Una sutil asociación entre la plegaria y las faenas del campo se enuncia en este poema, como si la autora se supiera inmersa en un ámbito que implica una apreciación del trabajo humano en relación con el canto
Que al habitar en el campo entregues el cuerpo
los ojos cerrados y abierta la mente.
Dediques en la madrugada el rito gozoso de la armonía que da luz al vástago.
Para ti que imploras retoños el tiempo que pase no pese en tus manos que cargan la sarta de cuentas.
Y digas los mantras cargado de canto el afán
como quien prepara la tierra como un privilegio.
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Una sutil asociación entre la plegaria y las faenas del campo se enuncia en este poema de Mariana Pérez Villoro, como si la autora se supiera ella misma inmersa en un ámbito que implica una apreciación del trabajo humano en relación con el canto. El mantra —esa fórmula verbal, con su carga de poesía y sacralidad— le resulta afín a quien, con los ojos cerrados, se adentra, en el comienzo del día, en una suerte de celebración que es también un rito de fertilidad. Una entrega, una recomendación, un anhelo: “que el tiempo que pase no pese”. Versos breves, pausas, silencios componen este libro suyo que ya desde su título prefigura lo que vendrá, lo que el lector irá vislumbrando al acompañarla en esta ruta de benéficos descubrimientos: Solo la tierra sola (Mantis Editores, 2020). Mariana Pérez Villoro estudió medios audiovisuales en el CAAV de Guadalajara y guionismo en la Vancouver Film School y obtuvo el premio de Mejor Guion de Cortometraje por Acto de magia en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato. Sobre este libro suyo, Coral Bracho escribió que es “el testimonio de una búsqueda vital hacia el origen y, desde un íntimo contacto con la naturaleza, hacia el centro de uno mismo”.