Espacio cinematográfico, espacio sustancioso
Hugo Hernández – Edición 467
El cine ha ido más allá de la geografía real y relaciona en pantalla espacios distantes y distintos. La claridad sobre el espacio es la primera cortesía que se espera de un realizador. Después vienen la imaginación… y la sustancia.
La semiología, que tan cuestionables aportes ha hecho al cine, propone una clasificación del espacio que es provechosa, pues permite abordarlo en sus diferentes aspectos. Postula cuatro categorías: escenográfico, lúdico, dramático y fílmico. Los tres primeros tienen un pie en la puesta en escena: el primero alude a los decorados; el lúdico, a la gesticulación y la interacción de los actores; el dramático, a lugares o elementos que aportan sentido y tensión al relato.
Todos contribuyen a la configuración del espacio, pero sólo el fílmico —que se construye con la puesta en cámara y el montaje— nace con el cine. Porque en sus inicios, la ficción cinematográfica fue a menudo teatro filmado. Baste recordar el manejo del espacio, en la Tierra y en el espacio, que propone el mago Méliès en El viaje a la luna (1902). Todo se ve a cierta distancia, desde la perspectiva de un espectador hipotético. D. W. Griffith da el salto que estableció las bases de lo que luego se ha considerado “lenguaje cinematográfico”: se acerca y nos acerca. El origen, cuentan las malas lenguas, fue hormonal: frente a su cámara tenía a una actriz bastante bella como para permanecer lejos.
Posteriormente, el cine ha ido más allá de la geografía real y relaciona en pantalla espacios distantes y distintos (como Whiplash, en la que se utilizan exteriores de Nueva York e interiores de Los Ángeles) o genera, por diferentes técnicas, espacios oníricos, a veces insólitos. La claridad sobre el espacio es la primera cortesía que se espera de un realizador. Después vienen la imaginación… y la sustancia.
Alfred Hitchcock
En Los pájaros, Melanie se asoma por la ventana de un restaurante y con ella vemos el ataque de las aves en la gasolinera de enfrente. En Intriga internacional (1959), Thornhill sufre el ataque que se le viene del cielo, en un terreno que previamente vimos con él. En Vértigo (1958), Scottie mira al vacío y el espacio “se desdobla” ante nuestros ojos. Hitchcock construye con la mirada el aquí y el ahora y va de lo objetivo a lo subjetivo. Su manejo del espacio es más que una cuestión de estilo: es drama, es significado.
Alfonso Cuarón
Desde Y tu mamá también (2001), Alfonso Cuarón ha explorado las rutas del realismo y la veracidad. Con el plano secuencia, que prescinde del corte y alcanza grados de excelencia en Niños del hombre (2006), consigue tiempos y espacios continuos, reales. En Gravedad (2013), gracias a este recurso y al rigor de la reproducción del espacio interestelar en un set, la aventura multiplica la emoción y se convierte en una experiencia significativa. Cuarón consigue así sumergirse en los inefables e invisibles espacios interiores.
Luis Buñuel
En La Vía Láctea (1969), El discreto encanto de la burguesía (1972) y El fantasma de la libertad (1974) se multiplican las historias y los personajes van de un espacio a otro, no consiguen estar en paz en ninguno. Según Buñuel, en esa “especie de trilogía” que forman hay una constante: la búsqueda de la verdad. El cineasta solía decir que estaba dispuesto a seguir a los que la buscan, pero los abandonaba apenas creían que la habían encontrado. En su cine, la búsqueda ¿espiritual? se traduce en un errar espacial.
Stanley Kubrick
Kubrick era consciente de la insignificancia del hombre en el cosmos. En 2001: Odisea del espacio (1968) subraya los límites del conocimiento humano: es capaz de construir una máquina inteligente, pero no sabe evitar la divagación al buscar el sentido de la existencia. No obstante, la odisea por el espacio interestelar es registrada con una belleza estremecedora, inolvidable. La circularidad de artefactos y espacios en la cinta acaso sugiere que volveremos siempre al mismo punto. Y lo importante no está en el destino, sino en la ruta.
David Wark Griffith
La fragmentación de espacio, tiempo y acción, aporte fundamental de Griffith al séptimo arte —cuando el cine aún no era considerado un arte— permite la focalización: ver los rasgos nimios en la amplitud del paisaje. El afán de explorar la conducta humana a detalle lo lleva a observar a la masa: en la multiplicación se confirman los apuntes sobre el individuo. Para empezar, la monumentalidad de Intolerancia (1916) y El nacimiento de una nación (1915) es cortesía de la escenografía, pero sobre todo de un lenguaje… monumental.
Para saber más
:: “Organización semiológica del espacio y del tiempo en el cine”.
:: Escena de Intriga internacional.