Rossana Arroyo Verástegui: Rompiendo paradigmas por la ciencia y la equidad
Montserrat Muñoz – Edición 505

Galardonada con el Premio Ada Byron 2025, que otorga el Sistema Universitario Jesuita, ha dedicado su carrera a la investigación biomédica y a la lucha por la equidad en la ciencia. Su trabajo con el Trichomonas vaginalis no sólo ha puesto en tela de juicio conocimientos previos, sino que también ha abierto nuevas posibilidades para el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades infecciosas
A lo largo de su carrera, la doctora Rossana Arroyo Verástegui ha aprendido que en la ciencia las evidencias no siempre son suficientes para convencer a sus colegas, en especial cuando esas evidencias llevan a cuestionar lo que se creía inamovible.
“Hemos encontrado cosas nuevas, no convencionales, que nuestros colegas, sobre todo los masculinos, no aceptan”, cuenta la investigadora, refiriéndose a uno de sus hallazgos más recientes sobre el Trichomonas vaginalis, parásito causante de la tricomoniasis. Sus estudios demostraron que ciertas proteínas del metabolismo energético del parásito pueden desarrollar nuevas funciones según las condiciones del entorno, pero la respuesta inicial de muchos fue el escepticismo. “Eso me ha llevado a algunas confrontaciones directas con colegas e incluso con estudiantes que descalifican el trabajo que hemos realizado”, dice.
El tiempo y la evidencia, sin embargo, han terminado por darle la razón. Otros organismos han mostrado adaptaciones similares, validando el trabajo que ella y su equipo han llevado a cabo en el Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) en Ciudad de México. Pero el escepticismo que enfrentó no es un caso aislado: en la comunidad científica de México y el mundo, las mujeres investigadoras aún deben demostrar su capacidad una y otra vez en espacios donde el reconocimiento, la credibilidad y las oportunidades de liderazgo siguen marcados por la inequidad.
Ganadora del Premio Ada Byron 2025, Arroyo Verástegui ha construido una trayectoria que ha resistido las barreras de género y que, al mismo tiempo, ha aportado conocimiento clave en el estudio de una de las infecciones de transmisión sexual más comunes y menos atendidas: la tricomoniasis.
Su historia es la de una científica que no sólo ha desafiado paradigmas en el estudio de enfermedades infecciosas, sino que también ha sorteado obstáculos en un ámbito donde las mujeres siguen luchando por equidad. Arroyo Verástegui ha dedicado su carrera a comprender cómo un parásito responde a su entorno y qué pistas ofrece para mejorar su diagnóstico y su tratamiento. Pero más allá del laboratorio, su legado se extiende a la formación de nuevas científicas y a la busqueda de una mayor inversión para la investigación en México.

Recibir el Premio Ada Byron es un reconocimiento a la excelencia científica, pero también a la capacidad de inspirar a nuevas generaciones. ¿Qué significa para usted recibir este galardón, tanto a escala personal como profesional?
Recibir este galardón es una satisfacción muy grande, es saber que se reconoce el trabajo que hemos venido realizando por más de 35 años en este campo. El hecho de que tengamos este tipo de reconocimientos nos da visibilidad ante la sociedad académica y la sociedad en general. Hay una satisfacción en saber que lo que estamos haciendo tiene interés en el ámbito social y en el de la salud, principalmente de las mujeres; y también porque ese reconocimiento económico viene a darle un aire fresco al laboratorio en este tiempo en que los recursos son muy escasos, pues nos permite seguir avanzando en lo que estamos.
El Premio Ada Byron lleva el nombre de una pionera de la tecnología. ¿Qué figuras femeninas de la ciencia han sido referentes o fuentes de inspiración en su carrera?
Mi directora de tesis de doctorado, la doctora Esther Orozco Orozco, parasitóloga, es una mujer trabajadora de Chihuahua que llega a la investigación un poco tarde, después de ser profesora de primaria y de universidad. Ella ha sido mi role model: es una mujer muy luchona, muy “echada p’alante”, como dicen en el norte, que me ha servido de inspiración todo este tiempo.
Su trayectoria está marcada por un trabajo innovador en el campo de la biomedicina y la investigación molecular. ¿En qué proyectos está actualmente enfocada?
Hemos avanzado en la patogenia del parásito, lo que significa que estamos conociendo las herramientas que tiene el patógeno para causarnos una enfermedad. Buscar las moléculas, saber cómo trabajan y cómo se regulan, cómo se expresan o se dejan de expresar dependiendo de los factores ambientales en los que se encuentre. Por ejemplo, cuando el parásito entra en el tracto urogenital masculino se enfrenta al zinc, que es considerado un agente químico natural tricomonicida. Por eso es que, en el hombre, la enfermedad por lo general se resuelve sola. En cambio, la mujer tiene otro factor químico que es súper importante para el parásito y del cual depende enormemente para su metabolismo: el hierro. El parásito necesita este elemento para crecer y causar daño. El hierro tiene una propiedad muy importante de estar regulando y a la cual el parásito responde tanto negativa como positivamente. Si tiene a la mano hierro, prende algunas de las moléculas que le ayudan a mantenerse en el tracto urogenital femenino. Durante la menstruación se vuelve más agresivo, pero en otra etapa del ciclo menstrual, los niveles de hierro bajan y el parásito lo que hace es apagar las moléculas que le ayudaban a adherirse y prender otras que le ayudan a destruir el epitelio para sobrevivir. Entonces, el parásito está respondiendo constantemente, prendiendo y apagando genes dependiendo de lo que vaya necesitando.
Nosotros hemos trabajado en entender cómo le hace el parásito para prender y apagar esos genes con una misma concentración de hierro, lo cual nos ha permitido identificar un mecanismo similar al que realiza en los humanos, pero utilizando moléculas distintas.

¿Cómo visualiza la aplicación práctica de sus hallazgos en la salud pública? ¿Qué impacto podrían tener en la prevención o el tratamiento de enfermedades?
Una puede ser entender en qué momento conviene más dar el tratamiento; podríamos pensar que a lo mejor el momento óptimo es cuando la persona está menstruando o cuando está entre ciclos, porque a lo mejor está más débil el parásito. Estas moléculas no siempre están expuestas en el organismo cuando estamos infectados, es decir, el parásito está secretando moléculas al ambiente en el que está, a veces para condicionarlo y a veces para sacar alimento. Nuestro cuerpo responde a esas moléculas produciendo anticuerpos. Hemos estado trabajando en identificar las moléculas que el parásito secreta y a las cuales nuestro cuerpo responde, precisamente buscando estos anticuerpos para reconocer su presencia en sangre y, a partir de ello, saber si la persona está enferma. Podríamos tener un diagnóstico en sangre en lugar de una muestra vaginal, uretral o prostática, para poder dar un diagnóstico de la enfermedad.
Al estudiar durante todos estos años las moléculas que nos permiten saber cómo trabaja el parásito, encontramos que también pueden servirnos como biomarcadores para el diagnóstico.
Debido a la falta de recursos tenemos el proyecto estacionado en la parte de prototipo; nos falta poder hacer el puente para que llegue a la población. A fin de cuentas, eso es lo que queremos: un método de diagnóstico simple para poder muestrear a toda la población sexualmente activa.
La tricomoniasis es una enfermedad crónica. Se estima que hasta 85 por ciento de las personas son asintomáticas, aunque estén enfermas. Y si no tienes síntomas, pues no te acercas al médico a buscar tratamiento. La parte clave es tener un diagnóstico que se aplique de rutina en las visitas médicas, así como el papanicoláu.
La gran ventaja es que esta enfermedad es curable; la cuestión es saber que estás enferma para recibir tratamiento, aun sin tener síntomas.
¿Cómo se interesó por incursionar en la ciencia?
Creo que ese gusanito siempre estuvo presente. Fui una niña muy curiosa, no me quedaba quieta. Pero fue hasta la universidad cuando empezó a definirse el inicio de este camino. Al final del último año de la carrera tuvimos la visita de profesores del Cinvestav, un grupo de varios departamentos iba a las universidades de provincia para dar a conocer lo que estaban haciendo. Quien mejor se desempeñara, tendría como premio una estancia en uno de los laboratorios del Cinvestav, para vivir cómo era hacer ciencia. Eso me marcó para decidir que por ahí era.
Más adelante coincidí con el que ahora es mi esposo, dando clases en una preparatoria. Él es bioquímico y biotecnólogo; me expresó su deseo de seguir estudiando y me invitó a continuar con él esa aventura. Y aquí seguimos. Somos muy buenos colaboradores dentro y fuera del laboratorio.
¿Cuáles han sido los principales desafíos que ha enfrentado como mujer en la ciencia?
Sí he tenido algunos obstáculos entre los colegas del campo en el que trabajo, tal vez porque la temática que abordo no es convencional. Junto con mi equipo hemos encontrado cosas nuevas que nuestros colegas, sobre todo los masculinos, no aceptan.
Por ejemplo, que hay proteínas del metabolismo energético del Trichomonas vaginalis para que no nada más desarrolle esa función canónica, sino que en ciertas condiciones ambientales que son propias de la mujer, como los cambios en los niveles de hierro, el parásito desarrolle nuevas funciones utilizando las mismas moléculas clásicas del metabolismo. Que se muevan a la superficie, que trabajen como adhesinas y que, además, no dejen de hacer sus funciones clásicas en el interior de la célula.
Eso me ha llevado a tener algunas confrontaciones directas con personas que han trabajado esto y con algunos estudiantes también, que descalifican el trabajo que hemos realizado. Pero con el tiempo se han dado cuenta de que el Trichomonas no es el único organismo que hace esto, sino que hay otros microorganismos que también lo hacen, entonces eso va validando nuestro trabajo.

¿Qué consejo daría a las jóvenes científicas que buscan abrirse paso en el mundo de la investigación o que están interesadas en iniciar ese camino?
El campo de la ciencia está abierto a recibir a todas las personas que tengan interés. Lo principal es tener las ganas de llevar a la realidad su sueño, que no le tengan miedo. Sí, se requiere hacer sacrificios y mucha dedicación, pero sobre todo ganas. Este no es un trabajo rutinario, es un campo en el que puedes expresarte y desarrollarte como mujer, como científica, como madre de familia. No es limitante si tienes una red de apoyo sólida.
Por ejemplo, mi esposo y yo tenemos dos hijos; el primero nació antes de que yo terminara mi doctorado, así que no fue fácil. La maternidad retrasó un año mi graduación, pero gracias al apoyo familiar pudimos hacer que todo funcionara. Ahora mis dos hijos se dedican también a la investigación: el mayor tiene un doctorado en Nanoóptica, es egresado de Oxford y actualmente profesor asociado en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH, por sus siglas en alemán). Y el menor está por graduarse de su doctorado en Geología por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés).
Estoy muy contenta porque creo que esos sacrificios del principio valieron mucho la pena. Y a pesar de que mis hijos vieron sufrir a sus papás con los proyectos, con artículos y todo eso, les gustó el camino de la ciencia y la investigación. Por supuesto, es muy importante la pareja que escojas, porque debe compatibilizar y ser empática para gozar y sufrir contigo, para poder avanzar.
El mensaje es para todos y todas a quienes les llama la atención la investigación, para que se acerquen a buscar información en los sitios correctos de internet y se empapen de sus sueños. Aunque también es importante que estos sueños sean alcanzables y que les cedan tiempo, ganas y mucha dedicación.
¿Usted ya llegó a ese sueño?
Sí, pero siempre puede haber cosas que dice una: “Todavía puedo”. Puedo ir más allá, no hay límites más que los que me ponga yo misma. Entonces, es hasta donde quiera llegar.
¿Qué considera que aún falta para lograr una verdadera equidad de género en la investigación científica?
Mucho es inculcar desde la infancia a nuestros hijos que no hay roles en los que deban encajonarse. A nosotros como familias nos toca participar en ese cambio para no decir que los niños sólo pueden vestir de azul y jugar con carritos o que a las niñas sólo les puede gustar el color rosa y jugar con muñecas. Creo que es súper importante que desde el seno familiar contribuyamos a que nuestros hijos desarrollen al máximo su potencial y no se encajonen en roles.
Yo vengo de una familia grande, de siete hermanos. Las tres primeras somos mujeres y los siguientes cuatro, hombres. A mí me tocó enseñar a mis hermanos a jugar trompo, canicas, a andar en bicicleta. Y no había roles, todos participábamos en todo. Sí creo que poder incursionar en todo es muy importante para no alimentar esos roles.
¿Cómo evalúa la situación actual de la ciencia en el país y qué desafíos considera prioritarios para su fortalecimiento?
La situación del país es triste en cuanto al apoyo a la ciencia. Los gobiernos deben entender que el apoyo a la ciencia básica (con destino a institutos y universidades) es clave para tener soluciones para la población. Si interrumpimos esa cadena, no vamos a tener avances que sean para beneficio de la población, ya sea en el ámbito de la comunicación, la salud, ambiental o cualquier otro.
Parece que a nuestros últimos gobiernos no les cabe en la cabeza que es muy relevante seguir con el apoyo a todas estas instituciones que realizan investigación. Definitivamente, el panorama es triste. Quisiéramos que nuestras autoridades entendieran, especialmente ahora que tenemos una mujer científica en la presidencia, que es relevante ese apoyo, que no lo pueden cortar y más bien lo deberían enriquecer.
Tengo varios años sin que me otorguen fondos para mi trabajo, porque el proyecto no encaja en las políticas públicas o porque no hay suficiente presupuesto para darnos a todos. La competencia es fuerte para todos en este campo. Y nosotros, como científicos, hacemos todo lo que está en nuestras manos para subsanar esos faltantes, incluso empleando parte del dinero que nos dan del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII) para sustentar nuestras investigaciones en los laboratorios.

En un contexto en el que la desinformación científica es un reto global, ¿qué papel desempeñan los científicos en la divulgación y la comunicación de la ciencia? ¿Qué estrategias considera clave para acercar la ciencia a la sociedad?
Esa es una parte muy importante: no es suficiente con hacer publicaciones internacionales donde comunicamos lo que estamos haciendo en un aspecto muy técnico. Debemos acercarnos cada vez más a la sociedad para dar a conocer con palabras comunes lo que estamos haciendo y a dónde podemos llegar.
Me ha tocado participar mucho en los Domingos en la Ciencia, un programa de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). Me tocó ir a varias poblaciones a presentar de una manera muy sencilla lo que hacemos y cómo puede impactar. Son experiencias muy buenas, algunas de las preguntas más difíciles que me han hecho han venido de chiquitos y chiquitas en estos foros.
La difusión y la divulgación de la ciencia son muy importantes. [Mi esposo y yo] participamos dando pláticas en las escuelas de nuestros hijos, desde kínder hasta preparatoria, hablando de nuestro trabajo con comunicaciones sencillas para que los compañeritos fueran conociendo lo que estábamos haciendo.
El avance tecnológico ha transformado radicalmente la investigación biomédica. ¿Qué tecnologías o enfoques emergentes considera que marcarán el futuro de la biología molecular y el tratamiento de enfermedades infecciosas?
Siempre es importante contar con tecnologías de punta. Todas las ciencias ómicas —conjunto de disciplinas que estudian las moléculas que componen los organismos vivos— nos han ayudado a ir identificando las moléculas que, presentes en las personas enfermas, pueden ser relevantes para el diagnóstico y el tratamiento. Dentro de ellas están todas las tecnologías de manipulación de genes, la genómica, la proteómica, la transcriptómica. Por otro lado, está muy de moda la inteligencia artificial, que nos ayuda a realizar el análisis masivo de toda la información que se genera con estas metodologías masivas.
¿Considera que en México tenemos el potencial humano y técnico para responder a las necesidades de estas nuevas áreas?
El talento lo tenemos. El asunto es que se involucre nuestra población en el estudio de estas nuevas tecnologías, que atraigamos a los jóvenes, porque cada vez vamos a necesitar de más personas capacitadas para poder utilizar estas tecnologías de frontera. Es nuestra labor estar atrayendo a las nuevas generaciones hacia estas áreas del conocimiento. Atraerlas a nuestro futuro, que en poco tiempo se convertirá en su presente.