Inventario de carismas
Alexander Zatyrka, SJ – Edición 504

Todas las personas reciben uno o más carismas. Los carismas permanentes deben ser descubiertos y desarrollados, como lo hacemos con los talentos naturales
En nuestra entrega anterior mencionábamos los tres elementos que nos ayudan a discernir nuestra vocación personal: talentos, dones/carismas y fragilidades. En esta ocasión queremos profundizar de manera particular en los dones o carismas.
Los talentos se pueden heredar, aprender y desarrollar, considerándose básicamente naturales, “explicables”. En cambio, los carismas se reciben de manera sobrenatural del Espíritu Santo, capacitando al creyente para contribuir a la edificación del Cuerpo Vivo de Cristo.
Al operar, los carismas sobrepasan las habilidades humanas naturales. Muchas veces, quien ha recibido el carisma es la primera persona sorprendida por la eficacia que tienen. No termina de entender cómo pudo haber tocado y transformado, para bien y con una asombrosa eficacia, la vida de las personas destinatarias.
En las cartas de Pablo encontramos las primeras referencias a estos carismas espirituales. Veamos los textos principales:
– 1ª Carta a los Corintios (12, 4-11). Habla de nueve carismas: 1) sabiduría; 2) ciencia; 3) fe; 4) curaciones; 5) milagros; 6) profecía; 7) discernimiento de espíritus; 8) diversidad de lenguas; 9) interpretación de lenguas.
– Más adelante, la misma carta (1 Co 12, 27-28) presenta ocho carismas: 1) apostolado; 2) profecía; 3) enseñanza; 4) milagros; 5) curaciones; 6) asistencia; 7) gobierno; 8) diversidad de lenguas.
– La Carta a los Romanos (12, 4-8) enumera siete: 1) profecía; 2) ministerio; 3) enseñanza; 4) exhortación; 5) caridad; 6) presidencia; 7) misericordia.
– Finalmente, en la Carta a los Efesios (4, 11-12) se listan cinco dones: 1) apostolado; 2) profecía; 3) evangelización; 4) pastores; 5) enseñanza.
Las listas paulinas no pretenden ser exhaustivas. El Espíritu puede distribuir otros tipos de dones sobrenaturales que ayuden a la construcción del Cuerpo de Cristo, es decir, de la Iglesia. Los diversos carismas son dados en diversas formas y combinaciones a todos los cristianos bautizados. También es importante subrayar que su duración puede variar. Hay carismas temporales y otros permanentes. Son los permanentes los que nos interesan especialmente en el discernimiento de nuestra vocación personal. Cada cristiano tiene una vocación o “misión”, una labor de amor a través de la cual está llamado a seguir a Jesús (Ef 4, 7-16).
Todas las personas reciben uno o más carismas. Los carismas permanentes deben ser descubiertos y desarrollados, como lo hacemos con los talentos naturales. Para quien tiene un carisma, dejarlo que se manifieste en ella/él, que fluya, da la sensación de algo muy natural y espontáneo. Siente que finalmente “ha llegado a casa” y que está haciendo lo que le da más vida, que puede expresar sinceramente su manera de ser y constata, al mismo tiempo, que actúa en sinergia con el Amor de Dios, que sobrepasa sus habilidades naturales. Una vez que experimentamos la alegría de liberar nuestros carismas para su abierta expresión, nuestra vida de cristianos nunca va a ser la misma.
Recordemos que todos los carismas sirven al propósito de consolidar a la comunidad cristiana y capacitarla para ser testimonio de lo que el mundo podría llegar a ser, si se fundamentara en el Amor de Dios. Para lograr esta misión podríamos describir algunos talentos que nos son reconocibles y que pertenecen a diversas áreas/funciones de la vida comunitaria.
En el área de conducción de la comunidad (carismas paulinos de apostolado, presidencia, asistencia, gobierno, ministerio y pastoreo) podemos ver operando en la comunidad cristiana los siguientes dones:
Dirección/Liderazgo
En las personas en quienes actúa este don se presenta a su conciencia una visión apremiante de un futuro mejor. Esto les lleva a dirigir los esfuerzos de un colectivo para trabajar juntos hasta que la visión se haga realidad. Quienes tienen este carisma pueden considerarse los “agentes catalíticos” de Dios. Sin ellos, un grupo puede estar un tiempo largo dando vueltas al mismo problema sin solución. Llega alguien con este don y se da una transformación asombrosa en el colectivo. La gente siente confianza y entusiasmo por poner manos a la obra en la dirección transmitida por el dirigente. Los dirigentes no se preocupan de cada detalle, pero sí se aseguran de que el trabajo común se mantenga en el curso apropiado.
Administración
Este don capacita para realizar una contribución eficaz, a través de la planificación y la coordinación necesarias, para llevar a cabo obras y proyectos que coadyuvan en la construcción del Cuerpo de Cristo, del Reino. Muchos de los grandes santos conocidos por ayudar a los demás fueron también buenos administradores, que lograban hacer rendir lo que tenían en el servicio de los más pobres (por ejemplo, san Vicente de Paul). Quienes tienen este carisma son personas dotadas para la organización y el uso apropiado de recursos. A veces se le confunde con los carismas de dirección o de servicio. Sin embargo, los directores más bien tienen la capacidad de crear una visión, mientras que los administradores son quienes la llevan a cabo. Convierten la visión en realidad. Ambos se necesitan. Los dirigentes nos invitan a seguir el plan de Dios y nos muestran a qué meta dirigirnos. Los administradores nos llevan hacia la meta. Por su parte, los cristianos con el carisma de servicio se sienten invitados a resolver problemas, pero de manera personal, involucrándose en atender las necesidades. Los administradores coordinan a muchos para alcanzar los objetivos.
Asistencia
Las personas con este don prefieren actuar calladamente, facilitando que otros puedan ejercer sus carismas de forma correcta. De manera silenciosa, transmiten seguridad y calma por medio de su ayuda y de sus recomendaciones. El que asiste se compromete con la persona a la que ayuda y no con la tarea particular que desempeña. Los “asistentes” sienten una atracción especial hacia quienes tienen el carisma de dirección. La presencia de alguien con este carisma al lado de un buen dirigente puede multiplicar la capacidad de dirigir de este.
Para la instrucción y la formación de los cristianos, el Espíritu concede a diversas personas los siguientes dones (Pablo los enumera como sabiduría, ciencia, profecía, enseñanza):
Sabiduría
Consiste en un gran entendimiento que le permite a quien tiene este carisma tomar buenas decisiones y soluciones creativas para problemas específicos, que se basan en lo que Dios ha revelado de sí mismo y de su proyecto para la humanidad y la Creación. La aplicación práctica de conocimientos o principios a una situación concreta es su punto fuerte. Quienes lo tienen suelen tomar buenas decisiones y ayudar a otros a tomarlas. Usualmente en su entorno se les reconoce como personas muy perceptivas, por lo que quienes les rodean buscan con frecuencia la oportunidad de discutir sus problemas o decisiones con ellas/ellos. Las intuiciones que reciben, viniendo del Espíritu Santo, reflejan los propósitos de Dios de construir la comunión basada en el Amor recíproco. Las mujeres y los hombres que tienen este carisma no se sienten atraídos por el conocimiento en sí, sino sobre todo por su aplicación práctica.
Conocimiento
A través del estudio diligente y la actividad intelectual, quienes reciben este don conocen mejor a Dios, su Creación y la realidad humana. Son personas cuya fe cristiana crece y se expresa por medio de sus deseos inspirados por entender más. Para ellas, el conocimiento no es una colección de datos aislados, sino que ven las realidades científicas como llenas de vida y sentido, parte de un proyecto armónico e inteligible. Se han dado cuenta de que quien no ama no puede conocer realmente. Por eso contemplan toda la realidad con amor. A quienes tienen este carisma les gusta aprender por medio del estudio y la investigación. Son conscientes en todo momento de que el conocimiento que desarrollan no es para su uso personal. Quienes lo reciben suelen tener otros dones complementarios, como los de enseñanza, escritura, profecía, etcétera.
Enseñanza
Este carisma capacita para facilitar el aprendizaje de conocimientos y habilidades que pueden ayudar a otros a realizar todo su potencial espiritual y personal. Son catalizadores que facilitan la experiencia de descubrir algo nuevo, útil y maravilloso a quienes enseñan. Los que tienen este carisma no solamente quieren aprender, sino que constantemente están ideando mejores maneras de transmitir lo que han descubierto. Se sienten a gusto explicando y contestando preguntas. Tienen una habilidad extraordinaria para explicar materias complejas de manera sencilla, clara, interesante, aplicable a los aspectos concretos de la vida y fácilmente memorizables. Su carisma no está circunscrito solamente a materias religiosas. También puede ejercerse en el ámbito de las ciencias.
Profecía
Este don capacita a quienes lo tienen para comunicar la verdad y la sabiduría de Dios. Transmiten un mensaje o llamada de Dios a individuos o grupos mediante palabras o acciones inspiradas. No es equivalente a ser un vidente del futuro. Más bien son personas a las que el Espíritu permite que vean una situación particular como la ve Dios y que manifiesten esta verdad revelando lo que Él está queriendo hacer en la historia, invitando a otros a involucrarse en ese proceso.
En nuestra próxima entrega describiremos los dones/carismas que tienen que ver con el discernimiento, con la transmisión de la fe y con el servicio al prójimo.