La esperanza de Agnes Denes
Dolores Garnica – Edición 475
Desde hace años, Agnes Denes reflexiona sobre la geometría de la naturaleza —particularmente, la pirámide— y explora el poliedro de la hoja de un helecho; va de las olas del mar a la estructura de una montaña, desde la cual desdobla más pirámides
Al momento de redactar estas líneas, hacía dos semanas que estábamos en encierro voluntario. Desde casa atestiguamos el generoso rostro de nuestros congéneres —a fin de cuentas nos encerramos, sobre todo, para no contagiar—, pero también su peor cara. Al pensar en la esperanza y la empatía, todavía sinónimos de “humanidad”, evocamos la obra de la artista, poeta y filósofa Agnes Denes (Hungría, 1931).
Tres conceptos centrales podrían englobar el trabajo de Denes: la naturaleza, el ingenio humano y la cooperación. La artista afincada en Nueva York (a cuya obra rinde tributo por estas fechas el Centro Cultural The Shed con una retrospectiva en esa ciudad) intenta mostrar, desde principios de los años ochenta, a partir del arte y la poesía, desde lo conceptual y lo medioambiental, el enorme poder de transformación que surge cuando el ingenio se pone a las órdenes de la naturaleza.
La pirámide viviente, 2015
De 1992 a 1996, por ejemplo, logró reunir a 11 mil personas para plantar 11 mil árboles en Finlandia, en una montaña donde había una mina abandonada, sobre un patrón geométrico similar al del centro de los girasoles. Matemáticas entendidas como testimonio humano: de allí que no se plantara al azar, como se esperaría, sino dejando asentado que el resultado fue un esfuerzo humano. Hoy, Tree Mountain—A Living Time Capsule—11,000 Trees, 11,000 People, 400 Years, 1992-96 es un bosque saludable.
Su obra asume como tarea “encontrar el delicado balance entre pensar globalmente y actuar de manera independiente”, esto es posible apreciarlo por medio del registro de Wheatfield—A Confrontation: Battery Park Landfill, Downtown Manhattan—With Statue of Liberty Across the Hudson, quizá su pieza más reconocida: en 1982 sembró y cosechó trigo en dos acres justo a la sombra del World Trade Center en Manhattan, un terreno entonces valorado en medio millón de dólares. Más allá de la bellísima postal, esta pieza subrayó los conceptos de participación, justicia, economía rural y naturaleza desde la zona donde se controlan las finanzas mundiales.
Desde hace años, Agnes Denes reflexiona sobre la geometría de la naturaleza —particularmente, la pirámide— y explora el poliedro de la hoja de un helecho; va de las olas del mar a la estructura de una montaña, desde la cual desdobla más pirámides (también símbolo del ingenio humano), como esculturas que reflejan nuestros pendientes medioambientales, como el cuidado del agua o el impacto de las plantaciones.
Poblar de ovejas el jardín de la American Academy in Rome. Diseñar un bosque en espiral para Australia. Una pirámide que los asistentes a la feria de arte Documenta plantan en colaboración. Otro bosque en forma de estrella para Nueva York, que también funcionará como un pulmón natural. Esculpir fórmulas matemáticas en una piedra como legado humano. Dejar una pirámide repleta de espejos para que el espectador se vea a sí mismo también como un agente de cambio.
Montaña de árboles, plantada por primera vez en 1996. EStá compuesta por una cápsula del tiempo y once mil árboles plantados por once mil personas en Finlandia.
Después de semanas de encierro, un virus ha sacado lo mejor y lo peor de nosotros. “Pero quizás otro virus ideológico, y mucho más beneficioso, se propagará y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del Estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”, escribió Slavoj Žižek. Agnes Denes nos demuestra que es posible. .
Para saber más
:: Sitio de retrospectiva en The Shed (con videos y entrevistas).
:: En Documenta 14.