la manera de ver las cosas.
El profesor novelista
Eco no ha decepcionado: sigue dando clases (aunque tiene 76 años y ya está jubilado), se ha consolidado como novelista con cuatro títulos además de El nombre de la rosa, continúa escribiendo sobre múltiples temas de su interés y es una presencia constante en programas universitarios, librerías y bibliotecas.
En 2000 le concedieron el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. El jurado destacó especialmente “la calidad intelectual del profesor Umberto Eco en el ámbito de la comunicación y las humanidades, donde sus trabajos, de universal difusión y profundo influjo, son ya clásicos en el pensamiento contemporáneo”. También tuvo en cuenta “la doble dimensión de su quehacer, como destacado semiólogo y analista crítico en los medios de comunicación”, y subrayó, además, su “comprometida actitud ética y su atención permanente a la historia y a las nuevas formas de expresión de la cultura”. En abril de 2008, un jurado compuesto por Pedro Almodóvar, António Lobo Antunes, J.M. Coetzee y Claudio Magris le otorgó el VIII Premio Reino de Redonda, galardón creado y financiado por el novelista español Javier Marías.
Destacaron “la increíble agudeza de sus ensayos y la enorme variedad de sus intereses; por su casi inabarcable erudición y su curiosidad infatigable”. Alabaron su capacidad para renovar los géneros novelísticos clásicos: “De la novela histórica a la detectivesca, de la intriga a la fantástica y aun a la científica”.
Después de escuchar todos estos elogios, es recomendable dejar todo lo que se esté haciendo y conseguir un libro de Eco en las librerías y en las bibliotecas —públicas y privadas, de instituciones o de amigos—. Gracias a su enorme variedad de intereses todo lector puede encontrar uno, dos o muchos más títulos atractivos.
El bosque, el goce, el humor negro
Al azar, en los estantes, se puede encontrar sus Seis paseos por los bosques narrativos, las conferencias que Eco ofreció en la Universidad de Harvard dentro de las Norton Lectures en 1992 y 1993, un espacio en el que Jorge Luis Borges, Octavio Paz e Italo Calvino, entre otros grandes creadores, habían participado en años anteriores.
“El bosque es una metáfora para el texto narrativo”. A partir de esta afirmación, El profesor deja en claro que no sólo está hablando de los cuentos de hadas sino de todos los textos narrativos: Dublín es un bosque en el que, en lugar de Caperucita Roja, nos encontramos con Molly Bloom, la esposa de Leopold Bloom, el protagonista del Ulises de James Joyce.
Podemos encontrarnos también con el inicio de La isla del día de antes: “¿Cuántos días llevaba navegando sobre las ondas, atado a una tabla, boca abajo de día para que el sol no lo cegara, el cuello innaturalmente tendido para evitar beber, requemado por la espuma, ciertamente febricitante?”. Roberto de la Grive es el personaje que va a la deriva hasta que, una noche, adormecido, choca contra la proa de un navío llamado Daphne.
“Soy, creo, a memoria de hombre, el único ser de nuestra especie que ha hecho naufragio en una nave desierta”, dice el propio De la Grive.
Ésta fue la tercera novela que Eco publicó luego de la aparición de El péndulo de Foucault, que también tuvo mucho éxito. Después han llegado Baudolino y, la más reciente, La misteriosa llama de la reina Loana. A lo largo de su carrera ha escrito numerosos libros académicos que universitarios de diferentes especialidades —filosofía, comunicación, letras— han estudiado en clase. Teorías textuales, el semema, pragmática del texto, el papel del lector, hipótesis interpretativa, códigos y subcódigos, hipercodificación, isotopías, relaciones de accesibilidad; todos estos conceptos aparecen en Lector in fabula. La cooperación interpretativa en el texto narrativo, ejemplo de la faceta académica de Eco. La lectura de este tipo de escritos puede complicarse, tanto para los iniciados como para los legos.
Sin embargo, no es imposible de comprender: Eco es amable y muy ordenado, y estructura sus libros en forma clara.
En la introducción de esta obra, publicada en 1979, Eco recuerda que desde 1962 —en Obra abierta—, se planteó el problema de cómo una obra de arte podría ser interpretada libremente por quien la recibe y al mismo tiempo tener una estructura que estimule y regule las interpretaciones que se pueden hacer de ella. A esto le llama “la actividad cooperativa”: el lector extrae del texto lo que el propio texto no dice, llena espacios vacíos, conecta lo que aparece en las páginas con un tejido de intertextualidad. Y estos “movimientos cooperativos” pueden producir un gran goce: el goce de la lectura.
Umberto Eco también se ha interesado por la cultura popular. Se considera a sí mismo como un “bondólogo”, un experto en James Bond, el agente 007. En 1966 editó El caso Bond, en el que incluyó un ensayo sobre la estructura narrativa en Fleming. En su afamado Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas abordó el kitsch, las historietas, el mito de Superman, la canción de consumo, la televisión y otros aspectos de la cultura de masas. En este texto distinguió entre “apocalípticos” —pesimistas ante esta cultura— e “integrados” —los optimistas.
También ha estado interesado en la actualidad de Italia y del mundo. Prueba de ello es A paso de cangrejo. Artículos, reflexiones y decepciones, 2000-2006, uno de sus libros más recientes. En él se recogen los textos con los que fue tomando el pulso del acontecer italiano e internacional a lo largo del periodo “fatídico” que comprende el 11 de septiembre de 2001, las guerras en Afganistán e Iraq y el ascenso al poder de Silvio Berlusconi en Italia.
El tono del libro es bastante pesimista, pero Eco nunca pierde el humor. Aunque en este caso se pinte de negro: “Comienzo a sospechar que la tristeza que me embarga cuando pienso que, cuando muera, perderé todo mi tesoro de experiencia, es parecida a la que siento al pensar que, si sobreviviera, empezaría a aburrirme de esta experiencia opresiva, fanée [marchita] y tal vez anticuada. Tal vez es mejor que, durante los años que todavía me sean concedidos, siga dejando mensajes en una botella para los que vengan después, y espere a la que San Francisco llamaba Hermana Muerte”. m.
¿Qué aspecto tiene un sabio?
Cuando los libros llegaban por barco, era probable que el retrato de un autor muy reconocido fuera un grabado impreciso. Hoy la cara del autor casi nunca falta en la solapa, y si es extremadamente afamado, como es el caso de Umberto Eco, podemos encontrar cientos de imágenes en diarios, revistas e internet. A Eco lo conocemos de cuerpo entero, es una figura habitual desde hace muchos años. Ahora lo reconocemos aunque la barba ya no sea completamente oscura como cuando apareció El nombre de la rosa, época en la que más circuló su imagen.
Desde joven ha usado lentes de armazón negra, y los ojos se han mimetizado de ese color, aunque originalmente fueran, más bien, café oscuro. Negros o cafés, los ojos lo miran todo con punzante ironía. A veces lleva sombrero, y el sombrero alas: da la impresión de ser un hombre ligero con el que se antoja platicar. Es gordito y alto, al menos parece alto, pero quizá sea una equivocación: se sabe que uno ve más alta a la gente que admira. Gordito sí es.
En el retrato caricaturesco que le hizo Tullio Pericoli en hábito de monje se ve aún más simpático. Algunos, por supuesto, dicen que no es nada simpático. Tampoco se puede afirmar que sea una diva, aunque se dejó ver en las páginas de una revista en la que lo han hecho muchísimas: Vanity Fair. Cuando respondió el cuestionario Proust para esa publicación, Eco dijo que nada le gustaba de su apariencia: “No me gusta mi imagen en el espejo. Sin embargo, eso no me perturba, porque varias veces he descubierto que mucha gente linda tenía una opinión diferente a la mía”.
En 2008, el Eco abuelo de barba blanca es uno de los más guapos galanes del mundo, si hablamos de las ideas, de la discusión intelectual y de la trama novelesca. ¿Hay alguien que le pudiera ganar en un concurso de pensamiento, agudeza y talento? La competencia es fuerte, pero no en exceso: Pierre Bourdieu ya se murió y nunca escribió novelas. Quedan, por lo menos, Noam Chomsky, pero él tiene los mismos problemas literarios que tuvo Bourdieu; Harold Bloom se pasa de madurez literaria; Fernando Savater sí alcanzaría a darle algún susto, ya que se dedica a filosofar y a tramar, y Tzvetan Todorov, quizá su más peligroso adversario, con toda la grandeza humanista que ha ganado con los años. Un sabio puede parecerse a Umberto Eco y pasar a tu lado sin que te des cuenta. m.
La novedad en México
En abril pasado apareció en México Decir casi lo mismo. Experiencias de traducción, un libro que, según explica Eco, “no pretende ser sino una amena conversación con el lector”, donde se delimiten algunas visiones en torno a la interpretación y la traducción desde una perspectiva semiótica.
¿Qué quiere decir traducir?, se pregunta en la introducción. La primera respuesta —“decir lo mismo en otra lengua”— sería buena si no fuera porque tenemos muchos problemas para establecer qué significa “decir lo mismo”. Tampoco sabríamos dar una respuesta satisfactoria para todas esas operaciones que llamamos paráfrasis, definición, explicación, reformulación, por no hablar de las pretendidas sustituciones sinonímicas. En segundo lugar, sería difícil responder porque ante un texto no sabemos lo que debemos traducir. Y, por último, porque en algunos casos abrigamos serias dudas sobre lo que quiere decir.
Eco ha escrito este libro con base en su experiencia como traductor de libros como los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau y Sylvie de Gérard de Nerval, y como resultado del contacto que ha tenido con los traductores a otras lenguas de sus propios libros. En la introducción confiesa que en este último caso ha vivido el “descubrimiento excitante de cómo, en el instante en que se decía en otra lengua, mi texto podía (es más, a veces debía) transformarse”.
El libro intenta entender cómo en el proceso de traducción, aun sabiendo que no se puede decir exactamente lo mismo, se puede decir casi lo mismo: “A estas alturas, lo que constituye el problema no es tanto la idea de lo mismo […] como la idea de ese casi. ¿Cuánta elasticidad debe tener ese casi?”. m.
En la imagén, una escena de la cinta de Jean-Jacques Annaud, estelarizada por Sean Connery en 1986, basada en El nombre de la rosa.
Algunos libros de Eco
Ensayos:
• Obra abierta.
• Diario mínimo.
• Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas.
• La estructura ausente.
• Tratado de semiótica general.
• Lector in fabula.
• Semiótica y filosofía del lenguaje.
• Los límites de la interpretación.
• Seis paseos por los bosques narrativos.
• La búsqueda de la lengua perfecta.
• Kant y el ornitorrinco.
• Historia de la belleza.
• Historia de la fealdad.
Novelas:
• El nombre de la rosa.
• El péndulo de Foucault.
• La isla del día de antes.
• Baudolino.
• La misteriosa llama de la reina
Loana.