Lo único absolutamente indispensable para descansar bien, a fondo, lo más que se pueda, es cansarse lo más que se pueda. Eso nunca falla
Habrá tantas teorías acerca del buen descanso como personas hay en el mundo. Aunque se trate de una condición fundamental para la vida —la extenuación sin pausa puede matar—, y en ese sentido todos los seres humanos seamos iguales en la necesidad de procurárnoslo, el descanso acaba siendo cosa personalísima. ¿Las horas de sueño que te exige el cuerpo están lejos de ser las mismas que derrocha despierto, con música horrible a todo volumen, tu vecino desconsiderado? ¿Lo que más te fatiga es estar sin hacer nada? ¿Y tendrás alguna pista para saber cómo hacerse a un lado y que, al menos por unas horas o por unos días, este presente frenético deje de arrastrarnos con él? Entre las formas peores que hay de sabotearse un asueto, una vacación, un rato sin pendientes, está la sospecha de estar perdiendo el tiempo, de no producir tanto como supuestamente deberíamos. Descansemos de esa sospecha.
Y consolémonos, mientras llega la tregua y podamos tendernos sobre nuestras preocupaciones y nuestras prisas, con este hecho: lo único absolutamente indispensable para descansar bien, a fondo, lo más que se pueda, es cansarse lo más que se pueda. Eso nunca falla. ·