La arquitectura de la vigilancia
Óliver Zazueta – Edición 507

Carissa Véliz, filósofa británico-española-mexicana invitada a la sesión del vigésimo primer aniversario del Café Scientifique ITESO, defiende la vuelta a la privacidad en una era en que nuestros datos están a merced de las grandes compañías y de los gobiernos
Cada vez que Carissa Véliz lee un libro de papel logra sentirse verdaderamente anónima e imperceptible. Para ella, un día sin pantallas está lleno de lectura, de buen café, de buena compañía y de paseos.
En su libro Privacidad es poder (Debate, 2021), Véliz, quien es profesora asociada en la Facultad de Filosofía y el Instituto de Ética en Inteligencia Artificial de la Universidad de Oxford, argumenta que la impermanencia, nombre que el budismo da a la naturaleza cambiante de la vida, no sólo puede resultar amenazadora, sino que también permite que las cosas mejoren o, más aún, nos da la oportunidad de mejorar las cosas nosotros mismos.
Ese es, digamos, el lado positivo, la ruta esperanzadora que propone ante el estado actual de la vida digital a la que estamos sometidos buena parte de los ciudadanos, quienes cargamos con un celular en nuestros bolsillos, le damos órdenes a un dispositivo inteligente o nos plantamos frente a una computadora. Ante este panorama, como lo aborda en el libro citado, da cuenta del estado de hipervigilancia al que estamos sometidos, y cómo las empresas y gobiernos utilizan nuestros datos personales, nuestros gustos y hasta nuestra localización en beneficio del control y del llamado capitalismo 4.0, que es como se conoce a la cuarta etapa o fase de este sistema, caracterizada principalmente por la integración de tecnologías como la inteligencia artificial, la robótica, la realidad virtual y la computación en la nube.

La académica de 39 años, quien tiene la triple nacionalidad mexicana, británica y española, es miembro tutorial en el Hertford College en Oxford, estudió Filosofía en la Universidad de Salamanca, un máster en Filosofía por el CUNY Graduate Center y un doctorado en la misma materia, también por la Universidad de Oxford. Ha trabajado en ética digital, con interés especial en la privacidad y la ética en inteligencia artificial, ética práctica, filosofía política y política pública. Obtuvo el Premio Herbert A. Simon 2021 a la Investigación Destacada en Informática y Filosofía. Es la invitada a la sesión con la que el Café Scientifique ITESO celebra sus 21 años, y que ha sido organizada en vinculación con la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar de la UdeG, con la charla “Privacidad es poder: datos, vigilancia y libertad en la era digital”.
Privacy is Power, como se tituló la versión original de Privacidad es poder, fue seleccionado por The Economist como Libro del Año (2020). Ha publicado además The Ethics of Privacy and Surveillance, en 2024, y fue editora del Oxford Handbook of Digital Ethics. Es integrante de Mujeres por una ia Ética de la UNESCO y del Consejo Asesor del Centro de Información sobre Privacidad Electrónica.
Para Véliz, la filosofía “te da la posibilidad de hacerte preguntas fundamentales, de ir al porqué de las cosas y, aún más allá, al porqué de los porqués”. Te permite además “pensar qué hace que una vida sea buena, y cómo llegamos a ella”.
La premisa central del libro es que internet se financia principalmente mediante la recopilación, el análisis y el comercio de información, esto es, la economía de los datos. Muchos de ellos son personales. Justamente, la compraventa de esa información personal como modelo de negocio se está exportando a cada vez más instituciones de la sociedad, lo que ha dado como resultado una suerte de capitalismo de la supervisión.
Esto es preocupante debido a que nos resta poder como individuos y socava la democracia, por lo que la recuperación de la privacidad es la única manera de asumir de nuevo el mando de nuestra vida y de nuestras sociedades. El problema es que esta economía de los datos y de la custodia omnipresente nos tomó por sorpresa.
Ante la novedad de los avances tecnológicos a escala planetaria, no había un marco normativo para controlarlos, por lo que “las compañías tecnológicas no tuvieron que informar cómo utilizan nuestros datos ni, menos aún, nos pidieron permiso para usarlos”, argumenta Véliz. Hoy esa arquitectura de la vigilancia ya está instalada, toca desmontarla.

Te especializas en ética. ¿Qué te hizo pensar por primera vez que la filosofía no era sólo un ejercicio académico, sino también una herramienta de intervención pública?
Creo que desde el principio de mi carrera tuve la idea de que todo lo que hacemos y no hacemos se basa en las ideas que tenemos; y que, si cambiamos las ideas, cambiamos el mundo.
Naciste en México, pero has desarrollado tu carrera en el Reino Unido y España. ¿Sientes que hay una sensibilidad distinta frente a la privacidad en cada contexto cultural?
Menos de lo que la gente cree. Al final, la privacidad, aunque tiene expresiones culturales, es más fundamental: la llevamos en los genes. Evolucionamos para proteger nuestra privacidad, porque en los primeros tiempos, si alguien te estaba mirando en la sabana, probablemente ibas a ser su cena.
Tu libro parte de una premisa provocadora: lo personal ya no es sólo político, también es económico y estratégico. Sé que lo escribiste durante la pandemia. ¿Cuál fue el detonante para hacerlo?
El deseo de abrir un debate público que no estaba teniendo lugar. Me daba la impresión de que estábamos renunciando a la privacidad sin reflexionar en las implicaciones políticas.
Comienzas con una afirmación directa: “Nos vigilan. Saben que estás leyendo estas palabras”. ¿Cómo mantener la serenidad frente a una realidad tan invasiva?
Aprendiendo cómo funciona el mundo, y sabiendo que hay mucho que puedes hacer para proteger tu privacidad y, con ello, a la democracia.
Dices que los datos personales son como el plutonio: valiosos pero tóxicos. ¿Cómo llegamos a vivir tan despreocupadamente entre estos residuos radiactivos y renunciamos tan fácilmente a la privacidad?
Porque no nos preguntaron; nos robaron nuestros datos sin que nos diéramos cuenta y luego nos contaron la historia de que era parte del trato.
¿Qué opinas de la narrativa que surge desde el poder y que dice: “Si no tienes nada que esconder, no tienes nada que temer”?
Que todo mundo tiene mucho que temer, a menos de que seas un masoquista que nunca va a necesitar trabajo, o un préstamo, o seguridad física y financiera, y que tienes ganas de vivir en un régimen autoritario. La privacidad es para protegerse de aquellos que pueden abusar de su poder; no se trata de tener algo que esconder.
¿Qué papel tiene el Estado en esta vigilancia? ¿Hay gobiernos más éticos que otros con el uso de nuestros datos?
Definitivamente. A más autoritarismo, mayor vigilancia.
¿Cuál es, para ti, el dato más peligroso que entregamos a diario sin pensarlo?
Probablemente el de nuestra localización, porque pueden inferir dónde vives, dónde trabajas, cómo conduces, con quién te juntas, a dónde vas y mucho más.
¿Te preocupa la integración de la inteligencia artificial en el sistema de vigilancia actual?
Sí, hace que la vigilancia sea mucho más fácil y barata.
¿Le temes más a la tecnología, a las corporaciones o al poder político?
A los tres, porque no se diferencian y colaboran juntos. Pero también tengo esperanza en los tres: en mejor tecnología que proteja la privacidad, en empresas políticamente responsables y en políticos con suficientes consciencia e integridad para defender a la democracia liberal.

Salir del panóptico
“La próxima vez que publiques algo, pregúntate cómo podría usarse en tu contra”, advierte Véliz hacia el final del libro, donde da una serie de recomendaciones acerca de lo que podemos hacer ante el panorama de panóptico, hipervigilancia y uso de datos personales al que nos sometemos a través de la vida digital.
El terreno de los hábitos personales es difícil de atacar, pero Véliz recomienda acciones que no suenan tan inalcanzables, como deshacerse del teléfono cuando pases tiempo con tu familia; resistir la tentación de decir sí al consentimiento de aplicaciones para acceder a tus datos personales; meditar profundamente lo que publicamos en redes sociales y saber tomar la decisión de no hacerlo. “Cada dato que entregas o retienes importa, aunque no lo parezca”, dice.
Estos consejos son muy aplicables a la vida diaria, pero el señalamiento más trascendental tiene que ver con nuestro modo de plantarnos frente a las circunstancias, y el llamado a rechazar aquello que es inaceptable. “Aristóteles sostuvo que, para ser virtuoso, es importante tener emociones apropiadas a las circunstancias. Cuando se viola tu derecho a la privacidad, lo apropiado es sentir indignación moral. No es apropiado sentir indiferencia o resignación. No te sometas a la injusticia. No pienses que no tienes ningún poder; lo tienes”, apunta.
Algunos consejos para escapar de la Matrix

: Recuerda que las fotos que subes contienen metadatos sobre la ubicación, la hora y la fecha. Busca cómo desactivarlos.
: No compartas sin pensar.
: Pide consentimiento antes de publicar imágenes de alguien más.
: Elige dispositivos “tontos” en vez de “inteligentes”. Cualquier cosa que pueda conectarse a internet es susceptible de ser hackeada.
: Si no es necesario, trata de usar productos que no tengan cámaras ni micrófonos incorporados.
: Si ya tienes un dispositivo tipo Alexa o Google Home, elige las opciones de mayor privacidad.
: Utiliza aplicaciones con cifrado extremo, pero desconfía de WhatsApp. Opta por servicios de mensajería como Signal o Telegram.
: Deja de usar Google como buscador principal. Busca otros navegadores que no recojan datos innecesarios sobre ti. Entre las mejores opciones están DuckDuckGo y Qwant.
: Lo mismo ocurre con los navegadores: cambia tu Google Chrome por Vivaldi, Opera o incluso Brave o Firefox. Puedes usar un navegador distinto para cada tipo de actividad.
: Sustituye tu correo electrónico tradicional (Gmail) por opciones como Protonmail, Tutanota o Runbox.
: Busca extensiones que favorezcan tu privacidad (bloqueadores de anuncios y de rastreo) o utiliza VPN (redes privadas virtuales).
: Bloquea las cookies en tu navegador, sobre todo las de seguimiento entre sitios.
: Borra tus datos en línea frecuentemente y elimina el exceso de información de tus dispositivos móviles.
: Elige contraseñas seguras con claves largas que incluyan mayúsculas y minúsculas; trata de no repetir la misma contraseña en diferentes sitios.
: Regresa a lo analógico en algunos aspectos (guardar archivos en papel, comprar libros físicos o pagar en efectivo).
: Compra y lee periódicos, consume el periodismo de investigación. Si no fuera por la prensa libre, sabríamos poco del capitalismo de vigilancia. Comprando periódicos de papel o yendo directo a los sitios de los medios, evitas que rastreen lo que lees.
: Exige políticas de privacidad, tanto a las empresas como a las instituciones públicas. Exige lo mismo con todo profesional con el que interactúes.
: Deja de depender de la tecnología para todo: fortalece tu sentido de ubicación, guarda tus contactos en libretas, mantén vivas tus relaciones con otras personas por más de una vía.
: Habla de privacidad con tus amigos y familiares. Incluso postea acerca del tema.