La condición de hijo está dada ante todo por una necesidad de reconocimiento: la información o las fantasías sobre la propia procedencia son indispensables en la formulación de quien se es. La primera seña de identidad: por eso hijo y filiación tienen la misma raíz
“Usted sabe más de lo que cree”, asegura la primera frase de la introducción al libro Tu hijo, el clásico del Dr. Benjamin Spock que ha servido como un prolijo instructivo para varias generaciones de nuevos padres. Es un volumen con casi 700 páginas de conocimientos que todo nuevo padre está lejos de sospechar: pronto se descubre que esa primera frase es un exceso de optimismo. Todo hijo será siempre lo que fue desde el principio: un recién llegado, un desconocido.
Y, sin embargo, la condición de hijo está dada ante todo por una necesidad de reconocimiento: la información o las fantasías sobre la propia procedencia son indispensables en la formulación —o al menos la ilusión— de quien se es. La primera seña de identidad: por eso hijo y filiación tienen la misma raíz. Derivaciones, variaciones, resúmenes, reediciones sorprendentes de quienes nos procrearon (o de quienes nos criaron, porque una cosa no siempre implica la otra), nuestra singularidad tendrá siempre ese límite insuperable. Falta una palabra equivalente a paternidad para quienes hacen (hacemos) ésta posible. m