Nadie es Banksy
Jorge Flores-Oliver – Edición 455
Es una de las presencias más activas y provocadoras del arte urbano, aunque su identidad permanece en el misterio. Un enigma tan fascinante como la crítica implacable que su obra —lo mismo cuando aparece inesperadamente en un muro que si es expuesta en las más prestigiadas galerías— hace del presente en el que vivimos.
La noticia más reciente que tuvimos del afamado artista urbano originario de Bristol, Inglaterra, se dio en agosto de este 2016, cuando comenzó a correr un nuevo rumor acerca de su identidad secreta. ¿Banksy en realidad es Robert 3D Del Naja, líder de la banda de trip hop Massive Attack? La teoría nació cuando el bloguero Craig Williams aventuró la idea luego de notar un extraño patrón: cada vez que Massive Attack se presenta en una ciudad, las calles de ésta amanecen con una nueva pieza atribuida a Banksy. Según explica Williams, el rumor de que Banksy podría formar parte de algún grupo musical proviene de Italia y existe desde hace un par de años, sólo que nadie había investigado a fondo para descubrir cuál banda estaría detrás del artista. “Esó picó mi interés, pues me parecía la manera más razonable de poder hacer su obra: esconderse detrás de un grupo mientras está de gira”, nos cuenta vía correo electrónico. No olvidemos que 3d tiene un pasado como grafitero y proviene del colectivo de Bristol The Wild Bunch, así que todo tiene sentido.
“Entonces empecé a cuadrar las fechas de sus obras —lo que no fue nada fácil—, utilizando periódicos de la zona, blogs o menciones en la radio para tratar de ponerles fecha. Luego busqué fechas de grupos que pasaron por allí, y cuando Massive Attack me salió una, dos, siete, nueve veces, pensé: aquí hay algo súper, pero súper interesante y nuevo para meter en las teorías que ya existen”.
El descubrimiento de Williams —en parte teoría conspiratoria— plantea que el artista de Bristol no sería un ente único, sino una cuadrilla entera que estaría elaborando el concepto Banksy. La entrada en su blog donde desmenuza su teoría tiene fecha del 29 de agosto y arranca con el tour norteamericano de la banda en 2010, cuando tocó en San Francisco. En abril de ese año aparecieron diversos murales de Banksy, entre ellos uno de los más famosos y reconocidos, el llamado This’ll Look Nice When It’s Framed. Pintada en un edificio en el cruce de Valencia y la calle 20, en el barrio de Mission District, esta pieza muestra a un joven en blanco y negro que sostiene el bote de pintura con el que acaba de escribir la frase en rojo y mira desafiante al espectador. Por esas mismas fechas — 25 y 27 de abril—, Massive Attack tuvo presentaciones en la ciudad.
Antes del post sobre Banksy, el blog de Williams había tenido poco éxito. Actualmente recibe visitas de gente de más de 165 países. La revista Electronic Sound y después el diario Bristol Post hablaron en sus páginas del descubrimiento y la noticia explotó en todo el mundo.
No ha sido la única ocasión en que la identidad de Banksy ha estado en debate, ni la última. Desde la primera vez que un medio —el británico Daily Mail— aseguró haber descubierto que el elusivo artista era Robin Banks, “un exprofesor de una escuela pública que creció en los suburbios clasemedieros”, los descubrimientos han brotado continuamente. Sólo una semana después del post de Craig Williams, un video en el que una mujer supuestamente logra captar el rostro de Banksy se viralizó y puso de nuevo al mundo a conjeturar al respecto. En este video,1 la mujer ubica a un grafitero en acción que está terminando un mural y, al acercarse, se da cuenta de que está firmado por Banksy. Tras una corta persecución logra alcanzarlo y capturar su rostro, parcial y borroso.
En la descripción del video —el único que ha subido a YouTube—, Mia S, la chica en cuestión, escribe: “Anoche, ya tarde, iba caminando a mi casa del trabajo y vi a un artista urbano haciendo una pieza en Hosier Lane. Me regresé y saqué mi teléfono al tiempo que él terminaba. ¡No puedo creer que acabo de conocer a Banksy!”. Pero la autenticidad del video fue discutida inmediatamente: la edad del artista ha sido calculada en unos cincuenta años y el “Banksy” que aparece en pantalla parece ser demasiado joven. Estamos hablando de un personaje que ha estado presente en el medio desde finales de los años noventa y que alcanzó la fama desde comienzos de los dosmiles.
Lo que tiene la teoría de Craig Williams es que parece sensata: hizo una labor de entrecruzamiento de pistas y datos para llegar a su conclusión. A diferencia del video, que tiene mucho en su contra, parece ser el intento más serio por develar quién se esconde en el concepto Banksy. Porque, a 19 años de haber irrumpido en el panorama del street art y el arte de galería a escala mundial, la incógnita persiste. Nadie conoce su identidad secreta —o quienes la conocen han guardado el secreto celosamente—. Días después de que saliera a la luz la teoría de Williams, el mismo Robert Del Naja salió a desmentirla con la sentencia: “Todos somos Banksy”.
Todos somos Banksy
Un grupo de grafiteros vandaliza un tren, sólo que el tren es Thomas, el trenecito del famoso programa de televisión para niños Thomas y sus amigos.
Un equipo de policías motorizados escolta una camioneta de valores. Sólo que lo que transporta es una dona gigante que va amarrada sobre el toldo de la van.
Unos patrulleros son capturados en video a punto de darle una paliza a… una piñata multicolor en forma de burro.
Un niño, dibujado con bolitas y palitos, empuja con una vara un neumático en llamas.
Las anteriores son descripciones de algunas de las piezas que han hecho famoso a Banksy. Son claras y directas, con mensajes acerca de la forma de vida capitalista, el abuso policiaco, el comportamiento de los políticos, el totalitarismo, la falta de opciones para la niñez y la juventud, la religión, el consumismo y los mecanismos mercantiles del arte. A veces en forma de esténciles, aerosol y pósters —técnicas tradicionales del grafiti—, y otras en óleos, técnica pictórica que posibilita el salto del grafiti tradicional al street art, que es más amplio en su técnica y su elaboración. Algunas realizadas en la calle y otras sobre lienzos. Existen varias formas de llamar a Banksy, muchas creadas por él mismo: “vándalo de calidad”, “gángster cultural” o “especialista en pintura de exteriores”.
Desde 2002, cuando su nombre comienza a resonar, lo que se sabe de él en términos biográficos es lo siguiente (y comenzaremos con el aspecto técnico de su trabajo, pues eso nos lleva a su biografía):
Técnicamente, ha dicho, “uso lo que se necesite. A veces eso significa simplemente dibujarle bigotes a la chica de un anuncio; otras, sudar por días con un dibujo intrincado. La eficiencia es la clave”. Comenzó en 1994 como parte del colectivo de Bristol conocido como DeadBreadz Crew o dbz. En ese punto, su trabajo era más tradicional, cercano al grafiti old school, aquel originado en las calles de los boroughs o barrios neoyorquinos. El punto de inflexión se dio hacia 1990, cuando añadió esténciles a sus herramientas de trabajo. Existe una anécdota suya que habla de las razones por las que hizo ese cambio:
“Una noche me la pasé tratando de pintar la frase LATE NIGHT en grandes letras plateadas en forma de burbuja en el costado de un tren de pasajeros. La Policía de Transporte Británica se apareció y acabé hecho pedazos por atravesar corriendo un arbusto espinoso. Mis amigos llegaron al carro y desaparecieron, así que me la pasé escondido durante una hora bajo un camión de basura que chorreaba aceite de motor sobre mí. Mientras yacía ahí, escuchando a los policías en las vías, me di cuenta de que debía acortar mi tiempo de pintura o de plano retirarme de esto. Estaba mirando al número de la placa pintado en esténcil en el fondo de un tanque de combustible cuando me di cuenta de que yo podía copiar ese estilo y hacer cada letra de tres pies de altura”.
Es un momento que Banksy considera una epifanía y que dio forma al movimiento que cambió el curso del grafiti a escala mundial. Porque el street art fue un giro de 180 grados. Esos primeros esfuerzos son los conocidos con la etiqueta de neografiti, que engloba al esténcil, al poster art, al grafiti vectorial, a las calcomanías, a la instalación, al arte postal, al diseño de juguetes, a los mosaicos y casi cualquier material o forma que se adapte a la pieza. Algunos nombres relevantes de este movimiento son Shepard Fairey, Space Invader, Dave Kinsey, Buff Monster, Os Gemeos y Kaws, más los muchos otros que se han ido sumando a lo largo de esta travesía. Y, en ese momento, se sumaba Banksy.
Su estilo ha sido comparado con el de Blek Le Rat, grafitero francés considerado el padre del grafiti en esténcil, así como con el del también francés Jef Aérosol. Sus mensajes cargados de sátira política son uno de los rasgos más característicos de su obra. En su página de internet, hasta hace algunos años se podía encontrar una lista de 12 pasos para crear un esténcil, la cual, más que un simple how-to, era toda una declaración de principios, una especie de manifiesto. Algunos decían: “Sal de tu casa antes de que encuentres algo allí que verdaderamente valga la pena”, “La inteligencia no entretiene tanto como la estupidez descarada, el fracaso y la humillación pública”.
También lo caracteriza la originalidad, indispensable para sobrevivir y hacerse de un nombre en el medio. Además de sus esténciles en los que aparecen Lenin con spikes, Winston Churchill con mohawk verde, el Che Guevara con gafas oscuras y signos de dinero en los cristales, Cristo crucificado cargando las bolsas del súper o la reina Isabel II con cara de chimpancé —obras maestras de la caricaturización—, existen piezas suyas que nacen de entender el entorno: a partir de unas flores que crecen de una grieta en un muro, Banksy dibuja con aerosol la silueta de un tipo vomitando (la forma del vómito son precisamente las flores); o aquellas que se circunscriben al concepto acuñado por él mismo, Brandalism, que tanto escandalizó en su momento a los ambientalistas y a los protectores de animales, pues se trata de mensajes comerciales sobre superficies vivas: ganado y animales. A este género pertenecen Moo York (una vaca con un grafiti en wild style), el cerdito con la frase “Fuck pigs”, o el elefante pintado como patrón de tapiz que estuvo exhibido durante Barely Legal, su primera exposición en Estados Unidos.
En eso radica la diferencia entre Banksy y alguien como Mr. Brainwash, ese extraño personaje —mitad Warhol, un cuarto de Banksy y un cuarto de Shepard Fairey— que se crea a sí mismo, que huele perfectamente el olor de los billetes en el negocio del street art y que logra inventar un pastiche engendrado por sus aventuras al lado de los grandes artistas urbanos del mundo, al grado de que Exit Through the Gift Shop (Banksy, 2014), la película que originalmente trataría sobre el artista de Bristol, termina centrándose en este personaje.
Dismaland fue un parque de diversiones creado por Banksy y ubicado en el complejo Weston-super-mare en Somerset, Inglaterra. Se trata de un parque temático “inadecuado para niños”. El nombre juega con la palabra inglesa dismal, que significa “deprimente”. Foto: banksy.co.uk
Mr. Brainwash, francés, de nombre real Thierry Guetta, quien documenta las correrías de diversos artistas callejeros, y quien debe de ser la única persona en el mundo que guarde videos, ésos sí auténticos, del verdadero Banksy, es en el fondo la personificación de la hipercomercialización del arte callejero y de la decadencia que ese fenómeno natural trae consigo. No es difícil aventurar la influencia que Banksy ha ejercido en Mr. Brainwash, cuya presentación en sociedad fue un gran acontecimiento: la exposición Life is Beautiful, de 2008. Pues los grandes acontecimientos son marca también de Banksy. Sólo hay que mencionar Dismaland, la grandilocuente y retadora acción que montó en 2015 y para la cual logró reunir a 58 artistas (Damien Hirst entre ellos) que crearon una versión apocalíptica de Disneyland.
Estas acciones, así como sus estatuas, son una manera de cambiar el ambiente. Dice Banksy: “El grafiti es una forma de retribución. El mero hecho de hacer un tag es retribución. Si no eres el dueño de una línea de trenes, entonces vas y los pintas […] puedes poseer la mitad de la ciudad al escribir tu nombre en ella”. Y él posee ya varios lugares: frente a la torre Eiffel y frente al Big Ben puso alguna vez la frase “This is not a photo opportunity”, para desalentar y confundir al turista. En el caso de sus estatuas —como la cabina telefónica “asesinada”— utiliza la siguiente fórmula: BOGOF (Buy One, Get One Free), o sea que realiza dos, una la vende y otra se la “regala” a la municipalidad. Otros de sus trabajos son grafitis en las trampas para aprisionar las llantas de los autos mal estacionados, o en los monumentos. Pinta adustos bobbys (policías británicos) orinando las paredes, helicópteros con moñitos para regalo, o escribe la leyenda “Designated picnic area” en un contenedor de basura. O su ya clásico afiche con la frase “Designated grafiti area”, que pegaba en los muros, pero también en las espaldas de los empleados de la municipalidad.
Robar un Banksy
En el documental de 2005 How to Sell a Banksy, vemos los esfuerzos de Chris Thompson por colocar en el mercado una porción de una pieza de Banksy que él mismo se ha robado —la famosa Wrong War, que estuvo durante tres años en el puente de Shoreditch, al este de Londres— luego de percatarse del valor que llega a alcanzar un Banksy original en el mercado. Almacenado —es un decir: más bien aventado y abandonado en lo alto de un clóset— en la casa de la madre del director, el dibujo de tres policías con happy faces termina alcanzando un valor de 25 mil dólares, luego de un proceso para restaurarlo, que en el filme se divide en ocho etapas: Restauración, Presentación, Valuación, Promoción, Autenticación, Desesperación, Motivación y Exhibición. Y es que ése ha sido el destino de las piezas de Banksy: verse codiciadas por los cazafortunas que saben que una de sus obras puede sacarlos de pobres. O hacerlos más ricos.
En 2014, la compañía Sincura Group montó una exposición de ocho piezas originales de Banksy para subastarlas. El título no podía ser más revelador: Stealing Banksy consistía en piezas arrancadas de las paredes donde fueron realizadas. Aunque Sincura asegura no traficar obras de arte robadas, el hecho es que para poder poner en circulación las obras de Banksy, primero tuvieron que ser removidas. Old-skool, por ejemplo, es una pieza que desapareció de su spot original en 2008 y que, para la subasta, se calculaba que alcanzaría un precio de 350 mil libras. En un comunicado en su sitio web, Banksy aclaró: “Esta exposición no tiene nada que ver conmigo y pienso que es asqueroso que haya gente a la que se le permita exponer arte sobre muros sin obtener permiso”. ¿Es ironía? Es difícil dilucidarlo, por la naturaleza de su trabajo y la del grafiti y el arte urbano en sí mismos, que se basan en la invasión, la intervención y la sorpresa. Son golpes inesperados para la sociedad, los transeúntes y, sobre todo, para las autoridades.
La obra de Banksy ha trascendido las calles y llegado a las galerías y subastas de arte. Un guardia de seguridad resguarda la pieza titulada “Donkey Documents”, en el Chelsea Harbor Design Center, en 2015. Foto: AFP
Crimen blanco
Si uno se atiene a los textos incluidos en el libro de Banksy You Are an Acceptable Level of Threat (Carpet Bombing Culture, 2014) parecería irónica su reacción ante el robo de su obra. Uno de ellos reza: “El crimen contra la propiedad no es un crimen”. En otra parte del libro se puede leer: “Los más grandes crímenes en el mundo no los comete la gente que rompe las reglas, sino aquella que las sigue”. Pero si nos basáramos únicamente en lo anterior, estaríamos sacando conclusiones precipitadas. Porque la segunda frase continúa así: “Son quienes siguen las reglas, los que lanzan bombas y masacran villas”. Banksy existe dentro de un contexto del que no se le puede sacar —como artista, personaje, ente o concepto—. Tomemos como ejemplo las acciones que pusieron los reflectores sobre su figura: cuando, contrario a lo que suelen hacer los contrabandistas de arte, implantó las suyas en museos. En el Museo de Historia Natural de Londres colocó una caja de plástico transparente con una rata disecada y vestida para grafitear (con gafas, mochila y una lata de spray). El Museo de Arte Moderno de Nueva York “expuso” un pastiche suyo de las famosas latas de sopa de Warhol, hasta que fue removido. En una expo sobre la realeza montó una pieza de la reina de Inglaterra… con bigotes.
Crear un Banksy es una tarea relativamente barata. Con el proceso de trabajo del artista se crean piezas que pueden alcanzar precios exorbitantes, situación que se presta, naturalmente, al engaño y la falsificación. Para eso es que existe Pest Control, la única compañía autorizada para autentificar las piezas atribuidas a Banksy. “Por favor, note que, debido a que muchas piezas de Banksy son creadas en un avanzado estado de intoxicación, el proceso puede ser tardado y desafiante. Pest Control sólo trata con obras de arte legítimas y no está envuelta en ningún tipo de actividad ilegal”, advierten en su sitio web. Sólo una pieza no original ha sido autentificada por el artista, y sólo por razones altruistas. Para Banksy, “el arte del grafiti vive una vida dura, con trabajadores municipales queriendo removerlo, chavos queriéndole pintar bigotes y gerentes de finanzas queriendo cortarlo para lanzarlo al fuego. Con la idea de mantener el arte callejero en donde pertenece, yo animaría a la gente a no comprar nada a nadie a menos de que haya sido creado originalmente para su venta”.
Regresen nuestro Banksy
La popularidad de Banksy no está en disputa. Quizá sólo lo supere en este aspecto el estadunidense Shepard Fairey, creador del reconocido concepto de OBEY, ahora ampliamente comercializado y distribuido. Pero el nombre del artista de Bristol comenzó a aparecer en sitios de internet y libros especializados entre los años 2002 y 2004; su fama se vio reforzada por la edición de sus libros Existencilism y Banging Your Head Against a Brick Wall, así como por las exposiciones de su trabajo que se llevaron a cabo en esos años. Y esa popularidad se expandió inicialmente entre la comunidad grafitera, que se asombraba con sus piezas y su originalidad, pero después también entre el público que se fue acostumbrando a recibir noticias de su trabajo o que, de plano, se encontraba con un Banksy en alguna ciudad del mundo.
En 2013, residentes de Bristol descubrieron que en una subasta en Miami se ofrecía la pieza Slave Labour en un estimado de entre 500 mil y 700 mil dólares. La obra presentaba a un niño manufacturando banderas del Union Jack, la bandera del Reino Unido, y era una protesta en contra de las maquiladoras —o sweatshops— en las que se fabricó la memorabilia para la celebración del Jubileo de Diamante de la reina Isabel II y de los Juegos Olímpicos de Londres en 2012. Las protestas no se hicieron esperar y la gente salió a la calle con pancartas con la frase “Regresen nuestro Banksy”. La casa de subastas terminó retirando la pieza de la puja, aunque sin dar razones. No es poca cosa, pues cuando la gente de a pie —aquella que está expuesta al trabajo del artista y para la que éste está pensado— llega a luchar por él, se está superando la barrera del nicho y del ghetto grafitero. La validación proviene del gremio artístico, pero también del gran público. Banksy continúa allí. ¿Algún día sabremos quién se esconde detrás del personaje, o seguirá siendo uno de los grandes secretos del arte urbano contemporáneo? m.