El tiempo pasa

El tiempo pasa

– Edición 495

Portada de la edición electrónica de “Elegía”, de Philip Roth.

Compartimos cuatro novelas en las que se hace constar que, como pasa en la vida real, la vejez en la literatura es una simple cuestión de perspectiva.

Hay un momento en la novela El amor brujo, de Roberto Arlt, en que el protagonista se ve súbitamente arrojado a la vejez. Uno pensaría que el paso de los años dispone las cosas para que, de un modo más bien inadvertido, nos vayamos acomodando a esa condición. Pero lo que le ocurre a Estanislao Balder, joven arquitecto dotado de un talento notable para el fracaso y, por tanto, presa fácil de la amargura, es brutal: una noche, sentado a la orilla de la cama, mientras repasa sus frustraciones y sus aborrecimientos (empezando por el que se tiene a sí mismo), encorvado, en calzoncillos y camiseta, se mira largamente los pies descalzos. Y nosotros, al leer, lo vemos acumular sobre la cabeza y los hombros muchos años de golpe: en su cansancio, en su ira y su lástima por el mundo, esa transfiguración equivale a una abreviación de la vida temible. Lo bueno es que la vejez, por lo general, tarda más en llegar.

Tal vez porque a menudo las novelas se parecen mucho a la memoria, sus protagonistas con frecuencia son viejos, en el trance de repasar la trama de hechos, decisiones, equivocaciones y sorpresas que los ha conducido hasta el presente. En ocasiones, esa recuperación los hace literalmente rejuvenecer (al contrario de Balder), como pasa con las historias que contaba el Barón de Münchhaussen, que le restituían el vigor y la valentía que la ancianidad le había ido arrebatando. En todo caso, y como pasa en la llamada vida real, la vejez en la literatura es una simple cuestión de perspectiva.

El final del camino

Imposturas, de John Banville (Alfaguara)
En Los infinitos es un viejo matemático a las puertas de la muerte; en El intocable, un espía que hacia el final de sus días debe encarar la proscripción y la vergüenza. A John Banville, por lo visto, le sirven muy bien los personajes de avanzada edad para dotarlos de visiones del mundo tremendas. Como en Imposturas, donde Axel Vander, un viejo profesor y crítico de arte cuya reputación está fundada en una mentira, desembarca en la última estación de su vida cargado de vilezas (pero el cinismo le ayuda a llevar esa carga), dispuesto a encontrarse con la mujer que podrá desenmascararlo. Una magnífica epopeya de la degradación.

Una guerra atroz

Diario de la guerra del cerdo, de Adolfo Bioy Casares (Alfaguara)
En Buenos Aires han ido multiplicándose los ataques contra personas mayores; empezaron como intimidaciones y persecuciones, pero se han agravado hasta llegar a la violencia física y el asesinato. Entre el miedo y el deseo de seguir haciendo su vida normal, los viejos optan por esto último, pero esa decisión parece ser tomada como un desafío, pues los ataques se recrudecen. Pronto es evidente que se trata de un exterminio en toda forma. Una guerra que, de modo unilateral, los jóvenes han emprendido contra quienes consideran sus enemigos naturales. Estremecedora y urdida con un humor feroz, esta parábola de Bioy Casares se ha leído como una elaboración sobre los excesos de la demagogia (los jóvenes guerrilleros se saben legitimados por un régimen populista), pero va más allá de eso: es una advertencia contra las consecuencias del odio.

La dura verdad

Elegía, de Philip Roth (Literatura Mondadori)
Nathan Zuckerman regresa a la ciudad luego de más de una década de haberse entregado al aislamiento radical. Indiferente a la supuesta necesidad de hacer la vida entre los demás, sólo se anima a reingresar en el mundo porque tiene que practicarse unos estudios médicos. Y lo que descubre entonces es, primero, que hay una gran cantidad de gente hablando sola por las calles —en realidad están al teléfono: cuando Zuckerman se fue no se había popularizado aún el uso del celular—, y por lo visto tienen una enorme cantidad de tonterías que decirse, todo el tiempo. Descubre también que todos sus viejos amigos han ido cayendo: enfermos, solos, decepcionados, muertos al fin, uno tras otro. Y el viejo Zuckerman concluye (es el alter ego de Roth, en la última novela de Roth: no podía ser nadie más quien llegara a esta afirmación): la vejez no es una batalla: es una masacre.

El tiempo de la evocación

La vida que se va, de Vicente Leñero (Alfaguara)
Norma tiene presentes las consecuencias de las decisiones que tomó en la vida… pero también, y sobre todo, lo que habría pasado si sus decisiones hubieran sido distintas. ¿Existe el destino? No podemos saberlo ni al principio ni al final de la vida, y por ello las posibilidades son infinitas, como ocurre con el ajedrez, juego en el que Norma es una campeona. La materia prima de esta novela entrañable es la evocación nostálgica, la recapitulación de su historia que hace una anciana para que un joven escritor —si es que puede— reconstruya un rompecabezas que mezcla realidad e invención. Pero también es una trama hecha con una capacidad de encantamiento —esos prodigios que hacía Leñero— que la vuelve de inmediato memorable, lo mismo que a su protagonista.

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MAGIS, año LX, No. 498, marzo-abril 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de marzo de 2024.

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