Espionaje al ITESO: con la marca de la sospecha
Mario Gutiérrez Vega – Edición 436
Hace 50 años comenzaron a impartirse clases en el actual campus del ITESO. Documentos desclasificados en el Archivo General de la Nación (AGN), hasta ahora no publicados, revelan el interés de los servicios de espionaje mexicanos por la vida interna de la Universidad durante su fundación y por lo menos durante los treinta años siguientes.
Poco a poco, día con día, las piezas que recogió el agente Gregorio Villegas Ortiz fueron construyendo el rompecabezas de la agresión. Supo, por ejemplo, que el viernes 23 de mayo, en la Facultad de Comercio de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), Raymundo Guerrero, profesor y futuro factotum de Los Tecos, encendió los ánimos en una asamblea estudiantil en la que llamó a “acabar con el Instituto”. Conoció también que tres días después, el 26 de mayo, se enviaron telegramas a varios alumnos de la UAG para reunirlos a las ocho de la mañana del día siguiente. Los telegramas, escribió Villegas en un oficio sin número fechado el 27 de mayo, decían: “Cítolo para mañana ocho horas local Escuela asunto exámenes”. El agente 280 de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) asumió que el contenido de esas comunicaciones era una mentira, una cortina de papel que en realidad convocaba a seguir conspirando contra el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente.
El agente Villegas tenía los suficientes elementos para prevenir la agresión que el 27 de mayo de 1958 sufriría el ITESO. Pero guardó silencio. La DFS, la agencia de espionaje e inteligencia del Estado mexicano, no estaba para alertar a ningún grupo o persona; su única misión era informar sobre los riesgos a la seguridad nacional y atender los intereses del presidente de la República, el único al que debía todas las lealtades.
El ataque se consumó. A las 9 de la mañana de ese martes 27, un grupo de estudiantes de la UAG llegó al número 363 de la calle Independencia, en el centro de Guadalajara, entonces sede del ITESO. Armados con pistolas, cadenas, manoplas, navajas y un hacha, rompieron la puerta para ingresar al edificio y destrozaron todo a su paso. En dos informes confidenciales enviados a la ciudad de México y resguardados hoy en el Archivo General de la Nación (AGN) dentro del expediente 100-12-1-1958 legajo 3, los agentes de la DFS recogieron los principales detalles del incidente. Reportaron los nombres de los 19 detenidos, cuantificaron los daños causados en 250 mil pesos y anotaron qué armas portaban los estudiantes: tres pistolas calibre 38 especial, un revólver 32-20 y ocho navajas. “Los responsables se encuentran detenidos en el Servicio Secreto y hoy a las 13:00 horas se les tomó declaración para trasladarlos a la Penitenciaria, acusados de robo, daño en propiedad ajena, golpes, portación de armas prohibidas y disparo de armas de fuego”, estableció el oficio 2880 firmado por Gilberto Suárez Torres, director en funciones de la DFS.
Aunque al principio menciona a la “Universidad de Guadalajara”, el telegrama de Villegas Ortiz se refiere a la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).
El espionaje continuó horas después del asalto al ITESO. En el segundo informe, del 27 de mayo, titulado “Informe sobre el Edo. de Jalisco”, el agente Villegas aseguró que el mismo Raymundo Guerrero había dirigido el ataque y que pedía al gobernador Agustín Yáñez liberar a los estudiantes de la UAG. Incluso, el policía de la DFS alertó acerca de que, de no conseguir la liberación de sus compañeros, en la Autónoma de Guadalajara se prepararían ataques contra el gobernador y acusaciones de que ayudaba al Partido Acción Nacional.
Los dos informes elaborados el 27 de mayo de 1958 marcaron el inicio de una sigilosa y continua labor de espionaje que la DFS realizó sobre el ITESO durante poco más de tres décadas. Resguardados en la Galería 1 del AGN en la ciudad de México, las 16 fichas y los expedientes en los que se menciona al ITESO revelan el creciente interés del servicio de espionaje político por conocer más sobre la ideología, los personajes y las actividades de quienes formaban parte de la Universidad fundada el 31 de julio de 1957.
Con la lectura de los informes se puede deducir que dos factores empujaron a los agentes a escudriñar la vida del ITESO: la presencia de jesuitas y el aumento de las agresiones por parte de Los Tecos y de algunos estudiantes de la UAG en contra de quienes integraban la nueva Universidad.
El ITESO todavía no cumplía un año de vida y el agente Villegas ya hacía un seguimiento puntual de la institución y de todo lo que se dijera de ella. El 27 de junio de 1958 redactó un informe de rutina para adelantar que el día siguiente se publicaría un desplegado en los periódicos locales dirigido a Efraín González Luna, Elías González Chávez, Gabriel Vázquez Arroyo y José Fernández del Valle —primer rector del ITESO—. El desplegado, financiado por la UAG, cuestionaba la validez de los estudios de la Universidad jesuita y la ubicación de sus escuelas.
El 23 de septiembre, Villegas envió un nuevo parte de novedades sobre distintos temas que consideraba de relevancia. En un párrafo informó que el edificio del ITESO todavía era vigilado en su interior y exterior por miembros de la Policía Bancaria vestidos de civil. “Este problema”, agregó, “piensa agravarlo el grupo de los Tecos correspondientes a la Autónoma”.
Para entonces, lo que describía el agente 280 de la DFS en sus comunicaciones era el clímax de una larga escalada de dos décadas de agresiones y ataques de Los Tecos en contra de los jesuitas. Fernando M. González, doctor en Historia y profundo conocedor de este conflicto entre católicos, asegura que para entender el asalto al ITESO es necesario remontarse al establecimiento de la UAG en 1935, organizado por estudiantes y profesores de la Universidad de Guadalajara (UdeG), así como por exalumnos del Instituto de Ciencias. También es fundamental en esta historia la creación de la Asociación Fraternaria de Estudiantes de Jalisco —más conocida como Los Tecos—, la sociedad secreta fundada en 1934 por los hermanos Antonio y Ángel Leaño Álvarez del Castillo, quienes un año después ya eran parte del núcleo que constituyó la UAG. Con el tiempo, Los Tecos cobraron fuerza como un grupo de choque que se proclamó a sí mismo como defensor del catolicismo y perseguidor del comunismo dentro y fuera de la universidad, impidiendo por todos los medios cualquier disidencia en la Autónoma.
El asedio y la intransigencia de Los Tecos provocaron un incesante exilio de alumnos y profesores que dejaron la UAG para ir a la Universidad de Guadalajara. Una de las salidas más significativas fue la de Efraín González Luna, a quien la sociedad secreta consideró traidor. Los Tecos emprendieron duras campañas públicas en su contra, entre ellas la de atribuirle la creación del ITESO, acusación que fue consignada en los dos informes de la DFS redactados el 28 de mayo de 1958, uno de ellos marcado con el número de oficio 2880.
En 1957, un grupo de jesuitas y padres de familia decidió fundar el ITESO. El nacimiento de una tercera universidad en Guadalajara, explica González, fue una sacudida para la Autónoma, que sintió amenazada la bandera católica que enarbolaba y derrumbado su monopolio en la educación superior privada. “El del 58 es la historia de un ataque anunciado, hay una preparación de varios meses en que Los Tecos le advierten al ITESO y le dicen que es un atentado porque van a dividir al campo católico, que no hagan facultades que quiten clientela, que ellos son la universidad católica”, refiere el historiador y estudioso de la Iglesia católica mexicana.
La persecución y el ánimo de agresión de la Autónoma de Guadalajara hacia el ITESO son evidentes en los textos de rutina que redactaron los agentes de la DFS. Por ejemplo, en un informe fechado el 18 de agosto de 1958 se describe que en una asamblea de estudiantes de la UAG se acordó rapar a algunos de los organizadores del ITESO y difundir la cercanía de la universidad jesuita con el Partido Acción Nacional.
El movimiento estudiantil de 1968
Para 1967, la Dirección Federal de Seguridad mantenía especial atención sobre los movimientos que realizaban los estudiantes de la UAG y su sociedad secreta. Cuando los agentes de la policía política se referían a Los Tecos siempre había un párrafo para el ITESO, al que describían como “un grupo de intelectuales” sin fines políticos y de ideología “más moderada”.
En Guadalajara, las chispas del movimiento estudiantil de 1968 encendidas en la ciudad de México no se propagaron. La Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) operó como un efectivo grupo de disuasión y represión. La FEG no sólo evitó que sus estudiantes salieran a las calles, también persiguió con violencia a los jóvenes de otras universidades que pretendían protestar.
Fernando M. González, entonces alumno del ITESO, recuerda los rumores que se dieron en 1968 sobre la llegada de estudiantes de la ciudad de México a Guadalajara, y en específico a la Universidad, para organizar protestas callejeras. La respuesta de la FEG, rememora, fue colocar filtros de revisión en las carreteras para impedir que los universitarios de la capital llegaran a la ciudad. Con esquemas de control parecidos, la UdeG a través de la FEG y la UAG con la Federación de Estudiantes de Jalisco (FEJ) operaron en favor del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y del gobernador Francisco Medina Ascencio.
Después de 1968, los estudiantes y las universidades cobraron especial relevancia para la DFS. El 3 de marzo de 1969 se generó una ficha con información básica de las tres universidades que existían en Guadalajara. De la UdeG se dejó constancia de su alianza con el Gobierno durante el movimiento estudiantil; de la UAG se apuntó su lucha contra el comunismo y los jesuitas; y del ITESO se destacó su reciente incorporación a la Universidad Nacional Autónoma de México.
La DFS ponía cada vez más sus ojos en los jóvenes y se infiltraba en las comunidades universitarias. El 13 de julio de 1970, la oficina de la DFS en el Distrito Federal recibió un informe de ocho cuartillas titulado “Aspectos políticos, económicos y sociales del estado de Jalisco”. El pormenorizado dossier destacaba que en la entidad no había “alteraciones importantes a la paz pública”. Guadalajara era un espacio de paz. En el cuerpo del documento aparecieron las universidades que funcionaban en la ciudad y una mención con estadísticas básicas sobre su oferta educativa; del ITESO se dijo que contaba con mil 500 alumnos.
Inmersas en esa tranquilidad, las universidades de Jalisco no parecían representar un riesgo para el Estado mexicano. En los cincuenta y sesenta, lo que sucedía en Guadalajara era marginal para las prioridades e intereses de la DFS, apunta Sergio Aguayo, politólogo e investigador de El Colegio de México.
En la década de los setenta, el panorama cambió con la aparición de la insurgencia estudiantil y los movimientos armados urbanos. En Guadalajara, destaca Aguayo, grupos como la Federación de Estudiantes Revolucionarios (FER) y las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP) provocaron un cambio en la intensidad de la información que los agentes de la Dirección Federal de Seguridad recopilaron y enviaron a la ciudad de México.
La amenaza
La DFS ya había seguido de forma particular la relación de sacerdotes jesuitas con movimientos universitarios en distintas zonas del país. El servicio secreto atribuyó a Javier D’Obeso y Orendáin y a Manuel Salvador Rábago González —ambos jesuitas de Guadalajara— la dirección intelectual de la Obra Cultural Universitaria (OCU), grupo surgido en Monterrey. La OCU, de acuerdo con la DFS, fue una de las agrupaciones fundadoras de la Liga Comunista 23 de Septiembre, el movimiento guerrillero que nació en Guadalajara en 1973 y se extendió por todo el país. Los sacerdotes D’Obeso y Rábago quedarían entonces marcados por la DFS como peligrosos y serían vigilados y perseguidos por sus conferencias y grupos de reflexión política, así como por la estrecha relación que entablaron con estudiantes que más tarde se convertirían en líderes guerrilleros, como Ignacio Salas e Ignacio Olivares.
La Liga Comunista 23 de Septiembre fue una afrenta al Estado con acciones violentas, secuestros y robos, y con ella se desencadenó la etapa más brutal y represiva de la Dirección Federal de Seguridad. Como nunca, la policía política mexicana fue un aparato de tortura, desaparición y opresión contra los miembros de la Liga, opositores políticos, activistas, intelectuales, universitarios y ciudadanos. La guerra sucia fue uno de los más crudos periodos de represión del Gobierno que encabezó el PRI durante 70 años. En ese contexto de persecución y violencia, el 28 de febrero de 1974 —casi cinco meses después de que integrantes de la Liga Comunista 23 de Septiembre secuestraran en Guadalajara al empresario Fernando Aranguren y al cónsul británico Duncan Williams— el agente de la DFS Esteban Guzmán Salgado redactó un informe de dos cuartillas sobre el ITESO. El documento (expediente 100-12-1-74 legajo 26, en el AGN) es una reseña histórica de la universidad, en la que se describen sus instalaciones y se detalla la oferta académica, así como la composición del profesorado. Guzmán Salgado, que dirige su reporte a Luis de la Barreda Moreno, director de la DFS, destaca la cercanía del ITESO con la Universidad Iberoamericana de la ciudad de México, menciona a los integrantes del consejo directivo del Instituto y apunta quiénes encabezan la Federación de Estudiantes de Occidente, que el agente de la DFS menciona como la organización que reúne la voz de los alumnos. Sin mayores elementos, Salgado describe así al ITESO y su filiación: “se autodenomina política y laica, por la naturaleza de su profesorado porque tiene grandes nexos con el Arzobispado de Guadalajara y porque se sostiene económicamente de donativos del sector empresarial puede decirse que en el fondo sí es política, siendo su tendencia un tanto progresista”.
Más allá de las percepciones de los agentes de la policía política, la cercanía de los jesuitas con integrantes de la guerrilla habría llevado a Miguel Nazar Haro, subdirector de la DFS, a visitar el ITESO en 1974. El historiador Fernando M. González asegura que ese año recibió la visita del jesuita Luis Morfín López, quien le confió que Nazar Haro llegó al ITESO para solicitar información y nombres de estudiantes o exalumnos que estuvieran en la Liga Comunista 23 de Septiembre.
La DFS intensificó sus acciones de búsqueda e investigación en la ciudad. En mayo de 1974, los agentes de inteligencia estuvieron presentes en una serie de conferencias organizadas por el ITESO y la Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara. Las charlas invitaban a dialogar sobre el documento El compromiso cristiano ante las opciones sociales y la política, publicado por la Conferencia del Episcopado Mexicano. En tres informes, la DFS recogió las frases más destacadas de los expositores, el número de asistentes a cada charla y los pormenores de cada una de las cuatro jornadas realizadas en el edificio de la Canaco Guadalajara. Los policías se interesaron por las declaraciones políticas y dieron especial relevancia a la presencia de Efraín González Morfín, excandidato del PAN a la Presidencia de la República.
Después de la brutal represión que tuvo como punto máximo los años 1974 y 1975, la insurgencia estudiantil y la Liga Comunista 23 de Septiembre fueron perdiendo poder de acción en Guadalajara. Ya en 1979 sus miembros habían sido asesinados o desaparecidos por la DFS y por los grupos paramilitares creados por el gobierno para exterminarlos.
El último documento sobre el ITESO resguardado en la Galería 1 del Archivo General de la Nación está fechado el 16 de febrero de 1979. Es un directorio con los nombres y teléfonos de ocho sacerdotes jesuitas miembros de la Universidad. Es una simple lista sin mayores referencias ni explicaciones de lo que se pretendía con ella. “Iban surgiendo actores, personas o grupos que llamaban la atención del régimen y les ponían vigilancia especial, pero dentro de las limitaciones de la Federal de Seguridad, porque eran muy buenos policías, pero pésimos analistas”, apunta Sergio Aguayo, que durante años ha puesto particular interés en la revisión y el análisis de los documentos generados por la DFS.
La realidad es que, coinciden Aguayo y González, ni el ITESO ni los jesuitas representaron un peligro para el país y su estabilidad social y política. La Dirección Federal de Seguridad desapareció en 1985, después de casi cuatro décadas de funcionar con plena impunidad y cobijada por el presidente en turno. m