El “campo de batalla” se amplía con la ironía

El “campo de batalla” se amplía con la ironía

– Edición 497

Imagen de la película «Naranja mecánica», de Stanley Kubrick

En el cine la ironía multiplica los campos, pues cuenta con la imagen y el sonido, recursos que son pertinentes para mostrar más de lo que se dice

En Los testamentos traicionados, Milan Kundera, artífice prodigioso de la ironía, define lo que ésta “quiere decir”; subraya que “ninguna de las afirmaciones que encontramos en una novela puede tomarse aisladamente”, pues se encuentra en una “confrontación compleja y contradictoria” con las demás afirmaciones, situaciones, ideas y los demás gestos. La ironía surge de los contrastes y precisa de los contextos. Para elucidar “todas las relaciones irónicas” de una novela, Kundera sugiere la lectura lenta y repetida. La ironía demanda la participación activa y asidua del lector, que así amplía el “campo de batalla”, como diría Michel Houellebecq, y va más allá de lo evidente. En el cine, la ironía multiplica los campos, pues además de la narrativa y el drama (que comparte con la novela), cuenta con la imagen y el sonido, recursos que son pertinentes para mostrar más de lo que se dice.

En El guion, libro fundamental sobre la escritura cinematográfica, Robert McKee subraya que la vida es irónica y por eso “las historias que terminan con una ironía tienden a durar más tiempo […] a provocar el mayor amor y respeto en los espectadores”. Ubica la ironía en la convivencia de los extremos: idealismo y pesimismo, felicidad y tristeza. La ironía es tan plausible como difícil de conseguir en el clímax y el final de una cinta, concluye el “gurú” del guion. En esta conceptualización de la ironía cabría Whiplash (2014), cuyo final es interpretado por algunos como un éxito para el protagonista; sin embargo, es posible anticipar que ese “éxito” va a llevarlo con celeridad a la muerte. Felizmente, el cine ofrece abundantes ejemplos con finales no muy felices…

Una Eva y dos Adanes (Some Like It Hot, 1959), de Billy Wilder

Billy Wilder, que practicaba con genialidad todos los géneros cinematográficos, encontró en la ironía una ruta propicia para la agudeza. En esta película acompaña a un par de músicos que luego de ser testigos de un crimen se disfrazan como mujeres y se dan a la fuga. El disfraz resulta ser un medio pertinente para la revelación de algunas verdades que involucran pulsiones y emociones. Wilder solía decir que “si vas a decir la verdad a la gente, sé gracioso o te matarán”. Al final, la risa y hasta la carcajada explican la larga vida que ha tenido esta cinta.

Naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), de Stanley Kubrick

McKee afirma que la ironía es clara y que en ella no hay nada de ambigüedad, pero Kubrick prueba que ésta puede resultar esclarecedora. En esta cinta, el realizador se inspira en una célebre novela de Anthony Burgess y no sólo hace eco del discurso corrosivo y crítico que habita la obra literaria, sino que aprovecha la imagen, los movimientos de cámara y la luz para exhibir el afán controlador y la hipocresía del gobierno, que emplea la violencia como instrumento. Ésta encuentra en el protagonista una respuesta no menos violenta e… irónica.

Shrek (2001), de Andrew Adamson y Vicky Jenson

El ogro que da el título a la historia se ve en la necesidad de salvar a una princesa para recuperar su preciada soledad y el pantano donde vive, que ha sido invadido por creaturas fantásticas. Se convierte, sin buscarlo, en un caballero andante. Shrek acerca la ironía a la paradoja: con abundantes dosis de humor se burla gustosa de la fantasía, las novelas de caballería y los cuentos de princesas mientras construye una cinta que cabe en estos tres géneros literarios. Al final Shrek descubre que la soledad se vive mejor en compañía.

El hombre que nunca estuvo allí (The Man Who Wasn’t There, 2001), de Joel Coen

Ethan y Joel Coen se caracterizan por elaborar ironías alrededor de los géneros cinematográficos. Épica sin héroes (O Brother!), o cine policial sin acción (Fargo). En esta película ubican la acción en 1949, emulan el registro del cine negro —que vivió sus momentos más lúcidos en los años cuarenta y cincuenta— y en blanco y negro siguen a un hombre que cobra protagonismo para conservar su anonimato. De esta forma, hacen un esbozo mordaz de las miserias del ser humano moderno, el que no tiene mayores virtudes y alimenta merecidamente la masa.

El ladrón de orquídeas (Adaptation, 2002), de Spike Jonze

Charlie Kaufman debe adaptar para la pantalla El ladrón de orquídeas. Quiere respetar al libro y a la autora, pero fracasa en sus intentos. Entra en crisis y termina por hacer de él mismo el protagonista y dar cuenta del proceso de escritura. En la ruta ve la conveniencia de renegar de su voluntad de originalidad y seguir los clichés de Hollywood. Asimismo, traiciona a la autora: confirma aquello de traduttore, traditore. Hacer algunas concesiones y aceptar algunas convenciones hacen posible que exista una original película convencional.

Para saber más

:: La ironía en Naranja mecánica.

:: ¿Qué es la ironía en las películas?

:: Sobre el humor y la ironía en el cine de Billy Wilder.

:: Milan Kundera. La ironía del ser, documental subtitulado.

:: ¿Qué es la ironía cinematográfica? (Y cómo funciona el suspense).

:: Charlie Kaufman: las claves para entender su estilo.

:: Paris, je t’aime—Tuileries, cortometraje de los hermanos Coen.

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