La Jornada Ignaciana II

La Jornada Ignaciana II

– Edición 507

Hay que recordar en todo momento que el ordenar nuestras afecciones es una gracia de Dios. A nosotros nos toca querer y poner todo lo que somos tras el querer. Recordemos que buscamos identificarnos con Cristo, seguirlo mejor. Aprender de Él a amar sirviendo con todo lo que somos y tenemos.

Junto con la meditación de “Las dos banderas”, que abordamos en nuestra anterior entrega, san Ignacio propone en su “Preámbulo”, para hacer una buena elección, otras dos meditaciones que sirven al mismo fin: realizar un diagnóstico de nuestra libertad interior con respecto a los dones y talentos que Dios nos ha confiado para contribuir a la construcción de su cuerpo vivo, la comunidad cristiana.

Después de “Las dos banderas” viene la meditación de “Los tres binarios” (parejas, grupos, conjuntos, tipos) de personas. Encontramos el texto en los números 151 a 157 de Ejercicios Espirituales. Esta meditación consiste en un ejercicio psicológico de autoconciencia acerca de cómo el apego opera en nuestra mente, llevándonos a perder libertad con respecto a nuestros dones. Describe las ocasiones en que los dones se convierten en “riquezas” de las que nos hacemos dependientes. Esta actitud impide las acciones concretas de amor que implica poner esos dones al servicio de nuestros semejantes.

San Ignacio nos presenta, en primer término, una situación específica. Una persona ha recibido una importante cantidad de dinero (habla de 10 mil ducados, equivalente a 3.5 kilogramos de oro, o 375 mil 550 dólares al precio actual de este metal). Esta situación la ha dejado “inquieta”. No le queda claro si la posesión de esa suma le ayudará, o no, para servir al proyecto de Dios. Percibe que ha empezado a desarrollarse un “apego” que le va quitando libertad y, a la par, le va endureciendo el corazón. Va sintiéndose dependiente de los recursos adquiridos.

Ante este tipo de situaciones, san Ignacio nos pide mantener la misma petición: elegir siempre lo que me permita crecer en la capacidad de amar y ser una buena noticia para quienes me rodean. Y también, de manera tácita, nos invita a ver si no tendremos un apego malsano a algún don o circunstancia de nuestra vida que nos impide amar en libertad. Nos llama a considerar si nuestra tendencia natural es a estar en alguno de estos “tipos” de actitudes (que él describirá en cada uno de los “binarios”) con respecto a los dones.

La primera actitud es la de quienes quisieran recuperar la libertad con respecto al don por el que sienten un apego desordenado, pero no hacen nada concreto al respecto. Van procrastinando la decisión de ordenar su afecto “hasta la hora de su muerte”. Dado que no le ponen remedio, la situación seguirá agravándose. No quisiéramos estar en esta condición.

El segundo “tipo” describe a quienes quieren volver a la libertad frente al bien adquirido, pero pretenden a toda costa seguir poseyendo el bien. Dicho en lenguaje coloquial: “Quítame, Señor, el apego que tengo a este bien, pero déjame seguir poseyéndolo”. En realidad, continúan esclavizados por su dependencia al bien/don/riqueza. No están dispuestos a soltarlo. Pretendiendo engañar a Dios, terminan engañándose a sí mismos.

Finalmente, el tercer tipo de personas describe a aquellas que tienen muy claro el valor del amor y de la comunión en sus vidas, y cuando alguna circunstancia (como la llegada de esta fortuna inesperada) les quita la paz, la libertad de gastarse todo lo que son y tienen, para “en todo amar y servir”, están listas o dispuestas a renunciar a aquel don/bien que les está robando la calma. Saben que no hay posesión alguna (falsa seguridad) que sea equiparable al valor que implica amar en libertad y gratuidad, estableciendo relaciones que construyen la comunidad/comunión. Esta es la actitud que Ignacio nos pide desear, pedirle al Señor y consolidar con nuestra práctica de entrega generosa.

Es importante no olvidar que los bienes existen y que el Señor espera que hagamos uso de ellos para encarnar el amor. En este mundo, eso significa ponerlo más en obras que en palabras. De ahí lo importante de saber discernir y no dejarnos apresar por nuestros dones y recursos, sino ponerlos al servicio de nuestras hermanas y nuestros hermanos en un espíritu de libertad.

La situación por evitar es nuevamente el apego desordenado. Se trata de ordenarnos, de recuperar la libertad. No sabemos si el proceso implicará separarnos del objeto del apego. Es un autoexamen para constatar la salud de nuestra “libertad de Corazón”. Soy yo, ante Dios, que me descubro atado, o no, al “bien adquirido”.

Hay que recordar en todo momento que el ordenar nuestras afecciones es una gracia de Dios. A nosotros nos toca querer y poner todo lo que somos tras el querer. Estas meditaciones son como un termómetro para caer en la cuenta de si ya tenemos esa gracia y, si no, pedirla insistentemente. Recordemos que buscamos identificarnos con Cristo, seguirlo mejor. Aprender de Él a amar sirviendo con todo lo que somos y tenemos.

La tercera y última de las meditaciones de la Jornada Ignaciana se denomina “Las tres maneras de humildad”. La encontramos en Ejercicios Espirituales en los números 164 al 168. Revisando el texto, vemos que lo que Ignacio denomina “maneras de humildad” podríamos traducirlo como tres formas de amar a Cristo, cada una más radical y completa que la otra.

Ignacio adjudica a cada “manera de amar a Cristo” un nivel de virtud, un tipo de relación con Dios, unas motivaciones específicas y, finalmente, una determinación que se desprende del nivel de enamoramiento que la persona siente por el Señor y por su proyecto de comunión universal. Organizando el texto en estas categorías, ofrezco la siguiente tabla sinóptica para poder comparar más fácilmente las características de estos tres niveles de amor:

No hay que olvidar que el “nivel más alto de amor” no es algo que debo “hacer aparecer” en mí, sino más bien las características de quien se ha encontrado con el Señor y, amándolo, siente estar dispuesto a seguirlo en su misión de “enamorar” al mundo y así salvarlo.

La progresión de la renuncia al pecado mortal, luego al venial y, finalmente, a todo lo que me pueda separar de Cristo, describe estadios en este proceso de enamoramiento con Cristo y su proyecto, que paulatinamente va desterrando del querer del enamorado todo lo que no sea el Amado, hasta llegar a descubrir en sí el deseo vehemente de acompañarlo en todo, hasta las últimas consecuencias, como pueden ser el rechazo, el conflicto, la persecución, la pasión y el martirio.

La clave para entender este dinamismo es la frase “El amor de Cristo nos basta”. Es vivir unido al Dios vivo, a la fuente infinita del amor como entrega de sí, desde la estima incondicional a la persona amada, en la búsqueda de entablar con ella una comunión “sin división y sin confusión”. Quien se vive sostenido por esta comunión es capaz de entregar su vida para que otras personas conozcan al amado y entren en comunión con él.

Recordemos que al final de las tres meditaciones de la Jornada Ignaciana se trata de ver si estamos listos para iniciar un proceso de elección y, en realidad, si estamos en condiciones de discernir desde el corazón. En nuestra próxima entrega presentaremos el método que Ignacio sugiere para hacer una buena elección.

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MAGIS, año LXI, No. 507, septiembre-octubre de 2025, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A. C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Édgar Velasco, 1 de septiembre de 2025.

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