El misterio cuestiona

El misterio cuestiona

– Edición 502

Imagen de la película “¡Madre!”

En el cine resulta mucho más provechoso abordar el misterio como un procedimiento presente en todos los géneros y capaz de empujar la narrativa y la temática hacia metas más ambiciosas

Habrá que morir con el misterio.
Luis Buñuel

Como en la literatura, en el cine el misterio es un género. Por supuesto. A menudo se trata de dilucidar un enigma, esclarecer un crimen o solucionar un problema. En la conclusión, por lo general, se resuelve el asunto. Un ejemplo pertinente lo ofrecen las numerosas películas inspiradas en las novelas de Agatha Christie. No obstante, resulta mucho más provechoso abordar el misterio como un procedimiento presente en todos los géneros y capaz de empujar la narrativa y la temática hacia metas más ambiciosas; como un ingrediente fundamental, diría, para ocuparse de los grandes asuntos relacionados con el fenómeno humano, que sigue siendo el misterio.

El misterio se convierte, así, en una estrategia, en el detonador de una pregunta cuya respuesta, más que desenredar una trama o esbozar una respuesta circunstancial, genera otras preguntas. Estas no sólo invitan a dar mayor emoción a la historia que se cuenta, sino a proporcionar densidad al asunto, a profundizar en las cuestiones abordadas. Es una actitud que convoca la ambigüedad y, a falta de mayores precisiones, cabría ubicar en los terrenos de la filosofía, pues tiene la ambición de delimitar ontologías, de explorar fundamentos.

Es el caso de El espinazo del diablo (2001), de Guillermo del Toro, que inicia con la pregunta “¿Qué es un fantasma?”, y la historia responde con otra: ¿cómo se deviene fantasma? O La llegada (The Arrival, 2016), de Denis Villeneuve, en la que mientras se esclarece el motivo de una visita extraterrestre a la Tierra se plantean cuestionamientos sobre lo que mueve el comportamiento humano.

Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), de Orson Welles

Justo antes de morir, el magnate Charles Foster Kane dice su última palabra: “Rosebud”. A pesar de ser un personaje bastante conocido, nadie sabe a qué alude. Inicia entonces una investigación periodística que ventila vida y milagros del ciudadano. Al final se revela el misterio para los espectadores, quienes reconocen el objeto mentado. Pero ahí inicia el verdadero misterio: ¿por qué justamente ese objeto estuvo en la mente del moribundo? Y por extensión: ¿Qué es, a final de cuentas —y de la vida— lo que le da sustento a una existencia?

El ángel exterminador (1962), de Luis Buñuel

Después de una función teatral, un grupo de burgueses llega a la mansión de uno de ellos. Desde su arribo hay sucesos que parecen absurdos (p. ej.: se repite la llegada de los invitados). Después de la cena nadie es capaz de abandonar la sala, donde todos se instalan por muchos días. Nunca sabremos por qué pasa esto, pero desde el estreno de la cinta se han aventurado explicaciones en diversos campos: desde el sociológico hasta el esotérico. No es el primero ni el último misterio en la obra de Buñuel que ha dado mucho de qué hablar y mucho más qué pensar.

2001: Una odisea espacial (2001: A Space Odyssey, 1968), de Stanley Kubrick

En dos horas y media y tres episodios, Kubrick va de la prehistoria al futuro de la humanidad: un homínido descubre las herramientas, se encuentra un monolito extraterrestre en la Luna y concluimos con una misión fallida a Júpiter. El monolito aparece en los tres momentos, pero de él no sabremos mayor cosa. La misión esencial de la ciencia ficción no es esbozar futuros posibles —aunque es una de sus principales convenciones—, sino reflexionar acerca de qué nos hace humanos. Y aquí está claro que, ayer como hoy, hay misterios que nunca llegaremos a explicar.

El hombre sin pasado (Mies vailla menneisyyttä, 2002), de Aki Kaurismaki

Un hombre maduro es atacado por unos delincuentes y es declarado muerto. Pero sobrevive sin recordar quién es ni qué le pasó. Conforme avanza la cinta inicia relaciones con matices afectivos que reducen los estragos de la amnesia. Pero también descubrimos, con él, que no ha sido precisamente una buena persona. Entonces decide ponerle pausa a la recuperación de su memoria: para hacer la vida llevadera —y con perdón de Freud— es mejor no elucidar algunos misterios, es mejor ignorar algunas cosas, sobre todo de uno mismo.

¡Madre! (Mother!, 2017), de Darren Aronofsky

En una casona rural viven un escritor que pasa por un bloqueo y su esposa, empeñada en resarcir los daños que dejó un incendio. Pronto llega una serie de personajes variopintos que generan compasión en él y rechazo en ella. La atmósfera se enrarece y es pertinente para iniciar una reflexión acerca de la creación (en el sentido bíblico, pero también artístico). La aparente oscuridad de la cinta invita al espectador a ir más allá de la historia, a ocuparse de otros misterios alrededor de la vida, de su vida.

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MAGIS, año LX, No. 502, noviembre-diciembre 2024, es una publicación electrónica bimestral editada por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, A.C. (ITESO), Periférico Sur Manuel Gómez Morín 8585, Col. ITESO, Tlaquepaque, Jal., México, C.P. 45604, tel. + 52 (33) 3669-3486. Editor responsable: Humberto Orozco Barba. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2018-012310293000-203, ISSN: 2594-0872, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Edgar Velasco, 1 de noviembre de 2024.

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