In silence
Daleysi Moya – Edición 502
Discípula de Marina Abramović y Rebecca Horn durante varios años, Chiharu Shiota hereda el nervio de la gestualidad y el gusto por las instalaciones a gran escala
Hay obras que son como un corrientazo frío. Obras inclasificables, posicionadas en el extrarradio de la esclusa semántica. La escritora María Gainza ha comparado este tipo de dispositivo estético con la experiencia de visitar los glaciares o atravesar un desierto. Una latencia apuntando hacia el horizonte que, en lugar de consuelo, trafica incertidumbre.
Algo así sobrevuela el quehacer de Chiharu Shiota (Osaka, 1972) y se manifiesta en sus piezas a modo de premonición. Shiota, la artista de origen japonés que teje hebras de sentidos desde el silencio; que entra y sale del circuito afectivo de las cosas; que en su temprana niñez podía escuchar, por entre las arterias de la tierra, la respiración queda de su abuela muerta, y que más tarde, a sus nueve años, cuando vio el piano de sus vecinos arder, comenzó a transitar la sustancia espesa del silencio como si se tratara de un laberinto sin puntas. Allí, en territorio de nadie, encuentra una belleza íntima que todavía no sabe nombrar: “El piano quemado era más hermoso que antes”, comenta. “Llevo siempre ese silencio dentro de mí […] Cuando intento expresarlo, me faltan las palabras. Pero el silencio perdura. Cuanto más pienso en él, más fuerte se hace. El piano pierde su voz, el pintor ya no pinta, el músico deja de hacer música. Pierden su función, pero no su belleza. Mi verdadera palabra no tiene sonido”.1
En 1992 se inscribe en la Universidad Seika de Kioto para estudiar pintura; sin embargo, pronto se da cuenta de que la superficie bidimensional no le alcanza. Chiharu quiere dibujar en el aire, habitar las entrañas del medio. Por esos años realiza Becoming Painting (1994), uno de sus primeros performances en el que se catalizan muchos de los elementos que hilvanarán su poética autoral: el cuerpo, el espacio, los ejercicios de inmersión sin cortapisa. La experiencia (ataviada con una lona cruda, la artista derrama sobre sí cantidades ingentes de esmalte rojo) la hace consciente de dos cuestiones esenciales para lo que vendrá después. En primer lugar, de la centralidad de su cuerpo dentro del mecanismo creativo. La naturaleza abrasiva de la pintura genera quemaduras en su piel, pero Shiota descubre que existen otros tipos de vínculos con la creación: “Me sentí libre creando arte con mi cuerpo. Fue una liberación del arte en tanto práctica basada en la habilidad técnica”.2 Por otro lado, y a pesar del manejo heterodoxo de la pintura, para el final de la intervención siente que el espacio ha perdido su espesura ritual. Comienza a escarbar en nuevos sitios. Entonces aparecen los ovillos de lana que Chiharu desenhebrará sobre el mundo, atando y desatando objetos, memorias, estados emocionales.
Discípula de Marina Abramović y Rebecca Horn durante varios años, hereda el nervio de la gestualidad y el gusto por las instalaciones a gran escala en las que reverberan, con inquietante poderío, unas fuerzas atávicas fuera del tiempo. En 1994 había realizado sus tanteos iniciales con el hilo (From DNA to DNA y Accumulation), pero es tras dejar su país e instalarse en Alemania que el material trasciende el carácter instrumental y activa su potencial simbólico. Shiota se convierte en extranjera, un ser en tránsito que negocia día a día sus pertenencias e identidad. La distancia hace visible la compleja red de conexiones que constituyen el yo y la relación con los otros. Sobre estos procesos, cuenta: “Al llegar a Alemania, me mudé nueve veces en los primeros tres años. Cuando me despertaba, no sabía dónde estaba. Empecé a tejer alrededor de mis pertenencias […] marcando mi territorio. Más tarde, trabajé con cosas que ya habían sido utilizadas por otras personas, cosas que tenían sus propios recuerdos. Así es como se desarrollaron las obras con hilo”.3
Una vez abierta la puerta a esta liturgia personalísima, el trabajo de Shiota remonta. La artista trenza sus recuerdos de infancia, los signos que persisten en sus sueños, la presencia de un otro manifiesta en objetos de uso cotidiano: zapatos, llaves extraviadas, camas de hospital. Así surgen obras como In Silence (2008), The Key in the Hand (2015) —pieza que representó a Japón en la 56 Bienal de Venecia—, The Butterfly Dream (2018). En ellas se superponen, cual capas textuales, sus obsesiones, temores, búsquedas, inquietudes, afectos. Cuando la entrevistan, Chiharu habla en nombre de su trabajo. Dice palabras, nombra la vida, la muerte, la naturaleza, el silencio. Pero sabemos que hay algo más, una materia inasible que es esquiva al decir, previa al acto narrativo. Como visitar los glaciares. Como atravesar un desierto.
Para saber más
:: Sitio web de la artista.
:: Catálogo de la exposición Chiharu Shiota. After the Dream, Lienart Éditions, Montpellier, 2013.
:: Video: Meet the Artist. Chiharu Shiota, Art Basel.
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Notas al pie
1. Chiharu Shiota, Hatje Cantz, Berlín, 2011 (catálogo de la exposición
In Memory of Books, traducción propia).
2. Ana Bogdan, “Chiharu Shiota”, The Talks, 3 de abril de 2019 (traducción propia).
3. James Putnam, “A conversation”, en Chiharu Shiota, Hatje Cantz,
Berlín, 2011, p. 221 (traducción propia).