Los nuevos de los viejos
Alejandro Armenta – Edición 404
Grupos músicales y cantantes como Moby y R.E.M. regresan con nuevo material, el cual se muestra en esta edición, material que se dice, es muy prometedor
Cuando parecía que el ruido de la industria musical nos los había hecho olvidar, aquí vienen de nuevo. Después de un tiempo, artistas como Portishead, The Breeders, James, Nine Inch Nails, R.E.M. o Moby enfrentan el reto de no parecer patéticos vendiendo nostalgias del pasado y, en cambio, presentar material nuevo que confirme sus habilidades musicales y las razones por las que lograron el estatus de estrellas.
Esto representa también un desafío para las disqueras. En estas épocas críticas, en las que vender discos es más complejo, se la juegan. Estos discos podrían ser un tropiezo —no es lo mismo los tres mosqueteros que cien años después— o un gran hit: la aceptación del presente de una agrupación o un músico, y a la vez, el resultado de un pulido proyecto que demuestre que la madurez, la inspiración y el talento siguen vivos.
Grabado en nueve semanas, Accelerate es un disco que dignifica el regreso de REM. Sin embargo, queda lejos de los grandes momentos de su discografía. Los 39 minutos que dura el disco, muestran a un Michael Stipe que entrega su voz sin complejos (¡bravo!), y a Mike Mills y Peter Buck como músicos plenos. Ninguno de los tres pretende pasar por quinceañero y eso tiene gran valía. Politizan, gritan, se sacuden el polvo. Todavía.
THE BREEDERS
MOUNTAIN BETTLES
La belleza física no es su fuerte, pero en la música no han tenido comparación. El disímil estilo de las hermanas Kim y Kelley Deal se hizo oficial en 1990 con Pod, su primer disco. Last Splash, publicado en 1993, fue una producción de rock alternativo acentuado con gritos, silbatos y guitarras que rayan en los chillidos. Seis años después de su última parada en el estudio (Title TK) y tras varios kilos acumulados, entregan Mountain Bettles, un disco definido y menos contrastante que los anteriores, con claras muestras evolutivas pero que respeta su identidad. Acumularán seguidores y no decepcionarán a los que ya lo son.
Aparecieron en 1994 con ritmos complejos y un estilo sonoro bastante peculiar: el trip-hop. Beth Gibbons, Geoff Barrow y Adrian Utley fueron pioneros de este taciturno género que impactó a las masas con dejos sombríos. Una década después de su última grabación presentan Third, con mucha menos frescura. Para escucharlo hay que dejar a un lado las expectativas que genera haber escuchado sus anteriores discos: repiten la receta que los hizo famosos en el año 94. Si eres seguidor, escúchalo en honor a los viejos tiempos. Si no, podrías omitirlo.
Tras haber realizado un disco casi cada dos años desde su creación en 1981, James desapareció en 2001 sin confirmar su desintegración. En 2007 el grupo se reunió para realizar una serie de conciertos en Europa, y al terminar la gira confirmó la grabación de un nuevo álbum: Hey Ma. Un rock ligero, casi pop y fácil de escuchar, que no demerita su calidad. Después de más de seis años sin componer juntos, apuestan sin arriesgar, se involucran ligeramente con sintetizadores y sonidos electrónicos casi invisibles. Una potencial joya.
Mucho más que un disco: 36 nuevas canciones instrumentales que, además, se pueden conseguir en la página de internet ghosts.nin.com. Casi dos horas de música compuesta y grabada el verano pasado durante un intenso periodo de diez semanas. Un paquete de música que deja ver que NIN puede renovarse y pisar un terreno completamente nuevo. El líder del proyecto, Trent Reznor, explica: “Es el resultado de una perspectiva visual —me imaginé locaciones y escenarios con sonido y textura—; un soundtrack para soñar despierto”.
Después de que “Porcelain” se convirtiera en una canción usadísima en comerciales de radio y tv de todo el mundo, el neoyorquino Moby sacó otro disco más, 18, y luego, un lounge y adormiladísimo Hotel que no hizo mella en las listas de éxitos. Last night, su más reciente y noveno disco, fue grabado en su hogar en Manhattan y está mucho más orientado al dance y a la electrónica. “Es una carta de amor a la música dance en Nueva York —dice su autor—, a los dj, a la gente en los bares, a los clubes”.
Huele a marketing.