Diana Flores: la cazadora de anhelos
Sergio Blanco – Edición 497
Mariscala de campo de la Selección Nacional Femenil de Futbol Bandera, ha esquivado por igual a rivales y prejuicios para alcanzar la meta que imaginó desde niña: ganar el oro en un campeonato mundial del deporte que le apasiona. Todo lo que le ha ocurrido después no estaba en sus planes
Diana Flores Arenas habló poco con su familia acerca de su papel en un comercial que se transmitiría durante el Super Bowl LVII, en febrero de 2023, pues quería sorprender a sus padres, quienes desde niña le mostraron la ruta y alentaron su pasión por el flag football, o futbol bandera. Poco antes del estreno del promocional de dos minutos de duración, ella y su familia fueron conducidos a una sala donde verían por vez primera vez el resultado de aquello para lo que había trabajado tan discretamente.
Al darle play aparecieron en pantalla Diana y la presentadora deportiva Erin Andrews, quien intentaba entrevistarla. “Eres muy escurridiza, ¿existe alguien que te pueda quitar tus banderas?”, le cuestiona Andrews. “Estoy segura de que sí”, responde Flores, tras lo que la conductora trata de arrebatarle una de las cintas que cuelgan de su cadera, pero Diana la esquiva. Esto detonó las carcajadas de su padre, Jaime: “¿Viste qué cara pusiste?”.
Inicia entonces una persecución al ritmo de “Real Wild Child”, de Joan Jett and The Blackhearts: Diana corre por los pasillos del estadio esquivando a todas las personas que se cruzan en su camino, con una agilidad que una doble de acción no podría haber igualado.
Mientras la muchacha corre, casi todas las personas tratan de despojarla de una de sus banderas, entre ellas, varias estrellas de la Liga Nacional de Futbol (NFL, por las siglas en inglés de la liga estadounidense de futbol americano): Sauce Garden (New York Jets) y Jalen Ramsey (Miami Dolphins) fueron las primeras personas en ir tras ella y fracasar, quedando tiradas en el suelo. Uno de los momentos más hilarantes del metraje fue cuando Davante Adams (Las Vegas Raiders), quien se escondía en una botarga de loro, persigue a Diana por un centro comercial hasta llegar a la azotea donde, con un movimiento de parkour, ella brinca hacia otro edificio y deja rezagado a su perseguidor, quien finalmente se rinde al borde del abismo: “¡Diablos!, ¡no!”. Hasta sus padres se impresionaron con la escena.
Cameron Heyward (Pittsburgh Steelers) y Aidan Hutchinson (Detroit Lions) son los siguientes en tratar de atraparla, disfrazados de empleados de servicio en un hotel, pero ella los derriba con fuerza —que pareciera que no tiene— tras tirar una puerta de un patadón. “I’m a wild one!”, se puede escuchar en la melodía de fondo.
Casi para terminar, decenas de personas la persiguen por una calle de los suburbios. Entonces entran a cuadro, para correr a su lado, Vanita Krouch, mariscala de la Selección de Estados Unidos de Futbol Bandera, y Bella Rasmussen, quien fue la primera mujer en jugar como corredora de poder para un equipo de futbol americano varonil en California (Laguna Beach High School) y darle el campeonato con dos anotaciones, en 2022.
En esos segundos finales, el futbol bandera y el americano, representados por dos jugadoras estadounidenses y una extranjera, se fusionan en una sola imagen. “A las mujeres que impulsan el futbol, no podemos esperar a ver hacia dónde llevan este deporte”, reza un par de líneas en pantalla al final del comercial.
La sorpresa llevó a sus padres hasta el llanto. “¡Tú me dijiste que ibas a participar, no que eras la estrella!”, le reclamó su madre, Josefina Arenas. Su hermana, Montserrat, la abraza y comienzan a llorar juntas por la emoción del momento. “Estoy muy feliz por ti y por todo lo que está pasando”, le dice su padre con un orgullo que no puede disimular. “Mi princesa, eres poderosa, poderosa”. Su madre tampoco daba crédito a lo que acababa de ver. “Trabajamos mucho desde que era muy pequeña, nunca imaginé esto a este nivel, creo que ni siquiera lo soñé”.
Yarda cinco
Diana Alejandra Flores Arenas (Ciudad de México, 1997) nació cerca del Casco de Santo Tomás, en la capital del país, donde tienen su sede las Águilas Blancas, el equipo de futbol americano del Instituto Politécnico Nacional. Su padre fue corredor y mariscal de campo de ese equipo en sus años mozos; uno de sus tíos también fue jugador.
“Lo que nosotros teníamos bien claro era que queríamos que nuestros hijos fueran felices y para eso tenían que tener muchos elementos que los complementaran”, ha dicho su padre. Diana tuvo de dónde escoger, pues tomó desde clases de defensa personal hasta de ballet y música, pero su obsesión comenzó a los siete años, cuando su padre la llevó a ver un juego de futbol bandera con la intención de que se interesara en practicarlo, cosa que ocurrió casi de manera automática.
Tenía ocho años cuando ingresó por primera vez a un equipo, y permanecer en él no fue sencillo. Como en ese entonces ese deporte era menos conocido que ahora, no había tantas categorías para entrenar, por lo que tuvo que jugar con compañeras que le doblaban la edad y hasta en contra de varones, pues su entrenador, Julio Ocaña, acostumbraba esperar a que terminaran las prácticas los equipos de muchachos para retarlos.
Al entrenador no le importaba si sus pupilas perdían por marcadores abultados. El objetivo era que ellas anotaran al menos en una ocasión a los jóvenes, porque le importaba romper estereotipos. Como motivación extra, si no anotaban al menos una vez, las ponía a hacer entre 100 y 200 abdominales. “Nos inculcó esta parte de, en lugar de ver todas las adversidades, encontrar cómo hacerlo”, recuerda Diana.
Era como si hubiera nacido para jugar futbol bandera. Como si todo el tiempo hubiera sabido cómo tomar el balón y hacerlo girar al lanzarlo hacia un objetivo que casi siempre está en movimiento y acertar con precisión: Diana lo pudo hacer desde las primeras veces que tomó el ovoide. Sus habilidades se fueron perfeccionando y los equipos en los que jugaba comenzaron a cosechar campeonatos en las ligas locales, hasta que la NFL creó torneos de “tochito” —como también se le conoce al futbol bandera— que abrieron espacio a la participación de las mujeres. Era el momento de nuevos desafíos.
Su reputación llegó pronto al medio deportivo y en los equipos mixtos en los que participaba, sus compañeros presumían que ella formaba parte de sus filas. Sin embargo, no olvida que durante los primeros años se enfrentó también a prejuicios de rivales y hasta de entrenadores de equipos contrarios, quienes la subestimaban y cuestionaban a sus jugadores que no pudieran quitarle los banderines, “si tan sólo era una niña”.
Cuando Diana tenía 14 años, los rumores de su destreza llegaron hasta la preparatoria North Penn en Pensilvania y desde allá le llegó una invitación para integrarse a su equipo de futbol bandera, al que le dio un campeonato regional. Tras obtener el título, Diana regresó a México, y a los 16 fue convocada a participar en la Selección Nacional Femenil. Su incipiente meta fue encumbrar a su patria en algún campeonato mundial.
Aunque su posición natural era mariscala de campo, no jugó en ella al principio porque había otras jugadoras mayores que tenían la titularidad, por lo que tuvo que jugar nueve años como corredora, centro o receptora antes de que le dieran la oportunidad de comandar al equipo y demostrar su capacidad, cosa que ocurrió en Birmingham durante los Juegos Mundiales de 2022, una competencia internacional para disciplinas que no son consideradas en los Juegos Olímpicos.
Destino ignoto
Antes del 14 de julio de 2022, Diana Flores y todas sus compañeras de la Selección Femenil Mexicana de Futbol Bandera eran unas perfectas desconocidas, hasta que se dio la noticia de que vencieron al equipo de Estados Unidos y consiguieron el oro. Era como si México hubiera perdido ante los estadounidenses en un mundial de charrería, por lo que la noticia despertó la curiosidad de gran número de personas, incluso aquellas que no estaban familiarizadas con el deporte.
Días antes de la noticia, fueron pocos los detalles que se difundieron sobre la competencia, pese a que las mexicanas llegaron invictas… y no sólo eso: aplastaron a cada equipo contrincante. En fase de grupos le ganaron a Japón 34 a 13; a Italia, 49-0; y a Brasil, 42-6. En cuartos de final ganaron a Francia 41-6; y en semifinales, el resultado fue 36 a 7 sobre Panamá. Tocaba el turno de enfrentar a las de casa en la final.
Desde su entrada al campo, las estadounidenses ya se pensaban victoriosas. En general, se veían más musculosas y de mayor estatura que sus pares mexicanas, y sus antecedentes en competencias mundiales se reflejaban en su arrogancia. Al formarse todas para la presentación, quien destacaba era Diana Flores, pero no por su imponencia, sino porque era más pequeña y delgada que el resto de las competidoras. Es probable que las estadounidenses creyeran que sería fácil ganarles.
“Hay mucha diversión, es incluyente, es para todos. Para mí, el futbol bandera es la base del futbol americano, es el punto de entrada, es como la gente se vuelve aficionada al juego”, relataba emocionado uno de los comentaristas antes del inicio de la gran final.
La primera serie ofensiva fue para Estados Unidos y sólo les tomó un par de jugadas llegar a la zona de anotación. La receptora flexionó sus bíceps con la barbilla en alto y los besó, pero aquel intento de intimidación fue vano porque una falta previa eliminó los seis puntos de la pizarra. Tras ese lapso de orgullo fugaz, descubrieron el poderío de las mexicanas a bofetadas.
Lo que siguió fue una intercepción que derivó en los primeros seis puntos para México a cargo de su defensa. Apareció entonces en el campo Diana Flores. La subestimaron tanto, que ninguna defensora intentó arrebatarle su bandera y, en cambio, todas corrieron a marcar a las receptoras. Esto le dio a Flores algo muy valioso en el futbol americano: tiempo. Con tranquilidad, la esbelta mariscala de campo fintó en varias ocasiones para terminar por lanzar un misil preciso a la banda derecha y hacer blanco en una de sus compañeras. En la primera jugada ya estaban en el medio campo y, en tres jugadas más, anotaron. “¿Viste eso?”, relataron atónitos los comentaristas.
Lo que ocurrió después siguió el mismo libreto: las estadounidenses con el balón no anotaban y las de México hacían touchdown en cada posesión, hasta que el marcador alcanzó una cifra de escándalo: 39-0. “Vanita Krouch está en terreno desconocido”, recalcaron los cronistas ante las miradas de incredulidad y desesperación de las estadounidenses, que no daban crédito a la capacidad atlética de la pequeña Diana.
Poco antes de que concluyera el juego, las estadounidenses lograron la anotación de la honra (aunque en sus talantes manifestaban que las acababan de despojar de ella). Con un marcador de 39-6, las mexicanas se hicieron de la medalla de oro. “Es una superestrella”, repetían incrédulos los locutores mientras decían su nombre.
“Diana tuvo que lidiar con todos los cuestionamientos de si era suficientemente buena. La historia de las mujeres en este mundo, ¿no?”, se lamentó su compañera Rebeca Landa tras ese partido.
Aunque el titular se multiplicó en los medios, muy pocas notas revelaron la identidad de las heroínas y la mayoría sólo mencionaba la victoria del equipo de un deporte inusual en casi todo el mundo. De hecho, aquella fue la primera vez que se incluyó el futbol bandera como disciplina en los Juegos Mundiales. En la página oficial de los organizadores se detalla que su origen es en Estados Unidos y que los países donde es popular son… Estados Unidos. Pese a ello, México obtenía el primer oro de su historia en la rama femenil.
Aunque al principio su objetivo fue ganar un campeonato mundial, Diana comprendió que su logro habría de trascender más allá de los resultados obtenidos. Ahora formaba parte de una familia más extensa junto con las compañeras que contribuyeron no sólo a la victoria, sino también a convertirse en ejemplo e inspiración. “Cada una de nosotras entendió que el impacto de ese oro era mucho más grande que nosotras, que peleábamos por algo más grande: estábamos peleando por todas las chicas jóvenes que vienen detrás de nosotras”, declaró en una entrevista.
Por el impacto que causaron sus actuaciones, Diana Flores estaba en la mira de la NFL, que se puso en contacto con ella para nombrarla embajadora de Flag Football ante el mundo, algo que no era novedad: ya lo era ante la Internacional Federation of American Football (IFAF).
La mexicana tuvo su primera aparición masiva como embajadora el 21 de noviembre de 2022, durante el partido entre los San Francisco 49ers y los Arizona Cardinals, que tuvo lugar en el estadio Azteca, en Ciudad de México. Roger Goodell, comisionado de la NFL, aprovechó la ocasión para entregar reconocimientos por su destacada participación en los Juegos Mundiales de Birmingham a las selecciones mexicanas de futbol bandera, varonil y femenil, y la entrega la hizo de manera conjunta con Diana Flores, que sumaba a sus cualidades la fotogenia, el carisma y una gran sonrisa.
Su proyección se intensificó tras el anuncio en diciembre del Pro Bowl, que cambiaría de formato en su nueva edición para pasar de un solo juego de exhibición entre los seleccionados de las conferencias Nacional y Americana, a convertirse en tres días de actividades en las que la principal atracción serían tres juegos de futbol bandera, con lo que crecería la popularidad de ese deporte.
Diana ya había encumbrado a su equipo al mantener firmes las convicciones inculcadas por sus padres y su entrenador, quienes la consideraban una mujer empoderada. Acaso su sencillez no le permitió imaginar antes que el oro que obtuvo no era el final de sus aspiraciones.
Así, con el anuncio de los Pro Bowl Games, se reveló que ella sería la coordinadora defensiva de la Conferencia Americana, equipo que defendería junto con el exmariscal de los Indianapolis Colts Peyton Manning, como entrenador en jefe, y el exdefensa de los Baltimore Ravens, Ray Lewis, como coordinador defensivo. “Los sueños se hacen realidad y en ocasiones la realidad va mucho más allá de los sueños”, compartió Diana en sus redes sociales tras el anuncio.
Por si esto no hubiera bastado para encumbrar a la embajadora del futbol bandera, una semana después apareció en el comercial del Super Bowl, con una audiencia estimada de cien millones de personas y decenas de medios que la alababan.
Gracias a su participación en este comercial, la capitana del equipo de futbol bandera del Tec de Monterrey campus Santa Fe se convirtió, el pasado 24 de mayo, en la primera mujer con presencia en el Salón de la Fama de la NFL, al incluir en la nueva exhibición del comercial Run With It, el jersey y el balón utilizados por ella. “Flores no es solamente la primera latina jugadora de futbol bandera en formar parte de la colección del Salón de la Fama Profesional, también es la primera jugadora de futbol bandera en la historia con objetos en el museo”, destacó el propio Salón de la Fama en sus redes.
Deporte olímpico
Las metas de Diana Flores han estado en evolución constante, y entre sus nuevas responsabilidades, ahora como embajadora de la IFAF, estaba la de participar en el Foro Internacional de Atletas en Lausana, Suiza, el 1 de octubre pasado. Su objetivo era discutir la relevancia actual del futbol bandera y la pertinencia de integrarlo como deporte oficial en el programa de los Juegos Olímpicos Los Ángeles 2028, decisión que se hizo oficial dos semanas después por parte del Comité Olímpico Internacional (COI). La noticia llenó de júbilo a los representantes de la IFAF y de la NFL.
“Felicitaciones a la Federación Internacional de Futbol Americano por este logro histórico para el futbol bandera y para la comunidad global que ama y juega nuestro juego. Es un tremendo honor para cualquier atleta representar a su país en las Olimpiadas. No dudamos que esta decisión inspirará a millones de jóvenes alrededor del mundo a jugar este deporte en los próximos años”, manifestó Roger Goodell.
El futbol americano no forma parte de los Juegos Olímpicos debido, principalmente, a que no se practica con asiduidad en otros países, además de Estados Unidos, y aunque la ifaf tiene presencia en todos los continentes, aún no hay grados de desarrollo en el resto de las naciones como para garantizar equidad competitiva. No ocurre lo mismo con el futbol bandera: según datos de la NFL, se estima que este deporte es practicado por 20 millones de personas en más de 100 países.
Para aumentar la relevancia del papel de Diana como embajadora de futbol bandera, el apartado de este deporte en la página de los Juegos Olímpicos se ilustra con una fotografía de la mariscala de campo durante su participación en la final de los Juegos Mundiales.
Diana y la NFL
La NFL se ha consolidado como la liga más grande de todas las competencias deportivas en el mundo. Tan sólo la temporada pasada generó ingresos por 11 mil 980 millones de dólares, casi el doble de los que obtuvo la Liga Premier inglesa, que durante la temporada 2021-2022 produjo poco más de 6 mil 900 millones de dólares.
Sin embargo, diversas situaciones han puesto en riesgo el futuro de este deporte, principalmente los daños en la salud que su práctica genera en los jugadores, según se ha documentado en numerosos estudios y publicaciones desde finales de la década de los noventa. Destaca el estudio de Bennet Omalu, un patólogo forense nigeriano que en 2002 descubrió que los golpes repetitivos en la cabeza de los jugadores provocan demencia. Llegó a tales resultados tras practicar la autopsia del excentro de los Pittsburgh Steelers, Mike Webster, quien durante su carrera recibió un estimado de 25 mil impactos. Llamó al padecimiento encefalopatía traumática crónica (ETC).
Otro estudio, de la Universidad de Michigan, elaborado por solicitud de la propia NFL, mostró que se reportaban enfermedades relacionadas con la demencia 19 veces más entre jugadores de futbol retirados que entre el resto de la población. Y un reportaje más, publicado en 2016 en The New York Times, reveló que la NFL excluyó más de 100 casos de conmociones de un estudio de casi un millar de incidentes diagnosticados entre 1996 y 2001.
Tales revelaciones provocaron que muchos jugadores, como Marshawn Lynch, excorredor de poder de los Seattle Seahawks, o Chris Borland, exliniero de los San Francisco 49ers, quien se retiró luego de haber jugado una sola temporada, decidieran abandonar sus carreras en sus mejores años por temor a las consecuencias para su salud.
Las evidencias también han influido para que los padres de familia decidan que sus hijos practiquen otros deportes de menor riesgo, lo cual ha puesto en peligro a la generación de nuevos jugadores que se integren a la NFL.
Ante esta situación, la NFL y la IFAF han buscado que los jóvenes regresen a su práctica a través del futbol bandera, que básicamente es una versión del futbol americano, pero sin contacto ni riesgo de golpes, y han sido muy explícitos en sus intenciones: “Vemos el futbol bandera como un deporte incluyente, lo que lo convierte en un gran vehículo para esparcir los valores del futbol americano alrededor del mundo”, declaró Tory Vincent, vicepresidente ejecutivo de la NFL. La declaración se dio con motivo de la alianza Vision28 entre la NFL y la IFAF para promover el futbol bandera como deporte olímpico justo un día antes de la final en la que México ganó el oro. En estos planes, figuras como la de la mexicana resultan fundamentales. Diana Flores se interesó por el futbol bandera gracias al impulso de su padre, por lo que se espera que una mayor presencia de mujeres en su práctica incida en una motivación adicional para las nuevas generaciones, como vaticina la propia página NFL Flag al describir su comercial del Super Bowl como una historia llena de acción “que destaca el futbol bandera y el papel fundamental que tienen las mujeres en el crecimiento del deporte”.
Y en este momento no hay nadie que inspire más a ello que la poderosa mexicana Diana Flores.
Las reglas del juego
El futbol bandera se juega en un campo de 50 yardas de largo por 25 de ancho y 10 yardas en cada zona de anotación. Se divide con diagonales dibujadas cada cinco yardas. Cada equipo lo integran cinco jugadores a la ofensiva o la defensiva y las posiciones son básicamente las mismas que las del futbol americano: mariscal, corredor, centro, receptor, etcétera.
Cuando un equipo tiene el balón, parte de la yarda 5 de su campo y tiene cuatro oportunidades para avanzar hasta la mitad del terreno; después tiene otras cuatro para anotar seis puntos. Cada oportunidad termina cuando despojan de una de las dos banderas colgadas de su cadera al jugador que lleva el balón. Si se anota se puede hacer un punto extra por pase desde la yarda 5 del rival o dos puntos desde la yarda 10. Tras anotar, toma el balón el contrario, que inicia su ofensiva.
La principal diferencia con el futbol americano es que en este deporte no hay contacto, no se debe derribar al jugador con el balón para terminar la jugada, sólo arrebatar una de sus banderas.
La práctica de este deporte se originó alrededor de 1940 con fines de esparcimiento para los soldados durante la II Guerra Mundial, justo para que no se lesionaran.
“La leyenda del futbol americano, Tom Brady, siete veces ganador del Super Bowl, jugó al flag football desde la escuela primaria hasta su primer año en el instituto”, destaca la propia página de los Juegos Olímpicos.
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Excelente reportaje