La grande Biennale!
Dolores Garnica – Edición 434
La Bienal de Venecia funciona para mostrar lo que transformará nuestra manera de ver. Su exposición principal, se supone, debe versar sobre el futuro próximo. Lo que pocos saben es que comenzó pensando en la vista, en las artes visuales, y que fue a partir de 1930 cuando se sumaron las ediciones dedicadas a música, cine, danza, teatro y arquitectura.
Fue a principios de abril de 1895 cuando el presidente de la Academia de Venecia, el conde Sambuy, recomendó que la bella pintura Il supremo convegno (“La reunión suprema”), del artista italiano Giacomo Grosso, se expusiera en la entonces llamada Exhibición Bienal Artística Nacional, con sede en Venecia. El cuadro se exhibió aparte por temor a que sus intensos colores opacaran las pinturas de sus colegas seleccionados, pero quizá fueron las cinco mujeres desnudas alrededor de un féretro (representando la muerte de Don Juan) lo que causó el tremendo berrinche epistolar del patriarca de la ciudad de las góndolas, Giuseppe Sarto, años después Pío X. Éste fue el primer escándalo de la Bienal de Venecia y, por cierto, la provocadora pintura proporcionó a Grosso el premio del público.
En 1982, Jospeh Beuys reunió 21 piedras de basalto en el espacio expositivo El final del siglo XX, bellísima y polémica metáfora del final del concepto materialista del arte. Y cada dos años, los diarios han dado cuenta de otro alboroto desde Venecia: en 1972, Gino de Dominicis agregó a una persona con síndrome de Down a su pieza La décima posibilidad de inmortalidad; en 1920 fueron los “espantosos rayones” que llevaron los franceses con sus impresionistas; en 1974, la exposición dedicada a la libertad para Chile; La Piedad, del belga Jan Fabre, en la edición de 2011, con el rostro de la muerte; y cómo olvidar a nuestro agregado nacional, la ya famosa caja de zapatos de Gabriel Orozco, enviada en 1993.
La “cosa” de la Bienal de Venecia es quizá, en gran parte, la creación de polémica, si pensamos en que nació para exhibir precisamente las nuevas tendencias de las artes visuales, y si agregamos a esto que, desde su nueva etapa (después de la Segunda Guerra Mundial), se integra un curador. La Bienal funciona para mostrar lo que transformará nuestra manera de ver. Su exposición principal, se supone, debe versar sobre el futuro próximo. Lo que pocos saben es que comenzó pensando en la vista, en las artes visuales, y que fue a partir de 1930 cuando se sumaron las ediciones dedicadas a música, cine, danza, teatro y arquitectura. Fue hasta 1938 cuando se comenzó a premiar a los artistas con Leones de Oro, pero ya desde 1907 se habían agregado los pabellones internacionales —que en la edición actual ya suman a Angola, Costa de Marfil y Bahamas.
“La Piedad”, Jan Fabre, 2011. Foto: Biennale.it
La Bienal de Venecia, desde su nacimiento en 1893 para festejar el aniversario de los reyes Umberto y Margarita (por cierto, la pizza con este nombre también nació en su honor), es todavía la reina de los festivales de arte contemporáneo del planeta, y en ella la polémica no puede dejar de aparecer. Este año espera a más de 370 mil visitantes en el parque Giardini y sus alrededores, y ha cambiado tanto en extensión y difusión que parece otra comparada con la de 1893, pero quizá considerando su tradición y sus objetivos también habría que preguntarse qué tanto ha cambiado en su esencia: ahora algunos críticos hablan de su poca representatividad respecto a la categorización por nacionalidades, lo que para muchos es un problema en un tiempo en el que las fronteras creativas ya no existen.
Venecia se pone de manteles largos y se prepara cada dos años para su fiesta. Las galerías festejan a su manera con artistas internacionales, y alrededor de los pabellones nacionales (el Pabellón de México en la antigua iglesia de San Lorenzo, con una muestra de Ariel Guzik) se monta una exposición, la propuesta. Lo que realmente cuenta: la edición 55 de la Bienal de Venecia reflexionará sobre lo contemporáneo con una magna muestra, comandada por el italiano Massimiliano Gioni (entre otros honores y logros, parte del equipo curatorial del New Museum of Contemporary Art de Nueva York y curador en 2006 de la Cuarta Bienal de Berlín, junto a Maurizio Cattelan y Ali Sabotnik, fundador de la revista Charley y de la Wrong Gallery), nombrada Il Palazzo enciclopedico, en honor a la utopía del artista italoamericano Marino Aurita, quien soñaba con un museo imaginario en Washington que reuniera todo el conocimiento del mundo en un edificio de 136 pisos. Desde este excéntrico sueño, el curador intentará, a partir de la obra de 150 artistas de 37 países, exhibir “una reflexión sobre la forma en que las imágenes se han utilizado para organizar el conocimiento y dar forma a nuestra experiencia del mundo”, según se explica en el guión curatorial. Y de seguro la polémica se desatará de nuevo, como debe ser en una buena Bienal de Venecia. m
En la web
:: Sitio oficial de la Bienal de Venecia (en italiano e inglés).
:: Sobre el pabellón de México en la Bienal 55.