El canto de la libertad perdida
Sergio Padilla – Edición 451
Las variadas prisiones que comprometen en diversos grados la libertad son un tema que el arte operístico y musical no ha dejado de lado. A continuación, cinco ejemplos de ello.
La libertad es, sin duda, uno de los valores fundamentales para el ser humano, que implica ser conquistado y cuidado a base de un esfuerzo personal y colectivo que puede costar toda una vida e, incluso, la vida misma. De aquí que perder la libertad, desde las distintas densidades de significados y perspectivas que tiene este valor, es una de las más terribles experiencias que se puedan enfrentar, tanto individual como colectivamente. Las variadas prisiones que comprometen en diversos grados la libertad y en las que se puede caer por error, por ignorancia, por correr ciertos riesgos o por causa de otros, es un tema que el arte operístico y musical no ha dejado de lado, lo que nos permite apreciarlo desde las categorías estéticas, revelando matices a los que solamente desde aquí se puede acceder.
Cómo no conmoverse ante la súplica de libertad de un pueblo deportado y prisionero en tierras extranjeras. Cómo no dejarse tocar por el grito de prisioneros que salen unos minutos de las mazmorras para contemplar por un breve tiempo la luz del sol. Cómo no indignarse ante al hombre que vende su libertad para aprisionarse en jaulas de oro y terminar encerrado en su más absoluto egoísmo. Cómo no compadecerse del drama de la mujer inocente que, aprisionada por convencionalismos sociales, es obligada a renunciar a su libertad. Cómo no recordar los pasajes de la historia humana, donde se negaron y se siguen negando las libertades más elementales. Veamos cómo la música penetra a los recovecos de estos dramas.
Verdi: Nabucco
Ramey, Guleghina, Levine, DG, 2005
El compositor italiano Giuseppe Verdi (1813-1901) nunca imaginó que la ópera que le proporcionó el primer éxito en el inicio de su carrera trascendería el paso de los tiempos por uno de sus pasajes corales: el Va, pensiero, sull’ali dorate (¡Vuela, pensamiento, sobre alas doradas!). En el acto tercero de Nabucco, los hebreos desterrados en Babilonia cantan entrañablemente Oh mia patria sì bella e perduta! (¡Oh, patria mía, tan bella y perdida!), canto que muchos sectores actuales del pueblo italiano han hecho suyo al considerar que su país se ha internado en diversas prisiones.
Beethoven: Fidelio
Levine, Mattila, Heppner, Pape, DG, 2003
La única ópera compuesta por Ludwig van Beethoven (1770-1824) fue Fidelio, cuya trama transcurre en una cárcel y nos presenta el valiente esfuerzo de Leonora, disfrazada de simple guardián —de nombre Fidelio—, por rescatar a su esposo Florestán de las corruptas manos del alcaide de la prisión. Es un canto contrastado del dolor por la pérdida de la libertad, muchas veces por causas injustas, y las consecuencias que ello provoca en los prisioneros, así como el valor de la lucha por su reconquista y por desenmascarar con decisión al que atenta contra ella.
Verdi: Macbeth
Nucci, Verrett, Chailly, DG, 2008
Quizás una de las experiencias más terribles que puede vivir un ser humano sea irse enredando en sus mentiras, en sus opacidades, en sus mañas por obtener poder, prestigio o placer a costa de lo que sea, incluso atentando contra la propia libertad, para así quedar aprisionado en un egoísmo que aniquila. Esto es lo que podemos experimentar en Macbeth, de Verdi, pues podemos seguir el proceso del protagonista por sus diversas etapas hasta sentirse absolutamente prisionero: Perfidi! All’anglo contro me v’unite! (¡Pérfidos! ¡Os habéis unido a los ingleses contra mí!).
Donizetti: Lucia di Lammermoor
Netrebko, Beczala, Kwiecien, DG, 2009
Otro drama donde se pone en juego el dilema prisión-libertad es Lucia de Lammermoor, joya del compositor italiano Gaetano Donizetti (1797-1848), donde se nos va planteando el proceso de la joven Lucía, que se siente terriblemente acorralada por responder a las presiones de su hermano Enrico y renunciar al amor de Edgardo. La cruel imposición de una boda la sumerge en una de las peores prisiones en las que puede caer un ser humano: perder la razón. La escena de la locura es de las más dramáticas de la literatura operística.
Schoenberg: A Survivor From Warsaw
Kurt Masur, Helicon, 2012
La fuerza del arte es capaz de abordar con música uno de los dramas más imponentes que ha vivido la humanidad: el Holocausto. El compositor austriaco Arnold Schoenberg (1874-1951) compuso una obra titulada El sobreviviente de Varsovia, Op. 46, para narrador, coro masculino y orquesta, donde el artista se acerca a conmemorar una de las prisiones más terribles: el gueto de Varsovia. La obra no es brillante según los cánones tradicionales, pero sí nos hace penetrar en el dolor de una experiencia radicalmente negadora de la libertad. m.