El cuidado del sujeto en la espiritualidad ignaciana
Alexander Zatyrka, SJ – Edición 497
El ser humano no es una máquina. Nuestra condición de seres vivos implica que nuestras reservas energéticas son limitadas y que su recuperación requiere tiempo y condiciones apropiadas
Un elemento muy importante de la espiritualidad ignaciana es la idea del subiecto o sujeto. Describe la condición general del ser humano, de la persona, su realidad corporal, mental y espiritual. De esta manera, Ignacio recomienda a quienes dan los Ejercicios Espirituales estar al pendiente de esta suma de condiciones para cerciorarse de que la persona se encuentre en condiciones de aprovechar con la pedagogía espiritual (mistagogía) propia de los Ejercicios. De hecho, sugiere que se cercioren primeramente del estado de madurez racional y espiritual de los ejercitantes, así como de su estado general, para adecuar el contenido de los Ejercicios a cada sujeto.
Con todo, y a diferencia de lo común en muchas espiritualidades de la época, san Ignacio hace especial hincapié en el cuidado físico del sujeto. Es decir, en asegurar su buen estado de salud. Esto desde la convicción de que un sujeto físicamente disminuido afecta negativamente el actuar de la gracia divina sobre él.
En los Directorios (textos escritos para dar consejos prácticos a quienes acompañaban Ejercicios) es evidente esta preocupación. Ignacio sugiere que se les pregunte cotidianamente a los ejercitantes cómo han dormido o descansado, cómo se encuentran de salud, qué es lo que quieren comer, etcétera. En las adiciones (recomendaciones prácticas para vivir los Ejercicios), pide tener especial cuidado en las penitencias que reduzcan tiempo de sueño o la cantidad de alimentos, subrayando la importancia de que no terminen “corrompiendo al subiecto”.
San Ignacio incorporó estos elementos con base en su propia experiencia. En los inicios de su vida de conversión, basado en las hagiografías legendarias de la época y en su propio carácter generoso y perfeccionista, cometió muchos excesos ascéticos que terminaron arruinando su salud y limitando las posibilidades que tenía para servir a Dios y al prójimo. Experimentó en sí mismo lo que la ingenuidad piadosa (“devoción indiscreta”) podía traer como consecuencias negativas al proyecto de Dios para cada persona.
Por eso invitaba a transitar por el camino medio, evitando excesos de todo tipo, tanto de indulgencia hedonista como de ascetismo deshumanizante.
Dios nos necesita capaces de vivir en plenitud nuestra vocación concreta a amar, y para eso es importante cuidar con responsabilidad el cuerpo con que nos ha dotado. En tal sentido, la importancia que daba Ignacio al cuidado físico de cada jesuita tiene una presencia importante en las Constituciones de la Compañía de Jesús, en donde se incluyen recomendaciones para quienes se recuperan en las enfermerías (que han de ver al médico como a un superior religioso, en lo que a obediencia se refiere).
Desde luego que sus recomendaciones estaban alineadas a la antropología y la medicina propias de su época. Es decir, recomienda lo que en ese entonces se consideraba útil y apropiado para recuperar o mantener la salud corporal (y mental). Llaman la atención elementos importantes que podríamos recuperar y adaptar a nuestro tiempo y conocimientos médicos y psicológicos.
En primer término pondría la importancia del descanso para mantener a la persona (al subiecto) en las mejores condiciones para escuchar la comunicación de Dios en su vida (discernimiento) y traducirla en decisiones y acciones concretas.
El descanso permite recuperar la energía necesaria para afrontar los retos que la vida nos presenta. El ser humano no es una máquina. Nuestra condición de seres vivos implica que nuestras reservas energéticas son limitadas y que su recuperación requiere tiempo y condiciones apropiadas. Hay dos elementos especialmente importantes a través de los cuales descansamos. Uno es el sueño y el otro es el ocio.
Hoy en día hay toda una ciencia del sueño que nos ha mostrado que no basta meramente perder la conciencia un cierto número de horas para poder recuperarnos e iniciar con nuevos bríos nuestra cotidianidad. El sueño implica tiempo (clínicamente se habla de entre siete y ocho horas cada día), pero tiempo de calidad. Es decir, el tiempo de sueño hay que prepararlo con cuidado. La ciencia contemporánea nos ha enseñado la importancia de ciertos hábitos para asegurar que nos recuperemos realmente en las horas de sueño: dos horas de actividades relajantes antes de dormir (convivir con familia o amigos; buscar ambientes y temáticas agradables; evitar situaciones estresantes, como noticias preocupantes o series o películas violentas), cenar ligero, evitar trabajo intelectual demandante, etcétera. En suma, hay que preparar el sueño para que realmente sea reparador.
Otro elemento importante es el ocio. Me gusta mucho citar un dicho de tiempos del Imperio Romano que dice: “Quien no aprende el arte del ocio, está condenado al vicio de la ociosidad”. No es lo mismo el ocio —que realmente re-crea, que nos desintoxica, motiva y alimenta espiritualmente— que la ociosidad, las actividades seudorrecreativas que, en vez de ayudar a recuperarnos y descansar, nos dejan peor. Hay dos ociosidades en nuestra cultura contemporánea particularmente nocivas: la adicción a la información “de actualidad” (las noticias) y las redes sociales. Desde luego que ambas son medios importantes para ubicarnos correctamente en nuestro entorno, el problema es cuando les dedicamos demasiado tiempo y cuando creemos erróneamente que son recreativas.
No todas las personas se recrean de la misma manera. Lo mejor es hacer una revisión honesta de nuestra historia personal recuperando aquellas experiencias que nos consta que en realidad nos alimentaron y alimentan espiritualmente. Estudios contemporáneos sugieren que entre las mejores actividades recreativas está pasar tiempo en soledad, el contacto con la naturaleza, cultivar relaciones sanas con familiares y amistades, el arte, los hobbies y el deporte, entre otras.
Aquí la recomendación es evitar las ociosidades (demasiado tiempo dedicado a leer u oír noticias y a las redes sociales) y usar ese tiempo precioso recuperado para cultivar un sano ocio.
Siguiendo las intuiciones de san Ignacio en el cuidado del sujeto, habría que añadir un cuidado equilibrado de nuestra alimentación, atendiendo cantidad y calidad, así como una buena disciplina de ejercicio de acuerdo con nuestra edad y nuestra condición de salud.
Es un dato de realidad que un sujeto “corrompido”, disminuido físicamente, dificulta innecesariamente el actuar de la gracia en nuestras vidas. Como me gusta decir: Dios no puede descansar por ti, ni comer por ti ni hacer ejercicio por ti. El cuidado del sujeto es, sin duda, algo que le corresponde a cada persona y es una parte integral de una espiritualidad sana. Llama la atención que san Ignacio percibiera y sugiriera esto hace casi 500 años. Hagámosle caso.
Para saber más
:: Visita el sitio web de Alexander Zatyrka, SJ, “El camino de la mistagogía”.
3 comentarios
Muy interesantes comentarios. De acuerdo que es muy importante la cantidad y calidad del Sueño para la salud personal. También de acuerdo en que el exceso de información o interacción social son o pueden llegar a ser muy dañinas.
GRACIAS
Agradezco las orientaciones del Padre Zatyrca, estar bien uno mismo para convivir sanamente con el otro.