«Stephen Jay Gould», de David Huerta
Jorge Esquinca – Edición 453
Además de ser autor del poema más ambicioso de la literatura nacional, David Huerta es un entusiasta animador de talleres literarios y un incansable divulgador de la poesía. Su obra ha recibido importantes reconocimientos, como el Premio de Poesía Carlos Pellicer y el Xavier Villaurrutia de escritores para escritores
Stephen Jay Gould
En este caracol marino hay una historia gigantesca,
una serie de anécdotas
y enteras Bibliotecas de Alejandría; hay batallas,
momentos de idilio y fantasía, caprichos, álgebras,
intactas delicadezas, operaciones de alquimia
y de cosmología, arquitecturas micrométricas
—y poemas enteros, si uno sabe leerlos.
Yo no puedo leerlos. Pero el sabio
—que en su niñez se inclinaba
a recoger objetos intrigantes
en las calles de Brooklyn— sí puede leerlos.
Leo en sus libros
lo que él ha descubierto en las páginas
del inconcebible
objeto conjetural —como dice
Borges en “El Aleph”— que Galileo Galilei
se representaba como un libro
lleno de geometrías cristalinas: el universo.
En el relato titulado “El Aleph”, Jorge Luis Borges nos invita a creer en la existencia de un lugar, un punto donde se encuentra reunido —para los ojos de quien sepa verlo— el universo entero. En este poema, David Huerta (Ciudad de México, 1949) reúne, junto con el nombre del poeta argentino, otros dos no menos ilustres: el del autor de la famosa frase “Sin embargo se mueve” y el de uno de los más amables divulgadores de la ciencia contemporánea: Stephen Jay Gould. Observador minucioso y creador él mismo de universos verbales, David Huerta publicó en 1987 el que muy probablemente es el poema más ambicioso de nuestra literatura: Incurable. “El mundo es una mancha en el espejo”, dice Huerta, y a partir de esa primera línea despliega ante nuestros ojos, a lo largo de las casi 400 páginas de su poema, una personalísima indagación en las más profundas aguas de la conciencia humana. Un poema escrito como una suerte de rito de purificación, de oráculo, de transformación del mundo y del ser que lo escribe. “Un momento clave en la poesía de nuestra lengua”, apuntaron los editores de Huerta, con justa razón. Recientemente, el Fondo de Cultura Económica publicó, en dos gruesos volúmenes, su poesía reunida: La mancha en el espejo. Una obra pródiga, que depara al lector incontables momentos de emocionado asombro. David Huerta es también un entusiasta animador de talleres literarios y un incansable divulgador de la poesía. Su obra ha recibido importantes reconocimientos, entre otros, el Premio de Poesía Carlos Pellicer y el Xavier Villaurrutia de escritores para escritores. m.