Inventario de carismas II
Alexander Zatyrka, SJ – Edición 505

En esta ocasión queremos presentar tres grupos de carismas que tienen que ver con el discernimiento de los espíritus, el servicio y el cuidado de la comunidad y la evangelización o la transmisión de la fe
En la anterior contribución iniciamos la presentación y la lista de los carismas espirituales y vinculamos estos elementos fundamentales de nuestra vocación personal a las listas paulinas de dones o carismas. Los agrupamos con base en el tipo de servicio que prestan de cara a la construcción, la maduración y la consolidación de la comunidad, del Cuerpo Vivo de Cristo. Hablamos de dos grupos: los carismas para la conducción de la comunidad y los carismas para la instrucción y la formación de las y los cristianos.
En esta ocasión queremos presentar tres grupos de carismas que tienen que ver con el discernimiento de los espíritus, el servicio y el cuidado de la comunidad y la evangelización o la transmisión de la fe.
Para ubicarse correctamente frente a las situaciones siempre cambiantes del entorno, el Espíritu regala a la comunidad el carisma paulino del discernimiento de espíritus, que permite a quien lo recibe percibir con exactitud si la presencia es divina (san Ignacio habla del buen Espíritu) o maligna (el mal espíritu) en personas, lugares y procesos. Hay que diferenciar este carisma del de la sabiduría (saber aplicar verdades reveladas a situaciones específicas) y de la tarea de discernimiento que todo creyente debe realizar. A algunos cristianos se les ha dado la capacidad de percibir inmediata e intuitivamente el origen espiritual de algunos tipos de conductas o ideas, más allá del discurso empleado o de las intenciones manifiestas. Quien recibe este carisma puede ayudar a muchas personas en su propio proceso de discernimiento, para distinguir las ideas e invitaciones a la acción que vienen de Dios, de aquellas que tienen orígenes dudosos.
Otro grupo importante lo constituyen loscarismas encaminados al servicio y el cuidado de la comunidad (carismas paulinos de curaciones, milagros, ministerio, caridad, misericordia). Entre ellos destacan:
Misericordia/Compasión
Este don dinamiza a las personas que lo reciben para amar por medio de obras prácticas de compasión, aliviando las angustias de quienes sufren y ayudándoles a sentir el Amor de Dios que viene a su encuentro. Sienten una atracción especial hacia los más pobres y necesitados. Reconocen que la persona con necesidades es Cristo y la atienden con amor y respeto a su dignidad. Aunque todas y todos estamos llamados a ser misericordiosos, quienes reciben este carisma están especialmente dotados y son muy eficaces en este campo. Su ayuda, además de efectiva, es alegre y transmite esa alegría. Una señal de este carisma es la habilidad asombrosa de causar consuelo genuino y un sentido de que Dios ama y busca atender a quienes sufren. Si bien sienten el dolor de las personas a las que sirven, quienes reciben este carisma no sienten que su trabajo les deprima o canse. Al contrario, se sienten misteriosamente atraídos, renovados y satisfechos con él. Sienten sinceramente que es un privilegio ayudar a quienes sufren.
Consuelo/Consejo
Quien ha recibido este carisma promueve el crecimiento de otras personas por medio de su presencia y palabras de consuelo, exhortación, animación y consejo. Este don está especialmente presente en quien tiene vocación para el acompañamiento espiritual; da una habilidad excepcional para promover el crecimiento personal y espiritual de otras personas. Quienes han recibido el don de consejo, ven con más facilidad las necesidades personales que las grupales. Las personas a las que sirven les confirman que por su compañía y su consejo se sienten más libres y maduras, en los aspectos humano y espiritual. Hay personas que saben escuchar, pero quien tiene este carisma observa que su acompañamiento, en efecto, transforma para bien la vida de los demás.
Curación/Sanación
Casi todos los carismas pueden coadyuvar en procesos concretos de sanación física o psicológica, sin que por eso se presente este carisma de curación en particular. No debemos tampoco confundir un ministerio de salud dentro de la comunidad con el carisma de curación. Por medio de este último, Dios permite curaciones extraordinarias y rápidas en situaciones en que es imposible o muy difícil esperar una, y menos con rapidez. Todo está encaminado a fortalecer la fe de los involucrados con base en la experiencia extraordinaria de curación que han experimentado. De manera natural perciben que la gracia ha venido de Dios y no de la persona con el carisma, que comparte ese don acompañado del cariño y la solicitud que siente hacia quienes atiende.
Don de sí
En quienes actúa este carisma, percibimos una gran capacidad para entregarse a la gente más necesitada con generosidad, eficacia y eficiencia excepcionales. No confundir con la solidaridad que todo cristiano debe tener con las personas más vulnerables. Quienes reciben este carisma transmiten alegría con lo que comparten a los demás. Sus ayudas materiales tienen repercusiones espirituales. Realmente transmiten vida a quienes las reciben. Las personas que lo tienen presentan una confianza considerable y despreocupada de que Dios les va a proveer todo lo que necesitan para su misión.
Hospitalidad
Este carisma capacita a la persona para ser un testigo generoso del amor de Dios, acogiendo con afecto y solicitud a quienes tienen necesidad de alimento, techo y amistad. Son muy sensitivos a la presencia y las necesidades de los forasteros y recién llegados. Les alegra encontrarse con personas nuevas y hacerlas sentir en casa. Quienes se benefician del servicio de los que tienen este don, se sienten acogidos y cómodos, incluso en situaciones difíciles y precarias. Las mujeres y los hombres que reciben este carisma son capaces de poner al servicio de las demás personas prácticamente todo el espacio que tienen disponible, sin sentirse jamás “invadidos” y mucho menos transmiten ese tipo de mensajes a quienes acogen.
Servicio
Quien recibe este don reconoce problemas logísticos o necesidades que requieren atención para lograr un bien, involucrándose de forma personal en lo que sea necesario para resolver esos contratiempos o satisfacer las necesidades detectadas. En realidad saben lo que se necesita para completar un trabajo y están dispuestos a remediarlo personalmente. Se dedican a resolver esos obstáculos cuando otros ni siquiera se han percatado de que existen. Suelen realizar su servicio de manera sencilla y humilde, anunciando a los demás, si es pertinente, el problema y la manera como van a remediarlo. A diferencia de aquellas personas que tienen el carisma de dirección, que tienden a delegar, las que reciben el carisma de servicio se sienten invitadas a atender en persona las necesidades. Tienden a ser más prácticas que visionarias. Su servicio es identificar y eliminar las barreras que impiden que pasen cosas buenas.
Finalmente, tenemos el grupo de carismas vinculados a la evangelización o la transmisión de la fe (carismas paulinos de evangelización, diversidad de lenguas, interpretación de lenguas), que son dados para facilitar de manera especial el encuentro con el Dios que es Amor, de quien somos imagen y semejanza. Algunos carismas específicos de este grupo son:
Evangelización
Quienes reciben este carisma irradian y contagian de manera admirable el amor y la alegría propios de quien vive en comunión con Dios. Al compartir con otras personas su experiencia de Dios en Cristo, de forma natural entusiasman a sus interlocutores para querer conocer mejor al Señor Jesús y seguir una vida de discipulado. Son personas que han constatado que muchos han sido llamados al seguimiento de Jesús y a la ética cristiana por su testimonio. Suelen sentirse atraídas hacia quienes no tienen fe. Sin una pretensión apologética o proselitista, en verdad quieren acercar a las personas al encuentro con el Resucitado.
Fe/Confianza extraordinaria
Aquellas personas que reciben este don se viven con una confianza inmensa e inconmovible en el Amor, el cuidado cercano y la providencia de Dios, presentando de manera concomitante una libertad extraordinaria para actuar, basados en esa confianza. No es lo mismo que la virtud teologal ofrecida a todos los cristianos. Este carisma habilita al cristiano a vivir con alegría un tipo de vida lleno de confianza excepcional en el cuidado y la providencia de Dios. Sienten y dan testimonio objetivo de su absoluta confianza en la Providencia. Son personas que se sienten llamadas a realizar grandes visiones con casi ningún medio de soporte seguro, porque sienten/saben que Dios siempre proveerá. Por último, los hechos atestiguan que su confianza nunca fue en vano.
Misionero
Este carisma posibilita a las personas comunicarse de manera afectiva y efectiva a través de fronteras culturales, sin ningún problema. Tienen el don de sentirse en casa en culturas diferentes de aquella en la que nacieron y crecieron. Los miembros de las culturas “receptoras” les perciben “como uno de ellos”, lo que les lleva a invitarles a participar en actividades en las que rara vez toman parte “extraños”. Poseen el don de entrar en las mentes y los corazones de personas de diversas culturas con una facilidad y una gracia admirables, capacitándoles a ser testigos de la Buena Noticia de Jesús en contextos totalmente novedosos, incluso cuando no sea de forma explícita. Para ejercer este carisma no hace falta irse a vivir lejos. La gran movilidad que presenta la sociedad contemporánea hace que personas de muy diversas culturas interactúen cada vez más. Quienes tienen este don buscan acceder a experiencias multiculturales y en ellas transmiten el Amor de Dios con una eficacia asombrosa.
Pobreza real
Quienes reciben este don transmiten la presencia amorosa de Dios al vivir voluntaria y alegremente una vida de sencillez y pobreza para identificarse más con Jesús y con los pobres. La doctrina de la Encarnación del Hijo de Dios, que se “vacía” de su condición divina para venir a servirnos, es la raíz de la práctica cristiana de vivir en pobreza voluntaria. Cristo se despoja de sus prerrogativas divinas asumiendo la fragilidad de nuestra naturaleza motivado únicamente por su amor a la humanidad enferma y herida. Muchos santos se han sentido invitados a seguir este camino de despojo y entrega solidaria con y por la gente más desposeída y necesitada. Sin guardar nada para ellos, se hacían fuente de caridad abundante para todas y todos. Una característica de quien posee este carisma es que lo vive con alegría, lo que permite que su testimonio sea eficaz al mostrar a sus contemporáneos qué es lo verdaderamente importante a los ojos de Dios.
Como ya comentamos, esta lista de carismas no es exhaustiva. Trata simplemente de ver la manera como los carismas descritos por Pablo en sus cartas se muestran ahora operantes en la vida de la Iglesia. Enumerarlos ha tenido el objetivo de ayudarnos a descubrir si alguno o algunos de estos dones están operando en nuestro ser para acogerlos con gratitud y ponerlos al servicio de la comunidad con generosidad.