Trovadores del nuevo siglo
Enrique Blanc – Edición 398
En su gran mayoría, los trovadores que se enlistan a continuación son las voces del presente y el futuro, los llamados singer-songwriters (cantantes-compositores), que reclaman con audacia y oficio, un lugar en el horizonte del rock contemporáneo.
Su personalidad se nutre de distintas influencias. Algunos de ellos evocan a Woody Guthrie, el trovador folk por excelencia, sustentado en la austeridad: voz, guitarra y un punto de vista. Otros le deben más a Bob Dylan, a su rigor literario y esa querencia lo mismo por los sonidos acústicos que por los eléctricos. Beck es otro referente de esta nueva generación de trovadores que persiguen una voz propia y se definen en gran medida por la búsqueda de autosuficiencia; Beck: el cantautor que ha asumido todos los perfiles posibles, consiguiendo una personalidad musical que trasciende géneros y estéticas sin remordimientos.
Uno de los más prolíficos, inspirados e insatisfechos escritores de canciones de su generación. En 2005 lanzó al mercado tres discos: el doble Cold Roses; el de bucólico aliento, Jacksonville City Lights, ambos grabados con el grupo The Cardinals; y el mucho más personal, 29, un disco de baladas con intenso carácter narrativo. Abandonó Whiskeytown en 2000. Su primer disco solista, Heartbraker, evocaba en algunos temas al Dylan de mitad de los sesenta. Ha sido DJ, así como productor, trabajando con el veterano Willie Nelson y el novel Jesse Malin.
Uno de los representantes del renacimiento del folk, territorio en el que también sobresalen Vashti Bunyan, Cocorosie y el grupo Espers, entre otros. El hecho de que fue criado en Venezuela (nació en Texas), lo acercó a la música de los tropicalistas brasileños, en particular a Caetano Veloso, quien es una influencia más en su trabajo. Su trayectoria está ligada a sellos independientes como XL Recordings y Young God Records. Entre sus obras destacan Rejoicing The Hands, de 2004 y Cripple Crow, de un año más tarde.
Novelista frustrado, Stevens es ya uno de los protagonistas ineludibles de la nueva canción estadunidense. Mucho de ello obedece al éxito de Illinois (2005), un álbum colmado de relatos, musicalmente complejo, marcado por canciones de aliento campirano y otras construidas mediante sofisticados arreglos orquestales. Arquetipo de un género en boga que se ha dado en llamar “pop barroco”, su rango de sonoridades incorpora, no obstante, instrumentaciones más arraigadas en el folk, tal como acontece en Seven Swans de 2004, disco cuyo hilo conductor en lo musical es el banjo.
Su carrera musical surgió con la venia de Jason Lytle (Grandaddy) y Howe Gelb (Giant Sand), ambos músicos de culto del rock subterráneo estadunidense. Matt Ward ha venido cosechando prestigio como compositor, a partir sobre todo de Transfiguration of Vincent de 2003. En 2006 publicó Post-War, disco concebido conforme la premisa de haber sido hecho en el supuesto escenario de una Norteamérica utópica y ya distante de su conflicto en Medio Oriente. Ese mismo año, Ward coprodujo Rabbit Fur Coat, junto a Jenny Lewis, la revelación femenina del alternativo.