El ADN de Los Supercívicos
Israel Piña – Edición 456
Movido por el afán de poner en evidencia a quienes buscan salirse con la suya al margen de la ley, este grupo ha encontrado cómo valerse a lo grande de las redes sociales para sacudir conciencias y mostrar que, en el caos cotidiano, es indispensable seguir alzando la voz
Los Supercívicos sacuden la internet con cada cápsula lanzada desde un ordenador. Son ágiles en el mundo digital, lo habitan y usan como pocos en México, aunque vienen de otro universo, del análogo: aparecieron hace más de una década en un video grabado con una vieja y enorme handycam, y no con un teléfono inteligente; se les vio por primera vez en la televisión abierta y no en las redes sociales. Pero el objetivo es el mismo que en 2005: evidenciar a los abusivos, los gandallas, los corruptos, lo “¿por qué no? Esto es México. Nomás tantito”.
Después de años de traspiés, pausas y censura en la televisión, Los Supercívicos descubrieron y tomaron las redes sociales. Hoy tienen más de un millón de seguidores en Facebook y una aplicación móvil colaborativa. Aunque ellos sostienen que no, en YouTube les va bien, pocos proyectos logran cientos de miles de reproducciones de sus videos. Este año consiguieron más de un millón de pesos por medio de un fondeo colectivo organizado desde internet. Arturo Hernández, creador del proyecto, narra la historia en entrevista.
Los Supercívicos con el partido Joder a México, en Culiacán, Sinaloa, que se dedica a “felicitar” a los ciudadanos que se roban un pedazo de la calle para cobrar estacionamiento.
¿Cómo iniciaron Los Supercívicos?
Yo inicié en el año 2005, venía de vivir un ratote largo en “el gabacho”; viví como nueve años ahí en Florida, justo en Miami, por eso entiendo perfectamente a estos güeyes, a los que nos dieron la estocada, el latino de allá, el que ya se siente acomodado. Es el más republicano y, a veces, el más fascista de todos.
Vengo de vivir allá un largo tiempo. Cuando regreso a México me encuentro con la “Ley del Gandalla”, donde todo mundo hace lo que quiere, pero domina el más gandalla, el que tiene los huevos tibios más grandes. Bien que mal, en Estados Unidos una de las cosas que funcionan es la autoridad. No te estaciones en una rampa para personas con discapacidad, porque son 800 dólares [de multa] y, si lo vuelves a hacer, te quitan la licencia de por vida.
Justo sobre ese tema de las rampas: yo tenía un vecino que siempre se estacionaba arriba de la banqueta, utilizaba la rampa y la bloqueaba. Esto era en el Parque Tlacoquemécatl, en la colonia Del Valle [Ciudad de México]. Un día le digo: “Carnal, no te estaciones ahí”. Era un chavo. En ese momento, yo tendría 34 años y él 30. “No vayas a necesitar el día de mañana esta rampa. Es terrible que te estaciones en una rampa”. Me dijo: “¿Tú qué? ¿Eres policía o qué?”. Respondí: “Nadie, soy un güey que te está diciendo que está mal lo que estás haciendo”. “¿Qué vas a hacer o qué?”, me dijo. Y ese “qué vas a hacer” me retumbó en la cabeza.
Arturo Hernández, también conocido como el Comandante Hernández
En ese momento, yo estaba muy permeado por todo el tema de Banksy. Me encanta Banksy. Y yo creo que por estar viendo tantas cosas del arte de Banksy decidí hacer esta acción, un poco de guerrilla poética. Me fui a Lumen y compré pintura vegetal. Después fui a Satélite [colonia del Estado de México ubicada al norte de la zona metropolitana], a una tienda de ingenieros civiles, y compré unas rueditas que van haciendo líneas rectas. Después venía la acción. Sabía que este güey se iba a trabajar a las nueve o nueve y media. Llegué desde la siete y media de la mañana y lo que hice fue echar la pintura vegetal, pinté su carro como si hubiera pasado una silla de ruedas por encima, una supersilla, unas líneas como de 30 metros de largo.
Recuerdo que iban pasando unos chavos de una escuela que, al ver la acción, me preguntaron: “¿Qué estás haciendo?”. Eran unos chavitos de secundaria del Colegio Avante, y me dicen: “Está poca madre, te ayudamos”. Los chavos se involucraban y se cagaban de la risa, hablaban y decían: “Está perfecto, se me hace muy buena dinámica”. Gente que pasaba por ahí veía y entendía el concepto y decía: “Muy bien, sí, para que entiendan”.
Pintamos las líneas, se van los chavos y espero a que llegue el güey; me escondo en unos matorrales, aparece, empieza a ver esas líneas, no entendía, empieza a tocar la pintura, y salgo yo con mi handycam —era de esas grandotas—; este güey me ve y me dice: “Tú fuiste, a huevo que tú fuiste, voy a parar una patrulla para que te lleve detenido porque éstos son daños a la propiedad privada”. “Perfecto, háblale a la patrulla, yo también le voy a decir que estás arriba de una rampa. Entonces, al final, que un juez decida quién está más mal. Pero te voy a decir una cosa: no le hice daño a tu coche”. Agarré una botellita de agua que tenía por ahí y empecé a borrarle las líneas y no pasaba nada, no tenía rayones ni nada. Me acuerdo que ahí le digo: “Esto sale con agua, pero el cochambre mental de bloquear una rampa, ¿cómo te lo quitas?, ahí sí tienes que ‘resetear’ tu mente porque estás mal”. Hubo mentadas de madre, pero le dio miedo, no aguantó y se fue. Ése fue el primer video de Los Supercívicos.
En esta acción, Los Salvavidas llaman la atención de la gente que usa el celular mientras maneja.
Me quedé pensando y dije: “Aquí hay un ADN de un contenido, esto lo puedo llevar a todo: acoso sexual, corrupción, con los que tiran basura; prácticamente, atacar a los gandallas”. No se llamaba Los Supercívicos, era muy radical, se llamaba MECO: Movimiento Ejemplar Contra Ojetes. Después me doy cuenta y dije: “No puedo yo ser tan grosero y tan violento”. La verdad, he trabajado mucho el formato. En ese momento era mucho más radical, era: “Si tú me pegas, güey, te pongo el madrazo; estoy aquí para generar conciencia cívica, pero tampoco soy ningún dejado”. Con el tiempo ha evolucionado mucho eso y no entro en ningún tipo de violencia.
Me doy cuenta de que hay un ADN y decido apostarle a un piloto. No tenía trabajo en ese momento, tenía mis ahorritos, y decido invertirle al piloto con mis propios recursos. Entonces me fui a Iztapalapa y me compré un Valiant Duster 1969, una carcacha que me costó 5 mil pesos de ese tiempo. Al mismo que me lo vendió, que era un hojalatero, le dije: “¿Le puedes hacer tipo alas de gaviota, le puedes poner un periscopio con PVC?”. Hicimos un coche de Batman con los recursos que tenía, pero el éxito fue que le pusimos unas bocinas muy grandes en la cajuela. Me fui con un amigo que era locutor, Abel Membrillo, y le dije: “Ven, vamos a subirnos a la Autoconciencia” —así se llamaba, después cambiamos el nombre a Masiosare—. Nos fuimos de patrulleros por las calles a mover coches estacionados en doble fila. Todo lo que estuviera mal en el rollo vial, el Masiosare lo resolvía. Era increíble ver la respuesta de la gente al verse exhibida y expuesta. Siempre con humor, les metíamos cancioncitas. Me acuerdo que nos tocó una vez una señora que tiró un kleenex y Abel le soltó la de: “Cerda, no me llames cerda”.
Piscina pública para muñecas Barbie, instalada en un bache de las calles de la Ciudad de México.
Hicimos el piloto y quedó una buena pieza. Yo empecé a soltarlo por todos lados y nos lo compró Televisión Azteca. Tuve respuesta de todos lados: MTV me contestó; Televisa me contestó; y Azteca me contestó, me compró el formato y ya después vino el viacrucis de la censura. La verdad es que esa primera edición de Los Supercívicos, que salió en 2006, nadie la vio. ¿Por qué? Porque como no quise entrarle al juego… ellos me empezaban a censurar. Como no entré en su censura, el programa, que estaba programado para que lo pasaran a las ocho de la noche, salió a la una de la mañana. Entonces nunca nadie vio la primera edición.
Además de Abel Membrillo, ¿con quién más empezaste? ¿Quiénes son Los Supercívicos originales?
En ese primer Supercívicos, en el piloto estaban Abel Membrillo, Beto y Lalo —que hacen muchas cosas en Televisa— y Teo, el baterista de Los Liquits. Pero muchos de ellos ya no pudieron entrarle al programa. Beto y Lalo porque estaban en Televisa y Abel porque estaba en Radio Activo. Entonces me di a la tarea de buscar. En el primer programa salía Andrés Almeida, y estaba Laura D’Ita, que es una actriz amiga mía.
Después de que salen de Azteca, ¿qué hacen?
La verdad es que tiré la toalla, me pegó muy duro. Platicándolo hace poco con Andrés, pensamos que nos adelantamos al tiempo. No estaba lista la televisión mexicana para un programa de esa naturaleza. El chiste es que te metes igual con el ciudadano que con el delegado, con el Jefe de Gobierno o con el camión de Coca-Cola. O sea, a mí me vale madres, y ése es el problema, que las televisoras te dicen: “No, cómo vas a decir eso; no, córtale, Coca-Cola es nuestro cliente”. Pero, bueno, no entendieron y nos adelantamos. Me tocó de todo: empecé a hacer conducción en Discovery Channel, E Entertainment; hacía chambas de conductor, dirigía comerciales, escribía; en ese momento aprendí a editar. Seguía aprendiendo y tratando de buscarle por todos lados.
Arturo Comandante Hernández (der.) y Alex Marín y Kall, Esewey, muestran las colillas de cigarro que recogieron en una playa de Quintana Roo.
Pasan siete años, me ofrecen nuevamente hacer televisión y entramos a MVS. Es ahí donde nos piden hacer un formato de comedia política y hacemos Houston, tenemos un programa. El problema es que quien me lo pidió no estaba en contacto con los ejecutivos. Empezamos a hacer el formato de comedia política y ya, cuando está saliendo al aire, lo empiezan a ver los ejecutivos de MVS y dicen: “¿Qué pasó? ¿Por qué están diciendo eso del Presidente?”. “Es comedia política. Mañana, no sé si sea el Presidente, pueden ser el arzobispo, los gobernadores. Es contra todos y contra ninguno, simplemente se trata de agarrar el periódico, ver cuáles son las noticias más relevantes y sobre eso hacemos un chiste”. “Pues no se pueden meter así con el Presidente”. “Es comedia, así me estás quitando el 30 por ciento del formato”. Dos semanas después: “No se pueden meter con el secretario de Gobernación porque estamos a punto de agarrar la señal ésta… (banda de 2.5 GHZ)”. En ese momento estaba todavía Carmen Aristegui. Así nos fueron censurando hasta que nos corrieron. En menos de cuatro meses, Houston, tenemos un programa —que le iba muy bien, que estaba muy bien hecho—, en menos de cuatro meses nos sacaron.
Pero tuve la fortuna de que el formato de Houston, tenemos un programa tenía muchas secciones. Una vez al día teníamos la sección de Los Supercívicos. Salíamos a las calles y hacíamos lo que estamos haciendo, estas cápsulas, y las metíamos a YouTube. La primera vez que subimos la primera cápsula, me habla la productora en la noche y me dice: “¿Ya viste cuánto lleva el de las bicicletas? Treinta mil vistas y puros likes, likes, likes”. La gente ya nos empezaba a decir que quería más Supercívicos y que nos olvidáramos de Houston tenemos un programa. De hecho, empezamos a crecer tanto con Los Supercívicos que por eso nos corrieron; empezó el “Hola, somos Milenio; hola, somos Reforma; hola, somos la bbc; hola, somos el Washington Post”. En menos de dos meses empezamos a tener estas entrevistas de alto calibre. Yo creo que los de mvs dijeron: “O los cortamos ahorita o al rato va a ser más difícil”. Entonces, un día ya no nos dejaron entrar, no nos dejaron entrar por los materiales, se quedó mucho material de Los Supercívicos. A la mala.
Ya después vino El Incorrecto, un programa que había en Cadena Tres, con Eduardo Videgaray y El Estaca [José Ramón San Cristóbal.] Eran fans de Houston… y me dijeron: “¿Te avientas a hacer tu sección una vez a la semana?”. En el convenio que yo hice, les dije: “Sí, le entro a hacer televisión. Tú estás pagando las cápsulas —cada cápsula cuesta unos 35 mil pesos—, los derechos de televisión son tuyos, pero déjame meter mis cosas en internet”. Y así fue como fuimos construyendo, primero, el canal de Los Supercívicos en YouTube, y después nos dimos cuenta de que somos facebookeros, a la gente le gusta ver nuestro formato por Facebook. En 2014 hacemos El Incorrecto y acabó en 2015 porque se murió el programa, porque cambió el nombre de la televisora.
¿Ahí tuvieron problemas de censura?
No, ahí no. Me acuerdo que en algún momento sí critiqué muy cabrón a Peña Nieto en una cápsula de policías, sí me metía muy duro, y Eduardo Videgaray me dijo: “Oye, ¿te molesta si tu cápsula en internet sale así, pero aquí no me gustaría, le dejo ciertas cosas y le quito ciertas cositas”. Fue muy sano, ni siquiera fue censura, son de estas cosas de “yo le quitaría esto, no aporta”, “aquí siento que no”, y está perfecto, porque yo a veces me pierdo y es bueno que lo veas desde otro ángulo.
En esta parodia de Jaime Maussan, Los Supercívicos investigan el fenómeno V.A.N.I. (Vehículos Averiados No Identificados), para evidenciar a automovilistas que abren el cofre de los coches para simular autos descompuesto y entorpecer la vialidad.
Entre el final de El Incorrecto y la campaña de fondeo, ¿cómo financiaron el proyecto?
Ahí hay un hueco. ¿Sabes qué me sirvió muchísimo? Había subido ya muchos videos a YouTube que salían en El Incorrecto, pero no salían en Facebook. Tenía yo 30 videos; una vez a la semana empecé a subir mis videos que estaban en YouTube a Facebook y resultó que son dos públicos completamente diferentes. Entonces empiezo a crecer mi canal de Facebook. Por ejemplo, en YouTube tenemos 230 mil, 240 mil suscriptores, pero en Facebook tenemos un millón 100 mil likes. Encontré que cada quien tiene la red social a la que hay que apostarle. Nadie domina todas. Por ejemplo, a Chumel Torres le va muy bien en YouTube y Twitter, pero le va muy mal en Facebook. A nosotros nos va mal en YouTube, empezamos a generar [seguidores] en Twitter, pero nos va muy bien en Facebook. Entonces empecé a “refritear” videos. Seguían cayendo entrevistas. Seguía haciéndose ruido, hasta que cayó el tema de Fondeadora.
Se me acercaron ellos. Lalo Suárez, un chavo que trabaja en Fondeadora, me dijo: “Veo que estás subiendo videos viejos, ¿por qué no le pides dinero a la gente? Creo que ya tienes una comunidad grande”. Al principio como que lo dudaba, hasta que vi que ya no podía hacer nada más. También empecé a hacer muchas videodenuncias. Salieron muchas videodenuncias y muchas muy poderosas, que tienen mucho más vistas que los videos que hago con comedia.
Gracias a Fondeadora conseguimos un millón de pesos para tres cosas: uno, seguir haciendo cápsulas, que las estoy haciendo una vez a la semana; dos, para hacer cápsulas fuera de la Ciudad de México, que lo estoy cumpliendo, ya fuimos a Monterrey, ya fuimos a Chihuahua, iré a Culiacán; y tres, la aplicación, para el inicio, para empezar a armarla, que ya está.
Tal y como ocurrió en Volver al futuro, el Rucomandante Hernández llega del año 2054 para evitar que Esewey se convierta en viene-viene por no ahorrar.
¿El fondeo le dio oxígeno al proyecto?
Sí, yo aprendí mucho del crowdfunding, de creer en la gente. Lo veo también como el rating real, porque una cosa es que la gente vea tus contenidos y que te diga “dedito arriba”, y otra cosa es que se vaya al Oxxo y deposite 250 pesos. La gente se dio cuenta de que no teníamos recursos, y después vino una campaña para estar recordándoselo con humor y con creatividad. Hicimos un doblaje de los Warriors invitando a toda la gente a donar.
Ahora te incluyen en la barra de Radio Fórmula…
Nos busca Radio Fórmula, se ve muy inteligente. Mientras algunos canales de televisión aún no han entendido cómo funciona el medio, pues éstos se vieron muy bien y dijeron: “Pues vamos a jalar a la gente que está haciendo cosas por internet, invitarlos a hacer radio”. Nos empezaron ya a criticar, a decir “Supercívicos vendidos”. Mientras me dejen decir las cosas, donde sea; a mí no me importa que sea Televisa, Televisión Azteca. Radio Fórmula es una plataforma, mientras a más gente le llegue, mejor; siempre y cuando no haya censura. Tenemos esta oportunidad, va a ser un aliado para todo lo que estamos haciendo Los Supercívicos, porque muchas veces las cápsulas se quedan cortas. Sí hacemos las cápsulas con humor, con ironía, pero hay tantas cosas de las que pudieras hablar más. Eso es lo que va a tener el programa de radio: empezar a profundizar y llevar más allá el formato de Los Supercívicos. m.
El Comandante Hernández, caracterizado como Jesucristo, ayuda a los Lázaros para que se levanten de los asientos reservados del Metro de la Ciudad de México.