“Nosotros le apostamos a la memoria”: Javier «Pato» Ávila, SJ
Édgar Velasco – Edición 490
El ITESO fue escenario del Foro Magis, actividad que se realizó como parte de la Jornada Universitaria por la Paz con Justicia en México organizada por el SUJ. Las y los asistentes conocieron de primera mano historias que buscan transformar la realidad que aqueja al país
Hace casi 31 años Araceli Salcedo dio a luz a una pequeña que describe como una “niña china como un borreguito”. La alegría con que lo cuenta contrasta con el horror de su historia: en septiembre de 2012, Rubí, la hija de Araceli que entonces tenía 21 años, desapareció. Y su madre comenzó su búsqueda, una labor que no ha parado ni un solo día desde hace casi diez años. Araceli Salcedo estuvo presente en el auditorio Pedro Arrupe, SJ, para contar su historia en el Foro Magis ITESO, que formó parte de la Jornada Universitaria por la Paz con Justicia en México, organizada por el Sistema Universitario Jesuita (SUJ) para reflexionar sobre la crisis de violencia e inseguridad que aqueja al país y también sobre la urgencia de buscar soluciones para salir de ella.
Alexander Zatyrka, SJ, Rector del ITESO, explicó que tanto el foro como la Jornada convocada por el SUJ quieren “construir la paz en México, porque la construcción de la paz es una vocación humana”. Desde el concepto de “experiencia fundante” propio de la espiritualidad ignaciana, Zatyrka compartió con las y los asistentes en el Arrupe —y con quienes siguieron la transmisión en línea desde las otras universidades del SUJ— dos experiencias determinantes en su vida: la primera cuando, al terminar su trabajo como catequista en Cuquío, Jalisco, un pequeño que sufría bullying se acercó a él, no para despedirse, sino para decirle: “¿Por qué no me defendiste?”. Esto dio pie para que el Rector señalara que “construir la paz no significa llevar la fiesta en paz, no podemos mantenernos al margen sólo para no crear conflictos”.
La segunda experiencia que compartió estuvo relacionada con la renuencia de su madre a que siguiera su vocación jesuita. Un día, dijo Zatyrka, cuando regresó de su trabajo en Bachajón, Chiapas, le contó a su madre el trabajo que realizaba. Ella le dijo: “Estás enamorado, te brillan los ojos, te cambia la voz cuando hablas de eso. Te doy mi bendición para que seas jesuita”. A partir de esta anécdota, el Rector dijo que “no podemos construir la paz si no estamos enamorados de México. Y para esto hay que conocer a la patria desde el corazón, acercarnos a su gente, a su riqueza”.
Un primer paso para acercarse a la gente es conocer sus historias. Después del Rector subió al escenario Dianna Montoya Eligio, egresada wixárika de la Maestría en Derechos Humanos y Paz del ITESO, quien trabaja en la defensa de los derechos humanos de los pueblos originarios. Señaló que una de las batallas más importantes que libran los pueblos indígenas de Jalisco, y del país en general, es por el reconocimiento de sus derechos como personas y como pueblos. Subrayó que los indígenas no sólo son víctimas, sino que en ocasiones también afectan los derechos humanos de otras comunidades, por lo que, añadió, “no podemos aspirar a la paz sin primero conocer dónde estamos. A todos nos toca reflexionar qué estamos haciendo desde nuestras trincheras”.
La tercera intervención corrió por cuenta de Ernesto López Portillo, quien llegó al ITESO procedente de la Ibero Ciudad de México para hablar de la creación del Observatorio para la Incidencia a Favor de la Justicia con Paz y Reconciliación, iniciativa surgida desde el sector Educación de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús. El observatorio, dijo el académico, “es un esfuerzo por traducir una realidad compleja, cambiante, dinámica que muchas veces no logramos entender”. En ese sentido, agregó, el principal reto del observatorio será encontrar maneras de conectar con los adolescentes y los jóvenes, que muchas veces se preguntan qué está pasando en el país y no encuentran respuestas. “Si no entendemos lo que está pasando, difícilmente podremos hacer lo necesario para cambiarlo”, dijo López Portillo, quien señaló que no es posible trabajar y construir con las y los jóvenes sin escucharlos.
Memoria y voz
El siguiente turno correspondió a Araceli Salcedo, quien señaló que el asesinato de los jesuitas Javier Campos y Joaquín Montes en Chihuahua es “un signo de cómo nos hemos perdido como sociedad. Los asesinaron por hacer lo que tanto necesitamos: apoyar a quien requiere ayuda”. La madre de Rubí dijo que quienes buscan a sus familiares desaparecidos enfrentan todos los días la deshumanización de quienes se llevaron a sus seres queridos, pero también de una sociedad que les estigmatiza y que por su falta de empatía no trabaja en unidad. “Hoy, más que nunca, estamos llamados a la unidad para lograr la paz que nos deben y que necesitamos”, dijo.
Araceli Salcedo se refirió al trabajo que realizan desde el colectivo veracruzano Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba, quienes han localizado casi ochenta cuerpos en fosas clandestinas —“alguien lo tenía que hacer”, subrayó— y llamó a los asistentes a no dejar que sus historias se pierdan.
Elizabeth Dalziel y Alejandra Xanic, fotoperiodista y periodista, respectivamente, son dos egresadas del iteso que llegaron al Foro Magis para contar cuál es, desde su perspectiva, la importancia del periodismo en la situación que vive el país. “Nos toca tratar de hacer que la gente, en lugar de escapar de la realidad viendo reels de gatitos, pueda ver lo que está ocurriendo en nuestro tiempo”, dijo Xanic.
El encargado de cerrar el Foro Magis fue Javier Ávila, jesuita también conocido como El Pato. Al igual que los jesuitas asesinados, él trabaja en la sierra Tarahumara, por lo que afirma de manera contundente que “lo que ocurre ahora en la sierra ha ocurrido siempre, sólo que ahora es más descarado”. El Pato Ávila destacó que, frente a un sistema que apuesta por el olvido, “nosotros le apostamos a la memoria”, y fue claro al señalar que los jesuitas no van a abandonar su trabajo en la sierra, al tiempo que hizo un llamado al diálogo y a sumar iniciativas. “Una persona no lo sabe todo, pero todos sabemos todo; uno solo no puede, todos podemos”, afirmó el jesuita, y reiteró la exigencia de revisar la estrategia de seguridad porque no hay resultados. Remató con la frase que dijo recién ocurrido el asesinato de sus compañeros jesuitas: “Los abrazos ya no alcanzan para cubrir los balazos”.