El imperio de la moda
JuanFer Aguirre – Edición 496
El glamour es importante para el Olimpo de la moda porque permite a las personas expresarse, descubrirse y construirse a sí mismas. Vestir no sólo es ponerle ropa a un cuerpo: es un acto de afirmación
Dicen que los diseñadores somos como los dioses y las modelos desempeñan el papel de los ángeles que vencen a la oscuridad, caminando en tacones y dejando a su paso una nube de seguridad, misticismo y elegancia. En lugar de una espada de fuego llevan, como diría Bad Gyal, “la falda corta y el Chanel en la mano”, y su mirada puede elevar a cualquier mortal al mismo cielo, donde las ideas se materializan y cada casa de moda tiene sus propias nubes: nubes de tweed para Chanel en las que reposa Karl Lagerfeld y monogramas como estrellas para Louis Vuitton; al lado oeste, Cristóbal Balenciaga construyendo un vestido en un maniquí, mientras Cindy Crawford, enfundada en un vestido de Versace, atraviesa lo que denominaremos el Olimpo de la moda —esa edificación cimentada sobre el deseo de pertenencia, la economía y el glamour—.
Glamour y moda son términos que no podrían existir el uno sin el otro. Para que un objeto en la industria de la moda se convierta en algo deseable, aspiracional y capaz de generar listas de hasta un año de espera para conseguirlo (como un bolso Birkin), debe tener un halo de glamour en torno, es decir, una construcción imaginaria según la cual el objeto nos conferirá estilo —aunque el estilo no se pueda comprar— y nos hará sentir que somos parte de un grupo exclusivo. Aristóteles decía que sólo hay una fuerza motriz: el deseo. Y es que los seres humanos compramos más allá de lo que necesitamos para sobrevivir. No compramos un Chanel No 5: compramos lujo y exclusividad. La industria de la moda necesita del glamour para justificar sus precios exorbitantes. Es cierto que detrás de cualquier producto de lujo existe un gran trabajo manual, como un bolso 2.55 de Chanel, que conlleva muchas horas de elaboración, y ése es un argumento para justificar su precio; sin embargo, con otros productos, como los rebozos de Saltillo, el precio se cuestiona a los artesanos.
El glamour y la moda comparten otro término en común: el estilo. Óscar de la Renta decía que “la moda es tendencia, el estilo vive dentro de uno mismo”. El estilo es un reflejo de la personalidad y del gusto; por lo tanto, quien tiene estilo es una persona glamurosa.
El glamour es importante para el Olimpo de la moda porque permite a las personas expresarse, descubrirse y construirse a sí mismas. Vestir no sólo es ponerle ropa a un cuerpo, sino que es un acto de afirmación: cuando nos vestimos, la ropa y el individuo se fusionan para formar una sola personalidad. Al vestirnos como nos gusta, adquirimos seguridad y confianza en nosotros mismos, nos sentimos glamourosos. Salir de la casa sintiéndose inseguro por lo que se lleva puesto es igual a tener un pésimo día.
El glamour es también la celebración de la creatividad, porque permite a los diseñadores innovar y expresar sus ideas de manera extravagante, a la vez que abrir la puerta a la posibilidad de construir nuevos estilos y proponer nuevas tendencias.
Si el glamour no fuera importante, los probadores no tendrían espejos porque no importaría “verse bien”, ni Zara se preocuparía por hacer escaparates que induzcan a las personas a comprar sus piezas y mucho menos imitaríamos los estilos que aparecen en nuestras redes sociales.
1 comentario
Que genial, tantas ideas reflejadas en unos cuantos párrafos. No es un buen día si no te sientes glamouroso!!