«Mientras el mundo sucede», de José Luis Bobadilla
Jorge Esquinca – Edición 472
Lector y traductor de las promociones recientes de poesía estadounidense, José Luis no dejó pasar la lección de sus maestros e incorporó en su escritura ciertas formulaciones que le otorgaron, a la vez, precisión y libertad.
Una razón ordena el mundo según sistemas que parten de no permitir ninguna fisura. La poesía también es un sistema —una construcción que se hace —pero del tipo de una cabaña que no cierra completamente los huecos entre un tablón y otro. Deja espacios libres para la luz —el viento.
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El espacio es importante. Es dominio del límite. Los gorilas —los tlacuaches —el lobo y el cóndor lo saben bien. El hombre primitivo también lo sabía. Hoy en día aun los perros de ciudad registran su espacio entre postes de luz y acotamientos. Espacio es vida —quiero decir —es la distancia indispensable —podríamos pensar —lo que hay entre nosotros y la hoja en blanco —el recurso necesario para atrapar la realidad.
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La precisión en la escritura no sólo puede determinar un resultado estético —sino que puede originar también —aunque subterráneamente —un orden político. Pienso esto debido a que la precisión en el ordenamiento y selección de las palabras —la honestidad y la sinceridad de éstas en sus complejas articulaciones —son un modelo para las relaciones que imperan en el mundo y por tanto en nuestras vidas. Son formas de orden.
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Una florecita que ha crecido necia en una grieta sobre el camellón —ha resistido tantas cosas que me hace pensar en el poema. La florecita no cede al viento —no permite a la lluvia sacudir sus pétalos —mira al cielo obstinada —resplandece —se me escapa —se escapa.
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Vuelvo a comenzar —igual que al principio —caminar —atravesarlo todo dejando que las cosas pasen alrededor como en una película donde lo que importa es lo que se ve al margen de lo que está acentuado. Sentir simplemente el resuello del aire que entra/sale mientras el mundo sucede —respirar —de nuevo…
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Pensar la poesía, pensarla desde la poesía, fue una de las tareas que abordó —con agudeza, con elegancia— José Luis Bobadilla (Ciudad de México, 1974-2019). Editor generoso, fue, durante largos años, uno de los más entusiastas animadores de las revistas Poesía y poética y El poeta y su trabajo, dos publicaciones indispensables, con la guía sapiente de Hugo Gola. Lector y traductor de las promociones recientes de poesía estadounidense, José Luis no dejó pasar la lección de sus maestros e incorporó en su escritura ciertas formulaciones que le otorgaron, a la vez, precisión y libertad. Un estado de alerta ante los hechos en apariencia nimios de la cotidianidad y un amor por la naturaleza vista en detalle se combinan en los fragmentos que aquí presentamos. Forman parte de un capítulo más extenso, recogido en su libro Las máquinas simples (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2009), en el que, con felicidad, intercala reflexión y aventura verbal. La mirada atenta de José Luis le permite hallar belleza —descubrirla— prácticamente en cualquier parte: un perro que atraviesa la calle en el momento justo, una plática sobre las frutas de cada temporada, o en esa florecita que resiste aun en el sitio menos propicio y cuya más profunda razón de ser se nos escapa siempre.