Tras la máscara de Fleabag: la risa de Phoebe Waller-Bridge
Iván González Vega – Edición 478
En pocos años y antes de cumplir los 35, esta actriz y escritora británica se convirtió en reina de la cultura popular gracias, sobre todo, al éxito de su serie Fleabag, pese a —o quizá a causa de— su provocadora, lamentable y nada ejemplar protagonista
Una mujer joven, guapa, inteligente y sin prejuicios se abre paso en un mundo de parientes neuróticos, amigos egoístas y desconocidos incapaces de construir relaciones sinceras. Esta idea, ¿da para construir una ficción interesante, capaz de retratar al siglo XXI, con la suficiente elegancia para denunciar la crueldad, la simpleza y la hipocresía de la vida moderna? Sí, obviamente: las series de televisión contemporáneas están pobladas de héroes que esgrimen la ironía y la honestidad contra la vulgaridad del mundo. La actriz y escritora británica Phoebe Waller-Bridge, sin embargo, no se convirtió en una estrella mundial del streaming gracias al conocido recurso de dar vida a una campeona de Jane Austen, una mujer brillante y correcta que inspire a la libertad y la virtud, respetable incluso en el fracaso o la humillación. No. Nada de eso.
Nacida en la misma Londres en 1985, Phoebe Waller-Bridge es una de las más recientes estrellas de la televisión, el teatro y el cine en inglés contemporáneos. Por todos los rincones de internet es posible encontrar artículos que reseñan que hace diez años no hallaba trabajo y ahora colabora con los guiones de las películas de James Bond. Desde su conquista de la cima, no hemos dejado de oír su nombre: la ganadora de los Globos de Oro 2019, de los Emmy 2019, de los premios SAG 2019, de una larga fila de premios.
La pieza clave de su encumbramiento es Fleabag, la serie de televisión que escribió y protagonizó para BBC Three, el servicio de streaming de la BBC del Reino Unido, y que actualmente está disponible, con sus dos breves temporadas, en el servicio de Amazon Prime. Sus 12 capítulos, de 23 minutos cada uno, son ideales para un fin de semana de bingewatch. Se presentan desde el principio como comedia ácida y directa y dan la bienvenida con el duro sarcasmo de un personaje que todo el tiempo voltea a mirar al espectador: ajá, la ruptura-de-la-cuarta-pared que hace tan simpático al Deadpool de los cómics en el cine de superhéroes.
Pero el humor de Fleabag está allí por otras razones. Y, rápidamente, el espectador se da cuenta de que está enredado en la poco ejemplar vida de una mujer sencilla que atiende un café, que añora a la amiga del alma con la que abrió el negocio, que gestiona con cáustico cinismo todas las relaciones de su vida y que va a hacerte reír con su descaro hasta el momento en que, digámoslo ya de una vez, descubras qué hay detrás de su potente risa.
Del Fringe hasta Amazon
Fleabag, literalmente “saco de pulgas”, es el adjetivo que merece uno de esos hoteles con las camas llenas de bichos. El perro flaco que inspira pena antes que piedad: eso es un fleabag. Si empujas el término coloquial, es un feo insulto. El personaje de Fleabag no tiene nombre y nadie necesita uno para llamarlo. Al cabo de un rato la llamas así y ella no parece quejarse.
Fleabag no se quiere, pero su punto de vista te invita primero a disfrutar con ella la comedia que es su vida. Waller-Bridge escribió la serie a partir de un monólogo de teatro que presentó en 2013 para el Fringe Festival de Edimburgo, en Escocia, un espacio muy conocido como plataforma para artes escénicas experimentales (en edfringe.com se pueden ver algunos clips).
El origen de Fleabag ya dice bastante sobre sus apuestas alternativas en torno a la comedia. En épocas de stand up solemos pensar en esta forma de comedia a partir de las referencias que nos brindan los inteligentes shows de Netflix, tan llenos de buenos chistes como armados sobre narrativas originales; sin embargo, dado el éxito del formato en los últimos años, también son imán para una forma de humor que recuerda al mexicano Polo Polo de los años ochenta.
En el centro de ese espectro, el formato favorece en realidad una amplia gama creativa. Waller-Bridge ha explicado que originalmente algunas amigas le propusieron crear un sketch. Por esa época estaba escribiendo casi por necesidad: aunque había egresado de la exclusiva Real Academia de Arte Dramático (“llegué pensando que era buena actriz y salí segura de que era espantosa”, ha dicho de la experiencia), en sus veintes le costaba obtener algo más que pequeños papeles después de muchas audiciones.
Haber pasado por la Royal Academy no es poca cosa. Waller-Bridge es hija de un empresario y una empleada, y ambos padres tienen cierta ascendencia de linaje distinguido. Y aunque en el principio de su carrera no lo tuvo tan fácil, lo cierto es que su historia profesional ha sido explosiva. Es sabido que arruinó su audición para la flemática Downtown Abbey: trató de ofrecer un trabajo serio, pero al parecer le ganó la personalidad, con un levantón de energía y cinismo que hizo morir de risa a los encargados del casting; sonrientes y todo, sin embargo, le dijeron que era “demasiado divertida”, le dieron las gracias y la dejaron ir.
El caso es que su mundo fueron la televisión y el cine desde temprano en su vida, y aquellos primeros años alimentaron un respetable currículum: sus apariciones (en La Dama de Hierro fue la secretaria de Meryl Streep, por ejemplo) complementaban un imparable trabajo en el teatro, que le dio visibilidad pública desde su debut en 2009, al lado de una aliada clave, la directora Vicky Jones. En una de sus obras, Hay Fever, de 2012, no sólo se mereció que los críticos coincidieran en llamarla “estrella en ascenso”, sino que además compartió escenario con una muy conocida comediante: la futura ganadora del Óscar, Olivia Colman, quien actúa con ella en Fleabag y no se roba el show por pura cortesía. “Cuando escribas algo, me invitas; me encantaría actuar”, le había pedido la famosa señora.
Waller-Bridge se abrió paso, pues, picando piedra en todos esos frentes: el teatro —cuya adictiva exigencia actoral es su favorita, según ha dicho—, la televisión y el cine, paso por paso y, de forma destacada, la escritura de guiones: su talento para el sarcasmo que tanto luce en sus entrevistas no esconde lo comprometida que parece estar con la labor de escritora, en la que parece primar una sensibilidad diferente: “Pienso todo el tiempo, me pongo a escribir sobre mis peores miedos”, dijo alguna vez, y otra: “Escribo desde el punto de vista de lo que me gustaría mirar. Siempre estoy tratando de satisfacer mi propio apetito. Supongo que eso significa mujeres transgresoras, amistades, dolor. Amo el dolor”.
Ríe y el mundo reirá contigo…
El monólogo del Fleabag original le permitió exhibir su particular estilo como actriz, que se luce plano por plano en el show de streaming: es encantadora, y la ternura de su personaje consigue que simpatices fácilmente con ella, pero también es una eficiente máquina de calcular el ritmo: su voz y sus gestos faciales hacen contrapunto a la historia hasta convertirte en cómplice. El recurso de hablarle directamente al espectador parece tan sólo apoyar esta estrategia, aunque, en realidad, te lleva a otra parte.
Tal don es esencial para la mordacidad del personaje. Fleabag pasa por una mala racha financiera y una persistente depresión tras la muerte de su mejor amiga. Está obsesionada con el sexo, ahuyenta a sus seres queridos y se ha convertido en una bomba de arruinar reuniones sociales. Su mayor talento es sacar de quicio a todo el mundo, aunque la gente a su alrededor sea una galería de defectos: su amargada hermana Claire combina el éxito profesional con un matrimonio patético; su cuñado Martin es un alcohólico agresivo, pero la familia lo prefiere; su padre no sabe cómo estar en el mismo cuarto con ella; y la impositiva madrastra, interpretada por Olivia Colman, es experta en humillarla.
¿Qué tiene de interesante, entonces, este miserable personaje? La clave podría estar en la sinceridad con que Fleabag permite que el público comparta su vida: ella misma se burla de su incontrolable conducta, pero ni se juzga ni pide condescendencia. Intenta no lastimar a las personas que ama, pero no sabe resistirse a la tentación de su franqueza. Ya no tiene paciencia para la simulación. Un episodio a la vez, los flashbacks que acompañan su día a día van desenredando el nudo que explica su risa implacable.
La teoría dramática propone que la comedia se inspira en la exhibición de los defectos y los vicios humanos. Nos reímos de aquello que nos desnuda; a gusto, porque otros personajes nos lo representan. Donde la tragedia se conduele de nuestro destino, la comedia nos recuerda que además adornamos nuestras vidas hasta el ridículo. El burgués gentilhombre de Molière encuera nuestra fatuidad; El gran dictador de Chaplin nos recuerda que los poderosos son todos fanfarrones; Lisístrata de Aristófanes planteó hace 2 mil 400 años que el deseo sexual puede más que cualquier guerra.
No hay que poner a Fleabag en el mismo nivel que al viejo Aristófanes para entenderla como comedia: esta inteligente y talentosa mujer, que no necesita ayuda de nadie, que no teme a reclamar su lugar en el mundo, está decidida a poner su miseria en tribuna pública, es cómplice nuestra en la risa porque tiene algo más que contarnos. Y es que su risa, por supuesto, es una máscara, enorme aliada dramática: lo sabremos cuando, en los posteriores capítulos, nos muestre su verdadero rostro (o cierto personaje de la segunda temporada la desenmascare).
La gente suele decirle al amigo que sufre depresión que no se preocupe, que ya pasará, que siga adelante; Fleabag nos cuenta, en cambio, que las verdaderas catástrofes se quedan con una para toda la vida y que, perdone si lo ofendemos, no todos sabemos superarlas. Es fácil recordar aquellas líneas de la poeta y periodista estadounidense Ella Wheeler Wilcox: “Ríe y el mundo reirá contigo; llora y llorarás solo”. Para cuando entendemos qué le pasa a esta cínica sonriente, ya nos hemos involucrado demasiado en su vida.
Sexo
Sexo es una palabra difícil de pronunciar, de escribir y de imprimir. Fleabag, sin embargo, está llena de palabras como ésa. Buena parte de la serie sorprende al espectador porque no tarda en darse cuenta de la facilidad con que la heroína presenta a una mujer poderosa y valiente en un mundo que la descalificaría, de entrada, tan sólo por su naturalidad ante el sexo.
Fleabag, el personaje, es, sin embargo, mucho más que sus vicios: es independiente y dueña de sus decisiones, y en lo último que uno piensa es en que además sea “femenina”. Ni su ternura y su solidaridad ni la complicada veneración que tiene por su hermana o su padre ni su pacto de respeto con los amantes eventuales, están allí para reconciliarnos con alguna convención de género. Sus defectos son lamentables en cualquiera, ni peores ni más tolerables por tratarse de una mujer. Sus cualidades no son ningún desafío a la ética: ¿simpatizaríamos con un varón si, tras sus abusos contra los demás, no dejara de hacerse responsable y pedir perdón?
Porque, ciertamente, la sexualidad del personaje es una de sus herramientas para protegerse de la gente alrededor, pero también una de las facetas más complejas de su conducta. En rasgos como ése se nota el cuidado que Waller-Bridge puso en la creación del personaje: Fleabag no es una mujer convencional, porque la mayoría de las mujeres, si contaran sus historias con la misma franqueza, se revelarían del todo anticonvencionales.
Y luego está el humor: el de la serie, filmada con un ritmo veloz pero repleta de contenido en cada escena, y el de la propia Waller-Bridge, con el rostro alegre, los ojos bien abiertos y la socarronería a flor de piel, preparada para convertir en burla y trampa cualquier gesto ajeno. En videos y fotografías es posible apreciar que Waller-Bridge tiene una sonrisa permanente. La actriz y el personaje se están riendo aun cuando parece que van a explotar de coraje.
Obviamente, Waller-Bridge se parece a Fleabag, máscara y rostro del personaje. El humor es el suyo. En una entrevista con Vogue cuenta que, en uno de sus primeros momentos en el teatro, hizo reír tanto a una espectadora, que se le salió un pecho de la blusa; ni el entrevistador puede titubear ante la exagerada historia, pero la honrada sonrisa de la actriz nos obliga a creerle. Allí mismo describe la pregunta que más detesta que le hagan: cualquier variación de “¿Qué se siente ser una mujer en este campo profesional?”.
Sería sensacional que la grabaran en close up durante una pregunta de ésas. Después de ver Fleabag, ya no puedes darle play a una entrevista con Waller-Bridge sin esperar a que voltee a mirarte a través de la pantalla. Probablemente es que ésa sea su personalidad, sin fingimientos ni dobleces. Probablemente es que no le cuesta trabajo estar contenta: conquistó internet, es un ídolo de la cultura popular y tiene derecho de reírse de todo. Y tú quieres que se ría, si además lo hace junto contigo. .