Mi casa es su casa
Raúl Fuentes – Edición 463
He aquí una lista de seis espacios inolvidables donde sus protagonistas vivieron experiencias íntimas y sobrecogedoras, espacios que se convirtieron en un personaje más
Ese sobado aforismo que reza “No hay lugar como el hogar”, recitado por la cándida Dorothy al final de El Mago de Oz, resume su excitante aventura fuera de Kansas. Parecería que las emociones no pueden tener cabida entre cuatro paredes y, aunque eso pueda ser cierto para algunos personajes, en la cultura pop existen muchos espacios habitacionales cuyos moradores desafían la idea de que se trate de lugares en los que únicamente quepa reunirse para convivir y aprender.
Fue en su acogedora y pequeña casa donde Bilbo recibió al mago Gandalf y a trece enanos que lo invitaron a una inolvidable odisea. Fue ahí mismo donde, años después, el mismo hobbit le dio el anillo de Saurón a su sobrino Frodo para lanzarlo a la aventura en compañía del fiel Sam. Es en la mítica finca de Baker Street 221-B donde Sherlock Holmes, el detective más ilustre de la literatura, recibe y analiza sus casos con su amigo, el Dr. Watson. Y no la conocimos nunca, pero “P. Sherman, calle Wallaby Way 42, Sydney” es la dirección de la casa que Dory tiene que repetir como sonsonete para evitar su olvido en Buscando a Nemo. En cambio, una que escudriñamos de sobra fue la casa de Los Picapiedra, paraíso al que Pedro anhelaba llegar para comer unas brontohamburguesas en compañía de su esposa, Vilma, y su hija, Peebles.
He aquí una lista de seis espacios inolvidables donde sus protagonistas vivieron experiencias íntimas y sobrecogedoras, pero que también, y a pesar de sus características, les permitieron trascender las fronteras de la física. Son, también, espacios que se convirtieron en un personaje más, quedando asociados irreductiblemente a ellos y ellas.
La casa de Snoopy
¿Es posible que una casa sea memorable aunque nadie, ni su propio dueño, la conozca por dentro? La de Snoopy merece una mención aparte, porque, además, es cama, aposento de trabajo en el que el simpático perro escribe las más disparatadas historias y, por si fuera poco, es un sofisticado artilugio volador. No han sido pocas las ocasiones en que el can de Charlie Brown utiliza su casita voladora para enfrentarse al temible Barón Rojo que tiene secuestrada a la bella Fifí. Y claro, es el espacio de reflexión y del chacoteo que lo une con Woodstock, su mejor amigo, ese gracioso pájaro amarillo que en nuestro país también es conocido como Emilio.
La casa del Sr. Fredricksen
Seguramente te maravillaste cuando el Sr. Fredricksen y el entusiasta Russell emprendieron un increíble viaje a las Cataratas del Paraíso en una casa que flotaba gracias a la ayuda de miles de globos en Up: Una aventura de altura, la película animada de Pixar en la que el primero decide cumplir una promesa a su finada esposa Ellie. La escena en la que vemos ascender la morada pone la carne de gallina porque representa el cumplimiento de un sueño, a la vez que es el vehículo perfecto para eludir a los burócratas que se la quieren embargar. Casas voladoras habrá otras, pero como la de Up, ninguna.
La casa de César Costa
En los años ochenta abundaba un tufo moralino que se propagaba en muchos productos audiovisuales, y las series familiares eran el elemento perfecto para transmitir moralejas y consejos. Así pasaba en Papá Soltero, teleserie mexicana en la que el cantante y actor César Costa se interpretaba a sí mismo, acompañado de sus tres ficticios hijos. Fue en este espacio donde Cesarín, Miguel y Alejandra recibieron las calurosas enseñanzas de su comprensivo y paciente padre. De hecho, los valores familiares eran tan importantes en la serie, que el logo del programa era una casa con las caras de sus protagonistas.
La casa de los Locos Addams
“Si quieren divertirse,/ que al cabo no les cuesta,/ aquí es la casa de esta/ familia muy normal”, decía la intro en español de Los Locos Addams. La familia de orates creada por el caricaturista Charles Addams encontró su punto álgido en la serie de televisión de los años sesenta. Homero, Morticia, el Tío Lucas, el Tío Cosa, la abuela, Largo, Dedos, Merlina y Pericles habitan una finca espeluznante, inquietante, misteriosa y… ¿embrujada? La casa era un personaje más de la serie: un espacio perfecto para albergar a este grupo de chalados que gustaban tronar los dedos al unísono cuando escuchaban su memorable melodía.
La casa de Los Simpson
¿Es Av. Siempreviva 742 el lugar más reconocido de la serie animada más celebrada de los últimos 30 años? Probablemente, porque por esas cuatro paredes han desfilado miles de personajes (ficticios y reales) para acompañar a la familia amarilla más famosa del mundo. Es un espacio tan mítico, y en el que han sucedido tantas cosas, que conocemos de cabo a rabo su cocina, su comedor, el sótano, las recámaras de Homero y Marge, Bart, Lisa y Maggie, y, por supuesto, el cuarto de la tele, donde se encuentra el sofá en el que en más de 600 ocasiones los Simpson han aterrizado prestos para protagonizar una nueva aventura.
La casa de Kevin McAllister
El cineasta John Hughes retorció la idea de que el hogar es el lugar en el que más seguro se puede estar; si no, que le pregunten al pequeño Kevin McAllister, un infante psicópata que tiene que defender su morada (y de paso a él mismo) de las garras de dos ineptos bandidos. La película es Mi pobre angelito, y el suyo es un espacio habitacional convertido en un fuerte infranqueable habilitado con mortíferas y sofisticadas trampas: picaportes calientes, botes de pintura voladores y pisos barnizados con grasa, por ejemplo. Dos años después, la secuela trasladó a los protagonistas a Nueva York, sin casa que resguardar o habitar.