La periodista holandesa Martine Postma tuvo la iniciativa de organizar el primer Repair Café, en Ámsterdam: un lugar de encuentro entre personas que desean reparar y conservar sus objetos y personas que saben cómo repararlos
Ya desde los años treinta del siglo pasado, diversas industrias ponían en práctica una estrategia consistente en orillar a los consumidores a reemplazar los artículos que compran antes que repararlos. La obsolescencia programada surgió como una forma de sortear la depresión económica de aquellos tiempos: con productos cuya vida útil era más corta, se buscaba que las fábricas sobrevivieran gracias a la demanda constante del público.
Los efectos de esa estrategia, que se ha afirmado con el correr de los años, están a la vista en nuestra relación con buena parte de los aparatos que utilizamos todos los días: apenas presentan algún desperfecto, nos sentimos inclinados a sustituirlos por otros nuevos en lugar de buscarles arreglo. A veces porque cuesta más caro repararlos; otras veces, porque no hay ya quien pueda hacerlo. Y no es sólo el gasto constante que hay que hacer: también están las consecuencias ambientales.
Ante esta situación, la periodista holandesa Martine Postma tuvo, en 2009, la iniciativa de organizar el primer Repair Café, en Ámsterdam: un lugar de encuentro entre personas que desean reparar y conservar sus objetos (aparatos eléctricos, ropa, juguetes, bicicletas, etcétera) y personas que saben cómo repararlos. Se trata, sencillamente, de que se reúna la gente para hallar soluciones prácticas a los desperfectos que el uso ha causado en sus posesiones, y, de paso, se cree comunidad y conciencia ante los extremos a los que el consumismo desaforado nos ha conducido como sociedad.
Aquel primer café fue pronto replicado en diversos puntos del planeta, y, a la fecha, funcionan mil 322 en los cinco continentes. En América Latina hay tres: uno en São Paulo y otro en Porto Alegre, en Brasil, y uno más en Santiago de Chile. La fundación Repair Café International brinda, mediante una cuota voluntaria de 49 euros, toda la información y la asesoría para que organice un nuevo café quien quiera, en cualquier lugar del mundo, y además lo promoverá en su red, donde los participantes extienden su colaboración, compartiendo conocimientos y consejos.
“En nuestra vida cotidiana solemos tirar demasiadas cosas a la basura, incluso cosas con desperfectos menores y que podrían tener una nueva oportunidad después de una simple reparación”, se lee en el sitio web repaircafe.org. “Lamentablemente la cultura de la reparación todavía no está arraigada. La gente olvidó cómo reparar. Poco a poco los conocimientos han ido perdiéndose y la sociedad no siempre aprecia a las personas que todavía tienen estos conocimientos prácticos. Su experiencia casi no se aprovecha”. Y son las personas mayores quienes, a menudo, tienen esos conocimientos, de manera que estos cafés les han brindado un espacio óptimo para sentirse útiles al ayudar a los demás. m.