Cuando pasó el temblor

Una vez más, la sociedad civil se organizó rápidamente para enfrentar la contingencia. Foto: AP

Cuando pasó el temblor

– Edición 461

La solidaridad del 19 de septiembre de 2017 dejó un profundo impacto, y son las historias personales de quienes se pusieron en acción de inmediato, para salvar vidas o ayudar a quienes lo necesitaran, las que dejan el mejor testimonio para corroborarlo

A más de dos meses del terremoto del 19 de septiembre de 2017, en la Ciudad de México aún se respira miedo. Miedo a que tiemble. Miedo a no escuchar la alarma. Miedo a que el edificio no esté “verificado”. Miedo a que haya que salir corriendo. El sonido de un concierto en el Centro de la capital causa un movimiento de la tierra en un edificio contiguo. El miedo todavía se respira. La historia del terremoto del 19 de septiembre de 2017, pese a que la parte heroica ha sido relatada hasta el cansancio, es la de una ciudad que todavía vive con miedo. Y no, no es sólo mérito de los jóvenes. 

A las 13:15, un martes, el mismo día en que se cumplían 32 años del sismo de 1985, la tierra comenzó a temblar. Pero no fue un terremoto del tipo: “Mira, la lámpara se está moviendo”. El suelo comenzó a saltar. Los minutos más largos fueron aquellos en los que ningún habitante de la ciudad sabía qué había ocurrido. Nada se oía, salvo sonidos de ambulancia, algunos mensajes de WhatsApp que llegaron a través del 4G (las líneas de teléfono, en su mayoría, desfallecieron). Y no había televisión. Ni electricidad. Ni línea telefónica. Elisabet Rey, catalana y treintañera, recuerda: “Sólo nos enteramos de lo que había ocurrido por los mensajes de amigos”. La paradoja, sempiterna, de que a un océano de distancia se pudiera tener más información que en el epicentro.

Sismo México #19S Foto: EFE

A las cuatro de la tarde, aun con escaso internet, la verdadera televisión era la ventana, como reza un grafiti que apareció en la Glorieta de los Insurgentes unos días después. Ciudadanos dirigieron el tránsito de la avenida de Los Insurgentes, la más grande de América Latina. Otros más prestaban un teléfono “de los viejitos” para que aquel que estuviera más asustado pudiera comunicarse. Porque cuando se está en medio del desastre, lo que más atruena es el silencio. 

Es difícil enfrentarse a la nada. Pau Montagud, director y fundador del Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México (docsmx.org), es valenciano, pero su alma es chilanga. Habla del trabajo de esos primeros días. “Muchos nos partimos la madre”. El festival, programado para octubre, no se retrasó para resaltar la fuerza que, en su opinión, permanece en la capital. Se celebró casi un mes después del terremoto, pero el miedo seguía ahí. “El sismo abrió grietas que tardarán en cerrarse, pero, más que nunca, la cultura y el cine contribuirán a sanarlas”, explica. “Nos volcamos en atender la emergencia y ayudar”, comenta a propósito del proyecto Zona Cero/Punto Negro”, promocionado por su festival y en el que participaron muchos millenials

Sismo México #19S Foto: Reuters

Aunque cuando la tierra tiembla y en menos de dos minutos te quita la vida de más de 300 personas, quizá las generaciones sean lo de menos. Todos son todos. Alejandro Orozco tiene más de treinta años, así que para efectos de análisis social quizá no se le considere millennial. Eso sí, en el momento del terremoto también salió a ayudar. Es de Barcelona, al año y medio de edad se mudó a Bolivia, a los once llegó a la Ciudad de México, creció en Ciudad Satélite. “Y además me gustan los chilaquiles con salsa verde”, bromea. Ahora vive de nuevo en la capital mexicana, tras otra época en Barcelona, y es director de atrapalo.com.mx. Su testimonio fue el de otro mexicano más. Salió esa tarde a pasear. A buscar una señal en medio de la lluvia de mensajes y a pensar en cómo ayudar. Y bastaron menos de doce horas para que lo hiciera. 

Alejandro fue al Parque Pushkin, a unos metros de la Roma, uno de los sitios más hipsters y caros y, vaya ironía, también de los más dañados. “Sobre las diez de la noche llegó un vocho. Dentro está toda la familia, una pareja, su bebé y la abuela. El señor baja del coche con una mano enyesada y empieza a descargar una carretilla de obra del techo del coche. Le ayudo como puedo y veo cómo abre el maletero del vehículo y saca más herramientas, todas muy usadas. ‘Son de la chamba, pero las necesitan los brigadistas. Yo estoy lesionado y no puedo ir’. Él no lo sabe, pero me ha dado un bofetón tremendo. Cuando acabamos, me acerco al punto de información para preguntar cómo hacerme brigadista”.

Sismo México #19S Foto: Reuters

A Alberto Alcocer, de Irapuato, pero también avecindado en la Ciudad de México, sus amigos lo llaman Beco. Él salió a tomar fotografías. Es su pasión y lo hace muy bien. A las ocho de la mañana de esa primera semana sin dormir, se cansó de hacer fotos. De gente llegando, de gente ayudando, de gente desesperada buscando un turno para entrar. No quiere homenajes. Se puso a trabajar. Su proyecto: #Fotos19s. “La idea es hacer un libro, de esos grandes, que muestre todo lo que pasó en esos días”. Los fondos que se recauden con la venta de ese libro colectivo serán destinados a la reconstrucción, por conducto de la asociación civil Techo (techo.org).

A cuatro días del terremoto, pocos han dormido en la capital mexicana. Unos más, otros menos, pero todos han tenido noticias de algunos de sus seres queridos. Emilio Ramos, un alto ejecutivo de una empresa trasnacional, llama e invita por medio de su página de Facebook: “El sábado salimos para Morelos, el que quiera sumarse es bienvenido”. Todas las cajas llevaban la misma leyenda: “Donativo”. Para evitar que se vendiese en un sitio inapropiado. 

Sismo México #19S Foto: Reuters

Desconfiar del Estado

En el camino a Morelos había varias camionetas o coches con cartulinas y letreros que indicaban “Ayuda ciudadana”. Lenin Zapata vive en Sevilla, pero nació en Cuernavaca. La muerte de su padre lo llevó a no cursar un semestre para ayudar a su madre. Y ahí lo agarró el terremoto. El mantra fue el mismo. Salir a ayudar. Lenin, que se dedica al baile y las artes, estuvo como coordinador de las tareas ciudadanas. Sólo las ciudadanas. Razones no le faltaban: al salir al recorrido por los pueblos muy dañados, no pasó mucho tiempo antes de que a un lado de La Hacienda de Chinameca, el mismo sitio donde mataron a Emiliano Zapata, apareciera otra camioneta que recomendaba a los voluntarios que “se inscriban al DIF”. El conductor se identificó como “Eder” e insistió en inscribir la ayuda a nombre del dif del estado de Morelos. Su último mensaje: “Por favor si tienen algún reporte de las casas que han visitado y la ayuda que han entregado, envíenmelo para entregarlo a la gente del municipio y del DIF”. 

En los pueblos más pequeños de Morelos, una señora, Marina Gómez, pide que no visitemos más a los “más grandes”. Puntualiza que lo que más necesitan “son ingenieros o arquitectos que revisen nuestras casas”. El proyecto Manos a la Obra (manosalaobrasismo.mx) es uno de los que se han encargado de hacer más viable esa ayuda mediante un mapa georreferenciado. Tiendas de campaña, medicamentos, transporte que, gracias al uso de esta tecnología, pueden llegar directamente a quienes los necesitan. Los fundadores son Akemi Sato, Ricardo Álvarez, Daniel Heriberto Palencia y Carlos Sainz, egresado del ITESO. Los cuatro son estudiantes de posgrado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, desde donde lanzaron esta plataforma. “Lo más importante era contactar a una persona sin intermediario”, asegura Sainz. 

Sismo México #19S Foto: EFE

“Sin intermediarios”, pidieron muchos. La desconfianza en el gobierno mexicano fue tal que Ricardo Monreal, a cargo de la delegación Cuauhtémoc, una de las más dañadas de la Ciudad de México, tan solo se presentó en uno de los sitios de derrumbe. Pasó apenas una semana cuando la cuenta oficial de la Presidencia de México quiso sumarse a un esfuerzo ciudadano e incluso llegó al extremo de pedir lápices. “Lápices. Pinches lápices”, comentó furioso Rodrigo Diez, abogado constitucionalista y quien también emprendió su propia manera de contribuir. “Ofrezco mi ayuda a cualquiera que necesite demandar a una constructora o autoridad por la que quedó dañado su edificio”. Diez pertenece al despacho Diez Abogados, que gestiona, entre otros asuntos, una demanda contra la constructora OHL. 

Debra Figueroa es una estudiante de Guadalajara que vive en la Ciudad de México. Todavía comparte los mensajes lanzados para continuar la ayuda, pese a que el cansancio o el desdén no han impulsado la misma fuerza que en los primeros días. Apenas en los últimos días de noviembre organizaron una rifa de un Xbox 360 para contribuir a ayudar a dos albergues. 

Desde lejos también llegó la ayuda de Ernesto Cortés, mexicano que vive en Cali, músico y traductor. “No sé qué más hacer”, escribió un día en la noche. Y se le ocurrió hacer una cuenta en Twitter en honor de los perros rescatistas que se ganaron la atención de un país. O al menos así lo tituló The Wall Street Journal. Con el titular “A la nueva heroína de México le encanta que le rasquen las orejas”, Robbie Whelan, reportero en la Ciudad de México, explicó que el interés por las mascotas entrenadas que ayudaron durante la emergencia vino por el fenómeno de solidaridad que empapó a la capital. “La conocí”, presume por un mensaje. Se refiere a Frida, la perrita. “Es un perro adorable”, reconoce. Su reportaje señala que la poca confianza en las instituciones ha convertido a esta mascota en un símbolo de la desesperanza en el país. Enrique Peña Nieto ha mantenido el nivel más bajo de popularidad desde que en México se comenzó a medir este índice. Menos de 30 por ciento por más de un año.

Sismo México #19S Foto: Reuters

Los jóvenes y la empatía

Un mes antes de que ocurriese la tragedia, la revista Campaigns and elections mostró una portada con Alejandra Sota, Gisela Rubach y Sergio José (este último sin apellidos, pues asegura que su nombre es una marca). Rubach, profesora del Instituto Tecnológico Autónomo de México explicaba, sin pestañear, que los jóvenes (sin definir una edad en específico) hacían todos sus movimientos en “redes sociales”. “Pero no gustan de ensuciarse los zapatos y salir a la calle”, remató. Tras la abrumadora respuesta del 19 de septiembre de 2017, Rubach sólo alcanzó a responder: “La entrevista fue hecha antes del terremoto”. 

“Es todavía muy pronto para hablar de las consecuencias que tendrá el terremoto en las elecciones de 2018”, explica Marco González, analista político, tapatío y egresado de la Ibero. “Definitivamente es un cambio de escenario. Muchos analistas que pensaban que habían encasillado a jóvenes, ahora se han dado cuenta de que hay un cambio con las redes sociales”, completa. ¿Y qué hacen las redes sociales? “Han hecho que la comunicación y la denuncia se hagan horizontales”. 

Sismo México #19S

En la colonia Guerrero, relativamente cercana a la Condesa, la Roma, la Del Valle o la Narvarte, pero mucho más lejos en niveles socioeconómicos, Ernesto Núñez pintaba un mural subido en una escalera de unos veinte metros. No se niega a que le tomen fotos a sus obras, pero se pone nervioso una vez que accede a la entrevista. Aun así, lo hace. “Tengo 29 años y soy originario de aquí, de la Ciudad de México. El motivo de este pequeño mural fue para dar valor a las personas que ayudaron el día del temblor. No solamente por parte del gobierno, sino que fue el mismo pueblo. La intención es dar ese mensaje. A las personas que se les debería realmente agradecer es a las que estuvieron ese día. Ya sea la perrita o sean todas las personas que sí estuvieron”.

Han pasado dos meses y parece que han sido años. Marco González, que ahora por razones laborales vive en Barcelona, reflexiona: “La empatía ahí está, sólo que a veces somos tantos que nos abrumamos, somos personas que van por la vida haciendo lo único que debemos, que es sobrevivir de la mejor manera con nuestra banda. Y hay hijos de puta y hay gente decente, como en todos lados. Y la gente decente no es siempre decente y la gente hija de puta no siempre es hija de puta. Pero, insisto, la empatía está ahí, entre nosotros, es cuestión de que nos dejemos verla”. Incluso se permite parafrasear a Octavio Paz: “Y es en ese preciso momento, hermanados por La Chingada, en que nos permitimos ver la empatía que irradiamos a diario, por goteo y con miedo”. m.

Sismo México #19S Foto: Reuters

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