El genio distraído
Lilián López Camberos – Edición 496
Él tiene océanos de experiencia y a veces quisiera conservar sus memorias. Pero es una empresa imposible. Él está perdido dentro de ellas
I. 2023
[Eurotrip 22]
[Borrador]
Última modificación 07/01/2023 a las 02:11
Más de seis meses sin escribir aquí. Pero cuando he tenido golpes de suerte en los que viajo, escribo. Y quería con todas mis fuerzas escribir sobre el viaje que emprendimos mi padre y yo a Europa el año pasado, gracias a los ahorros que mi madre apartó con rigidez durante años y a un dinero inesperado que recibí. Con esto le cumplimos, después de una jubilación sufridora, su sueño de niño: conocer el Viejo Continente.
Pero todo empezó mal. No me dejaron abordar el vuelo con él, mi pasaporte expiraba demasiado pronto. Le dije a mi padre que se fuera solo, que yo lo alcanzaba lo más pronto posible y, mientras esperábamos que pasara por seguridad, saqué una cita a primera hora para actualizar el documento.
Yo tenía que cuidarlo y lo dejé ir como pudo. Cruzó una puerta y lo perdí de vista. Un hombre de su edad, de conductas peculiares que, supimos después, eran una forma de autismo. También cargaba, de manera desconocida para mi madre, mi hermana y yo, y sobre todo para él mismo, con una diabetes que semanas después lo llevaría al hospital.
No toleraba pensarlo solo y desamparado. Era el viaje que planeamos durante meses, se podría decir que años. Caí en un error de amateur y luego en uno de imbécil cuando al día siguiente llegué tarde a la cita del pasaporte. Otro día en el que mi papá tendría que tomar un vuelo más, completamente solo.
Sus hermanos y primos lo apodan el “genio distraído”. Pero, ¿de qué le servía saberse todas las capitales del mundo si no sabía moverse en el ambiente de las constructoras o las secretarías gubernamentales donde trabajaba? Es ingeniero civil, hubiera preferido ser oceanógrafo.
Durante la espera me la pasé anestesiada. Cuando por fin me dieron el pasaporte, me senté en el piso del aeropuerto y desde mi celular, con la tarjeta de crédito de mi hermana, me endeudé por meses para comprar el boleto que ya mismo, en esa sala, se estaba documentando con destino a Madrid. Entré al avión desfalcada, preocupada, pero también: esperanzada, aliviada.
Se me bajaron las defensas por la preocupación de imaginarlo solo, distraído, iracundo si no entendía las cosas, y en el avión o en la calle me entró un virus que mutó en una bronquitis aguda y que, ya desesperada, me traté en un hospital en el último tramo del viaje, de manera que sufrí todo el trayecto, con fiebre, con tos, con un mal humor que intentaba disimular, a veces sin éxito, y me siento culpable, muy culpable, por las veces en que lo traté mal, no tuve paciencia, lloré y maldije…
[Eurotrip 21]
[Borrador]
Última modificación 29/02/2023 a las 05:24
Siete meses y nueve días sin publicar un post aquí.
[Bloque anterior]
Llegué en la mañana y tomé el transporte público que me dejó al pie de la fuente de Cibeles. Caminé por la Gran Vía con un airecito que me secaba el sudor provocado por arrastrar maleta y cuerpo. Llegué al hostal barato y encontré a mi padre charlando con otras personas en el comedor, sociable como siempre. Pero igual me abrazó fuerte y luego me dijo que se sintió desvalido sin mí.
La primera foto del viaje: [IMG_2422]
Tuvimos un día lleno en Madrid, recorriéndolo en el autobusito turístico; así le dolían menos las piernas. Por la tarde fuimos al Prado. Y vimos obras y las analizamos hasta donde a mí me daban las entendederas, pero las suyas eran grandes, exactas. Comentamos que pasaron cuatro siglos para que se reconociera el genio de Caravaggio, que fue Caravaggio, y luego leímos que murió de disentería. Terminamos en la noche en un café compartiendo una tarta de zanahoria con mucha crema, un chocolate con leche entera —para él— y un café negro —para mí—.
Al día siguiente volamos a París, el motivo principal del viaje. Visitamos a mi amiga Milena y a su esposo; pasamos esa noche y la siguiente en su departamento cerca del cementerio Père-Lachaise; otros días paseamos con la niña y el niño, los gemelos, que son dos mundos. Mi papá estuvo contento, fue cariñoso con ellos. Cada mañana yo le compraba un chocolate caliente y un croissant, contribuyendo sin saberlo a su subida de glucosa, la culpa otra vez. En el cementerio le dejé unas flores a Oscar Wilde, mi primer favorito.
Nuestra estadía en París fue un sueño raruno. Con sus incidentes y su llanto, como cuando se cayó en el Metro y quedó como una plancha sobre el suelo. Con sus charlas profundas, sobre todo durante paseos a pie y en el autobusito, cuando le dábamos cuatro o cinco vueltas al recorrido. Mi padre llegó a transitar bien la ciudad que ansiaba conocer desde su primera infancia, una ciudad que lo obsesionaba como a Madame Bovary, aunque de otro modo; y cuyos planos y arquitectura se sabía de memoria.
Recorrimos con nuestras maletas aeropuertos y trenes, exhaustos y desvelados. Pero siempre, cuando no estábamos discutiendo, nos la pasábamos inmersos en una conversación agradable sobre libros y películas, sobre experiencias pasadas y lo que veíamos y el arte, la arquitectura, el aire que consumíamos.
Pensaba en esas expresiones que se han perdido y que mi padre repite a cada rato: “dar palos de ciego”, “hacer de tripas corazón”, “lo cortés no quita lo valiente”, y cómo hay algo de sabiduría ancestral condensada ahí.
[Sin título]
[Publicado]
Última modificación 24/08/2023 a las 03:51
No escribo desde hace más de un año. Qué importa. Estoy muerta, estoy muerta.
[Entrada de diario]
Fecha: 27/08/2023 a las 22:15
Le descubrieron cáncer a mi papá. Es un palo. Está irreconocible. Lo abrazo y es puro hueso. La diabetes era sólo una maligna advertencia. Tengo miedo. A la vez, empiezo a aceptarlo, empiezo a imaginar cómo será la vida sin él. Pero es sólo en los momentos en que mis ansiolíticos alcanzan su pico. Luego me repulsan estos pensamientos.
Mi “intelectualidad” proviene de él, de un robo. Yo quería ser como él, fingía que podía leer tanto como él, tener su memoria, los relatos del buen alumno que era, de lo inteligente que siempre fue, y además deportista. Aunque era un niño huérfano, lleno de inseguridades, con todos sus rasgos de carácter que ya conocemos.
[Entrada de diario]
Fecha: 29/08/2023 a las 22:42
Dormir es odioso, a veces. Sueños extraños que luego no logro ponerme en palabras. Le dije a Ana, mi terapeuta: como si la percepción no cesara. Y lo que yo quiero es el silencio y la oscuridad.
Pero tengo mi departamento, tengo mi estudio, mis propios objetos, mi codiciada soledad, mi necesaria privacidad. Tengo una impresora, una lavadora, un refrigerador que he pagado por completo. Tengo enseres domésticos que Mario Levrero no aprobaría, desde luego consideraría burgueses, inútiles, redundantes, intercambiables por cualquier hechizo de los que a él le sobraban.
[Entrada de diario]
Fecha: 15/11/2023 a las 01:31
Mi papá es un niño envejecido.
Tías y tíos me repiten que qué bueno que lo llevé a ese viaje a Europa, del que intenté escribir en mi blog, sin éxito.
¿Por qué no pude estar bien, por qué la depresión y la infección se manifestaron con intensidad, por qué no pude alcanzar una saludable hipomanía, o por lo menos un estado de ánimo neutral que me permitiera manejar los acontecimientos como es debido?
Transcribo a mi cuaderno, sobre su cáncer: “…Se podría asegurar a los pacientes que la pérdida de peso no significa necesariamente que el paciente vaya a empeorar”.
Ha perdido casi treinta kilos.
[Entrada de diario]
Fecha: 16/12/2023 a las 21:36
Antes comíamos en la mesa de la cocina y hablábamos de muchos temas, éramos felices pero temerosos. Hay una amenaza en toda familia siempre y es el cáncer. Yo lo sentía como algo que planeaba sobre nosotros igual que una cuerda anudada en un hoyo.
[Eurotrip 22]
[Borrador]
Última modificación18/12/2023 a las 05:24
[Bloques anteriores]
En Estocolmo hice una escena. Le pregunté a mi terapeuta cómo le llamaría a eso que hice. Tenía fiebre, nos habíamos levantado a las cuatro de la mañana para tomar un vuelo de los baratos. Al llegar a la ciudad tomamos un taxi y el taxista nos estafó. Lo que me ulceró no fue eso, sino que mi padre me reclamó mucho rato, y le estuvo preguntando a todas las personas que nos cruzamos cuánto era el monto de lo estafado, la tarifa imaginaria contra la real. La última vez que formuló esa pregunta como pudo, en una librería de la pequeña isla de Gamla Stan, salí llorando y vomitando eructos de crueldad, y luego terminé hincada a un lado del puesto de arenques, pepinillos y cebollas en un pan, llamado Strömmingsvagnen, que yo había buscado antes en internet con entusiasmo, por supuesto, y cuya visita imaginaba distinta, no aquello que, ay, Dios, le causó tanta angustia y sufrimiento, verme así, en mi peor estado, mi peor cara, mi yo más oscura y detestable.
Luego me comí una tostada, llorando, y mi padre me miraba desde el otro lado de la mesa, conmocionado. Nos fuimos al barquito hotel que se mecía en las aguas por la noche, arrullándonos, y tomamos una siesta. Luego, cuando ya había oscurecido, me fui por calles vacías a un súper a comprarle un sándwich y un jugo. Mis gritos y groserías lo habían espantado y se quedó sin comer. Al volver: abrazos, perdones, te quieros.
Fui a un concierto y noté que los de mi generación envejecemos. Esa noche, con un frío bajo cero, mi padre casi me deja afuera del barquito hotel porque se quedó dormido. Por suerte, unos huéspedes entraron con su llave un rato más tarde y me colé con ellos. Le toqué con el puño en las ventanitas en forma de círculo y nuevamente: la otra yo. Le hice reclamos, le dije que no se podía confiar en él, no sé qué más le dije.
Por la mañana, arrepentida como siempre y tras verterle mis disculpas, tomamos un barquito que va de isla en isla, no el turístico, sino el de transporte público. Eso también lo recabé de internet, que sería un paseo más largo, bello y tranquilo. Aún cautelosos por el impasse, tuvimos una conversación larga, larga. Y yo grabé la conversación, donde mi padre me habló de la tragedia de sus padres y de las enfermedades mentales que corren en la familia.
Él tiene océanos de experiencia y a veces quisiera conservar sus memorias. Pero es una empresa imposible. Él está perdido dentro de ellas, y de pronto me cuenta alguna, a veces es impactante, de una tristeza que no soporto, y otras son aventuras, algunas como las de su amado Indiana Jones, en sus trabajos de ingeniero.
II. 2022
[Fragmentos de transcripción de grabación de audio]
Fecha: 11/10/2022 a las 11:51, hora de Estocolmo
[31:47]. Se usaba en aquella época que si un amigo estaba muy pobre, yo te mantengo, ¿no?
[31:25]. Entonces imagínate mi mamita con tres niños.
[33:37]. Y mi mamá debe de haber sufrido mucho porque su marido, pues, había perdido la razón, tenía esquizofrenia, y no había dinero, no había ingresos.
[36:51]. Tal vez tenga yo que reprocharle un poquito que no se haya interesado en cuidar un poco más a sus hijos.
[36:56]. Se dejó morir.
[37:41]. ¿Y dónde estaba tu papá cuando eso pasó?
[37:52]. En el hospital psiquiátrico, ya lo habían metido a La Castañeda.
[42:35]. Entonces probablemente lo internaron en el 53.
[1:08:35]. Ahora yo llevo esos genes.
[1:08:38]. Todos los llevamos.
[1:08:35]. No es tu culpa.
[Entrada de diario de viaje, camino a Barcelona por aire]
Fecha: 17/11/2022 a las 08:17
En el tren rumbo a Venecia conocimos a una muchacha muy amable, Giulia. Es un cliché perfecto: vive en Milán y trabaja en el mundo de la moda. Iba de visita a ver a sus padres en Padua (Padova). Acaba de bajarse, nos reímos mucho con ella porque mi papá adivinaba las poblaciones de varias ciudades de Italia y ella las confirmaba en Wikipedia. Trabamos conversación porque mi maleta bloqueaba su asiento y luego, cuando nos disculpamos, ella halagó el italiano de mi padre.
“El genio distraído”, qué es eso, si no un eufemismo. Cuando se me reveló que es un hombre autista fue como si se corriera un vuelo (ja), un velo, y todo cobrara sentido, las dificultades que pasamos, mi madre que lo ha cuidado siempre. Ayer fue tortuoso esperar el vaporetto público bajo un sol inclemente, buscar el hotel por las callejuelas de Venecia, cargando todos los libros que traemos en la mochila. Sentí, en una esquina, que se me desgarraba el hombro. Dolor y cansancio. Por fin seguí la recomendación de mi papá de preguntarle por el hotel a alguien, acto que hería mi orgullo: un señor afuera de un restaurante nos señaló con el dedo y nos dijo, en español, que contáramos cincuenta pasos. En el diminuto y sofocante cuarto dormimos una siesta y luego nos bañamos. Por la tarde tomamos otro vaporetto, al que nos metimos sin boleto, hasta la boca del Lido, que mi papá insistía en ver. Le fascinan las lagunas y se conoce la de Venecia y tantas otras de memoria. El agua es su pasión. Y la geografía, el universo.
En el muelle donde pasaría la lancha rumbo al aeropuerto, a las cuatro de la mañana, conocimos a una pareja de argentinos. Él es piloto aviador retirado. La neblina en la plaza de San Marcos no nos dejaba mirar más allá de dos metros. Era un ambiente inquietante, ese sitio que de día hierve de gente y a esa hora estaba vacío, con una humedad horribilísima. El argentino era antiperonista. Mi papá y él hablaron de Maximiliano, de Zapata, de expresidentes saqueadores (mi papá). La señora nomás asentía. Una hora después llegamos al aeropuerto y todo el proceso fue cansino.
Ahora me siento bien, a pesar de que pasé una noche infernal, tosí tanto que vomité.
Mi papá ha estado mirando por la ventana y de pronto dijo: “Génova”. Le pregunté cómo sabía y me dijo que conoce bien la costa. Luego señaló abajo y dijo: “Mar Tirreno”.
Ayer fui tan cruel… Ésa es mi doble cara, cuando me enojo me convierto en una persona horrible e hiriente. Estuve irritada todo el día por la desmañanada, la espera, la absurda caminata. En la noche nos consentimos con una bebida en un bar-café, pero yo le dije, con un gesto despectivo que casi puedo ver desde afuera, que se quitara el sombrero de turista.
Hablaba con Ana de la estatua de Oscar Wilde en Dublín, otro de mis motivos. Su rostro triste y alegre simultáneamente. Un perfil que es triste y otro que es alegre, en el mismo rostro, la misma persona. Verónica, la psiquiatra, siempre me recuerda mantener los pies en la tierra.
Mi papá puede dormirse en cualquier lado, y a mi madre le cuesta mucho trabajo. A mí también, a veces. Ahora no duermo sin mis fármacos nocturnos.
Dormir es ir al otro lado.
(más tarde)
Me contaba mi papá que llegó a tener un reloj Omega y que constantemente lo empeñaban para salir de apuros, hasta que se perdió. Mi papá tuvo muchos trabajos, demasiados trabajos.
A los dos nos gusta volar.
¡Acabo de ver un arcoíris!
Debe haber otro modo. Otro polo.
III. 2023
[Entrada de diario]
Fecha: 19/01/2023 a las 01:31
Todo viaje busca ser conservado, pero también fallé en la empresa de registrarlo. Quería que lo leyera y se acordara de algunas cosas. Luego Ana me dijo que no hay deuda, sino deseo. No hay deuda con mi papá, aunque a veces me entre la idea de que yo le detoné el cáncer cada vez que me enojaba y lo regañaba como a un niño tonto. Y durante esas veces me daba cuenta de que yo, llamada igual que su madre, me convertía en ella para él.
[Documento titulado: Carta]
[Creado el 17/11/23 a las 19:27]
Yo te conté cosas de mi vida, te hice confesiones que tú respondiste, a tu vez, con otras confesiones, algunas de las cuales yo ya conocía, y te di la absolución y luego tú me diste la absolución a mí. Sentados en un escaloncito libre en las murallas engañosas del Vaticano, en plena plaza de San Pedro. Entramos a la basílica y vimos la Piedad y luego salimos; era un día hermoso, con un sol que tostaba y calentaba como a mí me gusta, y nos sentamos por ahí y uno a uno nos fuimos confesando nuestros pecados. A veces me brotaban las lágrimas y a ti también, un poco. Apretaba con ahínco nuestra bolsita de la basura y unos mapas arrugados, y en tus ojitos llorosos yo veía que estábamos en el mundo, que lo experimentábamos adentro y afuera, volcándonos a lo más recóndito mientras nos rodeaba el museo viviente, artificial y vigilado, y atestado. Perdornarnos en nombre de todo lo que injuriamos. Todo lo que destruimos con nuestro egoísmo, o nuestra distracción.
Me preguntaste si te perdonaba y te perdono, padre, claro que te perdono. ¿Me perdonas tú a mí, genio distraído?
1 comentario
Hola mi querida Lily.
Pienso que “genio distraído” es el calificativo qué mejor. le ajusta a tu padre y respecto al viaje que realizaron creo que estuvo lleno de incidentes qué no les permitieron disfrutarlo plenamente, al menos de tu parte, porque de parte de tu padre pienso que el hecho de haber cumplido su sueño de ir al viejo continente, eso no le resto importancia.
Por otro lado con todo respeto creo que mucho de lo distraído de tu parte pues ha de ser herencia de tu padre ja!
De tal palo…….!!!! Pero lo bailado ya nadie lo quita FELICIDADES A AMBOS!!!!!!