Sobrevivir en la incertidumbre
Jesús Estrada Cortés – Edición 481
Aunque los datos económicos del primer trimestre de 2021 comienzan a reflejar una luz al final del túnel, seguimos en una crisis que no ha dejado de generar impactos sociales, como el alto desempleo y la desigualdad, mientras las pymes se reinventan para tratar de recuperarse
La crisis económica surgida con la pandemia por el Sars-Cov-2 genera una serie de impactos sociales que han traído los peores recuerdos de recesiones anteriores. Los aumentos en el desempleo, el cierre de miles de empresas y la caída en los ingresos de los trabajadores dispararon tempranamente alertas por la posibilidad de una nueva epidemia de deudores de créditos, como ocurrió después de la recesión de 2009. Los indicadores más recientes confirman un aumento en la morosidad bancaria, pero a un ritmo moderado, mientras se percibe el inicio de una recuperación económica. Pero aún hay preocupación por el alcance que puedan tener los efectos sociales de la nueva recesión, como el incremento en la pobreza y la desigualdad, y ése es el horizonte incierto que encaran algunos pequeños empresarios, que se están reinventando para tratar de inmunizar a sus negocios.
A más un año del inicio oficial de la pandemia (marzo de 2020), todavía persisten dudas respecto a la crisis económica que ésta generó y sus efectos. ¿Cuánto tiempo durarán? ¿Cuáles debemos esperar que sean los mayores problemas? ¿Qué tan profunda será la caída y cuán rápido se recuperará la economía? Aunque podamos encontrar claves en el pasado, las respuestas no son sencillas, en buena parte porque ahora la recuperación dependerá de un factor sanitario: el ritmo de vacunación contra la covid-19 y el control de la pandemia.
“Creo que todavía va a haber más y mejores oportunidades, porque no creo que hayan terminado, desgraciadamente, de quebrar muchos de los negocios. Siento que a todo esto todavía le faltan como ocho meses para llegar al piso”. Desde esa perspectiva encara el futuro Mane Castillo, emprendedor en uno de los sectores más afectados por la pandemia: los gimnasios. Pese al impacto sufrido, sostiene que “ahorita hay muchísimas oportunidades que no había antes sobre todo porque muchas industrias se van a empezar a reinventar. Nosotros como industria también nos estamos reinventando, integrando servicios específicos en línea para nuestros usuarios, para tener más usuarios”.
Juan Pablo Franco, socio de un pequeño negocio de catering para eventos que tuvo que transformarse en 2020 para ahora ofrecer alimentos a domicilio para oficinistas, coincide en que “la situación sigue estando complicada, no hay el flujo de dinero que se quisiera, pero lo importante es que sigue habiendo clientes. Jodido cuando ya no tienes ni clientes. Cuando estás quebrado, cuando en realidad estás en la lona, es cuando no tienes clientes ni nadie que te busque”. Eso ya lo vivió, durante la crisis de 2009, cuando tuvo que cerrar un restaurante. “Pero aquí, ahorita, aún tienes clientes. Es muy diferente una crisis de la otra”.
Los testimonios de Castillo, de Franco y de Mónica Patricia Fernández, propietaria de un pequeño centro pedagógico que también se redujo por la crisis, nos ofrecen claves para comprender la manera en la que micro y pequeñas empresas tratan de sobrevivir a la nueva recesión. Junto a ellos, académicos e investigadoras nos ofrecen pistas para tratar de precisar cuáles son los verdaderos impactos de la tormenta económica por la pandemia.
Después del enojo, analiza oportunidades
Mane Castillo, franquiciatario de gimnasios AnyTime Fitness
Tengo todavía la fortuna de tener un gimnasio. Sin embargo, mi negocio era más grande y ahora está reducido a la mitad. Antes de la pandemia tenía una sola sucursal, y tuve la oportunidad, durante la pandemia, de comprar otra; entonces, de agosto a septiembre del año pasado, tuve dos. Pero luego regresan los horarios reducidos, regresan los cierres, los dos o tres botones que tuvimos, y ahí fue donde tuve que tomar la decisión de cerrar uno de los dos puntos. Estaba en vías de construir otro nuevo, un tercero; sin embargo, por la disminución de usuarios, de ventas, de ingresos, en lugar de abrir un tercero decidí cerrar el segundo, para reubicarme en ese tercero que iba a abrir y abrir otra vez nuevamente el segundo.
Actualmente tengo una sucursal y la otra estoy por abrirla a finales de mayo. Para mí, en su momento, era la decisión más congruente: quitarme esa ambición de tener tres unidades, quedarme con dos, reagruparme, lamerme las heridas, para en 2021, quizá a finales, tener tres. Creo que pasé como por tres o cuatro etapas en esta montaña rusa de emociones en 2020: una, primero, fue el enojo; luego la aceptación y como de retrospección, cuando estás viendo qué vas a hacer, cómo lo vas a hacer, ya empiezas a tener ideas y empiezas a crear. Pero la más importante es —y todo el el mundo lo sabe— que cuando hay crisis hay oportunidades.
En lo personal me propuse tomar todas las oportunidades que me cayeran, y tan es así que me cayó la compra de un gimnasio y la tomé, no me arrepiento. Nosotros como industria también nos estamos reinventando, integrando servicios específicos en línea para nuestros usuarios, para tener más usuarios. Mi recomendación es que, una vez que pases por las dos etapas de frustración y enojo, vas a tener ideas; analiza las oportunidades que se puedan dar, y al final yo siempre pienso: para tomar una decisión, como buen mexicano, digo: “Chingue su madre, ahí vamos”.
El dilema de las deudas
Cuando propuse el presente reportaje a Magis, a mediados de 2020, se sentía con fuerza el efecto del cierre de la economía por la pandemia, tanto en los índices de desempleo (la tasa se disparó desde 2.9 por ciento de la población económicamente activa en marzo de 2020 a 5.1 por ciento en septiembre) como en la caída en los ingresos, ya que alrededor de cuatro de cada 10 mexicanos y mexicanas vieron caer al menos 10 por ciento el ingreso laboral de su hogar en apenas seis meses, mientras que la población de mayores ingresos experimentó una caída mucho menor en sus ingresos laborales (Nexos, 19 de noviembre de 2020).
Por esa combinación de alto desempleo, cierres de empresas (más de un millón de micronegocios cerraron en 2020, según el INEGI) y el limitado apoyo de la banca y el sistema financiero formal, que sólo ofreció a sus usuarios endeudados un diferimiento del pago de mensualidades de cuatro y hasta seis meses, algunos temíamos que se presentara una nueva crisis de morosidad en créditos, similar a la que afectó a miles de mexicanos en la gran recesión de 2009, cuando la economía mexicana también se vio afectada por la epidemia de influenza.
Pero la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) informó que, al cierre de febrero de 2021, el Índice de Morosidad de la cartera de créditos de la banca y el sector financiero formal se situó en 2.68 por ciento, lo que presenta 0.44 puntos porcentuales (PP) más que el nivel observado en febrero de 2020, pero también es inferior al 2.7 por ciento registrado en enero; mientras que el Índice de Morosidad Ajustado tuvo un crecimiento anual de 0.73 PP y se ubicó en 5.33 por ciento.
Los datos parecen ir en sintonía con algunos indicadores que señalan un posible inicio de la recuperación económica: por ejemplo, la tasa de desocupación bajó a 4.4 por ciento en marzo de 2021 y se han recuperado casi 10 de los 12 millones de empleos perdidos en 2020, según datos del INEGI, mientras que han mejorado las expectativas de crecimiento de la economía, pues la Secretaría de Hacienda ahora espera un crecimiento de 5.4 por ciento del producto interno bruto (PIB) después del derrumbe de 8.5 por ciento en 2020.
“La crisis de la covid no presenta una crisis de deuda de las familias ni cercanamente similar a la que se presentó en 2008-2009”, señala el doctor José de Jesús de la Cerda, director de la Escuela de Negocios del ITESO. “No veo la crisis tan profunda, no la veo ni en comparación cercana a lo que pasó en 2008-2009, que fue una crisis mundial que impactó severamente a México. Tampoco veo un endeudamiento loco, como la circunstancia que existía entonces, ni en Estados Unidos, ni en Canadá, ni en México. Pero sí veo que pueda haber una crisis de endeudamiento si la recuperación del ingreso y del empleo se tarda”.
De la Cerda explica que “todos los eventos catastróficos, pandémicos, desde el punto de vista social, sanitario, económico, etcétera, impactan de manera similar en cuanto a los grandes indicadores, por ejemplo en cuestiones de empleo, de desaparición de empresas; pero cada uno, por tener causas distintas, impacta en variables que también son diferentes. Por ejemplo, yo no vería justo comparar el efecto económico de la covid-19 con el efecto económico de la crisis de la deuda en Estados Unidos en 2008, con los derivados y la deuda financiera que existía en el sector de bienes raíces. Yo te diría que no es, ni por mucho, más grave en términos económicos; en términos sociales, ni hablar: en términos de pérdidas de vidas humanas es una tragedia total. Pero en términos económicos, la capacidad de respuesta de las economías en general —y estoy hablando no sólo de Mexico, sino en general del área del T-MEC, las respuestas son muy diferentes a lo que pasó en 2008 y 2009”.
El especialista detalla que “la crisis de 2008-09 es una crisis de endeudamiento por agarrar créditos sin tener capacidad de crédito; básicamente fue eso, un montón de gente que agarra dinero barato, se lo ofrecen fácil, nomás le piden su credencial de elector o su identificación y le prestan dinero. Eso puede suceder aquí, pero yo vería una gran diferencia: los bancos se han hecho mucho más precavidos, la verdad es que prestan nada más a los solventes, la banca no arriesga mucho, así que es muy difícil que se venga una crisis estructural, a menos que esto se alargue de tal manera que la afectación a la economía sea también profunda”. Sin embargo, añade, “yo no lo veo, porque se pierden equis número de empleos —unos dicen que se perdieron 2 millones, 2.5 millones, hay distintas cifras—, pero pocos meses después ya se recuperó un millón de plazas. Eso quiere decir que la actividad económica renació rápidamente; lo mismo las cifras que hay de creación de nuevas empresas: casi 600 mil en el último trimestre. Ello refleja que la reacción empresarial no le tiene miedo a las condiciones económicas, sino a las condiciones sanitarias, y parece que tiene ahí la esperanza de que se controle vía vacunas. Ésa es mi impresión acerca de la diferencia entre las dos crisis: a mí me parece que no se va alargar la parte económica lo suficiente como para una caída profunda”.
El doctor Ignacio Román, investigador del Departamento de Economía, Administración y Mercadología del ITESO (DEAM), advierte que, además de la morosidad, debemos estar atentos a la caída de los ingresos: “Por un lado, tenemos elementos para pensar que no hay un truene inminente, una bronca que colapse la situación de deuda, básicamente porque se está tendiendo a la baja en las tasas de interés. En otras palabras, lo que ocurrió en los años 90, cuando la crisis del Fobaproa, o en 2008, durante la crisis global con lo de Lehman Brothers, fue que hubo incrementos en las tasas de interés que hacían impagable la deuda. Ahorita estamos teniendo una situación prácticamente inversa: en términos generales, una tendencia a la reducción de las tasas de interés, fundamentalmente porque no hay demanda de créditos, y también en una lógica de paliativo contra la inflación. Sin embargo, también hay razones para pensar que la bronca sí se puede hacer más grave, y esto está determinado esencialmente por la caída de los ingresos de los hogares y de las empresas”.
Román advierte que los programas de diferimiento de pagos que ofreció la banca a sus clientes “no significan que la deuda se anule; el gran problema es que esto [la crisis] sigue en el mediano plazo, es decir, no se ve en el corto plazo una mejora en los ingresos de la población; de hecho, cada vez es mayor la proporción de la gente que está ganando menos, o hasta dos salarios mínimos. Eso complica mucho las cosas”.
Si bien ahora “tenemos una situación mejor que en crisis anteriores en materia de tasas de interés”, también hay un riesgo sobre los deudores, debido a la reforma financiera aprobada en 2014 durante el gobierno de Enrique Peña Nieto: “Consistió en que los bancos ofrecieran menores tasas de interés y mayores periodos de pago a cambio de facilitarles el cobro de garantías; en otras palabras, a cambio de facilitarle al sistema financiero que se vaya tu patrimonio cuando tú no puedas pagar. Eso es delicadísimo, porque entonces justamente la gente a la que más le ha pegado la crisis dentro del sector formal, los asalariados que pueden disponer de tarjeta de crédito y que la utilizaron para salir al paso de la bronca, se encuentran con que está en juego su patrimonio”.
¡Vamos a inventar algo nuevo!
Mónica Patricia Fernández, directora del Centro Pedagógico Colibrí
Colibrí es un kínder que ha funcionado desde 1989, yo lo dirijo desde hace 15 años. Siempre ha funcionado como preescolar y con extension a guardería y estancia. En los últimos años creció y abrimos otro local. Hasta que llegó el señor covid-19.
En marzo de 2020 cerramos y nos fuimos a casa confiando en que iba a ser algo de 15 días, máximo un mes. Conforme se fue prolongando, ya los papás nos empezaron a decir que había desempleo, y empezaron a dar de baja a sus niños hasta que hubiera oportunidad de regresar. Empezaron a darse de baja como fichas de dominó. Yo tenía 107 alumnos el 13 de marzo de 2020. Para agosto, cuando empezó otra vez el ciclo escolar, tenía 47.
Todas las maestras nos hicimos una reducción en el sueldo de 20 por ciento cuando esto siguió, y cuando se dieron de baja más niños nos tuvimos que ir a 40 por ciento. Recibí el apoyo federal de 25 mil pesos para pagos del IMSS, y después un apoyo estatal de 10 mil pesos por empleado dado de alta en el IMSS. Me dio aire, pero fue para un mes.
¿Qué tengo yo a favor, a diferencia de varias colegas que también tienen solamente preescolar? Que yo tengo licencia de guardería, y las guarderías estábamos autorizadas para operar. Ante la posibilidad de abrir, ¿qué teníamos que hacer? Pues investigar los mejores protocolos, y hablamos con los papás que dijeron “Nos damos de baja”, les mandamos el protocolo y estuvieron de acuerdo. Lo que sí tuve que decidir en este lapso fue cerrar uno de los planteles y retomar solamente con uno. Hay papás que debieron cerrar sus negocios y otros tuvieron que reinventarse: lo que hemos tratado de hacer todos, cambiar la oferta. Es un común denominador en los maestros —porque lo he visto en la mayoría de mis colegas— esta disposición a adaptarse, porque así son los maestros: crean, reinventan, y eso es lo que estoy viendo ahorita en mis maestras, que están haciendo cosas padrísimas en línea. Como que ya dimos el cambio de mentalidad, de decir “Bueno, ya estuvo de quejarnos, esto ya no va a volver a ser igual”, y ahora ya hay un cambio de chip, el entusiasmo de decir: “¡Vamos a inventar algo nuevo!”.
Más pobreza y desigualdad
La canasta básica de 121 artículos es el objeto de estudio del doctor Héctor Iván del Toro Chávez en el Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas de la Universidad de Guadalajara. En abril de 2021, esa canasta costaba 6 mil 441 pesos al mes, para alimentar una familia promedio de cuatro integrantes. Pero esa familia requiere otros 11 mil 791 pesos, en promedio, para pagar otros servicios esenciales; en total, requiere casi 4.28 salarios mínimos. En 2019, 28.5 por ciento de la población trabajadora en Jalisco ganaba en promedio entre uno y dos salarios, pero ahora se trata de 38.3 por ciento de los jaliscienses. “Vemos a un mayor grupo de la población en situación de vulnerabilidad porque vive con menos de 8 mil pesos mensuales”.
Del Toro opina que “el consumo privado que tienen las familias prácticamente está asociado al hecho de que estamos viendo, a partir de 2020, un incremento potencial en la situación de pobreza de nuestro país, una disminución del poder adquisitivo de las personas”. Agrega que el impacto por la pobreza y las deudas a escala de economía familiar podría empezar a sentirse en abril de este año.
Christian Domínguez, investigador docente en el DEAM del ITESO, considera que debemos estar atentos al aumento de la desigualdad económica, que será “el efecto más importante en esta crisis”, y que se observa en los mismos datos de la CNBV, “de febrero de 2020 contra febrero de 2021, la misma comisión nos dice que la caída de la cartera de crédito vigente es de 1.98 por ciento anual: es realmente baja la caída. Digamos que, entre los rubros que más caen, está la cartera de crédito empresarial, alrededor de 4 por ciento, una caída en la cartera de crédito vigente a la actividad empresarial o comercial, y en el consumo es de casi el doble, de 8 por ciento”.
“Partimos de que hay una caída, tanto del crédito a empresas como del crédito al consumo —que incluye créditos personales, nómina, automotriz—. Sin embargo, si uno observa el crédito a la vivienda, se sorprende porque resulta que creció 16.6 por ciento anual, de febrero de 2020 a febrero de 2021. Entonces uno dice: ‘¿Qué está sucediendo, si estamos en medio de una crisis sanitaria que se ha traducido en una crisis económica con pérdida de empleo? ¿Cómo es posible que esté creciendo la cartera de crédito a la vivienda?’. Pues resulta que lo que crece es el crédito a la vivienda media y residencial, es decir, vivienda que tiene un precio superior a los 400 mil pesos; ese tipo de crédito creció alrededor de 19 por ciento, y lo que cayó es el crédito a la vivienda de interés social: cayó 10 por ciento. Esto significa que aquellas personas que trabajan a lo mejor en gobierno o en empresas, y que tuvieron la facilidad de mantener su empleo han podido incrementar sus ahorros y además, al mantener su empleo, tienen la posibilidad de acceder a este tipo de créditos”.
El especialista subraya la gravedad de que al menos 647 mil empleos perdidos en 2020 no se hayan recuperado. “Son personas que principalmente trabajan en el sector servicios, como restaurantes, hoteles, cines. Son personas con un salario que no es muy alto, y en ese sentido, se afecta más a los estratos de ingresos más bajos, que pierden el empleo y además, como están en una situación más vulnerable, también se ocupan en actividades informales, de manera que van perdiendo derechos en el transcurso de la crisis”, lo cual les afectará a largo plazo.
Domínguez pide considerar también a las “personas que desgraciadamente enfermaron [de
covid-19], tuvieron que recurrir a préstamos y han tenido que vender sus casas, su auto, es decir, la crisis les ha pegado directamente en el patrimonio. Además, algo que no podemos apreciar en estas cifras de la CNBV es que muchas de esas personas que perdieron su empleo o están en el sector informal y se vieron afectadas por esta enfermedad tuvieron que recurrir seguramente a fuentes informales de financiamiento, y eso no lo vamos a ver. Esas fuentes informales de financiamiento tienen tasas de interés probablemente del doble de las tasas de interés que se tienen en el sector financiero formal. Ahí tenemos otro problema”.
Lo importante es que sigue habiendo clientes
Juan Pablo Franco, socio de un negocio de alimentos y agente de seguros
Yo era parte de una empresa de catering que fundé. Una persona que era parte del equipo la estaba manejando, y yo empecé a generar otra actividad en un ramo totalmente distinto, como agente de seguros de línea personal de gastos médicos y seguros de vida.
Durante muchos años tuvimos contratos con empresas para llevarles su servicio de catering y servicio de comedor, y empieza la pandemia y las oficinas cancelaron toda su actividad con sus empleados y con las personas que rentaban oficinas. Entonces, a principios de marzo, pasaste a tener cero pesos de ingresos. Lo primero fue tomarlo con calma y ver en realidad en dónde estábamos parados.
Obviamente, los gastos seguían. A principios de abril se decidió emprender con venta de comida exclusivamente para llevar, con todos los clientes que ya teníamos; aparte empezamos a dar servicios a clientes para surtir despensas, comidas por semana, ese tipo de servicios. Quizá no era tanto para sobrevivir, sino para que la gente viera que seguíamos activos, que seguíamos ahí. También empezamos a hacer paquetes de comida como para diez personas que incluían bebida, comida y hasta el pastel, y todo directo a su casa.
En mayo se tuvo que pedir un préstamo bancario para poder seguir donde estábamos, porque, si no, era tener que cerrar ahí e irnos a cocinar a nuestras casas. Pero tenemos una cocina semiindustrial equipada y todo, y no era tan fácil. En agosto ya empezó a haber movimiento, y de esos ingresos pues ya no nos tocaba nada, ya no quedaba para repartir entre el que administraba y yo una ganancia, sino que eran para pagar el crédito, además de renta y sueldos de los cinco empleados.
Lo que en realidad nos afectó más fue este último botonazo, cuando empezó el año, porque ahí sí algunas empresas ya no pudieron continuar solicitando nuestros servicios y se perdieron algunos ingresos. Ahorita ya se quitó la cocina que estaba en Santa Tere, se instaló en un lugar provisional por el auditorio Benito Juárez, y se sigue trabajando. Algunas de las empresas que tenían su servicio de comedor con nosotros ya no se lo otorgan a sus empleados, pero los empleados siguen solicitando su comida por su parte. Sigue siendo una situación complicada, no hay el flujo de dinero que se quisiera, pero lo importante es que sigue habiendo clientes. Por otro lado, 2020 fue buen año para los seguros.
Pymes sobrevivientes
En este escenario de incertidumbre, miles de micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) tratan de sobrevivir. Algunos de estos emprendedores tienen experiencia en crisis anteriores, lo que les brinda elementos para analizar la situación actual. Uno de ellos es Juan Pablo Franco, quien sufrió el impacto de la pandemia porque su negocio, un servicio de catering para eventos, está en uno de los sectores más afectados por los cierres. Su empresa surgió al calor de la recesión de 2009, cuando acababa de abrir un restaurante, y “llega la influenza y pues me tumba todo”, recuerda. “Pero fue muy distinto, nada a estos grados con la crisis actual: aquello fueron una o dos semanas complicadas. Con ese restaurante no tuve éxito y lo cerré después de un año, pero tenía eventos contratados con gente que iba a comer, y les dije: ‘Mire, mi compromiso es con usted, usted sólo póngame un lugar donde sea, hasta en la cochera de su casa, si quiere, y yo le llevo comida, sillas, mesas, meseros: haga de cuenta que le monto el restaurante ahí’. Y así fue como empecé con el catering”.
Ese negocio siguió en operación y prosperó al punto en que ya tenía un local en la colonia Santa Tere, de Guadalajara, para atender a un buen número de planners u organizadores de eventos. Pero los cierres por la pandemia lo obligaron a transformar su actividad, y ahora se mudó a una pequeña cocina cerca del auditorio Benito Juárez, desde donde ofrece servicio de alimentos diarios para oficinistas y empresas.
“En lugar de endeudarnos, preferí mutar el negocio”, dice Franco, quien con su experiencia afirma que “cuando estás quebrado, cuando en realidad estás en la lona, es cuando no tienes clientes ni nadie que te busque, y eso lo viví en las últimas semanas en el restaurante, ahí no había nada que hacer”.
Otro sector afectado por los cierres de actividades en la pandemia son las escuelas particulares. Mónica Patricia Fernández dirige desde hace 15 años el Centro Pedagógico Colibrí, que ofrece servicio de guardería y kínder. Para mantenerse a flote y seguir atendiendo a sus 50 niños (en marzo de 2020 atendía a 107 infantes), este año la escuela cerrará uno de sus dos locales. “La crisis de 2009 sí fue más impactante en números, pero yo estaba mejor parada en esta crisis que en la anterior. Pasé muchos años para poder levantar Colibrí, siempre batallando con poquitos niños; cuando vino la crisis aquella, tenía 14 niños, pero poco personal; en esta ocasión estaba más grande, mejor organizada, con mejor equipo de trabajo, entonces me agarró menos mal parada esta crisis, aunque fue más fuerte”.
Pese a que el Centro Pedagógico Colibrí se hizo “más chiquito” con el cierre de uno de sus locales, ahora afronta el incierto panorama “sin deudas. No consideré solicitar un préstamo porque, ante el panorama tan incierto, yo no me podía comprometer a pagar algo sin tener certeza. En lo personal sí he usado la tarjeta de crédito para la colegiatura de mi hija y demás gastos familiares, pues mi sueldo sí sigue recortado porque les di prioridad a mis maestras”.
Mónica Patricia Fernández reconoce que “otro problema es la cartera vencida con la que nos quedamos las escuelas; ésa sí fue una bronca, porque normalmente uno cobra julio y pues hubo papás que aprovecharon perfecto la pandemia: ya me debían cuatro o cinco meses de inscripciones, porque yo les daba financiamiento, y aprovecharon la confusión y desaparecieron”.
Junto con la cancelación de eventos sociales y de clases presenciales, otra actividad económica afectada por la pandemia fue la operación de gimnasios. Mane Castillo es propietario de una sucursal de la franquicia AnyTime Fitness, que tuvo que cerrar el 28 de marzo de 2020 en el marco del confinamiento decretado por las autoridades. “Honestamente, yo pensé que todo iba a durar de dos a tres meses. Por incertidumbre o por poca información, creía que iba a suceder algo como con la influenza en 2008, que iban a ser 45 o 60 días y se iba a terminar. Estaba planificando lo que iba a hacer para regresar a operar a finales de mayo o principios de junio. A finales de abril fue toda una montaña rusa de emociones: me di cuenta de que desgraciadamente mi negocio no iba a sobrevivir, y empecé a hacer planes para sobrevivir, porque el negocio lo compré de manera financiada, y aún estoy pagando ese préstamo”.
Pero “conforme fue pasando el tiempo, tuvimos acceso —yo creo que la mayoría de los pequeños empresarios— a renegociar muchas cosas de manera personal; pude renegociar mi renta, pude renegociar un arrendamiento que tenía, un crédito. Mi negocios son franquicias, entonces también pudimos renegociar con la franquicia el pago de regalías”.
Aunque el año pasado sus planes de negocios se redujeron, Castillo mantiene el objetivo de abrir otra sucursal en 2021. En cuanto a deudas, “yo debo menos de lo que debía antes de esto, y te voy a decir por qué: cuando necesité, varias instituciones —¡y vaya que busqué!—, en ninguna me pudieron dar una solución. No sé si para bien o para mal, quizá ahorita tendría abierta la unidad de negocio, pero a lo mejor seria una mala idea. Busqué créditos, y apliqué para los apoyos del gobierno del estado de Jalisco; sin embargo, desgraciadamente no salí sorteado; conozco gente beneficiada, pero yo no fui ninguno de ellos. Entonces te puedo decir que yo no he solicitado un crédito en los últimos 12 meses. Acabo de solicitar uno para comprar equipo nuevo, pero me siento tranquilo”..