IA en el cine: entre el temblor y el temor
Hugo Hernández – Edición 493
Si la IA ofrece un campo fértil para definir la esencia y los alcances de lo humano, también atemoriza el potencial de manipulación y control o independencia, la probable enemistad, de sus creaciones
La Inteligencia Artificial (IA) ha apasionado al cine desde que era más posibilidad y especulación que realidad. Se ha abordado, sobre todo, en historias futuristas habitadas por robots antropomorfos que, como los replicantes de Blade Runner, llegan a ser “más humanos que los humanos”.
En todo momento convivió la fascinación con la preocupación y el temor: porque si la IA ofrece un campo fértil para definir la esencia y los alcances de lo humano, también atemoriza el potencial de manipulación y control o independencia, la probable enemistad, de sus creaciones: en Metrópolis (1927), Fritz Lang seguía las fechorías de un robot sin conciencia de clase; la computadora de 2001: Odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick, toma sus propias decisiones; en Terminator (1984), de James Cameron, las máquinas dominan el mundo. Pero, en contraparte, aparecen personajes amigables y simpáticos, como el robot de WALL·E (2008), que nos recuerda las virtudes de(l) ser humano.
Actualmente, la IA ofrece más que pretextos para historias: provee tecnologías para escribir guiones, mezclar sonido, editar video, manejar color, modificar fondos y rostros. El futuro, así, luce acaso más fascinante… y más intimidador. Habrá que ver los “alcances emocionales” de la artificialidad: ¿será capaz de editar con el ritmo que siente un humano?, ¿podrá fingir gestualidades tan bien como algunos actores?, ¿alcanzará el genio, la expresividad significativa del artista de carne y hueso? Guillermo del Toro responde con un “No” contundente.
Mientras este otro futuro nos alcanza, recordemos algunos futuros pasados:
Blade Runner (1982), Ridley Scott
Los Ángeles, 2019. Deckard es obligado a volver a la policía porque es un blade runner eficaz: con presteza “retira” a los replicantes que encuentra, pues tienen prohibido venir a la Tierra. Los descubre con una prueba que provoca reacciones emocionales. Pero estos androides desarrollan emociones y llegan a ser más sensibles y más inteligentes que el humano promedio, por lo que la identificación resulta problemática. Entonces surge la pregunta por antonomasia de la ciencia ficción: ¿qué nos hace humanos? Scott no da la respuesta; y así da mucho que pensar.
Matrix (1999), hermanos Wachowski
En las mañanas, el joven Thomas se dedica a la programación; por la noche es un hacker llamado Neo y pelea con una perniciosa organización. Pronto comienza a cuestionarse su realidad y hace descubrimientos que van más allá del “Todo está en la mente” que postulaba George Harrison en Yellow Submarine (1968): todo está en la matrix, un “monstruo” computacional al que ha domesticado y controla el destino de los humanos. El viaje de ida a la fantasía y de vuelta a la realidad que propone Matrix resulta tan espectacular como inquietante.
I. A. Inteligencia Artificial (A. I. Artificial Intelligence, 2001), Steven Spielberg
Una pareja, cuyo hijo padece una enfermedad incurable y es puesto en animación suspendida, adopta al niño-robot David. Pero éste es marginado después de que aparece una cura para el hijo, que regresa a casa. David sufre: ha desarrollado su sensibilidad como cualquier humano. Stanley Kubrick trabajó por años en este proyecto, pero las pobres posibilidades que ofrecían las imágenes generadas por computadora y el tono dulce de la historia se sumaron para que cediera la idea a Steven Spielberg, quien había humanizado con fortuna hasta a E.T.
Ella (Her, 2013), Spike Jonze
Theodore trabaja redactando emotivas cartas por demanda y encara el divorcio de la mujer que amó… y la soledad. Por eso, cuando adquiere un sistema operativo que dialoga con él —¡y con la voz de Scarlett Johansson!—, que lo entiende, lo acompaña y con el que hasta tiene sexo, su mundo se ilumina. Diez años después del estreno de Her, el lúcido pronóstico de Spike Jonze es tan vigente ¿como deseable?: las relaciones sentimentales con otras personas son cada vez menos sencillas y la relaciones con los gadgets son cada vez más íntimas.
Ex Machina (2014), Alex Garland
Un programador, tan joven como brillante, es convocado a una remota instalación para poner a prueba el desempeño de un robot que emula a una mujer. Conforme avanzan las sesiones, las habilidades intelectuales y las capacidades emocionales de la ginoide resultan sorprendentes, y quien parece estar a prueba es él. Garland ofrece un atisbo de un alarmante vaticinio que hizo Stephen Hawking, el cual aparece en el tráiler de la cinta: “El desarrollo de la inteligencia artificial plena puede significar el fin de la raza humana”.