“El conocimiento de los campesinos debe ser la guía para la agricultura”: Vandana Shiva
Tracy L. Barnett – Edición 436
Inspirada en los principios éticos y políticos de Gandhi, Vandana Shiva se ha convertido en una de las voces más críticas ante las políticas de industrialización de la agricultura. Las promesas de prosperidad y desarrollo, denuncia, en realidad producen más empobrecimiento, deterioro de la salud y degradación del medio ambiente.
Si hay una persona que se ha convertido en la cara pública del movimiento antitransgénico, ésa es Vandana Shiva. Reconocida intelectual india, conferencista y autora de más de veinte libros, Shiva se ha hecho famosa principalmente por su oposición a Monsanto y al puñado de poderosas corporaciones que impulsan el predominio global de la agricultura industrial. Sin embargo, la formación profesional de Shiva no fue en la agronomía ni en las ciencias ambientales, sino en la física cuántica.
Shiva iba camino a convertirse en una de los físicos nucleares más destacados de su país —se estaba capacitando para ser la primera mujer de la India en incursionar en el campo de los reactores reproductores—, cuando empezó a preocuparse por las implicaciones ambientales y sociales de la industria nuclear. Cambió su interés a la física teórica, y fue contratada por la Universidad de Ontario Occidental, una de las instituciones líderes en esos tiempos emocionantes en los que se ponían los cimientos de la teoría cuántica.
Mientras florecía su carrera académica en Canadá, en su tierra natal —en India, al pie de la Cordillera del Himalaya— los bosques que había conocido de niña eran talados a un ritmo alarmante. Durante una visita a su terruño, Shiva conoció a un grupo de mujeres campesinas que desafiaban a las motosierras, abrazándose de los árboles y negándose a moverse, con el fin de salvar a sus bosques. Se trataba del Movimiento Chipko, el que le dio al mundo la expresión “abrazadores de árboles” (tree huggers) y que inspiró a Shiva a reconsiderar sus prioridades.
Campesinas pobres de las regiones montañosas de la India septentrional forman corros en torno a los árboles para evitar que los talen. Foto: rightlivelihood.org
La joven científica no sólo se unió al movimiento, sino que también puso su conocimiento en la investigación científica al servicio de los movimientos sociales. Creó la Fundación para la Investigación Científica, Tecnológica y Ecológica para apoyar a grupos activistas como Chipko. Con el tiempo se ha convertido en un referente internacional dentro del movimiento que se opone a la globalización corporativa, donde promueve la sabiduría de las culturas tradicionales, el papel de las mujeres en los países en vías de desarrollo y la economía solidaria para los trabajadores. Se ha desempeñado como consejera para diferentes gobiernos de la India y varias organizaciones civiles. En 1993 recibió el Premio Right Livelihood, conocido como el Premio Nobel Alternativo, “por poner a las mujeres y la ecología en el corazón del discurso moderno de desarrollo”.
¿Qué fue lo que la impulsó a cambiar tan drásticamente el enfoque de su carrera profesional?
Por [el movimiento] Chipko cobré conciencia del valor y la bondad de la biodiversidad. Como escribí en mi libro Monocultivos de la mente, este modo tan patriarcal de concebir al mundo como una máquina, un mundo que ha de ser controlado, también crea lo que llamo “el monocultivo de la mente”, donde la biodiversidad simplemente desaparece.
Cuando yo estaba haciendo un estudio en Argentina, conocí al movimiento de madres que se organizaron para buscar a sus hijos desaparecidos durante la dictadura. Lo que sucedió entonces sucede ahora en una dictadura planetaria en la que están desapareciendo las especies. Así, mi educación acerca de la biodiversidad se la debo a Chipko, pero del tema de la agricultura cobré conciencia en 1984. Fue cuando ocurrieron dos mega-mega-tragedias en la India.
En el verano de 1984, el ejército de la India invadió los santuarios de los sijs a instancias de Indira Gandhi, y al final del mismo año ella murió asesinada porque los sijs se sintieron muy violentados. Pero el fondo de todo aquel proceso era la violencia que surgió en la región de Punyab, donde se había aplicado la “revolución verde”. Y mientras que el discurso de la “revolución verde” hablaba de prosperidad y paz —a Norman Borlaug1 lo galardonaron con el Premio Nobel de la Paz— la realidad era de devastación ecológica, de endeudamiento, de frustración y de ira. Y fue esta ira la que impulsó a los jóvenes de Punyab a asumir posturas extremistas y a levantarse en armas. Por este motivo se envió al Ejército y murieron 2 mil personas.
La segunda alarma del año 1984 sonó en la ciudad de Bhopal, donde una fuga de gas tóxico de una planta de formulación de plaguicidas mató al instante a 3 mil personas, y a otros 30 mil en los años subsecuentes; además, como consecuencia de la exposición han nacido cientos de miles de lisiados. El desastre no se ha acabado. Al final de ese año, reflexionando sobre el asesinato de Gandhi y la violencia en Punyab, me pregunté: “Todo esto se relaciona con la agricultura. ¿Por qué la agricultura empieza a semejarse a la guerra?”
En aquel entonces yo era consultora para la Universidad de las Naciones Unidas, así que planteé ahí que quería hacer una investigación sobre la “revolución verde”. El resultado fue mi libro La violencia de la revolución verde. Nunca me he sentido cómoda con un análisis meramente intelectual. Si encuentro algo que anda mal, debo hacer lo que toca hacer, así que me comprometí a apoyar la agricultura sustentable mediante la investigación y la organización.
Pero fue en 1987, a raíz del libro que había escrito, que me invitaron a una conferencia sobre biotecnología en las afueras de Ginebra; escuché a la gente de una empresa hablar de su plan maestro —acuerdos de libre comercio, derechos de propiedad intelectual, ingeniería genética, todo ello sin evaluaciones— y dije: “Lo que planean es una dictadura sobre la vida de todas las especies, sobre nuestra vida”. Y tomé la decisión de proteger las semillas. Me dedicaría a defender la libertad de la naturaleza y de las personas, materializada en las semillas. De manera que en 1987 nació mi profundo compromiso con la protección de las semillas; nació el Movimiento Navdanya para la Reserva de Semillas.
Vandana Shiva durante una visita a un jardín urbano en La Garbatella, en el centro de Roma. Foto: EFE
¿Puede explicar brevemente en qué consiste el daño que hace la ingeniería genética?
En mi opinión, el primer daño es el control que ejercen corporaciones voraces e irresponsables que tienen todo un historial de letalidad. El historial de Monsanto incluye la dioxina y el Agente Naranja.2 He aquí el primer daño: no conviene poner en sus manos la fuente más preciosa de la vida: la semilla.
El segundo daño es el que las mismas plantas propagan mediante la polinización. Se sabe que un gen tóxico insertado en una planta se transmite a otras plantas, que es lo que ha sucedido en México. Ignacio Chapela realizó estudios que demostraron la contaminación transgénica del maíz en México. El tercer asunto es que no se ha estudiado el impacto de las manipulaciones genéticas. Por eso, de repente nos topamos con sorpresas: tumores en ratas que han comido alimentos manipulados;3 el encogimiento cerebral en el estudio llevado a cabo por Arpad Pusztai.4
El daño surge de la ignorancia, y está en los riesgos. Por eso la industria le tiene tanto miedo al etiquetado de los productos finales que llegan al consumidor, porque sólo pueden imponer la opción transgénica aprovechando la ignorancia, negando el derecho a saber. Y por eso insisto en que los transgénicos están insertos en un modelo de dictadura. Una dictadura sobre las semillas para asegurar las patentes, una dictadura sobre los alimentos al bloquear el etiquetado, una dictadura sobre la toma de decisiones al secuestrar a nuestros gobiernos y sus decisiones, al secuestrar nuestra democracia.
La han llamado heredera intelectual de Gandhi. ¿Puede platicarnos cómo han inspirado sus enseñanzas en el trabajo que usted hace?
La libertad de las semillas tiene tres aspectos que hemos aprendido de Gandhi… El primero es el reconocimiento de la autoorganización como una forma de libertad. La semilla está libre siempre y cuando se organice a sí misma, siempre y cuando se polinice de manera abierta. Así puede proveer de polen a las abejas, puede proveer de alimento a los organismos del suelo y puede proveer de semillas a las futuras generaciones. Así es la semilla libre. En hindi la palabra para este concepto es swaraj: gobierno de uno mismo.
El segundo es el autosuministro: si no utilizo una semilla polinizada de manera abierta para producir una cosecha, no me estoy proporcionando el alimento que necesito. El autosuministro viene de la idea que Gandhi puso en práctica en el Movimiento por la Independencia. Cuando los británicos controlaban la industria textil y nadie más fabricaba ropa, Gandhi dijo: “Haremos nuestra propia tela”, y sacó su rueca.
Para mí, la semilla es la rueca de hoy. En una época en que Monsanto dice que sólo ellos suministrarán las semillas transgénicas tóxicas al mundo, en contra de la voluntad de los agricultores, en contra de la voluntad de la gente —nosotros impondremos nuestros venenos y nuestra dictadura sobre la gente, dicen—, la semilla se convierte en la instancia donde hacemos nuestro movimiento, no como los creadores originales, sino como cocreadores con la naturaleza, cocreadores con la semilla. Cultivamos nuestros propios alimentos. En eso consiste la soberanía de las semillas y la soberanía alimentaria. Así construimos nuestra propia libertad.
El tercer aspecto es satyagraha, que significa la lucha por la verdad. Gandhi dijo que mientras existiera la falsa creencia de que las leyes injustas debieran obedecerse, seguiría existiendo la esclavitud. Y actuó en consecuencia en Champaran. Cuando los británicos nos obligaban a cultivar índigo mientras los campesinos morían de hambre, Gandhi se puso del lado de los campesinos y dijo: “No cultivaremos índigo; cultivaremos alimentos”. Y en 1930 los británicos dijeron: “Dios mío, si tuviéramos el monopolio sobre la sal, podríamos ganar muchísimo dinero”. Entonces prohibieron a los indios producir sal. Y Gandhi caminó a la playa, recogió sal, y dijo: “La naturaleza nos la da gratis; nos hace falta para sobrevivir. Seguiremos produciendo sal. No obedeceremos sus leyes”. Fue la famosa satyagraha de la sal de 1930.
Eso nos inspira, y desde el día en que fundamos Navdanya, nos negamos a obedecer las leyes que se adjudican el invento de la vida, que patentan la vida. No obedeceremos las leyes que nos quieren imponer los transgénicos: seguiremos produciendo semilla de polinización abierta.
Y a raíz de esto, no sólo hay cientos de miles de aldeanos en la India totalmente comprometidos con la agricultura libre, sino que cada vez que el gobierno intenta promulgar una ley abusiva —como en 2004, cuando se quería declarar ilegal el uso de la semilla local si no se hacía el llamado registro obligatorio—, nosotros hicimos la satyagraha de la semilla, llevamos 100 mil firmas a nuestro primer ministro y dijimos: “Somos seguidores de Gandhi y no obedeceremos esta ley. Seguiremos reservando semilla y compartiendo semilla porque así manda la ley superior de la ecología, así manda la ley superior de la naturaleza, así manda la ley superior de la humanidad, y porque es nuestra obligación con las futuras generaciones”.
Aspecto de la participación de la activista Vandana Shiva afuera del hotel Sheraton, que fue sede de la IV Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio, en Doha, Qatar. Foto: Reuters
El representante de Monsanto en México, José Manuel Madero, dijo recientemente en una entrevista a El Universal que en la próxima década México experimentará una revolución tecnoagrícola como la de Argentina y la agricultura se convertirá en un motor de la economía nacional. Háblenos, por favor, de la experiencia de Argentina con los cultivos transgénicos.
Al Jazeera acaba de hacer un poderoso documental que se llama Semillas malas que muestra visualmente lo que ocurre en Argentina: se está cultivando la soya Roundup Ready a una escala tan grande que es necesario fumigar con el herbicida Roundup desde el aire [Monsanto desarrolla y vende tanto la semilla de la soya Roundup Ready como el herbicida, que es glifosato]. Esto implica dos cosas: no puede sobrevivir ninguna huerta familiar, y se acaba la seguridad alimentaria.
Y ahora están encontrando un aumento de 100 por ciento en los defectos congénitos. Los expertos médicos han hecho las correlaciones; han hecho estudios de laboratorio aplicando Roundup a las células y están descubriendo un tremendo impacto predecible en la población expuesta. Y si fueron reprobables las guerras sucias de la vieja dictadura, esto es absolutamente condenable. ¿Y luego pensar que van a aplicar este modelo en México —¡México, la tierra de la diversidad, la tierra del maíz!— y decir que borraremos eso de la faz de la Tierra? Sería un crimen, y yo estoy absolutamente comprometida con organizar un tribunal popular. Si los gobiernos del mundo nos han fallado, ¡no nos fallemos nosotros mismos, los habitantes de la Tierra!
Como usted sabe, actualmente se prohíbe el cultivo comercial de maíz transgénico en México, pero se está considerando una propuesta que permitiría que se siembren un millón de acres en los estados de Sinaloa y Tamaulipas con maíz transgénico resistente a las sequías y las plagas. Se trata de zonas áridas donde no es factible sembrar. ¿Cuál es el problema con sembrar maíz transgénico en zonas donde de otra manera no se puede sembrar?
Primero, se está haciendo investigación seria sobre de las declaraciones que Monsanto hace acerca de que su maíz es resistente a la sequía. Como herramienta, la ingeniería genética es bastante torpe; de hecho, es incapaz de introducir los rasgos conocidos como multigenéticos. El maíz resistente a la sequía ha sido desarrollado por campesinos mexicanos, la mayoría de los cuales ha sembrado sus milpas en condiciones de temporal; es decir, maíz resistente a la sequía. Lo que hace Monsanto es tomar las variedades nativas, cruzarlas y cultivarlas, y luego introducirles un gen. Pero no hay un gen que por sí solo confiera la resistencia a la sequía. Es un rasgo multigenético —y la ingeniería genética sólo maneja rasgos monogenéticos—, lo que explica por qué, después de veinte años, sólo han desarrollado cultivos con la toxina bt, supuestamente para control de plagas, y cultivos con resistencia al herbicida Roundup, en apariencia, para controlar malezas. Ahora ambos están fallando. Los cultivos que producen la toxina BT, que será uno de los rasgos de este maíz, no sólo han producido más plagas, sino que se han vuelto más resistentes a las plagas para las que fueron diseñados.
En la India, el gusano del algodón se ha vuelto resistente al algodón bt. Y acaba de salir un nuevo estudio de la Agencia Federal de Investigación de Suiza que afirma una idea fundamental: que cuando una planta normal se encuentra con una plaga, todo el sistema de la planta reacciona para controlarla. Se trata de un generador mágico del tipo de químicos que repelen a las plagas, y suceden muchas cosas cuando un insecto muerde una hoja y toda la planta se activa para montar un mecanismo de defensa. Cuando se inserta un gen tóxico para matar una plaga, la planta deja de hacer su trabajo. Ahora este gen tóxico, que viene siendo un pesticida dentro de la planta, se pone a trabajar y acaba reprimiendo los procesos de la planta, por lo que plagas comunes y corrientes que nunca habrían dañado a la planta, pues la planta contaba con sus mecanismos de defensa, ahora se convierten en amenazas. Lo hemos visto en el caso del algodón BT: donde no había áfidos ni jásidos que representaran un peligro para la planta, ahora hay mega plagas, con aumentos de incidencia de hasta 300 por ciento.
De modo que, por desgracia, el representante de Monsanto es muy poco preciso científicamente hablando, y el gobierno de México debería escuchar a sus científicos en lugar de a los publicistas de Monsanto.
Campesinos productores de maíz del norte de México. Izquierda: maíz negro higuerillas, de Cosalá, Sinaloa. Derecha: maíz pinto amarillo, de Álamos, Munihuasa, Sonora.
Se ha dicho que si se autoriza el maíz transgénico en México a escala comercial, será la primera vez que se permita que un cultivo alimenticio principal se vuelva transgénico. ¿Sabe si es cierto? Y si resulta cierto, ¿cuáles son las implicaciones?
Podría ser la primera vez que el alimento principal de un país se vuelva transgénico, es cierto… Sería también la primera vez que se autorice la introducción de un cultivo transgénico en un centro de origen y diversidad, lo cual, según el Convenio sobre la Diversidad Biológica, representa un atentado contra la diversidad. Monsanto, hace dos años, trató de imponer una berenjena BT en la India —la India es la cuna de la berenjena y contamos con 4 mil 500 variedades—. Nos levantamos en rebelión y nuestro gobierno se vio obligado a declarar una moratoria de la berenjena bt porque somos un centro de diversidad. Y como las declaraciones de Monsanto eran totalmente falsas y, de hecho, se encontró que se había llevado berenjena de la India para insertarle sus genes tóxicos y luego decir: “Esta berenjena es mía”, ahora hay un juicio de biopiratería ante los tribunales de la India.
Yo sospecho que como México es el centro de origen del maíz (no importa dónde se encuentre el maíz), aunque esté en terrenos de Monsanto, es mexicano de origen, lo que implica que Monsanto ha incurrido en biopiratería —y ahora está vendiendo su maíz tóxico patentado a los mexicanos—. Los brasileños están llevando un juicio de 2.2 mil millones de dolares contra Monsanto por cobro de regalías sobre soya, así que el maíz, que es un cultivo mexicano, ahora le generará regalías a Monsanto en San Luis Missouri. Se trata de un robo, un robo descarado. Y yo pienso que algunos activistas en México deberían demandar a Monsanto por biopiratería.
Háblenos de la iniciativa de Bill Gates y Carlos Slim con CIMMYT para desarrollar cultivos resistentes al cambio climático. Con base en lo que ha visto del trabajo de la Fundación Gates en África, ¿qué cree que traerá este proyecto?
Antes la primera promesa era: “Vamos a alimentar a los que tienen hambre, y nuestro cultivos rendirán más”. Eso no ha funcionado, como demostramos en nuestro informe “El emperador gm no trae ropa”, disponible en nuestro sitio web . Hicimos el estudio con aportaciones de científicos de todo el mundo porque queríamos saber la verdadera historia de lo que estaba sucediendo con los transgénicos en el campo. En todo el mundo quedó muy claro que no ha aumentado el rendimiento. El segundo argumento fue que se reduciría el uso de los químicos. No ha habido tal reducción en el uso de los químicos; al contrario, su uso ha aumentado. El tercer argumento fue: “Controlaremos las plagas y las malezas”. Pero no, han surgido súper plagas y súper malezas, que en Estados Unidos obligan a aplicar Agente Naranja 2,4-D, y la mitad de las granjas ha sido invadida por malezas muy resistentes a Roundup.
Ahora la promesa del momento es la resiliencia climática. Como he dicho, la resiliencia climática no es un rasgo que se logre con la ingeniería; es un rasgo evolutivo, una evolución que ha ocurrido en conexión con el medio ambiente y la planta y todos los genes de la planta, todo el fenotipo de la planta… todo se conjunta para crear una sinfonía. Lo triste es que Monsanto no sabe ni la primera nota. Tampoco Gates y Slim. Entonces se ponen a golpear cacerolas; hacen un cacerolazo discordante y lo llaman sinfonía.
El señor Gates se cree súper listo. Pero por desgracia ha impuesto ciegamente su comercialización de semillas y fertilizantes en África. África no cuenta con un gran suministro comercial de semillas; la mayoría de las semillas son de los mismos campesinos. Una vez que acostumbras a los campesinos a no tener sus propias semillas y a tener que comprarlas en el mercado, también los vuelves adictos a los fertilizantes químicos, pues los fertilizantes químicos son drogas ecológicas, entre más los usas, más necesitas usarlos. Se trata de recetas para destruir el suelo, para acabar con la biodiversidad, y peor todavía, están atrapando a los campesinos con sus deudas, porque son insumos costosos. Y tal vez el primer año pedirán al gobierno que ofrezca subsidios; quizá se den insumos gratuitos en algunos lugares. Eso es exactamente lo que pasó en Punyab: los primeros dos años todo estaba subsidiado, y luego se acabaron los subsidios. Fue cuando salieron las armas y empezaron las matanzas.
Campesinos productores de maís. Derecha: maíz blanco. Izquierda: maíz pirineo.
A veces lo que lleva el nombre de “filantropía” es una falsa filantropía, porque su verdadero objetivo es crear un mercado para que el señor Slim venda sus teléfonos celulares y sus telecomunicaciones, y para que el señor Gates venda su software. Se interesa ahora por Monsanto porque su fundación ha invertido en Monsanto.
Dos puntos al respecto: la idea de que no contamos con departamentos de meteorología y necesitamos que el señor Slim mande recados a nuestros campesinos, es un insulto a nuestro sistema público. Todos los países del mundo, llámense Estados Unidos o India o México, han contado con los almanaques de los agricultores. Estos almanaques están llenos de conocimientos indígenas para pronosticar el tiempo. ¿Lloverá por cuatro meses? ¿Dejará de llover? ¿Habrá sequía? Les dijeron a los agricultores cuáles semillas cultivar, cuáles semillas escoger. Es decir, a final de cuentas, el señor Slim está diciendo: “Agricultores: son unos tontos. Gobierno: quítese. Por teléfono le diré al campesino qué semilla comprar”.
En segundo lugar, con respecto al señor Gates, ahora lo que están haciendo en el fondo es apostar, sobre todo por las semillas resistentes al cambio climático. Tenemos un informe que se llama “La biopiratería de los cultivos resilientes al cambio climático”, y existen mil 500 patentes sobre cultivos resilientes al cambio climático. Las empresas no saben realmente qué parte de la planta, cuál grupo de genes está actuando para crear la tolerancia a las sequías o a las inundaciones o a la sal: están apostando. Y están apostando mediante la generación de software y adivinando que aquí está el gen común que confiere a las plantas la tolerancia a la sequía.
Es como en Wall Street: la gente que hace apuestas con nuestro dinero no sabe realmente cómo funciona el mundo. Lo que sabe es apostar.
El señor Gates está haciendo apuestas con la vida, y su software patentado será una herramienta muy importante para patentar la vida y las semillas. Por eso decimos en nuestro movimiento que no debe haber ninguna patente de ninguna semilla, nunca. Y que los conocimientos de los campesinos sean nuestra guía para la agricultura. m
Notas al pie
1 Norman Borlaug: agrónomo estadunidense que encabezó la llamada “revolución verde”: el impulso de una agricultura de alto rendimiento, dependiente de los químicos; se afirma que la revolución ha salvado a millones del hambre, pero también se le ha criticado por provocar daños ambientales y desigualdades sociales. Borlaug realizó gran parte de su esfuerzo por desarrollar variedades de trigo de alto rendimiento en el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, o cimmyt, que obtuvo hace poco un donativo de $26 millones de dólares de Bill Gates y Carlos Slim para desarrollar cultivos, en algunos casos transgénicos, que resistan el cambio climático.
2 El Agente Naranja es un químico desarrollado por Monsanto que fue utilizado por el ejército estadunidense durante la guerra de Vietnam para desfoliar las selvas y localizar a los combatientes enemigos. No sólo los vietnamitas fueron expuestos a esta sustancia tóxica; miles de soldados estadunidenses contrajeron cáncer y otras enfermedades. La Cruz Roja de Vietnam estima que alrededor de tres millones de vientamitas fueron afectados por el Agente Naranja.
3 En septiembre de 2012, científicos franceses reportaron que ratas alimentadas con maíz transgénico tuvieron una mayor tasa de tumores y morían más pronto que un grupo de control.
4 Arpad Pusztai es un nutriólogo y bioquímico de origen húngaro que anunció en 1995 que sus investigaciones con papas transgénicas habían provocado daños celulares y encogimiento cerebral en ratas.
Traducción William C. Quinn