Gordofobia: prejuicio y discriminación

Una concursante de Miss Gordita posa para una foto durante el certamen en Asunción, el 18 de septiembre de 2022. Veintidós mujeres de talla grande compitieron por el título de la décima edición del concurso. El programa tiene como objetivo combatir la discriminación contra las personas con sobrepeso en Paraguay, donde casi 60 por ciento tiene sobrepeso u obesidad. Foto: Norberto Duarte / AFP

Gordofobia: prejuicio y discriminación

– Edición 495

Una concursante de Miss Gordita posa para una foto durante el certamen en Asunción, el 18 de septiembre de 2022. Veintidós mujeres de talla grande compitieron por el título de la décima edición del concurso. El programa tiene como objetivo combatir la discriminación contra las personas con sobrepeso en Paraguay, donde casi 60 por ciento tiene sobrepeso u obesidad. Foto: Norberto Duarte / AFP

En un mundo obsesionado con los estándares estéticos, ser delgado ha sido durante mucho tiempo sinónimo de salud, éxito y atractivo. El prejuicio contra las personas con sobrepeso y obesidad, conocido como gordofobia, está cultural e históricamente arraigado y enmascarado con argumentos médicos. ¿Cómo llegó a “patologizarse” una característica física, y qué implicaciones tiene esto en la sociedad actual?

Desde principios del siglo XX, el mundo médico puso el foco en la relación entre peso y salud. Aunque no se puede negar esa conexión, la generalización desencadena fuertes estigmas. En un informe de 2023, la Federación Mundial de la Obesidad advierte que 51 por ciento de los habitantes del planeta (es decir, más de 4 mil millones de personas) padecerán sobrepeso u obesidad en 2035 si no se toman medidas significativas. Pero la frontera entre una preocupación sanitaria legítima y la mera discriminación se desvanece con facilidad.

La psicología también tuvo su papel en la “patologización” de la gordura. Durante décadas, el sobrepeso se explicó como un reflejo de problemas emocionales o psicológicos subyacentes, y esta perspectiva no sólo reforzó la idea de que el cuerpo “gordo” era anormal, sino que también culpabilizó a las personas por su apariencia física.

El término gordofobia se utiliza para especificar y detallar todas esas prácticas, narrativas y comportamientos que ridiculizan, excluyen, estigmatizan, discriminan y obstruyen o infringen los derechos de las personas con base en su peso corporal. Esta perspectiva surge de estereotipos y prejuicios arraigados en la sociedad, mismos que son asumidos hasta por quienes enfrentan la obesidad día con día.

Con el auge del movimiento en pro de la diversidad corporal y contra la gordofobia (cuyo nombre científico es “estigma de peso”) surgió una oposición tenaz a la patologización del sobrepeso. Expertos y activistas señalan que reducir la salud a una cifra en la báscula es simplista y perjudicial, ya que el bienestar y la enfermedad de las personas dependen de muchos factores.

Yuan Weidong, que solía pesar alrededor de 290 kilos, adora el baile y lo practica en una plaza pública de la ciudad de Shijianzhuang, provincia de Hebei, en el norte de China. Foto: Stringer / Imagine China vía AFP.

El principio: respeto y dignidad

La despatologización de la gordofobia implica reconocer que las personas merecen respeto y dignidad, independientemente de su tamaño.

Laura Contrera, destacada activista argentina en la lucha por la diversidad corporal y sexo-genérica, llama a la sociedad a reconsiderar su enfoque de la gordura: “Es vital enfrentar la discriminación contra personas gordas desde una perspectiva de derechos humanos. La sociedad en que vivimos es profundamente gordofóbica. Es necesario despatologizar la gordura, desligándola de la enfermedad”.

Desde 2011, el “activismo gordo”, como ha sido denominado, crece con fuerza en Argentina, con la influencia de movimientos locales e internacionales que se dan a la par. Sin embargo, explica la investigadora, las cifras del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) muestran un preocupante panorama de segregación en los sectores educativo, de salud y recreativo: “El estigma de peso es algo reconocido por la Organización Mundial de la Salud. En personas gordas, hemos detectado miradas sesgadas. Existe un impacto fuerte de este estigma en el no acceso a los derechos básicos”.

Contrera compara la percepción actual de la gordura con antiguas visiones de la homosexualidad y las identidades trans: “La sociedad todavía asocia la gordura con la mala alimentación o el exceso de ingesta. Me preocupa que no queramos reconocer que lo que nos pasa con los cuerpos gordos es que nos repugnan y no encajan en las ideas normativas”.

Además, la experta llama a la comunidad médica a reconsiderar visiones anticuadas, pues “si sostienen estas posturas y no están examinando los daños colaterales, están perdiendo de vista la integridad del paciente”.

Mientras en Argentina se evidencian avances en materia de diversidad, como la Ley de Identidad de Género, Contrera ve la urgencia de abordar el estigma de peso desde todos los frentes, incluida la academia, al considerar a la universidad “un espacio primordial para pensar estas cuestiones; la academia tiene que reconocer estos saberes activistas para poder avanzar en la construcción de conocimiento”.

La también argentina Lux Moreno, activista y defensora de los derechos de las personas con sobrepeso, se manifiesta en contra de los patrones convencionales y exige el respeto a la diversidad corporal. Su historia es un reflejo del camino que muchos recorren en la pelea contra el estigma de peso. “Comencé mi activismo en 2013 después de luchar durante años con problemas hormonales. La respuesta médica habitual siempre era perder peso, lo cual no solucionaba mis problemas”, relata.

Tras una cirugía bariátrica en 2011, que no sólo le dejó artrosis precoz y descalcificación, sino también nuevas perspectivas, Lux decidió alzar la voz y tomar partido. Melisa, su amiga, fue quien la metió al universo de las fashionistas con sobrepeso, pues “no sólo se trata de derechos humanos, también se defiende el derecho a vestirse a la moda”. De esta forma, se unió a grupos como Orgullo Gordo, que considera la lucha contra la estigmatización del sobrepeso como una forma de activismo político.

Al recordar su pasado, Lux comparte: “Antes de convertirme en activista, viví la discriminación de cerca, en la escuela y mi familia. Eso me llevó a dietas extremas y a un profundo autodesprecio”. Esta realidad se agrava en especial en el caso de las mujeres, quienes son frecuentemente invisibilizadas y excluidas del “mercado del deseo” debido a la gordofobia: “El discurso predominante en los últimos 100 años se ha centrado en la normalización y el privilegio de la delgadez”.

La también filósofa reprueba la “antropofagia capitalista” que, o bien “devora” a las personas convirtiéndolas en nichos de mercado, o las “abandona” privándolas de reconocimiento.

Al cuestionarla sobre las críticas que enfrenta el activismo contra la gordofobia, Lux responde: “No promovemos el sobrepeso. Buscamos desmantelar formas de violencia y opresión que afectan a todos los cuerpos”. Además, pone de relieve que si bien el sobrepeso puede estar vinculado a ciertas afecciones, la gordofobia en sí misma puede ser perjudicial para la salud.

La lucha por el reconocimiento y la representación está en el centro de la agenda de Moreno, quien alude a leyes argentinas como la Ley Micaela, que establece la capacitación obligatoria en género y violencia de género para todas las personas que se desempeñen en la función pública, y la Ley de Educación Sexual Integral. También cuestiona el enfoque de la Ley de Obesidad y Trastornos de la Conducta Alimentaria, centrado en la cirugía bariátrica: “Debemos ir más allá y centrarnos en la sensibilización y el respeto por todas las diversidades corporales”, enfatiza.

Lux Moreno, con libros publicados sobre el asunto, ve su quehacer como una forma de dar voz a las experiencias de otras personas con sobrepeso: “El movimiento antigordofobia ha logrado influir en políticas públicas y leyes en Argentina, pero aún queda mucho por hacer”.

Nina Navajas, profesora e investigadora del Departamento de Trabajo Social de la Universitat de Valencia, muestra en un estudio científico cómo el malestar por su peso irrumpió cuando tenía 10 años, tras recibir comentarios sobre su físico, y ahora reflexiona sobre todo eso —experiencia vital—, con el convencimiento de que la “gordofobia” está tan extendida en la sociedad como el racismo y el sexismo. Foto: Biel Aliño / EFE

Perspectiva mexicana

En el caso de México, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis) 2022 del Instituto de Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 20 por ciento de la población ha experimentado discriminación por su apariencia, con el sobrepeso como uno de los principales agentes de segregación.

“La normalización de la delgadez en la sociedad siempre fue un cuestionamiento para mí. Observé cómo mi cuerpo y la reacción del público ante él se convirtieron en mi punto de activismo”, relata la doctora en Artes y Diseño Érika Bülle Hernández, una destacada activista y artista visual con más de 30 años en la escena nacional.

La historia de Érika no es ajena para muchos en este país. Como ella, infinidad personas padecen las consecuencias de la discriminación por sobrepeso, a menudo en aspectos esenciales de la vida cotidiana, desde la atención sanitaria hasta el mercado laboral: “Los médicos a menudo se centran primero en mi peso antes que en cualquier otro aspecto de mi salud”, señala. Esta obsesión cultural con la delgadez no considera las diversas formas corporales ni los factores genéticos: “Ser gordo no equivale a estar enfermo”, afirma.

La pionera del activismo gordo en México destaca la falta de ropa de talla grande y cómo el sistema de salud muchas veces no proporciona herramientas adecuadas para personas con sobrepeso, como baumanómetros de tamaño adecuado. También hace hincapié en los prejuicios que se reflejan en decisiones de contratación y en la accesibilidad de servicios públicos.

Bülle forma parte de un movimiento que ha cobrado fuerza en el país en el último decenio, y que busca el quiebre de los estigmas y de la relegación institucionalizada. Sin embargo, el trabajo no termina ahí. La representación en medios y la sociedad es esencial, explica, “no se trata sólo de mostrarnos en televisión, se trata de combatir los estereotipos dañinos”. Recuerda el caso de la gimnasta Alexa Moreno, cuyos logros deportivos quedaron eclipsados por los comentarios públicos sobre su cuerpo.

Acerca del movimiento Body Positive (“Cuerpo Positivo”), al igual que el resto de activistas entrevistadas, advierte que cae nuevamente en estereotipos. A pesar de que surgió como una oposición a los cánones de belleza impuestos, el Body Positive enfrenta serios cuestionamientos de profundidad y autenticidad. Marcas y empresas, al integrarlo a sus campañas publicitarias podrían estar desvirtuando su esencia, dándole un matiz más comercial que genuino. Esta adaptación podría conllevar a representaciones limitadas y estereotipadas, dejando en el margen a ciertos grupos.

La defensora de los derechos de la gente gorda ve con optimismo los avances del movimiento, pero reconoce que aún hay mucho por hacer: “Podemos hablar abiertamente del tema y realizar eventos”, dice, pero lamenta la falta de legislación que aborde la discriminación por peso.

En México, la discriminación en general está regulada por la Constitución, específicamente en el quinto párrafo del Artículo 1, que la prohíbe en todas sus formas. La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación proporciona mayor especificidad a esta prohibición, al definir la discriminación como cualquier distinción, exclusión, restricción o preferencia que, por acción u omisión, impida, restrinja, menoscabe o anule el reconocimiento o ejercicio de los derechos de una persona. La apariencia física es uno de los motivos de discriminación que reconoce esta ley y la gordofobia entraría aquí.

Modelo desfilando en la feria de moda Plus Size Fashion Weekend, en Bogotá, evento al estilo de las tradicionales pasarelas y con presencia de marcas, pero con una visión incluyente, pues nace con la idea de impulsar en Colombia la industria de tallas grandes para aquellos eternamente señalados por sufrir sobrepeso. Foto: Mauricio Dueñas Castañeda / EFE.

A pesar de lo que dice la ley…

Sin embargo, Jessica Covarrubias, licenciada en Derecho por la Universidad Autónoma Metropolitana e integrante del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) de 2008 a 2019, asegura que a pesar de la protección general de esta ley, el problema de la gordofobia ha ganado notoriedad con el auge de las redes sociales, y a menudo se hace más visible cuando se dirige a figuras públicas. Esto ha llevado a iniciativas para abordar la gordofobia de una manera más específica.

Por ejemplo, en el primer semestre de 2023, el diputado Nazario Norberto Sánchez presentó una iniciativa para reformar y agregar algunas disposiciones a la Ley para Prevenir y Eliminar la Discriminación, en particular en la Ley Ciudad de México. La iniciativa busca incluir específicamente la gordofobia y el body shaming (la crítica corporal) como motivos de discriminación, añadiendo una sección que los defina como rechazo, odio, aversión, ridiculización y violencia hacia las personas con sobrepeso u obesidad basados en prejuicios y estándares de belleza asociados a la delgadez.

La entrevistada resaltó que en México hay varias instituciones dedicadas a prevenir la discriminación, como el Consejo para Prevenir la Discriminación de Ciudad de México (Copred), donde comenzó un proyecto en 2023 para destacar las estrategias de los activistas de la gordura y visibilizar sus acciones y herramientas de exigencia de derechos. Como parte de este proyecto, el Copred llevó a cabo la primera Jornada de Conversaciones Gordas y lanzó un “decálogo” de 11 pasos para no reproducir la gordofobia.

Este decálogo, explica Covarrubias, es una de las iniciativas más interesantes en el país y, entre otras cosas, recomienda no ver automáticamente la gordura como una enfermedad, no sentirnos con el derecho de cuestionar o hablar del cuerpo de otra persona, cuestionar la cultura de la dieta, usar las palabras gordo o gorda como una descripción neutral en lugar de como insulto, así como no perpetuar acciones que promueven la gordofobia.

En el mismo tenor, a partir de 2022, el 4 de marzo es el Día Mundial contra la Gordofobia, gracias a que profesionales sanitarios y activistas antigordofobia crearon un manifiesto y resignificaron este día que originalmente era el Día Mundial de la Obesidad. En Argentina, por otra parte, desde principios de este siglo se trabajó en la Ley Anti Talles, que busca regular y garantizar la disponibilidad de variedad de tallas de indumentaria en el país, teniendo en cuenta las medidas antropométricas de la población. Esta ley combate la discriminación y promueve una imagen corporal positiva, considerando que muchos consumidores enfrentaban dificultades para encontrar tallas que se ajustaran a sus cuerpos en las tiendas.

Los turistas toman fotografías de mujeres miembros de “Vai ter gorda” —en español “Habrá grasa”— mientras participan en una protesta contra la gordofobia en una playa de Salvador, en el estado de Bahía, Brasil, en 2019. El movimiento tiene como objetivo luchar contra los prejuicios que sufren las personas que tienen sobrepeso y restaurar la autoestima de las mujeres. Foto: Nacho Doce / Reuters.

Percepción y medios

Los estándares de belleza actuales, impulsados por medios y cultura, afectan cómo nos vemos a nosotros mismos. La gordofobia no sólo afecta al cuerpo, sino también a la mente, ya que genera inseguridades y problemas alimenticios.

En medio de la creciente oleada de estigmas en torno al peso, la psicoterapeuta Frida García Leos destaca la importancia de resistir y validar nuestras emociones frente a estos desafíos. En una entrevista reciente abordó las problemáticas y presiones que la sociedad impone mediante su implacable enfoque en los estándares estéticos.

La psicóloga y psicoterapeuta egresada del ITESO se especializa, desde hace cuatro años, en la atención de trastornos de conducta alimentaria desde un enfoque no centrado en el peso y también forma parte de una red de mujeres en la que trabajan, piensan y reflexionan acerca del “gordo odio” en sus vidas, además de brindarles acompañamiento psicológico. “Los estigmas del peso y la gordofobia afectan a las personas, ya sea que presenten problemas relacionados con conducta alimentaria u otros asuntos. Muchos, al verse presionados por estos estigmas, adoptan comportamientos extremos en busca de una imagen ‘ideal’”.

En este entorno surge la “nociva cultura de la dieta” que, de acuerdo con la especialista, promueve una perspectiva distorsionada sobre lo que es adecuado comer y cómo vivir. Estas restricciones no sólo dañan la salud física, sino que además pueden conducir a un aislamiento social, ya que las personas sienten que no pueden encajar o participar en actividades comunes debido a su dieta.

El camino para quienes tienen cuerpos más grandes está plagado de obstáculos, desde la dificultad para encontrar ropa que les quede bien, hasta enfrentar discriminación en el ámbito laboral. Lo más alarmante, dice la especialista, es la discriminación en el cuidado de la salud: “Si te duele un brazo y eres una persona con sobrepeso, inmediatamente se asume que es debido a tu peso”.

Pero la clave del mensaje de Frida está en cómo enfrentar este panorama: “No es simplemente sobre superar el estigma del peso, sino aprender a resistir y validar nuestras emociones. Aunque una persona trabaje en su autoestima, la raíz del problema, que es esencialmente social, persiste. Es un llamado a enfrentar y desafiar un sistema que a menudo margina y estigmatiza, a buscar una transformación radical en la percepción colectiva. El problema de la gordofobia no es un problema individual sino colectivo, social”.

Las personas con sobrepeso enfrentan desafíos constantes en la construcción de su imagen corporal y en cómo interactúan en su vida cotidiana debido al estigma del peso. Es la materia de la que se ocupa Dana Esmeralda Valle Galindo, psicoterapeuta que actualmente cursa el Doctorado en Investigación Psicológica en el ITESO y realiza la investigación “Las implicaciones del estigma de peso en la vida cotidiana en personas con obesidad”.

“Esta investigación busca entender cómo el ambiente social y las interacciones influencian la construcción de la imagen corporal y los hábitos de las personas con obesidad”, comparte. El estudio no se centra únicamente en el individuo, sino que adopta una perspectiva más amplia acerca de cómo la sociedad y los estereotipos afectan su percepción y su experiencia cotidiana.

Un dato preocupante del Inegi en 2022, señala, es que el peso y la estatura son la segunda causa más común de discriminación en México; esta estadística destaca la urgencia de abordar y comprender el estigma del peso.

La experta describe situaciones que las personas con obesidad enfrentan diariamente: “Muchas sienten que es su responsabilidad bajar de peso, experimentan vergüenza al no caber en asientos de aviones o temen romper sillas. Estos estigmas dañan la autoestima y pueden llevar a creencias limitantes. Con frecuencia se promueve un único ideal de belleza basado en la delgadez, lo que perpetúa el estigma y contribuye a lo que denominamos ‘violencia estética’”. Este concepto alude a las agresiones, tanto explícitas como implícitas, que las personas experimentan por no ajustarse a los estándares estéticos dominantes, desde comentarios despectivos hasta la exclusión basada en la apariencia; la violencia estética refleja cómo la sociedad puede castigar a quienes se desvían de su ideal de belleza, generando daños emocionales y psicológicos profundos en los afectados.

Uno de los hallazgos más relevantes de la investigación es cómo el estigma de peso afecta la salud mental y emocional. A decir de Esmeralda, esto puede manifestarse en comportamientos como atracones de comida, insatisfacción corporal, aumento de peso, menor actividad física, aislamiento social y, evidentemente, experiencias de discriminación.

La investigadora advierte también sobre tratamientos peligrosos de pérdida de peso rápida que pueden ser perjudiciales para la salud, y resalta la importancia del cuidado de uno mismo y la resiliencia: “Debemos ser conscientes de cómo nos hablamos a nosotros mismos, fomentar pensamientos más sanos y realistas sobre nuestro cuerpo y buscar apoyo profesional cuando sea necesario”.

A pesar de la creencia común, no todos los problemas relacionados con el peso se resuelven con nutrición: “Existe miedo de que trabajar la imagen corporal en terapia lleve a la persona a descuidarse, pero la terapia busca mejorar la relación con uno mismo, no fomentar estigmas”. Las consecuencias del estigma pueden ser devastadoras: pobre valoración personal, inseguridad, aceptación de la discriminación y trastornos alimentarios. Por ello, Esmeralda sugiere “promover la diversidad corporal, mejorar las interacciones sociales y considerar el estigma de peso en políticas públicas y prácticas médicas”.

A aquellos afectados por el estigma del peso les dice: “Dejen de lado la culpa, centren su atención en el autocuidado y comprendan que el ideal de belleza no es la delgadez, sino la salud y la diversidad corporal”.

Evolución del movimiento

Desde la segunda ola del feminismo, en los años sesenta y setenta del siglo pasado, se desafiaron las normas estéticas; no obstante, fue en los ochenta cuando surgieron organizaciones como la NAAFA (National Association to Advance Fat Acceptance) para abordar la discriminación por tamaño. Con la era digital, si bien proliferaron ideales de belleza, también nacieron espacios de apoyo y comunidades virtuales. Plataformas sociales dieron voz a movimientos como #BodyPositivity, y figuras como Ragen Chastain combatieron estereotipos. La interseccionalidad, que une la discriminación por tamaño con otras opresiones, ganó relevancia. Historias personales sobre gordofobia inundaron la internet, convirtiéndose en relatos de resiliencia. Finalmente, las empresas, observando este cambio cultural, comenzaron a reflejar una diversidad corporal más real en sus campañas publicitarias.

Salud pública

Acerca del sobrepeso y el problema que representa, para la sociedad como para cada individuo que vive con él, Laura Arellano, nutrióloga del ITESO especialista en salud pública, señala que, actualmente, en México ocho de cada 10 adultos tienen sobrepeso u obesidad y tres de cada cinco niños están en esta situación. Ésta es una condición que afecta a todas las edades, tanto en las zonas urbanas como en las rurales.

Arellano señala a la industria alimentaria como una de las principales causantes de esta situación: “La oferta de productos industrializados y ultraprocesados ha eclipsado la de alimentos naturales […] Esto, en parte, se debe a su precio, sabor y durabilidad, así como a la intensa publicidad que los respalda”. La experta destaca también el papel del estilo de vida sedentario en la educación, “el diseño de nuestras ciudades, la violencia y las largas distancias entre el hogar y el trabajo limitan las oportunidades de actividad física”.

En cuanto a las medidas tomadas por el gobierno actual para reducir la obesidad en México, Arellano explica que el impuesto a los refrescos ha demostrado ser efectivo, en especial entre las poblaciones con menores recursos económicos. Y la introducción de etiquetados ha llevado a empresas como Bimbo a reformular muchos de sus productos. Sin embargo, “aunque la intención era buena, la implementación de medidas relacionadas con la regulación de alimentos en las escuelas fue problemática. La industria encontró formas de eludir las restricciones, y las escuelas públicas carecen de la infraestructura para ofrecer alimentos saludables”.

La especialista subraya que la obesidad es una afección de salud, no una elección personal, por lo que “la sociedad debe separar las valoraciones basadas en la apariencia, de las cuestiones reales de salud”. Recuerda que, si bien el sobrepeso y la obesidad pueden causar inflamación, cambios en la microbiota, presión en las articulaciones y aumentar el riesgo de enfermedades como la hipertensión y las relacionadas con los riñones, es imperante que la sociedad cambie su percepción, así como tratar a las personas con empatía y comprensión, independientemente de su apariencia física. También insta a una mayor regulación de la industria alimentaria y a una mejor educación con respecto a la obesidad para cambiar las percepciones erróneas. 

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MAGIS, año LX, No. 498, marzo-abril 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de marzo de 2024.

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